Sunday, February 28, 2010

VOCES DEL SIGLO XXI
Esteban Moore

(Buenos Aires, Argentina 1952)





“Strahlenwind deiner sprache” 1


el viento que sopla desde el desierto cristalino
tan blando como un terso cielo –anunciará del
universo, infinitas desconocidas geometrías/el
más pequeño de sus detalles / los dominios de
una agregada luminosidad


“confondant la nuit et le jour”3


la naturaleza de las ciudades / que despliegan en
la planicie desolada --sus abanicos circulares/ no
será nunca correspondida/ de la vibración íntima
que irradia del fuego -esta ceniza calcinada



“The pebble/ is a perfect creature”6


ese canto rodado -que se desplaza lento en el repetido
ciclo de las aguas / podrá exponer en la palma de una
mano / el mudo resplandor de su apariencia / -al tacto
inseguro de tus dedos –una estructura única



“In the main of light”8


en un escenario dispuesto por la luz/ -las rocas extienden
en sombras alargadas su inmensa redondez/ -en el aire al
zumbido en vuelo de los insectos/ -el escape de un motor
señala con el agobiado paladeo de furiosas erres flotantes
dilatadas en una nube ácida de combustible quemado/ -el
ritmo de la sierra mecánica/ la tala de los árboles


“all is emptiness”10


la curvada línea de fuego/ el rastro de este cometa
que -con trazos de luz explosiva, ilumina el oscuro
plano cóncavo del firmamento/ describe la cadena
encendida de su recorrido/ huella instantánea –que
al consumirse elude toda referencia orbital




“Altre tu en clausura”11


si mi ojo advierte de esas altas cúpulas del cielo/ una elipsis
que no culmina sobre sí misma/ entonces -vos podrás iniciar
el proceso de cálculo de los ciclos del sonido -sus resultados
distantes/ ulos-----rulos/ [círculos de la energía en un tiempo
sostenido] rizos de velocidad varia que dividen -los campos
del vacío


a J.A.P.








“bienes de la tierra”12



los dedos pulgar e índice --levemente combados en labor de
pinzas/ presionan el contorno irregular --de esa piedrita que
has recogido a la orilla del río/ la colocan bajo la luz de una
lámpara eléctrica/ que alumbra de su figura –la suavidad de
los bordes/ el tallado paciente de las aguas


“Brillante eternidad”15


el impulso -que recorre oscuros canales licuificados/ ardientes
esponjas magmáticas --recibe en la latencia de cada uno de sus
corpúsculos --fluctuantes destellos eléctricos/ voluntad -que el
ojo no podrá percibir, mucho menos cuantificar en el espejado
campo de la memoria –ese impulso, su refracción digo: ondula
giros centrífugos (derrama la virtud de su latido)

a M.S.


¿Quién es el mar? 20



un aire -/como de brisas cruzadas ---que se imagina viento
atraviesa -esta planicie desproporcionada --/que dilata sus
dominios -desde las macizas montañas --------hacia el mar


un aire que arrastra -revuelve -eleva --las depositadas capas
de guadales y lava -y ceniza volcánica -y arenillas de siglos

que las vuela en los ojos -que en parpadeo fugaz -doloroso
confunden -en la línea del horizonte --¬¬¬¬-el punto imaginado
donde las aguas del océano --y las arenas del desierto ---en
el color de sus cuerpos -deben ---hipotéticamente distinguir
el nacimiento de mundos diversos



“tic de la conciencia en el infinito” 27


plegados en sus combas / -los remolinos de viento
envuelven la materia ---polvo---arena---pasto seco
cosas que rotan -ante tu sorpresa, en las alturas del
suspendido vacío / sacuden las torres,---cortan los
cables de alta tensión /estallan su vórtice -luego se
contraen en sí mismos -ascienden -desaparecen en
el azul del cielo transparente -dejando a su paso el
aspirado rumor de la burbuja --aquel que provocan
las piedras -cuando -la profundidad del agua ---las
absorbe


“the air blows desolate” 28


el aire destemplado del amanecer ---mece con
suavidad las ramas de un tala guacho -----vibra
quizás en sus largas espinas /------orea el rocío
de la mañana

este aire ---que se repite en las madrugadas----y
nos tiene acostumbrados ----es el mismo----que
así dicen algunos ----agitó durante la Blitzkrieg
de Londres ----el espeso humo de los incendios
es el que remueve---los papeles que los turistas
arrojan /--en los carcomidos restos del Partenón
es el aire, --quién lo duda ----que consumirá /-sí
las ruinas de todo imperio

ese aire hoy, sopla
abatido------------/no logra establecer su música
en la desolada geografía de la ruta 40


a J.A



El viejo Bill explica un poema


Relata el poeta que -cuando regresó a visitar el lago --que
había conocido de niño ---recobró -desde una perspectiva
renovada -la imagen de aquellos cisnes que con elegancia
aún nadaban allí

