Tuesday, May 19, 2009


La Casa de las Américas rinde homenaje a Mario Benedetti

La Ventana reproduce las palabras de Roberto Fernández Retamar en el tributo de la Casa al trascendental escritor uruguayo


Coincidiendo con el sepelio de Benedetti en Montevideo, en la sala Che Guevara de la Casa de las Américas, escritores, intelectuales y amigos, entre los que se encontraban Abel Prieto, Ministro de Cultura, Miguel Barnet, presidente de la UNEAC, Eusebio Leal, Historiador de la Ciudad y Armando Hart, director de la Oficina del Programa Martiano, rindieron homenaje al que fuera fundador del Centro de Investigaciones Literarias de la Casa y un entrañable colaborador y amigo.

Una proyección de fotografías de Benedetti durante su estancia y paso por la Casa, instantáneas que revelaban su cercanía también con escritores y artistas cubanos y latinoamericanos, así como portadas de algunos de sus libros publicados por el Fondo Editorial Casa, acompañó el sentido acto.

El poema "Quemar las naves" se escuchó en la voz de su autor, gracias al registro del Archivo de la Palabra, proyecto en el cual también contribuyó desde sus inicios. A la intervención de Retamar le sucedió la versión musicalizada que el cantautor catalán Joan Manuel Serrat hiciera del poema "El sur también existe". Más adelante tomaron la palabra los poetas Pablo Armando Fernández y Nancy Morejón para leernos "No te salves" y "Un padrenuestro latinoamericano", respectivamente.

Al concluir, mientras observábamos aún imágenes de Benedetti participando de las actividades de la Casa, Mario y Daniel Viglietti, oíamos el dúo peculiar que ambos sostenían. El primero recitaba "Defensa de la alegría" y el segundo cantaba "Identidad". De esta forma, la Casa junto a admiradores de Benedetti recordaba la presencia constante entre nosotros del poeta y el hombre.

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NI QUEREMOS NI PODEMOS OLVIDARLO


Palabras de Roberto Fernández Retamar en el Homenaje de la Casa de las Américas a Mario Benedetti


El pasado domingo dejó de existir uno de los más leídos y admirados, y probablemente el más querido de los escritores latinoamericanos de este tiempo: Mario Benedetti. Aunque se le sabía muy enfermo, la noticia conmovió al mundo entero, y de manera particular a quienes estamos vinculados a la Casa de las Américas, como lo estuvo él mismo hasta el fin de sus días.

Mario no fue solo autor de una obra literaria múltiple y rica, sino además una conciencia inclaudicable. Ello lo llevó a conocer dolorosas experiencias. En relación con algunas de ellas me escribió el compañero Julio Cortázar el 6 de octubre de 1975: “Dame noticias de Mario Benedetti. He estado muy inquieto desde que supe de su partida del Perú, y mis informaciones no son acaso las buenas. Me dicen que está con ustedes, cosa que deseo de todo corazón. Mario es uno de los hombres más valiosos de nuestro continente y por tanto siempre en peligro”.

En efecto, después de haber tenido que abandonar, perseguido, su país primero y la Argentina luego, fue expulsado en 1975 del Perú. Volvió entonces a trabajar en la Casa de las Américas, como ya lo había hecho años atrás, cuando fundó nuestro Centro de Investigaciones Literarias y fue una fuerza irradiante. Con razón un biógrafo suyo, a propósito a esa expulsión del Perú, pudo decir: “Mario se irá, pues, a Cuba, que sigue siendo su patria política y el lugar donde ocurre la Revolución, a la que se siente ligado por un doble compromiso de admiración y lealtad.”

La difusión de la obra de Benedetti es tan inmensa como lo merece. Mario, afortunadamente, llegó a conocer en vida el reconocimiento incluso multitudinario que se le negara a otros grandes. Y junto a esa obra es imprescindible destacar la hermosa y valiente dignidad de su conducta. Bien conocimos ambas cosas, obra y conducta, en la Casa de las Américas, donde además de su presencia fundadora nos dio lecciones de modestia y humildad.

