Sunday, October 21, 2007


ROSARIO CASTELLANO
(Distrito Federal, México 1925)


Meditación en el umbral

No, no es la solución
tirarse bajo un tren como la Ana de Tolstoy
ni apurar el arsénico de Madame Bovary
ni aguardar en los páramos de Ávila la visita
del ángel con venablo
antes de liarse el manto a la cabeza
y comenzar a actuar.
Ni concluir las leyes geométricas, contando
las vigas de la celda de castigo
como lo hizo Sor Juana. No es la solución
escribir, mientras llegan las visitas,
en la sala de estar de la familia Austen
ni encerrarse en el ático
de alguna residencia de la Nueva Inglaterra
y soñar, con la Biblia de los Dickinson,
debajo de una almohada de soltera.

Debe haber otro modo que no se llame Safo
ni Mesalina ni María Egipciaca
ni Magdalena ni Clemencia Isaura.

Otro modo de ser humano y libre.

Otro modo de ser.

Límite

Aquí, bajo esta rama, puedes hablar de amor.

Más allá es la ley, es la necesidad,
la pista de la fuerza, el coto del terror,
el feudo del castigo.

Más allá, no.

Las dádivas

La mano que se abrió sobre mis días
es una mano grande como el cielo.
Me dio raíz, memoria, y para respirar
una herida que llaman la rosa de los vientos.

Plenitudes de aljibe que rebalsa
y vacío de túnel que eternizan los ecos.
Luz para ciertas horas
y la hora necesaria de oscuridad sin término.

Horizontes, mirada,
la presencia segura de los cuerpos.
El gozo del hallazgo,
el llanto del adiós en el pañuelo.

La vida. Muchas muertes
—una por cada amor del que es su centro.
Todo. Y para decirlo
palabras y palabras. Y silencio.

La casa vacía

Yo recuerdo una casa que he dejado.
Ahora está vacía.
Las cortinas se mecen con el viento,
golpean las maderas tercamente
contra los muros viejos.
En el jardín, donde la hierba empieza
a derramar su imperio,
en las salas de muebles enfundados,
en espejos desiertos
camina, se desliza la soledad calzada
de silencioso y blando terciopelo.

Aquí donde su pie marca la huella,
en este. corredor profundo y apagado
crecía una muchacha, levantaba
su cuerpo de ciprés esbelto y triste.

(A su espalda crecían sus dos trenzas
igual que dos gemelos ángeles de la guarda.
Sus manos nunca hicieron otra cosa
más que cerrar ventanas.)

Adolescencia gris con vocación de sombra,
con destino de muerte:
las escaleras duermen, se derrumba
la casa que no supo detenerte.

La profecía

Cuando nos lo anunciaron los que velan de noche,
los que llevan el mar ausente entre sus manos
en forma de sencillos caracoles,
temblamos de alegría, como bajo el rocío
el pétalo colmado de las flores.

Lo dijeron los sabios.
Muchas señales hubo, hasta que al fin
el termino del tiempo hubo llegado.
Y nosotros confusos, de rodillas,
presenciando.

Sobrevino el silencio.
El silencio que nace del agua que bullía
y de pronto se cuaja en un espejo.

Así nos serenamos. Nos hicimos
lo mismo que los lagos para mirar al cielo.


La velada del sapo

Sentadito en la sombra
—solemne con tu bocio exoftálmico; cruel
(en apariencia, al menos, debido a la hinchazón
de los párpados); frío,
frío de repulsiva sangre fría.

Sentadito en la sombra miras arder la lámpara.

En torno de la luz hablamos y quizá
uno dice tu nombre.

(Es septiembre. Ha llovido.)

Como por el resorte de la sorpresa, saltas
y aquí estás ya, en medio de la conversación,
en el centro del grito.

¡Con qué miedo sentimos palpitar
el corazón desnudo
de la noche en el campo!


El excluido

A menudo, si un hombre recibe bien de otro
se le despierta un ímpetu homicida
- rostro secreto de la gratitud -
y el insulto que calla lo envenena.

El favor lo ha marcado
y no cabe en el mundo en que es ley de las cosas
la lucha, el exterminio.

A menudo... A menudo...


Tres poemas

1

¿Qué hay más débil que un dios? Gime hambriento
y husmea
la sangre de la víctima
y come sacrificios y busca las entrañas
de lo creado, para hundir en ellas
sus cien dientes rapaces.

(Un dios. O ciertos hombres que tienen un destino.)

Cada día amanece
y el mundo es nuevamente devorado.

II

Los ojos del gran pez nunca se cierran.
No duerme. Siempre mira (¿a quién?, ¿a dónde?),
en su universo claro y sin sonido.

Alguna vez su corazón, que late
tan cerca de una espina, dice: quiero.

Y el gran pez, que devora
y pesa y tiñe el agua con su ira
y se mueve con nervios de relámpago,
nada puede, ni aun cerrar los ojos.

Y más allá de los cristales, mira.

III

Ay, la nube que quiere ser la flecha del cielo
o la aureola de Dios o el puño del relámpago.

Y a cada aire su forma cambia y se desvanece
y cada viento arrastra su rumbo y lo extravía.

Deshilachado harapo, vellón sucio,
sin entraña, sin fuerza, nada, nube.

Retorno

Has muerto tantas veces; nos hemos despedido
en cada muelle,
en cada andén de los desgarramientos,
amor mío, y regresas
con otra faz de flor recién abierta
que no te reconozco hasta que palpo
dentro de mí la antigua cicatriz
en la que deletreo arduamente tu nombre.


Retrato de antepasado

Lo dejaron aquí, más que por reverencia
por olvido. Ninguno
levanta la mirada a este rincón del cuarto.

Preside cierto orden de objetos, cierta ruina
inminente y le otorga
la edad que necesita.

Ha presenciado alegres ceremonias
y ha visto cómo deudos diligentes
colocan en su marco orlas de luto.

Y ni se regocija ni consuela.

Distante, amarillento, anónimo, sus manos
empuñan todavía un bastón de caoba
¡aunque hace tanto tiempo se perdieron sus huesos!

Privilegio de la suicida

El que se mata mata al que lo amaba.
Detiene el tiempo —el tiempo que es de todos
y no era sólo suyo—
en un instante: aquel en que alzó el vaso
colmado de veneno;
en que segó la yugular; en que
hendió con largos gritos el vacío.
Ah, la memoria atónita, sin nada más que un
huésped;
la atención que regresa como un tábano
siempre hasta el mismo punto intraspasable
y la esperanza que amputó sus pies
para ya no tener que ir más allá.
Ay, el sobreviviente,
el que se pudre a plena luz, sepulcro
de par en par abierto,
paseante de hediondeces y gusanos,
presencia inerme ante los ojos fijos
del juez ¿y quién entonces
no osa empuñar la vara del castigo?
¡Condenación a vida!
(Mientras el otro, sin amarraduras,
alcanza la inocencia del agua, las esencias
simplísimas del aire
y, materia fundida en la materia
como el amante en brazos del amor,
se reconcilia con el universo.)

Lo cotidiano

Para el amor no hay cielo, amor, sólo este día;
este cabello triste que se cae
cuando te estás peinando ante el espejo.
Esos túneles largos
que se atraviesan con jadeo y asfixia;
las paredes sin ojos,
el hueco que resuena
de alguna voz oculta y sin sentido.

Para el amor no hay tregua, amor. La noche
no se vuelve, de pronto, respirable.
Y cuando un astro rompe sus cadenas
y lo ves zigzaguear, loco, y perderse,
no por ello la ley suelta sus garfios.
El encuentro es a locuras. En el beso se mezcla
el sabor de las lágrimas.
Y en el abrazo ciñes
el recuerdo de aquella orfandad, de aquella muerte.