él estimó el número de los
mismos en ------nueve y cincuenta /operación matemática
que no pretendía dar cuenta exacta -de la cantidad de aves
que -- sobre el agua verde cristalina ---sacudían sus largos
cuellos -y agitaban -el color -de sus alas extendidas -hacia
ese cielo cargado….

sólo buscaba
dice --la música de la cifra------------“lo demás me pareció
irrelevante”

El objeto en su estado natural

“no ideas but in things”
William Carlos Williams



Los viejos rieles -bruñidos por la fricción de las ruedas
de los veloces trenes subterráneos ----brillan bajo la luz
tenue -que ilumina -el largo túnel
y en ese recto centelleo -del metal alejándose ----hacia
la próxima estación ----------------plenamente iluminada
está el poema


20-02-01 (11.55)

a J.J.R



Celebración


“ahora la zanahoria es un cero kilómetro”
Tito Zanoni



Resplandecientes piezas de ingeniería ----los automóviles
se desplazan sobre el seguro asfalto ---de la ruta nacional
---------------- inaugurada –alabada --por el Sr. Presidente
su numerosa comitiva
funcionarios/empresarios
ojos que eluden de las cámaras el directo ojo
jóvenes políticas /actrices del momento
luciendo en calculado meneo orgiástico
en el medio de la verde nada de la llanura pampeana
/sedas -pieles -joyas
generales que ostentan en el palco oficial -medallas de papel
-una sonrisa que oculta futuras medidas patrióticas

y ellos -los otros - nos /que en silencio -al borde del camino
observamos el paso de las máquinas ------------relumbrantes
veloces- soñadas


En el vacío de la noche

“All day I hear the noise of waters”
J. Joyce


Polváme
sí polváme el centro que me hace
sí -en cuclillas polváme de dientes las ancas
/perladas de su transpiración
sí de lenguas la carne inflamada en ardores
polváme de cara al cielo para que entendiera
/de ese cuerpo desnudo
emergiendo de la ducha cotidiana
el brillo de sus pálidas estrellas
de esos labios fulgentes
que derraman aguas en el agua
el tintineo acuático
de su esparcido perfume





Ángeles caídos

“city of fallen angels •



Borracho de alcohol
y desesperación
Dylan con sus aullidos estremece la noche
Vallejo tose en un conventillo parisino
la noche se extiende en los hemisferios
en México Lowry
oculta sus visiones zoológicas
en las abrasivas lenguas del mezcal
viajando sobre el chirrido de un tren de carga
Kerouac canta ronco vómito tras vómito
las bondades del agrio vino californiano
Bukowski resbala y cae
en la noche brillante del Sunset Boulevard
en la trastienda de una farmacia de turno
Carver abre una botella de licor clandestino
mientras una vieja con un perro ridículo
espera el preparado
que tranquilizará sus tormentas
a esta hora de la madrugada
quizás alguien se esté preguntando
qué sucede
bajo el ardiente sol de los parajes sureños
en el extremo de Oriente pálido de luna
En una jaula iluminada por reflectores
Pound murmura palabras
que sus carceleros no comprenden
Michaux cubierto de noche
en un cementerio de Cuernavaca
se deja volar en sustancias
sin entender la magia del paisaje
en una ciudad que lo desconoce
Julio Huasi
decide por mano propia
abrazar las tinieblas
otros en el pico de una botella
apagan los exactos compases del corazón
En un sitio donde todos cantan la belleza
de las ondulantes mujeres junto al mar
alguien bebe risueño su caipira
absorbe el oscuro aroma del azúcar
el rancio perfume de pobladas axilas
la imaginada fragancia de una flor
pleno sabor deseado
nosotros desde Montevideo observamos
el cielo cargado
Los modos cambiantes del tiempo
no conocen la amabilidad de tus deseos
se desplazan imperturbables
a través de las cordilleras los océanos
las llanuras
cruzan el poniente
someterán a cada uno de aquellos
que intenten penetrar sus polos de radiación
a las pequeñas
obsesivas cuestiones cotidianas
Perlongher viaja en un automóvil
que se desliza
hacia los suburbios
su destino
una capilla donde frente al altar
en el círculo de energía otorgada
ante los ojos
del sangrante cordero de Dios
un sacerdote administra la esperanza
sí y…
qué dones qué palabras mama
en su desesperada desilusión
en qué aguas alimenta esa fe apresurada
Padre Nuestro…
que estás en las sacrísimas alturas
comienza la invocación inútil
su único consuelo
la voracidad de Dios
Al viento en el río
voces extrañas
en el río al viento
desconocidas almas en pena
Aquel que elige
en la pobreza del exilio
el nombre de Sebastian Melmoth
recuerda una esposa los hijos tan amados
añora ese mundo al que no podrá regresar
infantilmente recuerda la redondez
de su colección de fina porcelana
el color de Londres bajo la luz del otoño
anota en su cuaderno:
poseo la tranquilidad de los objetos perdidos/
soy un hombre que ha vivido su tiempo/
en simbólica relación con el arte/