Tantas cosas llevan entre nosotros la marca de Mario, que ni queremos ni podemos olvidarlo. Vivirá cuanto viva su Casa de las Américas, que él contribuyó como pocos a hacer realidad.

Casa de las Américas
19 de mayo de 2009


Tributo a Mario Benedetti
Secuencia audiovisual proyectada en el homenaje de la Casa al escritor uruguayo


Nota de la Casa de las Américas a la muerte de Mario Benedetti
El reconocido poeta, novelista, cuentista, dramaturgo y ensayista uruguayo murió en Montevideo a los 88 años de edad


A Benedetti no hemos dejado de mencionarlo ni un solo día
La noche anterior a la muerte de Mario Benedetti, fue premiada en la Feria Internacional Cubadisco 2009 una colección discográfica de la Casa de las Américas, que fuera fundada por el poeta uruguayo durante su inolvidable labor en la institución habanera


A Benedetti no hemos dejado de mencionarlo ni un solo día


La noche anterior a la muerte de Mario Benedetti, fue premiada en la Feria Internacional Cubadisco 2009 una colección discográfica de la Casa de las Américas, que fuera fundada por el poeta uruguayo durante su inolvidable labor en la institución habanera

por Caridad Tamayo Fernández, especialista del Centro de Investigaciones Literarias de la Casa de las Américas

La noche del pasado sábado 16 de mayo fue de excepcional alegría para la Casa. Sus colecciones discográficas «Palabra de esta América» y «Música de esta América» recibían sendos premios especiales en la ceremonia de premiaciones de la Feria Internacional Cubadisco 2009, por la reciente edición de diez discos en formato de CD con un nuevo diseño, dos dedicados a Salvador Allende y el Che Guevara, y el resto a la poesía y la música de Gabriela Mistral, Mercedes Sosa, Mario Benedetti, Víctor Jara, Pablo Neruda, Violeta Parra, Julio Cortázar y Gonzalo Rojas.

El Premio Cubadisco, fundado en 1997 y organizado por el Instituto Cubano de la Música, es el evento de mayor trascendencia para la industria musical en Cuba. El hecho de que las colecciones discográficas de la Casa recibieran estos premios constituye un importante reconocimiento a los más de cuarenta y cinco años de trabajo en el registro y la producción de fonogramas con las voces de escritores leyendo sus propios textos, y de los conciertos y recitales de reconocidos artistas de Latinoamérica y el Caribe que han pasado por la Casa.

Mientras el espectáculo transcurría, me preguntaba si debíamos decir algo para agradecer el premio. Como productoras de los discos (Layda Ferrando, por los de Música, y quien firma esta nota, por los de Palabra) éramos las encargadas de subir al escenario para recibirlo. Mi compañera se negaba rotundamente a hablar y yo elaboraba mentalmente un discurso eventual. Estuve pensando todo el tiempo en Mario Benedetti, y en Haydee, por supuesto; ellos fueron los que iniciaron este trabajo. Pensaba en todos los compañeros del Centro de Investigaciones Literarias (CIL) que han colaborado en el Archivo de la Palabra a lo largo de sus más de cuarenta años de existencia, especialmente en Pedro Simón, fundador (junto a Benedetti) del Centro y del Archivo, hoy asesor de nuestra colección; ellos merecían este premio y un abierto reconocimiento.

En mi cabeza repetía: “La Casa de las Américas quiere aprovechar este momento para agradecer a todos aquellos que han colaborado en la realización de estos discos, y a la EGREM, que durante muchos años no sólo acogió nuestras grabaciones sino también produjo nuestros primeros discos y casetes. Al mismo tiempo, queremos dedicar este premio, para resumir la larga lista de compañeros que han colaborado en este trabajo, a sus fundadores: a los maestros Harold Gramatges y Argeliers León, fundadores del departamento de Música y su colección; a ese extraordinario escritor y amigo que es Mario Benedetti, quien fundó el Centro de Investigaciones Literarias y su Archivo de la Palabra, y por supuesto, a Haydee Santamaría, a quien debemos la Casa misma”.