ROSARIO CASTELLANO

Poeta mexicana nacida en el Distrito Federal en 1925. Su infancia transcurrió en Chiapas y luego estudió Filosofía y Letras obteniendo una maestría en la UNAM.
Practicó con gran éxito todos los géneros literarios, destacándose especialmente en su obra poética que la ha convertido en una de las más altas representantes de México en el último siglo.
Obtuvo importantes reconocimientos entre los que se destacan, Premio Xavier Villaurrutia 1961, Sor Juana Inés de la Cruz y Premio Carlos Trouyet. Toda su obra está recopilada en el libro «Poesía no eres tú». Falleció en Tel Aviv en 1974, cuando ocupaba el cargo de embajadora de su país ante el gobierno de Israel.


Fuente de la fotografía usada para acompañar la semblanza: www.curso-med.com/Literatura.htm

Friday, October 19, 2007


EL AHIJADO DEL ÚLTIMO DON


Julia llegó a la cita como acordamos por teléfono. Al bajar del bus, un chico casi la atropella con su bicicleta. – ¿Estás bien?- Le pregunté. Movió la cabeza, aún algo aturdida por el pánico. Llevaba sombrero, gafas de sol y un pañuelo anudado al cuello como uno de esos personajes femeninos en los filmes de Fellini.

Me entregó el paquete, volvió a subir de nuevo, y la vi caminar por el corredor hasta la parte trasera del bus. Me fui a la 42, doble en una esquina donde había varios vendedores ambulantes senegaleses, diputándose a los transeúntes. Ofertaban bolsos Cristian Dior y Coco Chanel a tal precio, que sí la madame se enteraba, de seguro le daba un ataque cardíaco en la tumba.

Conocí a Julia a través de Milo, un joven ucraniano, quien trabajaba para mí. Después de ir a la cárcel, no tuve otra opción que hacer negocio con ella. Aunque nunca me agradó hacer tratos con crakeros, porque son ratas, y se comportan como tales.

Advertí que estaban esperándome. El Cadillac estaba parqueado frente a una tienda que vendía discos, comics y artículos para adultos. Moví ligeramente la cabeza. Ellos comprendieron de inmediato.

Seguí caminando hasta el restauran griego, Athens, que estaba a dos bloques. Un lugar decorado con hermosas fotografías de Grecia, y con excelente menú con muy buena comida y ambiente acogedor, administrado por un inmigrante griego casado con una colombiana. Saludé con amabilidad a la cajera y me dirigí al baño. Ellos, que me habían seguido, bajaron del automóvil. El más viejo de los dos, vestido con un traje de bajo costo de color vino entró y después de saludar caminó rumbo al baño.

Le entregué el paquete que llevaba oculto en la cintura. Metió la mano en su chaqueta y me entregó el fajo de billetes. No hubo preguntas. Abandoné el baño con naturalidad, pero sin perder de vista los movimientos del otro que esperaba recostado en el Cadillac.

Lo que pasara después me importaba un rábano. Imagino sus caras al descubrir que los engañe con a babies. ¡Shit! seguro que su jefe les majó los granos hasta hacérselos mashed potate.

No sé en otra parte, pero era 1985 y no había esquina en Babylon que escapara a las manos de John Gotti, insaciable como Nabudonosor pero buen benefactor si eras de la familia, como era en mi caso. Todos en Nueva York recordaban esa célebre foto donde aparecía un teenanger latino, abriéndole la puerta del restaurante. El FBI la usó como evidencia en su contra cuando lo enjuiciaron.

Ellos saben que soy su ahijado, pero el salvoconducto no cubre a Julia. Imagino que a éstas horas andarán peinando todos los crakeríos en su búsqueda. No son pendejos, en esta ciudad todo el mundo ve y oye, pero olvidan todo al caer el sol y ver a través del ojo de la puerta rostros pocos amigables.

Mientras me fui con veinte de los grandes, Julia, quizás perdió la vida, por una jalada, aunque no sé porque los adictos son como los gatos, gozan de siete vidas, pero eso nada tiene que ver conmigo. Son problemas de ella y su vicio. En cuanto a mí, me manejo de una manera estrictamente profesional, nada de sentimentalismo o cosas por el estilo. Es cuestión de business, esa es la forma como funciona esto.

“Is it about business nothing personal.” La dichosa frase que crecí escuchando desde mi niñez, tanto, que comencé a repertirla en automático a la menor confrontación. La repetí como quinientas veces para calmar los gritos de Julia en mi conciencia, pero su rostro rehusaba a dejarme tranquilo. No fue mi culpa, pero los carajos, la picaron en trozos para enviarme un mensaje aunque yo soy intocable. Nunca cruzarían la luz en rojo, mientras El Don viviera.

Pero sé bien, que no soy intocable contra el monstruo que soy y contra este Smith & Wesson que duerme ahora entre mis manos, listo para masturbarme con la muerte. Los hombres como yo y el Don, terminamos convertidos en leyendas. Las tumbas temen a tenernos en su listado de ilustres huéspedes, porque no saben cómo bregar con nuestros muertos y sus reclamos de justicia. Aunque al final, y después de todo, terminen refrigerándolos en el basseman.*

* Sótano


Daniel Montoly©

Tuesday, October 16, 2007


Saint-John Perse o de la plenitud


Acercamiento al Premio Nobel de Literatura Saint-John Perse, a propósito del encuentro Guadalupe: palabras y resonancias coordinado por el Centro de Estudios del Caribe, de la Casa de las Américas

por Enrique Saínz

La poesía de Saint-John Perse deja en nosotros una fuerte impresión de inmensidad. La portentosa riqueza de su cosmos, la experiencia física de los grandes espacios ilimitados y la ausencia de lo temporal como categoría histórica son los elementos que integran esta poética de lo inconmensurable. Su obra no se integra de un modo explícito a ninguna de las dos líneas en las que, según Valéry, se bifurca el ma­gisterio de Baudelaire: el surrealismo y la poesía pura, si bien es evidente en algunas de sus páginas cierta cercanía con el mundo caóti­co, de sucesión de imágenes, de la vertiente que conduce hasta la poesía automática de los surrealistas.

Se trata, creemos, de una simi­litud de procedimientos y no de cosmovisión, pues en Perse hay un realismo raigal que no encontramos en los representantes de la tesis del inconsciente como factor creador. Y cuando hablamos de una actitud realista en Perse nos referimos a su propósito de aprehensión desde lo que podríamos calificar como objetividad atemporal, no a los intentos de captar la realidad en su dinámica relacionable o en tanto expresión de una dialéctica del suceder.

No estamos, en ese sentido, ante un filósofo causalista. Los hechos, en cualquiera de sus libros, aparecen consumados, plenos, absolutos, incondicionados. Hay una semejanza entre ese acercamiento al acontecer y el de los poetas surrealistas, quienes buscan las oscuras relaciones de los diferentes elementos del todo, un rasgo que observamos en Perse por la interrelación que se establece en sus textos entre el mundo natural y el mundo histórico.

Esa es una problemática que merece algunas re­flexiones que diluciden su significación y contribuyan a esclarecer los aportes y presupuestos que caracterizan su obra. Ahí percibimos uno de los factores de creatividad decisivos en la integración de su poética.

Naturaleza e Historia son categorías que Perse identifica en un plano abstracto, intelectual, no en su factualidad. Consideradas como un todo, expresiones de un absoluto que está en el centro de sus libros como una plenitud esencial, se integran en una relación armónica que no tiene pretensiones de develar concepciones causalistas. Las alu­siones a un paisaje más o menos inmediato poseen una significación similar a la que se atribuye al mundo de la cultura, el ser del hombre en la Historia. Porque esa historicidad de Perse es un hecho en sí, tan definitivo e inmutable como el mar, la lluvia o la noche, presencias que el poeta no hace más que enumerar en su multiplicidad y desde posi­ciones de una objetividad radical.