ya no se avergüenza en las calles
cuando alguien murmura a sus espaldas
o grita Fingal O’Flahertie ooo ooooooohhhhh
él repite en voz baja mansamente:
el dolor es un momento demasiado prolongado
Tampoco imaginará de Joyce
el calembour lanzado en
The Ballad de Persse O’Reilly:
Fingal Mac Oscar Onesine Bargearse Boniface
a quién se le ocurre
Ortodebarcaza Carabonita
Las sombras
su proyección geométrica
permanecen
quién o qué
erosiona la forma que envuelve
grabará en la historia
las marcas del pudor ajeno
Alguien recuerda
el eclipse de luna de Lu T’ung
la figura del cielo el emperador
la visión de sus ojos
apagándose en la belleza terrenal
la luna el ojo nocturno del cielo
devorada por la tremenda boca del sol
y de la terrible ejecución
de este poeta que amó las alegorías
en el 835 año del Señor
No tienen nada que decir
Pregunta una voz ajena
El gran círculo gira sobre su propio eje
Las primeras luces del alba
Penetran profundos pliegues abismales
Las imágenes fulgentes
Se repiten
Una y otra vez
En la superficie bruñida
Qué podrán decir en México
en Montevideo en Buenos Aires
que no haya sido cantado en el Occidente
en Venezuela en el extenso Brasil
en el muerto Oriente perdido
donde los magos
buscan por el firmamento
la luminosa trayectoria de una estrella
la develación del secreto
Auden
en vísperas de un nuevo año
propone un brindis alza su copa
elevo dice
en el agrio aroma del licor
el peso de los planetas
la mutabilidad del universo
no busquemos en el pasado
edenes ilusorios
menos aún
la seguridad de las jerarquías
el siglo nos presentará
las imaginadas ruinas
Rimbaud arrastrará
su gangrena de oros
El cuerpo de Alejandra
sus oscuros labios de sangre quieta
callarán la última palabra


A Yeyé in memoriam
Custozzagasse 5, Viena, 1994.


• “Ciudad de ángeles caídos”, Pintada mural, Silver Lake, Los Ángeles, EEUU.


Postal urbana



"numbered caves in enourmous jails"
W.H. Auden


ese que al oriente de un apagado sol -camina
seguro en la multitud / los ojos sin punto fijo
sabe que al final de su trayecto lo espera
una habitación vacía
los rayos titilantes de un viejo televisor /glaceando
de brillos
la oscuridad
parpadeo de luz que nunca podrá rememorar
la combustión de los aceites
la fulgurante flama de las lámparas
que alumbraron
en la larga noche de los inviernos romanos
la labor de Livio Andrónico
quién pregunta si una vez ahí en la protección
de este dominio ajeno / sus lamentos serán
los gemidos de una voz plegada
que recuerda una por una
las pérdidas del alma alzada en amores
el suave abrigo de las bocas
el perfume de Francia en los cuerpos
el dulce extravío de los cuerpos
en las plumas de pájaros remotos
quién pregunta -se golperá a puños el pecho /con
manos de piedra/ los sitios del corazón vencido
quién


La blanca del áfrica


“The diamond-like splendor of the Sphinx’s face/
blinds the eye’s vision.”
E. P. Kirk