Sin embargo, nuestra timidez, acrecentada por el nerviosismo y la impaciencia de un público que esperaba con ansias la actuación de los músicos de su preferencia nos hicieron decir sólo un rápido “Muchas gracias”. Luego, me quedaba el mal sabor de la deuda y de una ocasión desaprovechada.

El domingo, el mal sabor se convirtió en desarmante tristeza. Nos llegaba la noticia de la muerte de Mario Benedetti, nuestro “Mario”, el trabajador de la Casa, fundador de su Centro de Investigaciones Literarias, del Archivo de la Palabra, de la serie Valoración Múltiple; el Benedetti de “Quemar las naves”, “Desinformémonos”, “Una mujer desnuda y en lo oscuro”, el de “Táctica y estrategia”, y tantos otros poemas que leímos y dedicamos desde nuestra adolescencia.

Tuve la fortuna de conocer a Benedetti en su penúltimo viaje a la Casa en 1994. Vino acompañado de su inseparable Luz para presentar una antología de su poesía y ofrecer el que sería el último de sus recitales entre nosotros. Fue multitudinario. La sala Che Guevara estaba repleta de jóvenes, todos expectantes, ávidos de ver y escuchar al poeta tantas veces leído.

Yo era casi una recién llegada; acababa de graduarme de Letras y la Casa me llamó para trabajar justamente en el Centro que Benedetti había fundado, algo insospechado e increíble para mí. Sus antiguos compañeros recibían a “Mario” con alegría inmensa, lo abrazaban efusivos, y él se dejaba querer por todos con inesperada timidez; con su hablar bajo y lento agradecía, sonreía suave. Tuve el privilegio no sólo de conocerlo personalmente sino también de ser su “Virgilio” por los intrincados pasillos de la Casa.

Al final de la lectura Benedetti debía llegar hasta la sala Galich para firmar libros y yo debía conducirlo por recovecos que él conocía de memoria para evitar que fuera devorado por la multitud. No recuerdo qué hablamos por el camino, fue poco. Sí recuerdo con nitidez que estuve todo el tiempo a su lado, orgullosa e incrédula, viendo cómo firmaba un libro tras otro, cómo escribía paciente los nombres que le dictaban.

Tras estampar su firma en varias decenas de volúmenes, y con la puerta aún colmada de gente, le comenté que no le alcanzaría la tinta para escribir tanto, me contestó con seguridad y sonriendo mientras alzaba la pluma frente a mí: “No te preocupes, no me ha fallado nunca”. Tal era la compenetración del hacedor con su instrumento. Cuando firmó el último libro de la larga fila me miró: “¿Viste?, te dije que esta pluma no me ha fallado nunca”. Y para hacer más patente su afirmación escribió la última dedicatoria del día para mí; allá quedó su firma larga, cálida, con la oscura tinta de su Parker.

En el CIL, desde que tuvimos certeza de la cercanía de los 50 años de la Casa pensamos en Benedetti con especial fruición. Él debía estar junto a nosotros más que nunca, pero su delicado estado de salud era un obstáculo del que también éramos conscientes. No hemos dejado de mencionarlo ni un solo día, y en la renovada edición de los discos de la colección Palabra de esta América incluimos su poesía para agradecerle los años de trabajo, amistad y fidelidad a la Casa.