Esa actitud frente a la realidad hace de esta obra un testimonio único en la poesía europea del siglo xx. Sus antecedentes franceses (Baudelaire, Rimbaud, Claudel, en cierto sen­tido Valéry) y los más lejanos de otras latitudes (los presocráticos, Píndaro, Lucrecio, Dante) representan, en mayor o menor medida, una poesía de inquietudes totalizadoras. Su cercanía con los cantos triunfales de Píndaro explica ese tono permanente de alabanza que caracteriza a la poesía de Perse, pero en una dimensión más profun­da viene a revelar las raíces de esa unidad integradora de la naturale­za y la cultura.

Los presocráticos, por su parte, representan las pri­meras soluciones para una interpretación de la cultura y del cosmos como un todo de cerrada unidad. Lucrecio y Dante, cada uno a su modo, conforman una imagen total del acontecer. El ahistoricismo en el que se sustenta Perse se identifica en última instancia con el concepto atemporal de la vida trascendente que subyace en La Divi­na Comedia. En Anabase podríamos hallar cierta resonancia del gran poema del Medioevo.

Los hechos de los hombres (los más diversos oficios, objetos, pere­grinajes, fundaciones, todo de un sabor bíblico y de vieja crónica) imprimen un carácter épico a la poesía de Perse, epicidad que se conjuga con un yo lírico en ocasiones partícipe de la acción y en ocasiones espectador y relator, testimoniante de una historia anóni­ma.

Ya desde los textos iniciales, «Images à Crusoé», se aprecia esa fusión de la realidad exterior y la intimidad, acción y contemplación, una concepción de la poesía que asimila y recrea una riquísima he­rencia y conforma una obra única, de colosal aliento y que viene a entregarnos la experiencia de viejas y refinadas culturas y aprehen­de, a su vez, el espíritu de renovación de la poesía contemporánea. En la línea de Claudel y de Whitman (verso de amplia estructura y canto de alabanza) y con afinidades con Valéry (visión de un cosmos cerra­do donde el yo del poeta tiene una función ordenadora y contemplativa, actitud racionalista que en Perse tiene también un significado propio, si bien de menor alcance, en la integración de su poética), la totalidad de esta obra contribuye a la creación de una sensibilidad nueva desde el primer decenio del siglo xx y a través de todos sus libros.

Lo que hemos apuntado nos conduce hacia otro de sus rasgos definidores: la ausencia de una eticidad explícita. El distanciamiento del yo lírico y la consecuente búsqueda de una objetividad que penetre en la esencia del acontecer —esencia que descansa en un raigal inmanentismo— rompen con los rezagos románticos y abren la poesía a una posibili­dad de intelección de más hondas consecuencias. En este punto se encuentran la obra de Perse y la poesía pura, pero se trata sólo de un encuentro coincidente que no permite establecer relaciones de otro tipo entre ambas concepciones artísticas.

Como trasfondo de la poética de Perse encontramos una auténtica concepción humanista y su consecuente sentido ético. El hombre está en el centro de esta cosmovisión y de él se nutren los textos, si bien se trata de un hombre absoluto, colectivo, anónimo, paradigma atemporal cuyo principio de conducta es precisamente su quehacer fundacional, su entidad histórica por encima de toda circunstancia social. Es la suya una eticidad surgida de las relaciones burguesas en la medida en que asume y propone como imagen ideal del suceder histórico la dependencia jerarquizada de raíz aristocratizante. La exaltación de la imagen del hombre universal más allá de latitudes y culturas y el canto de alabanza perpetua a la batalla del hombre en constante lu­cha por hacerse a sí mismo en fecundo diálogo con la naturaleza, hacen de esta poesía un ejemplo de humanismo trascendente, quizás el único entre todos los grandes poetas contemporáneos que logra integrar el pasado como un elemento verdaderamente creador.

Re­cordemos el sombrío testimonio de otros poetas mayores de este siglo (Trakl, Eliot, Rilke), exponentes de una profunda crisis que en ocasiones muestra tonos de desesperanza y de angustia insolubles. Perse, atento a una tradición intelectual que parte de otros presu­puestos y diferentes circunstancias, y continuador, a su vez, de una línea que en la propia literatura francesa tiene muy altos representan­tes (Claudel: Cinq grandes odes; Gide: Les nourritures terrestres), nos entrega otra dimensión del hombre, con más fecundas posibilida­des de realización. Podemos llegar a la conclusión, en ese sentido, de que la obra de Perse asume la decadencia de su momento como una realidad que el hombre puede superar a partir de sí mismo, si bien esa lectura puede traer implícita la conciencia, en el poeta, de la crisis del presente.

Poesía del esplendor y la grandeza del hombre —grandeza forjada con oficios nobles y con oficios reprobables—, la obra de Perse se desentiende de los conflictos existenciales derivados de la crisis de la concepción burguesa del mundo. El concepto de alienación subyace en esa mirada a la Historia en tanto negación del presente, pero ad­quiere una significación de mayores alcances, la apertura hacia una plenitud vital que no hallamos en otros creadores de talla universal de la lírica contemporánea, como ya quedó señalado.

La presencia de la naturaleza, riquísima en su multiplicidad, en su infinitud y en su fuerza fecundante, y a la vez escenario consustancial de la Historia, confiere a los textos de Perse un vigor que sólo es posible encontrar en los grandes románticos, aunque con un sentido diferente. A pesar de que no puede afirmarse con fundamento sólido que la poética de Éloges, Amers o Vents se haya integrado sin la influencia de los mayores representantes del romanticismo, sí es incuestionable que su asimila­ción trae implícitas otras inquietudes, en primer lugar el concepto inmanentista de la cultura del que parte su autor.

El sabor épico y la imagen de la naturaleza que transmiten estos libros (el corpus lírico total de Perse) nos dicen, de modo inequívoco, que estamos ante un creador de una originalidad muy propia en relación con sus coetáneos y con sus predecesores inmediatos, en especial los franceses. Aun­que en una dirección diferente, coincide con Valéry en sus posiciones antirrománticas, pero se mantiene distante de los postulados teóricos y filosóficos de Charmes, concretamente en el plano formal, de tanta importancia en la elaboración de los preceptos puristas y en la escri­tura de poemas claves («La jeune parque» y «Le cimetière marin»).

La poética de Perse está más cerca del racionalismo historicista que del espíritu geometrizante y del idealismo trascendente de los sim­bolistas.
Importantes consecuencias de orden formal se derivan, en esta obra, de la influencia del racionalismo (realismo) historicista –historicista por cuanto aprehende y da carácter paradigmático a hechos concre­tos de la Historia en tanto sustrato de la poética, ahistoricista en la medida en que ese acontecer es elevado a categoría de absoluto y situado por encima de una conciencia del devenir sujeta a leyes rigurosas–. La estructura del poema es libre al modo del poema en prosa, sujeto sólo al ritmo interior, en el caso de Perse determinado por la frecuente enumeración y sus obligadas rupturas para crear la frase total, como en este ejemplo de Anabase, parte X:


“Muchas cosas más a la altura de nuestras sienes: los venda­jes de animales en los suburbios, los movimientos de multitu­des hacia los esquiladores, los poceros y los castradores de caballos; las especulaciones en el soplo de las cosechas y la ventilación de hierbas, en lo alto de horcones sobre los teja­dos; las construcciones de cercas de tierra cocida y rosa, de secaderos de carne en forma de terrazas, de galerías para los sacerdotes, de capitanías; los patios inmensos del veterina­rio; las prestaciones para el mantenimiento de caminos de herradura, las sendas en zigzag por los desfiladeros; las fun­daciones de hospicios en terrenos baldíos; las escrituras a la llegada de las caravanas y los licenciamientos de escoltas en los barrios de los cambistas; las popularidades nacientes bajo el tejadillo, ante las tinas de frituras; las protestaciones de títulos de crédito; las destrucciones de animales albinos, de gusanos blancos bajo la tierra; las hogueras de zarzas y de espinos en los lugares contaminados de muerte, la fabrica­ción de un hermoso pan de cebada y de sésamo; o bien de espelta; y la humareda de los hombres por todas partes...”