… ella
la blanca del áfrica tiene amarillos ojos
de león adormecido
la lenta fosforescencia de las serpientes en verano
sus mandíbulas
Dios lo sabe
conocen la consistencia de la carne masculina
si lo desea para adornar sus pálidos pechos
puede hacer de un hombre
pequeñas mariposas rojas mágicos colgantes
la blanca del áfrica oculta un corazón que bombea
profunda sangre negra
sus dientes de afilado hielo antártico a la luz de la
luna
dejan oscuras huellas en el cuerpo elegido
hecho que provoca
en ocasiones su dulce sonrisa
la blanca del áfrica también puede a criterio de sus deseos
alzar su mano
estirar el marfil de sus dedos
detener el mundo frente a tus ojos
dejarte vacío de toda memoria


Don cherry, el gato, paquito…


En escenarios iluminados -ellos ofrecen
el eco aislado de una nota musical
/lo descomponen
hablándole al vibrante metal de sus instrumentos
en soplos
el susurrado aullido de sus preguntas
preguntas que no requieren respuestas inmediatas
quizás tan sólo -nuevas preguntas/ así ellos
frasean su respuesta -en el armónico plisado
de unos sonidos


Breve vuelo trasandino


Luego de tranquilizar a los pasajeros destacando la bondad
de las condiciones climáticas –con palabras que no rozarán
el erizado núcleo de nuestro temor
y de recordar que de acuerdo a lo previsto aterrizaríamos
a horario en el aeropuerto de Santiago de Chile
el comandante de la aeronave remata su discurso de rutina
“estamos volando sobre los andes
a cuarenta y tres mil pies de altitud”

mientras tanto saboreo en la levedad de la cabina
climatizada
el amargo roce del alcohol en las papilas
y escucho a mi acompañante casual
fabricante de tornos automáticos que narra
en términos casi poéticos -la novísima retórica de los metales-
la pasión con la que doblega
el duro acero crea partes pequeños engranajes
- compleja maquinaria-
la precisión de cada uno de sus productos el esmerilado de
la válvula durabilidad belleza eficiencia etc. Etc.
a cuarenta y 3 mil pies de altura
volando sobre los andes

miramos desde la ventanilla el océano de nubes
entramadas
impenetrables a la vista
/ocultan el paisaje/
sorpresivamente nuestros ojos descubren
a un costado
del metálico cuerpo brillante del ala
del avión
el macizo pico negro
coronado de helada nieve cristalina
asomando
su granítica pureza de siglos a través de las nubes
de la tendida espuma de moléculas -plena de átomos
eléctricos
de tormentas posibles
rasgándola rasgándola como si fuera
el poderoso dedo índice de una de las extraviadas
manos
de dios
de su hijo el crucificado en la quietud de los maderos
que desde su rústico sitial
en la pequeña capilla de salvador maría
en la llanura argentina /plana página de imposible lectura/
al verano de los vientos secos y las recordadas palabras de
florecido filo observa inmóvil
la explosiva furia de la motosierra
el tajo certero del instrumento mecánico
la pérdida de la palma de los dedos extendidos
yeso y óleo -conmemorativo memento mori triturado
polvillo desgranada molida materia flotando en la luz
bajo tus ojos


plegaria



oh padre
que nos has dado la luz
el ardiente sol de la tierra
las fauces saurias de la noche
los cielos de amenaza
la lluvia ácida, el gas tóxico
los cuerpos plenos de células corruptas
el aroma maloliente de las aguas servidas
la pestilencia de la nube química
los esfínteres túmidos
el aire al humo encadenado, este paisaje que flota
en la bruma de las ciudades

y el deseo y sus dientes de metal
y la avaricia y sus visiones del universo
y estas papilas sangrientas que absorben
el virus de tu boca

oh padre
que nos has dado la propia celebración de tu nombre
te pregunto
una manzana en la boca de una mujer desnuda
justifica el estado de las cosas
nuestro…


“en lo profundo de la noche”


el agua contenida en la pava
hierve sobre el fuego
en la noche todo es silencio
cada uno de nuestros dioses goza
la otorgada quietud de la noche
el agua en la pava se evapora
sus silbos punzan el silencio
este silencio de la noche
en el que una multitud
de cuerpos sin rostro
se desplaza en las sombras
el ardiente metal de la pava
separa las llamas del fuego
de los borbotones del agua
los cuerpos no hacen ruido
sus pisadas nunca retumbarán en tus oídos
en el silencio
nadie
nadie responde
a los nombres que lento repito
la multitud de cuerpos desnudos
se desliza en las tinieblas
en la negra noche eterna
siempre abismal
donde el silencio crece
como un dios
todavía desconocido

nota


Lu t’ung rememora
frente a sus verdugos
el serpenteante río de jade
el verde profundo de las aguas
olvidando que en esas orillas
Yü-ch’uan-tzu
el pensador del río de jade
soñó la imagen del joven Buda
tensando su arco
en las salas del museo Guimet