A inicios de este año, ese otro poeta incansable que lleva las riendas de esta Casa nos sorprendió con una definición exacta de lo que ha sido y es el sostén de esta institución: “la filosofía de la bicicleta”, según la cual lo único que no se puede hacer es dejar de pedalear o se pierde el equilibrio. Benedetti fue armador de esta bicicleta desde la cual se han realizado tantos eventos literarios, premios, libros, y sobre la que han pedaleado valiosos trabajadores de la cultura como Ezequiel Martínez Estrada, Roque Dalton, Raúl Hernández Novás, Óscar Collazos, Iverna Codina o Arturo Alape, por sólo mencionar algunos.

Los que llegaron hace más de veinte años y los que hace sólo una década seguimos pedaleando para que esta maquinaria no pierda su equilibrio dedicamos a ellos este y los premios que vendrán con la intención de seguir adelante.

¡Salve Mario, los que damos continuidad a tu obra te saludan!

18 de mayo de 2009

Tomado de: La Ventana

Wednesday, May 13, 2009







MATERIAL DE INTENDENCIA


1
no te hagas esclavo del poema
tampoco seas su amo
conserva siempre
esa distancia
--prudente--
que te permitirá
juzgar sus crímenes
cuando no hayan testigos
que lo acusen
o jueces capaces
de condernarlo a muerte

2
sé cauto cuando escuches
crujir tus dedos
sobre el papel
o cuando las gotas
resbalen de tu frente
sobre las líneas

porque con sal y sangre
basta para construir
un ídolo de barro
que te arrancará la vida

3
bébete cuanto encuentres
de los mayores
mas no te embriagues
con las botellas

el cristal con que las hicieron
causa dicotomía
y los filólogos
jamás sabrán qué clase
de alcohol bebiste
por el color de las estiquetas

4
sé feliz, un poema no tiene
porque ser el espejo
al cual temerle
después que mueras

escribe
pero nunca para empapar
las páginas

la saliva y el papel
son bienes muy preciados
y alguien se enfadará
si ve que los desperdicias
de forma tan ligera.

® Daniel Montoly

Tuesday, May 5, 2009

(I)


“Que no caiga sobre mí tanta limosna”
Norge Espinosa



Bajo la inefable mirada de la noche
sus múltiples cabezas
contemplan
el ritual del código; y el antropomorfo
movimiento de la roca
labra, el subterráneo corazón
de la tormenta,
como un relámpago de música,
tal como el hacha
con que, al principio, se hizo el mundo.

® Daniel Montoly
XVIII CONCURSO LITERARIO DEL ICP


Por dieciocho años consecutivos, el Instituto de Cultura Peruana (ICP) de Miami convoca a un concurso de poesía y narración, a fin de promover la creación literaria en lengua castellana en los Estados Unidos de América y otros países hispanohablantes.

Como es costumbre, esta institución dedica este evento anual a un escritor o poeta peruano, siendo el de este año Federico Barreto, nacido en 1868 en la ciudad de Tacna, al sur del Perú. Fue llamado “El cantor del cautiverio, por su apasionada defensa de su ciudad natal después del conflicto bélico entre Perú y Chile. Otra de sus fuentes de inpiración fue la mujer a quien dedicó sus más bellos poemas. Murió en Francia en 1929, pero su obra se conserva en sus libros: "Algo Mío" (1912), "Aroma de Mujer" (1927), Poesías (1964, edición póstuma) y narraciones históricas, recopiladas de diversas fuentes.

Bases del XVIII CONCURSO DE POESÍA Y NARRACIÓN del Instituto de Cultura Peruana de Miami con premios valorados en $1500

1. Participantes: Hispanohablantes de cualquier nacionalidad que no hayan obtenido el Primer Premio en nuestros concursos anteriores.

2. Tema: Libre. Verso: Libre.

3. Extensión: 5 poesías o un relato a doble espacio que no excedan de 5 páginas (en ambos géneros) de 8 1/2” x 11” (tamaño carta), en idioma castellano, mecanografiados, ordenados y engrapados en 4 cuadernillos.