[Todos los textos de Perse que se citan en este ensayo han sido traducidos por Enrique Moreno Castillo.]
El sentido del idioma en su musicalidad y en su riqueza léxica —posibilidades que Perse utiliza con creatividad sin paralelo en la poesía francesa de siempre— posee una función subordinada en su pretensión de aprehender el universo disímil e inconmensurable del hombre en sus asentamientos y en sus migraciones, en sus trabajos y en sus anhelos de integración espiritual y material. En tanto épica, la poesía de estos grandes libros conforma un cosmos, experiencia que en el caso concreto de su autor asimila los antecedentes mayores del género (Homero, Píndaro), pero asumidos desde los hallazgos y las lecciones de los grandes creadores contemporáneos y de poetas de otras latitudes y épocas, teniendo en cuenta incluso textos de diversas procedencias, no necesariamente literarios.

La relación entre palabra y realidad es sustancial desde «Images à Crusoé» hasta «Chant pour un équinoxe», de 1904 y 1971 respectivamente. El propósito integrador lo encontramos en la ininterrumpida enumeración y las asociaciones de distintos planos de la realidad, como en este pasaje de la sección séptima de Chronique:

“Y recogiendo al fin el vuelo de un sayal más vasto, reunimos desde lo alto toda esta hazaña terrenal.

“A nuestra espalda, allá, en la vertiente del año, toda la tierra, en pliegues rectos y derredor tensada, como la amplia capa de pastor anudada hasta el mentón...

“(¿Tendremos que cubrirnos —pues el Océano de las cosas nos asedia— la frente y el rostro, como se ve, en el más alto pro­montorio, al hombre de gran sueño, bajo la tormenta, que mete la cabeza en un saco para conversar con su dios?)

“...Y por encima del hombro, hasta nosotros, escuchamos ese chorrear en marcha de toda la cosa fuera de las aguas.

“Es la tierra, por todas partes, tejiendo su lana leonada como biso de mar; y el avance sobre el fondo de las llanuras de esas grandes sombras azul de Mayo que conducen en silencio la trashumancia del cielo sobre la tierra...

“¡Irreprochable, oh tierra, tu crónica, ante la mirada del Cen­sor. Somos pastores del futuro y no nos basta la inmensa no­che devoniana para sostener nuestra alabanza... ¿Estamos, ah, estamos de verdad —o estuvimos alguna vez— en todo esto?”
La conjunción del ser histórico y la naturaleza está en el centro de toda la obra poética de Perse. La imagen del hombre que surge de esas páginas es, ciertamente, la de quien batalla tenazmente contra los signos indescifrables de la realidad, ser en agonía frente al día y fren­te a la noche, en ruta hacia la tierra distante y siempre interrogándose y haciéndose su propia vida. Exil (en sus tres partes: «Exil», «Pluies» y «Neiges»), Anabase y Chronique poseen, en el sentido de esa integración ontológica, una densidad conceptual mayor que la que hallamos en los restantes libros, sobre todo por la sobreabundancia con la que queda caracterizado el incesante diálogo entre el ser histó­rico y el entorno natural.

Diríase que el torrente de objetos, sensacio­nes, anhelos, temores y experiencias de toda índole que colman de plenitud el corpus lírico de Perse —plenitud que no habíamos conoci­do con tal intensidad hasta el día en que nos acercamos por primera vez a estos poemas— viene a mostrar la abigarrada confusión en la que ha debido forjarse el hombre la conciencia de sí, camino en cuya travesía no se alcanza a ver, en la sobreabundancia, un claro destino.

¿Significa esto que Perse nos propone otro humanismo, del mismo modo que nos propone otra relación con la naturaleza, diferente de la que nos había entregado el romanticismo en virtud de las diferencias de épocas y de influencias? Creemos que sí: el humanismo de Perse es el del hombre en trance de integración espiritual y material, el hombre que indaga y agoniza en la búsqueda incesante y que se sien­te a un tiempo colmado e inestable frente a la magnitud de la empresa que lo convoca y de la que depende su posibilidad de sobrevida. Sus poemas tienen la dualidad de la contemplación y de la acción, pero en un estadio anterior al de la conciencia de la angustia en tanto proble­mática intrínseca.

En el fundamento de la poética de Perse hay un dualismo esencial. La experiencia de la inmensidad que una y otra vez aparece como un factor dinámico de lo que podría llamarse la factualidad interior, el cosmos que se va conformando ante los lectores, genera el senti­miento de sobreabundancia y al mismo tiempo un sentimiento de incertidumbre, la necesidad de un desciframiento de la relación del hom­bre con ese entorno que lo nutre y lo anonada. Por otra parte, de esa percepción surge además la presencia constante de la mirada exte­rior, ese afuera que tanta riqueza proporciona a esta obra y que ha quedado magistralmente expresada en este momento de «Chant pour un équinoxe»: Amiga, el aguacero del cielo estuvo con nosotros, la noche de Dios fue nuestra intemperie.

La vida espiritual se va integrando en esa fusión del hombre con su medio, tal y como se nos entrega en el abigarrado y denso universo de objetos, oficios, creencias, paisajes. La percepción de los espacios ilimitados —una de las posibilidades de la conciencia de la inmensi­dad— está en la raíz de otro dualismo esencial: lírica-épica (lirismo épico), síntesis de una poética sin paralelo en la historia de la poesía contemporánea de Europa occidental desde Baudelaire. La subjetivi­dad es una fuerza actuante de primer orden en el canto desbordado a la realidad y en la gesta anónima de las fundaciones y los asentamientos. La hazaña histórica y la creación de la vida del espíritu se constituyen en una experiencia artística auténticamente lírica.

A la luz de lo que queda dicho, una justa interpretación del humanis­mo de Perse debe tener en cuenta la dialéctica que rige los dualismos apuntados. No se trata de escisiones de la realidad, sino de todo lo contrario: la integración de dualidades, la interpenetración de opues­tos que dan lugar a un realismo vitalista de mucha importancia por sus implicaciones formales y conceptuales.

En los poemas de Perse ha sido superada la errónea dicotomía vida-cultura, falsa oposición de­fendida por pragmáticos a ultranza y por esteticistas del arte por el arte. El epos fundacional de estos libros nos entrega el quehacer del hombre en su totalidad, una búsqueda de la que surgen a un tiempo las cosas y las fábulas como expresiones de una identidad, una se­gunda naturaleza en conjunción con las fuerzas elementales del me­dio, ambas indisolublemente fusionadas. Las acciones de fundar y de crear no tienen diferencias de ninguna especie como hechos en sí ni en la conformación de estas páginas en el plano teórico. Incluso en la génesis de los textos se integran las vivencias y la asimilación intelec­tual en unidad tan cerrada como la de forma y contenido.