Anotación anónima inscrita al pie de la página 32 en un
ejemplar de “One Hundred and Seventy Chinese Poems”,
de Arthur Waley (Londres 1918) exhibido en la librería El
Túnel, Buenos Aires, 1993.





crónica



en chile sarmiento arde de cuerpo entero
mientras decide las bondades de unos y otros

en santa ana do livramento con su guitarra josé hernández
entretiene en un despacho de bebidas al gauchaje triste
le nacen allí unos versos que no termina de comprender

quiroga bajo el sol de misiones redacta una carta
ruega a martínez estrada lo asista en su soledad

lugones en un recreo del tigre
observando las mansas aguas del delta
decide escribir su último verso

y…en buenos aires borges inaugura su ceguera
recorriendo los devastados anaqueles de una biblioteca pública

a h.s.



burgess street, farm Near/ southhampton



ataviado lujosamente
el cuerpo macizo
asume formas desconocidas
al practicar
una lenta cortesía de ocasión

en la paz de su arriendo escribe
largas cartas a su fiel pepita gómez
y piensa con medido escrúpulo
cuántas veces cabría un húmedo condado inglés
en el continente de sus propiedades

es allí en esa isla extraña
que se le presenta la imagen del muerto
cubierto de tierra y sangre el pecho desnudo
viajando veloz desde la muerte
hacia un destino que no ha de serle infiel

es allí en ese paraje hermoso
donde por primera vez teme el veredicto de la historia
en aquella geografía de lluvias y niebla un apodo felino
todavía habita su trágico carruaje
quizás la gloria misma

él, el poderoso, duda
no reconoce en las nubes su premio
-posiblemente le aguarde
una lápida fría
bajo el pesado cielo de inglaterra-


con bogey en casablanca


bogey bebe en silencio
el agrio bourbon del olvido
su mirada perdida en la noche africana
oculta las profundas cicatrices del amor

desde la mesa observa al pianista
que sin emoción acaricia en el aire
con manos de brillante caoba
las teclas de un piano destartalado

en el fondo del salón a media luz
acompañada por una vieja guitarra
la francesita delgada y triste
sostiene el tibio mate de la espera

bogey la mira a través del humo del cigarrillo
para comentar lentamente como sólo él puede hacerlo
con la entonación propia de un reo del abasto
“muchachos… ella algún día lo comprenderá…
…carlitos se nos ha ido para siempre”


a m.s.


muerte natural


muchas y no pocas veces me pregunto
si el sol de la infancia huye en la noche
si han de morir los sueños en el cuerpo
pequeñas intenciones

mis manos revuelven tu cabello
e imagino /atroz y personalmente/
a Wordsworth (valedera palabra – su peso en palabras)

repitiendo con aplomo:
“let the age continue to love its own darkness…”
yo y tú es decir vos y yo
tan sólo recordamos


Esteban Moore Buenos Aires en 1952. Poeta y traductor. En su condición de cronista urbano ha dado a conocer: Librerías de valor patrimonial de Buenos Aires, (Dirección de Patrimonio, Secretaría de Cultura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Buenos Aires, diciembre 2003) y la reciente Pizzerías de Valor Patrimonial de Buenos Aires, (Ministerio de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, Buenos Aires, Junio 2006); ambos volúmenes realizados junto al artista plástico Horacio Spinetto.

En poesía ha publicado: La noche en llamas (1982); Providencia terrenal (1983), Con Bogey en Casablanca (1987), Poemas 1982-1987 (1988), Tiempos que van (1994), Instantáneas de fin de siglo (Montevideo, 1999, mención Honorífica Premio Municipal de Buenos Aires), Partes Mínimas (Mar del Plata, 1999); Partes Mínimas y otros poemas ( 2003, segundo premio de poesía, Fondo Nacional de las Artes); Antología poética ( 2004, Colección Poetas Argentinos Contemporáneos, Fondo Nacional de las Artes) y El avión negro y otros poemas (2007, del Fondo Metropolitano de las Artes y las Ciencias de la ciudad de Buenos Aires).