4. Identificación: Los trabajos se identificarán por su título y un número que se le asignará al momento de su recepción. En un sobre aparte el concursante escribirá el título de su obra y, en su interior, sellará sus datos personales (nombre, dirección, teléfono, breve biografía) y una nota simple certificando que su obra es original e inédita, que no fue presentada a otro concurso pendiente de resolución, y autorizando su publicación si resulta premiada.

5. Fecha y lugar de recepción: Los trabajos participan-tes se recibirán por correo postal (no email) con franqueo simple hasta el 30 de junio, 2009, en ICP c/o Ricardo Calderón: 6105 SW 129 PL., Unit 1808.

Miami, FL 33183-5252, USA.

6. Jurado: El ICP designará oportunamente al jurado para cada género y categoría cuyo fallo será inapelable.

7. Premios en poesía y narración: Dos pasajes Miami-Cusco-Miami (uno por género) vía LAN. Publicación de los trabajos premiados en periódicos, revistas y el libro Poetas y Narradores del 2009, cuya edición del 2008 está a disposición de los interesados ($10 en EEUU). Diplomas. Mención de honor a finalistas y otros premios, los cuales se entregarán a fines de julio en fecha y lugar que se anunciarán oportunamente.

(Ricardo Calderón)

Ricardo Calderón
Presidente del
INSTITUTO DE CULTURA PERUANA (ICP)
Visítenos en www.letrasyartes.com/icp

Sunday, May 3, 2009


El adiós a la poeta triste


Este martes murió una de las mayores escritoras de la lengua española del siglo XX, autora de los célebres Poemas de amor y Nocturnos. Por su antología personal En lo más implacable de la noche recibió en el año 2005 el Premio de Poesía José Lezama Lima que otorga la Casa de las Américas

por Silvina Friera

Los uruguayos desayunaron el 28 de abril con los ojos empañados por la tristeza. Los argentinos también. Cuando la noticia de la muerte de la poeta uruguaya Idea Vilariño empezó a circular, fue duro pensar que ese rostro de una belleza tan impactante como triste —porque Idea siempre miraba el mundo como si tuviera un malestar crónico, con su nihilismo y escepticismo adheridos a sus ojos— ya no estuviera entre nosotros.

Era asmática, pero no se le puede achacar a esa enfermedad la culpa de tanta tristeza. Cómo no recordar uno de los versos que escribió, acaso intuyendo que sería una suerte de epitafio: “Nunca tan lejos de la vida. Nunca / Nunca tan grande como hoy la muerte, / sobre todo, ante todo, al fin de todo, / y yo, sintiéndome ir trágicamente”.

Su poesía, como la poeta, es bella y triste. Fue una mujer que rechazó premios, reconocimientos, entrevistas y becas, entre ellas la Guggenheim, una de las más codiciadas. También rechazaría, claro está, los elogios fúnebres. Parafraseándola, parece “inútil decir más, nombrar alcanza”. Pero lo que hay que decir es que a los 89 años murió una de las mayores poetas de la lengua española del siglo XX.

Vilariño nació en Montevideo el 18 de agosto de 1920 en el seno de una familia de artistas. Su padre, Leandro Vilariño, de origen gallego, era anarquista y poeta, y a los cinco hijos de su matrimonio con Josefina Romaní les puso los nombres de Poema, Azul, Alma, Idea y Numen. Además de escuchar música y de adentrarse en la literatura clásica, el padre le leía su propia poesía, la de Almafuerte, Herrera y Reissig y Darío.

Idea estudió piano, pero lo que más le gustó fue el violín, al que le dedicó diecisiete años. Empezó a escribir poesía de adolescente como un servicio a sus compañeras de clase. Componía poemas de amor que las quinceañeras entregaban a sus enamorados como si fueran propios. Esta Cyrana de Bergerac rioplatense nunca se dio cuenta de su talento y tampoco creyó en él. Pero pronto tuvo la certeza del sinsentido de la vida, de la muerte que crece junto a nosotros, de un mundo sin Dios, del fracaso del amor y la desolada inutilidad de todo esfuerzo.