Las imágenes de Eloges o de La Gloire des Rois, de Anabase o de Chronique, tienen el sabor de la percepción inmediata, directa, y están elaboradas desde los presupuestos intelectuales y literarios que de un modo u otro hemos relacionado a lo largo de estas consideraciones. Alejo Carpentier nos recuerda el carácter vivencial de los libros iniciales de Perse en su ensayo «Saint-John Perse, urbi et orbi», cuando nos dice:

“Porque, en el universo —y universo es, tan completo y poblado como el de un Juan Sebastián Bach, como el de un Pablo Picasso— de Saint-John Perse, hay siempre una presencia, latente o mani­fiesta (esto último en los primeros poemas) de lo que llamaban ya Antilias los cartógrafos anteriores al viaje de las Tres Carabelas —Antilias inscritas ahora en el contexto de América toda. Amo a los poetas de hálito universal que me hablan de árboles heráldi­cos, de islas incontables, de aves migratorias, de los grandes vien­tos que soplan sobre la faz del planeta, de pueblos en marcha, de anábasis, y de altas ciudades que «se iluminan» —como mi ciu­dad natal— sobre «todo su frente de mar».” (1)
La frondosidad del discurso de Perse, surgido de una experiencia inmediata que se transmuta en la creación de un cosmos en el que el hombre y su entorno (natural y cultural) mantienen una fecunda intercomunicación de extraordinario dinamismo, tiene incuestionables afinidades, además de con Carpentier, con otro escritor cubano de talla universal: José Lezama Lima.

Y hablamos de afinidades y no de influencias porque quizás sea inexacto afirmar que el francés dejó su impronta en nuestro poeta o en el autor de El Siglo de las Luces o ellos en aquél (hecho menos probable, aunque no imposible si tene­mos en cuenta que Carpentier fue conocido en francés en 1954 con su novela El reino de este mundo, en 1956 con Los pasos perdidos y en 1957 con El acoso), si bien hay razones que hacen pensar que Lezama recibió el magisterio de Éloges o de Anabase, pues ya eran accesibles, en la década del 40 (el primero en 1946 y el segundo en 1941), las respectivas versiones de Jorge Zalamea y Octavio Barreda.

Y razones de peso hacen suponer asimismo que Carpentier conoció la poesía de Perse durante su primera estancia en París desde finales de la década del 20. Al margen de esa problemática, imposible de aclarar si no se hace un estudio detenido de los textos y mientras no se posean declaraciones explícitas de los propios autores al respecto, nos interesa subrayar las similitudes de estilo y de concepción del mundo que permiten establecer un paralelo, en esta ocasión expuesto sólo como de pasada.

Las afinidades de Carpentier con Perse radi­can en el afán de reflejar una realidad múltiple que es al mismo tiem­po un estilo de vida, captación de la esencia en lo diverso, el todo a través de sus partes. En el plano formal se hace evidente la cercanía de ambos en los largos períodos de enumeraciones, en Carpentier más directamente surgidos de la realidad sensible y en consecuencia con un carácter más descriptivo, mientras en Perse con un grado mayor de reelaboración y con la carga connotativa, simbólica, propia de la gran poesía, aunque sus textos también parten de la realidad cotidiana, como atestigua, por ejemplo, la relación entre Anabase y el viaje del autor por el desierto de Gobi. Los conjuntos de enumeracio­nes tienen en Perse una dispersión que no encontramos en Carpentier, caos expresivo que está en consonancia con la búsqueda, ya aludida, de un cosmos más allá de los diversos elementos del mundo real.

Las semejanzas con Lezama se nos entregan en varios planos: las fuentes nutricias, la visión unitiva de los opuestos, la inagotable riqueza y la interrelación de los elementos integrantes del todo, el estilo, factores estrechamente unidos entre sí en relación causal. La sobreabundancia de Lezama, sin embargo, conforma una poesía de perfiles menos precisos que la de Perse. Su ensayo «Saint-John Perse: historiador de las lluvias» (aparecido primero como introducción a la versión del propio Lezama de «Pluies» y más tarde recogido en su libro La cantidad hechizada. La Habana, Ediciones Unión [Con­temporáneos], UNEAC, 1970, pp. 409-412) hace evidente, en nues­tro criterio, lo que acabamos de apuntar, pues es la suya una interpre­tación que nos enseña más del mismo Lezama que de Perse, un acercamiento que se transforma en estímulo literario antes que en exégesis.

Atentos a las reflexiones de Lezama en esas páginas, apre­ciamos una recreación cuyos signos nos hacen pensar que el crítico (el poeta) establece, en relación con el texto que lo mueve a escribir, nuevos y distintos nexos entre la realidad y la imagen. Esa diferencia (precisión-imprecisión) entre ambos descansa en el mayor lirismo de la mirada de Lezama, percepción del acontecer desde una perspecti­va radicalmente subjetiva, de la que se deriva asimismo la distinción que podemos establecer en lo concerniente a la asimilación de las fuentes (en ambos con un sentido universal) y la visión unitiva. El léxico y la sintaxis de Lezama, sus inusitadas metáforas, comportan una densidad conceptual que en Perse se manifiesta en la recreación del universo sensible.

Cabría preguntarse, después de este breve bosquejo de los rasgos comunes entre Lezama, Carpentier y Perse, si en esas similitudes no tendría mucho que ver el diálogo, en cada uno de una manera muy personal, con el paisaje de América, en el caso de Perse un vínculo de sus primeros años, durante la permanencia en Guadalupe, su lugar de nacimiento. No creemos que ese origen co­mún sea totalmente ajeno a esas afinidades.

Experiencia única el conocimiento de la poesía de Saint-John Perse por su regocijada alabanza a las fuerzas creadoras del hombre. Su obra, fundada en una concepción inmanentista de la Historia y en un radical humanismo, es un monumento de plenitud y esplendor en la riqueza de su diversidad y en la hondura de su visión. Como los más grandes artistas de nuestros días, Perse es ya un clásico contemporá­neo por lo que fue capaz de lograr con el idioma y por la magistral asimilación creadora de una parte importante de la herencia intelec­tual de su época y del pasado, sin límites cronológicos ni culturales.

Las imágenes sombrías, la soledad, la conciencia de la muerte, la angustia, temas recurrentes en muchos de los más significativos maes­tros del siglo xx, se integran en la poesía de Perse al fluir de la Histo­ria como elementos consustanciales en la búsqueda y la conformación de un destino, pero no como situaciones límites, insalvables, asfixiantes. La incertidumbre en torno a la naturaleza humana asoma en estos momentos de Chronique, parte tercera:

“Pasamos y, por nadie engendrados, ¿en verdad conocemos la especie en que avanzamos? ¿Qué sabemos del hombre, nuestro espectro, bajo su capa de lana y su gran fieltro de extranjero?”
En el mismo poema, más adelante (quinta parte), leemos, como un sobrepasamiento de la pregunta, como una expansión hacia lo ili­mitado:

“Fuera de las leyendas del sueño, toda esta inmensidad del ser y esta profusión del ser, toda esta pasión del ser y todo este poder de ser, ¡ah, todo este gran soplo viajero que levanta bajo sus talones, con el vuelo de sus largos pliegues —gran perfil en marcha sobre el vano de nuestras puertas— el trán­sito veloz de la Virgen nocturna!”
De esa pasión del hombre por su plenitud, su ser en el mundo, el hacerse a sí mismo, provienen estas palabras (séptima parte) que se abren en estrecha interrelación con la conciencia de la inmensidad como un ser absoluto y a la vez en perpetua creación:

“Somos pastores del futuro y no nos basta la inmensa noche devoniana para sostener nuestra alabanza...”
----------------------------------------


Publicado originalmente en: Saínz, Enrique: Diálogos con la poesía, Ediciones UNIÓN, La Habana, 2003, pp. 7-18.