Ha realizado la traducción de diversos autores de lengua inglesa: Lawrence Ferlinghetti, América desierta y otros poemas, Colección de Obras Representativas de la UNESCO (Ediciones Graffiti/Unesco, Montevideo Uruguay, 1996); James Laughlin, Los poemas de amor, (Editorial Martín, La Pecera, Mar del Plata, Argentina, 2001); Craig Czury, Tecnología Norteamericana y otros poemas (Papel Tinta Ediciones, Buenos Aires, 2003); Charles Bukowsky, Una de las más ardientes y otros poemas (Ediciones Laberinto, México, 2004); Lawrence Ferlinghetti, Los Blues de la procreación y otros poemas (Alción Editora Córdoba, Argentina, 2005), Lawrence Ferlinghetti, La vida sin fin (Editorial Arquitrave, Bogotá, Colombia, 2005), Sam Hamill, Ojos bien abiertos y otros poemas, (Dirección de Cultura, Universidad de Carabobo, Valencia Venezuela, 2006).

Asimismo tradujo a Joy Harjo, C.K. Stead, Liv Lundberg, Patricia Jabbeh Wesley y Chirag Bandel para la edición del XVII Festival de Poesía de Medellín (2007) y a Freedom TV Nyamubaya, Nguyen Bao Chan, Bassem Al Meraiby , Joe Woods y Gulrokhsar Safi; XVIII Festival de Poesía de Medellín ( 2008).

En ensayo publicó: Primer Catálogo de Revistas Culturales de la Argentina (Ediciones Revista Cultura, auspiciado por la Secretaría de Cultura de la Nación y la Federación de Revistas Iberoamericanas, Buenos Aires, enero 2001) y ha dado a conocer en revistas y diarios textos sobre la obra de Alberto Girri, H.A. Murena, Horacio Salas, Lawrence Ferlinghetti, Allen Ginsberg y la poesía argentina contemporánea, reunidos en Versiones y apropiaciones, de próxima aparición.

Ha participado los festivales de poesía de Medellín, Colombia (1995 y 2005); Montevideo, Uruguay (1993); Rosario, Argentina (1994) festival de Cali, Colombia (2005); Encuentro de Escrituras, Maldonado, Uruguay (2006 y 2007), Semana de las letras y la lectura (Rosario 2007), Encuentro Internacional de Poesía de Valencia, Venezuela (2006) y fue invitado a la escuela de poesía The Jack Kerouac School of Disembodied Poetics, fundada por Allen Ginsberg, donde inició un proyecto de traducción y a la Schüle fur Dichtung in Wien , Viena Austria, donde expuso sobre poesía y traducción. En 2005 dictó en la IX Escuela de Poesía de Medellín el seminario: La generación Beat: sus póeticas y su legado.

Colabora con publicaciones del país y del extranjero. Su obra ha sido parcialmente traducida al inglés, italiano, alemán, lituano, albanés y portugués e incluida en diversas antologías


Data

1-“Strahlenwind deiner Spragge”; “La ráfaga de viento de tu lenguaje”
Paul Celan, Sprachgitter, 1959.

6-“The pebble/is a perfect creature”, “Este canto rodado es una perfecta
criatura”
Zbignew Herbert, Selected Poems, 1968. Traducción al inglés de
Czeslaw Miloz y Peter Dale Scott.


8-“In the main of light”, ”En lo principal de la luz”
William Shakespeare , Sonnet 60, George Newness, London 1901.


10-“all is emptiness”; “ todo es vacío”
Thomas Kinsella, New Poems, 1973.

11-“Altre tu en clausura”; “Otro tú cautivio”
J.V. Foix, “Sol, i, de dol, 1939.

12-“Bienes de la tierra”
Francisco de Quevedo y V., “El escarmiento”

15-“Brillante eternidad”
Juan Calzadilla, Tácticas de vigía, 1982.

20- ¿Quién es el mar?
Jorge Luis Borges
El mar, El otro, el mismo, Poemas 1930-1967, Buenos Aires, 1969.

27- “Tic of consciousness in infinity”
“Tic de la conciencia en el infinito”
Allen Ginsberg
Lysergic Acid, 1959

28- “The air blows desolate”
“El aire sopla desolado”
Tu Fu
Autumn meditation, traducción al inglés de A.C. Graham

Nota del autor del blog: Todos los poemas seleccionados en esta muestra corresponden a la Selección de poemas 1987-2003

Colección Poetas Argentinos Contemporáneos
Volumen 32
Fondo Nacional de las Artes
Buenos Aires, 2004.