Esa muchacha hermosa y frágil —ubicada por el crítico Ángel Rama en la primera promoción de la Generación Crítica— se convirtió en una de las figuras más destacadas de la poesía uruguaya con obras como La suplicante (1945) y Paraíso perdido (1949), dos de sus primeros poemarios, en los que la poeta ha reconocido influencias de Juan Ramón Jiménez.

Antes de cumplir los treinta años, ya era ampliamente reconocida en el Río de la Plata, donde se destacó, además, por su labor como crítica literaria y como traductora. Sus traducciones y ensayos sobre Shakespeare han sido reconocidos en el mundo académico latinoamericano. Trabajó como profesora de Literatura de enseñanza secundaria desde 1952 hasta el golpe de Estado de 1973. Tras la dictadura, en 1985, obtuvo la cátedra de Literatura Uruguaya en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de la República.

Vilariño también fue reconocida como compositora de canciones, entre las que destacan dos títulos míticos de la música popular uruguaya: A una paloma, que fue adaptada por Daniel Viglietti, y La canción y el poema, musicalizada por Alfredo Zitarrosa.

Idea era una hija de Bartleby. Ella prefirió no promocionarse. Pese al interés que despertó en estudiosos de todo el mundo, que tempranamente se interesaron en su poesía, Vilariño fue reticente a comentar sus poemas, a dar entrevistas.

“La poesía fue conmigo siempre —dijo en uno de los pocos reportajes que concedió a la escritora Elena Poniatowska—. La viví naturalmente, como algo inevitable, privado, que no me daba ningún realce y la hacía sin deliberación, sin proponérmelo, como lo hice después, como lo he hecho siempre. Creo que nunca supe cómo iba a terminar un poema, hasta ahora es así. Necesito decir algo; eso es compulsivo. Pero no sé cómo lo diré, aunque al escribir tenga un dominio absoluto de lo que hago, pero desde la primera línea el poema, su ritmo, eso que es imperativo decir me lleva hasta el final, hasta el cierre inevitable.”

Tiempo, amor, vida y muerte vertebraron el universo poético de Vilariño. Nocturnos (1955), Poemas de amor (1957), Pobre mundo (1966), Poesía (1970) y No (1980) son algunos de los principales títulos de su obra poética, que ha sido traducida al inglés, el italiano, el alemán, el portugués y el ruso.

En su obra Idea Vilariño. La vida escrita (2007), Ana Inés Larre Borges y Virginia Friedman cuentan el apasionado romance que Vilariño mantuvo con el escritor Juan Carlos Onetti, con el que nunca llegó a casarse, pero al que están dedicados sus poemas de amor más dolorosos y desolados. Para Vilariño, la poesía era una forma de ser, de su ser.

“Mi poesía soy yo. Por eso no me interesaba publicar; es más, deseé no haber publicado nunca, hay poemas que jamás mostré —reconoció en la misma entrevista realizada en 2004—. Escribir era otro asunto. Nunca escribí pensando que alguien lo leyera. Lo que decía era privadísimo y no buscaba llegar a otro, comunicar. Publicar fue tan contradictorio, tan poco coherente como seguir viviendo cuando sabía, y cómo, cuando pensaba lo que pensaba del hecho de vivir. Esas incoherencias fueron difíciles de sobrellevar. A esta altura ya nada importa.”

Idea hizo de la poesía el “acto más privado de su vida, realizado para nadie, para nada”. Un acto radical que la llevó a decir en uno de los poemas que integran No: “Ya no tengo / no quiero / tener ya más preguntas / ya no tengo / no quiero / tener ya más respuestas. / Tendría que sentarme en un banquito / y esperar que termine”.


Tomado de Página/12


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