Nota:


1.- Alejo Carpentier: «Saint-John Perse: urbi et orbi», en su Ensayos. Ciudad de La Habana, Editorial Letras Cubanas, 1984, pp. 232-234. La cita en la última página. Otro gran autor cubano, el poeta Gastón Baquero, nos dejó un espléndido ensayo sobre Perse: «Saint-John Perse, cronista del universo», de 1960, incluido en el tomo Ensayo (edición a cargo de Alfonso Ortega Carmona y Alfredo Pérez Aleucart. Salamanca, Fundación Central Hispano, 1995, pp. 147-151), de los dos que reúnen sus obras. A propósito de un artículo de Eugenio Montale sobre Perse («El “Nue­vo Colón” de la poesía francesa», publicado en Corriere d'Informazione en marzo de 1951 y recogido luego en su libro Sobre la poesía, selección, traducción y notas de Guillermo Fernández. México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2000, pp. 197-202), me sorprende que el gran poeta italiano nos diga que no entiende la poesía del autor de Anabase, problemática que no esperé que aparecie­se a propósito de esta obra y en un autor de la talla de Montale.
Reproducido de: La Ventana



Obra: Vasija para contener rencores
Álvaro Antón



Canary

Para Michael S. Harper


La ardiente voz de Billie Hollyday
tuvo tantas sombras como luces.
Un afligido candelabro
contra un impecable piano,
la distintiva gardenia
bajo las ruinas del rostro.

(Ahora la está cocinando, muévela,
la cuchara mágica, la aguja maravillosa.
Tómate todo el día si necesita
con tu espejo y tu brazalete
de canciones.)

De hecho, el invento de una mujer
bajo asedio fue aguzado
por amor a un mito. Si no puedes ser libre,
al menos sé un misterio.

RITA DOVE


Traducción de Daniel Montoly

Saturday, October 13, 2007


Doris Lessing: Nobel de Literatura 2007

En uno de sus giros imprevisibles, la Academia premió a una «narradora épica de la experiencia femenina, que escruta con escepticismo, ardor y fuerza visionaria una civilización dividida»

Estocolmo, 11 oct (PL) La novelista británica Doris Lessing se convirtió hoy en la undécima escritora laureada con el Nobel de Literatura, una distinción esquiva a las féminas, como lo prueba un vistazo a la extensa lista de ganadores. Su nombre se mencionaba desde hace tres décadas en los pronósticos de los augures. Era una de las candidatas asiduas, aunque ella misma se había encargado de desvanecer las ilusiones.


“No lo recibiré nunca”, dijo una vez con un tono a medio camino entre la frustración y el alivio. Se enteró de la noticia por los medios de prensa.

Nadie pudo prevenirla con anticipación. Se había ido de compras, en Londres, y era imposible localizarla, afirmó su agente literario. Este año ni siquiera estaba incluida en las cábalas y vaticinios.

En uno de sus giros imprevisibles, la Academia la ungió con la corona de laurel ambicionada en secreto por todos los que han figurado alguna vez como posibles ganadores.

El lauro se le otorgó, argumenta el comunicado oficial, por su condición de “narradora épica de la experiencia femenina, que escruta con escepticismo, ardor y fuerza visionaria una civilización dividida”.

Próxima a cumplir 88 años, Lessing será desde hoy, y durante un año, la figura más descollante de las letras universales y vivirá un reinado que trae consigo una cadena ineludible de presentaciones y giras por todo el mundo, sin tiempo apenas para sí misma.

Cuando el portugués José Saramago recibió tal honor, al pensar en este programa exhaustivo, grávido de compromisos y obligaciones, murmuró: “Dios mío, lo que se me viene encima”.

Nacida en Kermanshah, Irán, hija de un oficial del ejército británico, su verdadero nombre es Doris May Taylor. Vivió con su familia en la entonces colonia británica de Rhodesia, hoy Zimbavwe, y esa estancia en Suráfrica la marcó para siempre.

Lessing fue una de las críticas más severas del régimen del apartheid, lo cual plasmó literariamente en su novela Canta la hierba, la historia de un amor prohibido entre dos personas de diferentes razas. Sus críticas le valieron, durante décadas, la prohibición de entrar en Suráfrica.

Defensora del papel y los derechos de la mujer, y los avatares de la relación entre los dos sexos, a menudo se le consideró un emblema del feminismo, lo cual rechazó firmemente. A esto contribuyó la publicación de El cuaderno dorado, uno de sus libros más conocidos.

Su más reciente novela, La hendidura, expone la teoría de que fue la mujer quien surgió primero y luego el hombre. “No dudo de que la mujer ha estado en el planeta por mucho más tiempo”, asegura.

Los hombres, en su opinión, “parecen carecer de la solidez de las mujeres, dotadas de una armonía natural con el mundo; ellos son inestables, erráticos”.

Dueña de una obra sólida, de indiscutibles valores estéticos, Lessing es la primera británica en conquistar el Nobel. Parecía que la Academia Sueca la había olvidado, pero con los académicos nunca se sabe.

Reproducido de: La Ventana

LA ISLA VISTA DESDE EL CENTRO

MUESTRA POÉTICA DE POETAS DOMINICANAS





Obra: Pensadores
Álvaro Antón


Si nacieras llamándote Luis Pérez

Si nacieras llamándote Luis Pérez
despertarías a las seis de la mañana
preguntando qué día es y poniendo las noticias radiales,
bostezarías
embutiendo rápidamente la mañana
(nada de recuerdos sobre la noche anterior)
arrojarías las sábanas
pasarías al baño, al aseo diario
meticuloso
del hombre de negocios que se afeita para evitar
comentarios
nada exótico
huevos y pan al desayuno
te alejarías dando un beso leve a tu mujer
(ruido permanente zumbando en tus oídos)
ajustarías las gafas para hacerte el distraído
ante el empuje del sol y del humo impaciente del asfalto.
Nada de amantes (siempre estás muy ocupado)
ni de preocupaciones sobre países lejanos
tal vez te asombrarías del motín en el Altar de la Patria,
de protestas y gritos rompiendo la ruta cotidiana
y naturalmente darías la vuelta para evitar
complicaciones.
Sereno
inalterable
Luis Pérez
te sentirías asombrado de que aún existan hombres
que se emborrachan por una mujer
que se esconden de la policía por una bomba puesta
la noche anterior
te asombrarías del tipo largo que pasa diariamente
por la oficina vendiendo cuartillas llenas de
palabras incomprensibles...
“este mundo está perdido” pensarías
cuando de regreso, observas la muchacha que se tira
en brazos de un desconocido y desaparece en el parque.
Serías así
y entonces no le hablarías a los peces
no te aturdirías bajo la alegría
ni gritarías con voz templada por el nacimiento
de la espiga.
No estaría yo a tu lado para ver la muerte de las olas
y el comienzo de la palabra
para viajar sobre la tristeza al centro de los árboles.
No estaría mi pelo naciendo sobre tu frente
para terminar las lágrimas.
Todo esto te sucedería si decidieras ahogarte bajo
las horas y mezclarte a lo cotidiano
al sudor
la indiferencia
al equilibrio exacto
si decidieras meter los sueños en tu bolsillo
y nacer de nuevo para llamarte Luis Pérez.