Ilustración:
http://www.vbz.es/vbz.htm

Saturday, February 20, 2010

Ernest Pépin: su Homenaje a Aimé Césaire

Conferencia leída por el escritor guadalupeño Ernest Pépin en la mesa de presentación de la revista Anales del Caribe, este lunes 15 de febrero, durante la 19. Feria Internacional del Libro, Cuba 2010

por Ernest Pépin

Tengo hoy la difícil tarea de hablarles de Aimé Césaire como escritor. Difícil, en efecto, pues al parecer ya todo está dicho al respecto, lo que me condena a la reiteración.

Reiterar que se trata de una escritura profundamente lírica la del Cuaderno, que se despliega en ondas clamorosas que logran azotar los duros arrecifes de una razón amañada y de un humanismo demasiado mediocre. Y cada golpe despedaza la frase, la obliga a astutas contorsiones, a esquiveces inesperadas, a centelleantes salpicaduras, a sorprendentes movilidades. Está claro que el efecto perseguido es el de desequilibrar las edificaciones supuestamente cartesianas mediante una especie de exageración de la razón, mediante una desmesura que es a la vez cincelada y barroca.

Reiterar que se trata de una escritura que también sabe concentrarse en enunciados lapidarios, abrirse al filo de las heridas históricas o íntimas, triturarse como áspera simiente o como espasmo desgarrador.

Reiterar que esa escritura surge primeramente de las bodegas de los barcos negreros para luego vincularse a las pulsiones y los impulsos de un torbellino que, entre vértigo y memoria, intenta encontrar el camino hacia un paraíso perdido para siempre.

Reiterar que toda la trágica gravedad de la plantación, todas las enajenaciones de la dominación, todos los avatares de una historia enceguecida por el dolor existencial, todos los callejones sin salida de la sumisión, todas las falsas maldiciones del racismo se han como dinamitado en esa escritura proyectada hacia un rechazo mayor: el de la deshumanización.

Y en eso consiste el desafío asumido en convulsas frases que son como un escudo, como lanzas inflamadas que justamente pretenden preservar la posibilidad de una reconciliación consigo mismo y contra todos los monstruos infames que deshonran la dignidad humana.

De ahí esa postura bíblica, unas veces implorante, otras, insolente, atormentada por la santa cólera de un Moisés armado con las tablas de la ley.

De ahí esa escritura de misionero del castigo y de la redención que, unidos, se consagran a la salvación.

Mi voz será la voz…
Y para ustedes hablaré…

Palabra palimpsesto bajo la cual hormiguea un saber enciclopédico de las plantas, de las geografías, de las historias, de las civilizaciones y de los mitos, que deja escuchar, en la superficie, el precipitado químico de los fenómenos de transmutación, de revelación, de oxidación, de combustión, de explosión, a partir de una materia verbal inestable que el poeta debe dominar para “conjurar lo informe”.

Palabra donde tiene lugar la más sincera de las rebeliones y la más hermosa de las adhesiones a una ética de la libertad.

Palabra, pues, de alegato en el Discurso sobre el colonialismo, donde, como erudito fiscal, acorrala la falta de la falta, lo fraudulento, lo ilegítimo, la inmunda lepra de los fraudes cometidos para quedar inmunes, para ser exonerados de un pecado ilusorio: el de ser negro, esto es, de acuerdo con la inmensa mayoría, inferior al género humano.

Escuché en un filme los siguientes parlamentos:

—¿Con qué derecho ha empujado a esa mujer?
—¿A qué mujer se refiere? ¡Aquí solo se ven negras!

Este corto diálogo muestra a las claras todo aquello que era preciso combatir, no solo enfrentándolo, sino también desmantelando pieza a pieza, los cimientos intelectuales, ideológicos, estéticos de ese deber de violencia que se arrogaba la civilización occidental, ya que la suprema violencia constituía el derecho a la violencia impune. Un derecho cuyo código se nutría de todo tipo de hipocresías, de negaciones, de ardides, de mentiras, que con excesiva frecuencia estructuran los mecanismos ideológicos constituidos en ideología suprema. Con solo leer el Discurso sobre el colonialismo se comprende que frente al discurso colonial, se imponía un contra-discurso, una contradicción para invalidar el método del discurso o el discurso del método colonial.