Soledad Álvarez



Mi lengua


Esta lengua de siglos
cambiante como el agua
¿ qué es?
¿ Una historia,
una flor,
una máscara?
Esta lengua de cieno que antes me amarraba
con la palabra cruz,
con la palabra oro,
con la palabra muerte,
¿ qué es?
¿ Mi historia,
mi lucha,
mi silencio?
Esta lengua que borró mis primeros fonemas
dejándome desnuda,
aterrada,
que me tiró en el pozo de la primera muerte
sin sonidos para espantar el miedo,
sin palabras para entender las cosas,
para guardarlas…
Esta lengua vieja que mastiqué despacio
y me tomó la vida,
y otra vida,
y otra vida,
hasta que fue ablandando
de piedra a ritmo,
de tierra en agua,
de hierro a fruta,
de blanco en mambo.
Esta lengua de cielo y de murmullos
que volví a fabricar comiéndome las eses,
soñando las imágenes que amo,
masticando insignias y blasones a ritmo de tambora,
con los negros suplantando los indios
sementando las blancas
y nosotros
marrones,
haciendo la bachata desde siglos,
bailando con merengue, rumba y plena,
saboreando el sancocho,
remeneando las nalgas,
a golpe de palma y sol,
de sangre.
Esta lengua impuesta que ahora me define.
Esta lengua libre como un pendón de fuego.
Esta lengua que se desprende de mi boca,
golpe,
agua que late,
bote que rema,
patria penetrada que penetra…
Esta lengua de isla
de palma y hambre
del odio y del amor,
de la esperanza…
Esta lengua esencial
erguida en su esqueleto,
carnada de amapolas,
nueva como yo
en medio de mi patria bullanguera
vestida de esmeraldas.
Esta lengua de trópico, de tierra y continente…
Esta lengua en jirones que nombra lo que hace,
que reinventa la vida
que reescribe la historia marcando lo que quiere,
gritando como llama.
Esta lengua bandera que une y que separa
¿qué es?
Una historia.
Una flor.
Un arma.

Jeannette Miller


LA MUJER QUE SOY YO

Por ahí debe andar
la mujer que soy yo
La mujer que me tiene escondida
el silencio
Por ahí debe ser
La mujer de mí misma
en la que no he vivido
Por ahí debe verme de mirarse
La que me nació al nacer
la simple
la forma verdadera del retorno
Por ahí debe andar
donde el cuerpo no sabe aún
que existo

AURORA ARIAS

Ariako en la furia

Le amo altísima tristísima
desaforada.
Con el dulzor espantado
de lo que quiero y no puedo
destruir.
Con la extrañeza de lo que no pudre.
Lo presiento como al campo magnético, como al
instinto de la isla de los pájaros grises.
Viene de un accidente
de un relámpago
que en sueños insinúa
sus filos.
Le amo con golpes de cinceles, con inmoladuras,
en pórtcos aguados, en las trastiendas de los barrios.
Con tesón y fatigados tendones. En las montañas, los
cacaotales y la espiral Ravel.
Con camisas de fuerza y sacros templos dedicados al
fuego súbito.
No le entiendo. Le amo.
No lo deseo. Le amo.
No le incrimino. Le amo.
No lo recuerdo. Lo padezco.
No lo quiero ni cerca, ni lejos, ni dentro, ni fuera.
Volcador, tatuado en ramas secas. Eventual como el
océano desordenado
por levíticas nubes.
¿Qué es que no puedo pensarlo
ni imaginarlo, ni retenerlo?
Sin físico, con ira, con mortalidad,
con azar y presión en mis arterias.

Angela Hernandez


SI NO FUERA MUJER

Si no fuera
mujer
enjaulada en mis caminos invertidos
y en todas estas
primaveras donde florezco,
si no calmara el dolor con la
sonrisa
ni tuviera la esperanza de parir el sol.

Si no
envistiera de recuerdos mis locuras
y si no respondiera con
lluvia
la precisión de tu roce;
si no fuera mujer cada vez que
me miras
encontrándome segura ante tus fortalezas,
si no fuera
este cuerpo sensible
y estas ganas sinceras.

Si no
fuera mujer y amante, como soy,
y si no me perdonara cada vez que
naufrago
-entendiendo el naufragio como mi modo dee vida-
si no
volviera atrás a ofrecerte mi beso
y no callara el orgullo como
acostumbro.

Si no fuera mujer inundada de
deseos,
cenizas y añoranzas invisibles,
y quizás me costara
menos
ilusionarme ante un cuerpo,
unos labios, un amor, una
cama;
y pudiera existir sin historias
sin promesas
intangibles
sin amores, sin quimeras.

Si no fuera este
cuerpo
con pétalos en el pecho
caderas silenciosas
y
cuevas explorables.
Si no me importaran las prisiones,
las
matanzas, el hambre,
el dolor, las injusticias
y si no pudiera
entender las derrotas
como me entiendo insurrecta.

Si
no fuera mujer,
definitivamente no sabría ser otra
cosa.

Deidamia Rebeca Galán Cruz.


CUANDO NO EXISTAN LAS RUINAS

Cuando no existan las ruinas
no seremos cenizas,
tampoco archipiélagos.

No habrá caballitos de mar
aleteando en la arena.
Quedarán los deseos perennes
de sentarnos frente al Mar de Galilea.
Nuestro espíritu buscará ansioso los laberintos
por donde Safo delineaba sus versos.

Cuando no existan las ruinas
volveremos a ser piedras.

Trasladaremos las palabras
más allá del minutero. Volveremos a ser
ninfas, dioses o sirenas,
y se nos atragantarán las emociones
que nunca expandimos en el rugir del viento.
Buscaremos exóticos objetos
que nos traigan los recuerdos de haber sido
entes de constelaciones ya idas.

Cuando no existan las ruinas
desaparecerán los corredores.

Ya nunca más veremos
el solsticio de invierno. La primavera será difusa y,
posiblemente, en otros espacios otros
colores poseerán el arco iris.
No habrá más gráficos para dibujar
los besos que enlazaron perfiles isotópicos
en nuestras pieles.

Cuando no existan las ruinas
habremos abandonado los siglos.

Nuestros pasos transitarán
por la Atlántida o más allá de la guarida
que forjaron aquellos sueños.
Habremos sido duendes o danzarines,
quizás hadas que no forjaron cuentos.

Cuando no existan las ruinas
sobornaremos la aurora.

En un manantial resurgirá el río escondido
y antes de desaparecer en la arena
un nido de rocas habrá refugiado su ruido.

Mas que nada seremos nosotros mismos,
los que nunca dejaremos de ser huellas.

TATY HERNÁNDEZ


INSTANTE GRIS

Un silencio de habitación temporal se cuela por el alba
Escucho tu nombre susurrar en este rincón del ayer
Y recuerdo el lenguaje térmico reflejado en tu mirada
Que anida infinidades de palabras sosas e insípidas
De forma introspectiva, tu voz olvidó lo sublime
para pasar a ser cruda
Desnudando el oriente y occidente de tu faz,
Haciendo genealogía de los emblemas tántricos
forjadores de tu personalidad.
Lo autómata del espacio
convirtió tu idealismo en ascetismo anquilosante,
El contraste pernicioso de tu habla
perturba los sentidos,
Género abstracto regido por un estado tedioso
Llevando tu jerarquía de lo absurdo a lo insensato
Tus palabras, un cúmulo de falacias engendradas
por una mente taciturna
Concurrente a lo vano de un ego intransigente,
Envolviéndote en una ridícula figura de perfección human
Apócrifas huellas de animal vestido
procurando un amor esenciado y místico,
redondeado a lo absoluto e indeleble.
Y todavía continúa la devoción a una línea delineada,
En búsqueda del éxtasis caducado de tu código hedonista
Que hace adherencia entre un corazón herido
Y los sulfatos sacarosos de tu existir.
Preñando la mente de ideas
y arribar como el viento exfoliante,
tras el olor del crepúsculo
Ser el azul del negro mar,
luciérnaga desterrada que ilumina
el coeficiente asonante de tu subsistencia,
Anhelando una ataraxia trascendental
Para luego perderte en un tumulto de toscas y grises nubes.
Todo fue tan efímero
que no percibí tu aroma extinguiéndose
en lo anacrónico y contaminado del
“breve espacio en que no estas”

¿Cómo extraer tus pesadillas del corazón?
Si a pesar del tiempo tus raíces socavan
lo más intrínseco del alma,
Haciendo crecer la beatitud a lo abnegado
Concomitante al deseo,
porque perdura tu recuerdo,
porque no se absuelve con el tiempo,
porque fuiste sol preconcebido,
sustrato de brazas arrebatadas del insípido infierno.

Lesgil Russi Valdez


LLUEVE SOBRE EL MAR LA NOCHE

La ciudad en la noche es abstracción y lirismo. máscara de agua. una cima helada. objetos nombrados. gestos. connotaciones esenciales. hacer el amor.

tempestad del triángulo plano. recobrado espacio en los vértices del cielo. la luz dormida entre mis manos. rostro sonante. gacela de lluvia que muerde la brisa.

[escucho tibia agua en grandes espaldas]. la noche es para despertar. para oír grandes árboles hacia el cielo besándose furiosamente en equilibrio.

Ylonka Nacidit Perdomo

VUELVE MUJER:


Hasta cuando seré prisionero de tu adiós,
ya no consigo olvidar.

Desde que diste la vuelta
el sol se ocultó y la oscuridad me bañó de tristeza,
desde que pisaste fuera de la casa
el llanto ahogó mi garganta.

Me tranque en mí, no podía salir,
se nubló mi poesía
y se murió el corazón
y aún no consigo olvidar.

Más de mil mal contados años
han cubierto mi cabellera,
se volvió blanca,
nuestras imágenes están tan pegadas
que hasta las nubes
se enrojecen al verlas,
la letras de las canciones
bailan en mis labios y mi pecho late.

Me nace la angustia de saberme solo,
de perderlo todo,
sólo con tu palabra amarga del adiós
y más aún así no consigo olvidar.

Se me pierde la vida,
se me marcha la valentía,
me condenas conscientemente
a este abismo de mentiras,
a un sufrimiento sin medidas
acompañados de recuerdos pasados de nuestras vidas....

Y más aún así queriendo y sin poder...
no consigo olvidarte mujer.

Leidy Abreu Díaz



GRITO DE UNA NACION

Llora el viento.
Empieza el llanto.

Se rompen copas.
Se muestran almas rotas.

Comienza el llanto.
La madrugada se calla.
Llora el agua.
Llora el viento.

Cosas lejanas lloran.
Es inútil callarla.
Noche nevada.

Eterno canto de llanto.
Llora corazón malherido.
Por cinco flechas blancas.
Llora mañana sin tarde.
Con alma de girasoles.

¡OH, pueblo perdido!
Violeta girando.
Calvario muy claro.
Los gallos cantando.

Pájaros volando,
sobre el monte pelado.
Los gallos cantando.
El arroyo mojado.

Entorno de llanto.
Hombres enmascarados.
Centenarios de velas.
El pueblo enlutado.

Un día sereno.
Una batalla empezando.
Calles ensangrentadas.
Los gallos cantando.

Banderas arriba,
con sangre y dolor.
No importa si el pueblo,
sufre o no.

Democracia y poder.
Población atormentada.
Mujeres y niños,
con el alma destrozada.

Los gallos siguen cantando.
El pueblo sigue enlutado.
¡OH, población perdida!
En manos del enmascarado.

Miles de gentes enlutadas.
Presente en el día gris.
El canto del gallo candente.
Bajo el cielo anaranjado.

Leonor Bonilla de Fernández


ADIOS A BARAHONA

Adiós, Barahona pueblo querido.
Me voy, pero un día regresare,
a dormirme, en tus playas
siempre queridas,
y a soñar, con mi amor
de primera vez...

Me voy, cuando lejos
de ti me encuentre, tus paisajes, tus montañas recordaré...
Y el brillar, de tu luna sobre la arena,
Barahona, pueblo mío, nunca lo olvidaré...

Me voy, pero un día
volveré a verte...
Cuando muera, desde mi tumba
te recordaré...
Siempre te recordaré...

Mireya Cuello


FRAGMENTOS DE ESENCIA DE TI

III

Un instante de pensamiento me espera
subleva el abismo de mis sombras
encarece mis ruidos
hace vodka mi soledad
en medio de la noche enmohecida del eco submarino de mi voz
existe un bombillo que enciende cuando desapareces del espacio
y pasas al plano inmortal del recuerdo
exhalo sobre mis dedos el aire que trago pensativa
Que sería de las almas sin el mar?
Acaso olvidare la bombilla que golpea mis ojos esta noche,
las lagrimas de plástico, las carabelas marchitas en mi pecho?
Si con el pestañar borrara el dolor o llenara los vacíos de mi alma
Grabaría mis propios reflejos
Donde estas? Cuando te encuentre te veré?
Te veré en el abismo de mi sombra?


IV
Que valor, persigue mi alma?
¿Cuanto tiempo, mi vida?
Vientos livianos, a veces fríos... a veces perdidos
¿Cuanto de poeta?
¿Cuanto de payaso?
Los días , las horas
El universo que nace en colores
Las nubes, las albas soñadas
Todo cuanto voy ganando
Y sé que algún día dejaré de tener
Sin ti , ya no me dice nada
Nada persigue las mañanas
Los amaneceres diferentes
Nada , con tinta de olvido
Se escribe en un deseo sereno
Se perfila en la arena
Estatuas planas , corazones de Marzo
Balcones de rojo intenso
De labios ambrosía
Miel de ángeles...sombras , nudos , redes negras
Porque de la gloria al fracaso solo una rima que sepa a tus labios
Una brisa que extienda tu olor, solo un secreto
Una noche apagada, que defienda el amor
Un jazmín apartado, una hora, una cita
Una pasión germinada
Un sello de tiempo, de rezos sobre el altar de tus brazos
Y así comenzando a volar paloma blanca de altos caminos libres
Mis manos velas de tu mar
Navega mapas rosas
Bitácoras limpios de letra
De tu piel al cosmos sagrado
Solo un paso, una huella, un solo destino
Sin ti, Ni la muerte algo consigue
Sin ti, la vida, es un suspiro sin causa, un tiempo perdido
Una lluvia monótona de segundos, un amargo camino sin fin ni principio
¿Que valor , persigue mi alma?
¿Cuántos laureles cada poema?

Patricia Minalla

Volver...

Volver a un inicio,
A hacer reverberar versos en el papel,
A escribir para encontrarme,
A naufragar en los absurdos azules de las líneas delgadas de tu voz.

Volver a partir,
A reencontrar salidas para iniciar un camino,
A retorcerme en tu alma solo un poco,
A alimentarme sedienta de tus palabras, de los escasos retazos de amor que te sobren,
Volver a mí, a ti, a todo.

Volver, para partir,
Para confrontar tú recuerdo con lo desteñido de los inviernos pasados,
Volver para cazar esperanzas moribundas en paredes mohosas y vacías,
Volver a buscar lo irremplazable.

Volver, porque regresar es una forma de irse,
Volver y no ser,
Volver para escapar,
Volver para cerrar, para abrir,
Volver para morir.

Karen Olivo Santana


Destino

En la cúspide del cielo
Nuestras almas bailan una danza cósmica
Celebrando el encuentro esperado
Y se funden en el abrazo invisible del espíritu.

Mirelle Palmansa

SIN TITULO


Voy a derramar todo lo que soy.
Y no usando mis venas
o mi boca.
Sino mis ojos.

Entonces,
me estrellaré en el piso
olvidando que estoy ciega.
Que nadie puede verme,
como si todos me vieran.

Desangrándome.
Y no de rojo carmesí.
Sino de sueños.
De esos que se me van
cuando me encuero.
Que nacen mientras duermo.

Me derramare sobre los necios que caminan.
Me chupare los dedos
recordando que adoro la succión,
mi boca tibia de dientes y el alcohol.

Entonces,
nadie preguntara mi nombre.
Y una voz muda
reconocerá mi pelo.

Me sacaré los ojos
para comérmelos.
Y llorar de nuevo.

Al final,
cuando no quede más que hacer.
Escupiré las líneas de las manos
que no encuentro.
Y un remolino viudo
me llevara lejos de aquí.

Michelle Ricardo Rodriguez
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