En el centro de ese discurso se halla el otro, prisionero de una teratología imaginaria; el otro, descalificado justamente a causa de su otredad; el otro, como repulsiva e infernal máscara de la fracción por sí mismo rechazada. El otro, infrahumano, extra-terrestre, “estiércol de los cañaverales”; el otro, jamás destronado, pero nunca distinguido debido a la primacía de la esencia. Y ese discurso del otro, Césaire lo eleva desde las profundidades de los subterráneos del Vaticano, de los sótanos de la filosofía, de las cloacas (¡recordemos a Víctor Hugo!) de todo el pensamiento, de toda la moral, de todo el sistema en el que se elabora la exclusión y la dominación de una gran parte del género humano.

Discurso inevitablemente subversivo por su origen, por su proyecto, por su formulación.

¡No se trata, en efecto, de lamentarse! ¡Ni de gemir en la intimidad! Se trata de salvar a la víctima y al verdugo trasladándolos al único espacio en el que su relación puede resultar posible: el espacio del humanismo.

Las palabras de la víctima transportan esqueletos, tiburones, sangre, sueños desplomados, tenaces pesadillas, imposibles existenciales, sollozos negros.

Sin embargo, lejos de esterilizarse el esputo del dolor, las palabras de la víctima replantean el horizonte, reorganizan el pensamiento, lanzan una esperanza, asumiendo la totalidad de lo humano. Se crea entonces un espacio para abrir brechas de ternura, para las cabelleras sueltas, para los espléndidos rubores, alas de albatros y polen. El vocabulario del dolor es tan biológico (y psíquico) como el de la esperanza, que a menudo se aferra al paisaje (exterior e interior), igual que la barca que conduce a la tierra prometida.

Las palabras del verdugo quedan profundamente esculpidas en el inventario poético de lo inaceptable. Se hacen palpables en las huellas, en las cicatrices, en los surcos, como una escritura en la escritura que viene a espesar el sentido y la sangre.

El tránsito de la tierra condenada a la tierra prometida, de la barbarie al humanismo, se opera gracias al apoyo de la migración, del viaje, del movimiento (del caballo), del flujo del mar y hasta del pensamiento, de la germinación. Y entonces toda una proliferación energética resulta convocada.

¡Nos elevamos!
¡Santo y seña!

Todo lector observará que nos hallamos ante una poesía-paisaje. Quiero decir con esto que en la obra de Aimé Césaire el paisaje constituye la matriz de una poética siempre animada por los valores simbólicos del desastre o de la salvación. Una visión prácticamente animista, vitalista y filosófica del paisaje se impone ante el poeta y, a partir de ese momento, su acción constituye un desciframiento de otro lenguaje disperso en los mares, los manglares, los volcanes, el mar, las lomas, etc. El paisaje se lee y, al leerse, engendra las imágenes, los símbolos, los recursos de una consciencia siempre alerta, capaz de detectar las fracturas, las heridas… y que persigue el fin de intentar el milagro de una posible cura y de un surgimiento total del ser en el mundo.

“Los cien purasangres relinchando sol”
“Esencial paisaje”
“El párpado de los rompientes”
“El mar aspirando la paz del sacrificio”
(en el poema “Los purasangres”)

“Plátano patético” (en “Supervivencia”)

“la leche de los manzanilleros” (en “El bosque virgen”)

“los ñames andan bajo el sol a grandes pasos de brechas de estrellas” (en “Tambor III”)

“El hibisco que no es más que un ojo reventado
Del que cuelga el hilo de una larga mirada, las trompetas de los gavilanes,
El gran sable negro de los flamboyanes…” (en “Elegía”)

Hay tanto en ese proceso de rabiosa desconstrucción y de reconstrucción esperanzada.

Como si la palabra, la frase, el verso, lo dicho, debieran llevarse en las suelas de los zapatos esa renaturalización de los conceptos más abstractos. Esa domiciliación de un imaginario vibrante con todos los componentes del paisaje y del terruño. Hay en Aimé Césaire un viejo campesino que escruta los misterios de las hormigas locas, el crecimiento invisible de la planta, las extrañas y contagiosas formas que inflaman la bárbara hermosura de una realidad en la que las raíces se confunden con las líneas de la mano, donde el vaivén de los órdenes de lo viviente rompe las fronteras y proyecta la inmensa libertad de una estética del desorden y de la comunión.

Durante toda su vida extrajo del paisaje la fuerza de una revitalización y la formulación sublime de un universo en el que el pensamiento acepta las incesante metamorfosis por donde, contradictoriamente, pasan las pesadillas y los sueños.

Y entonces se habló de surrealismo. ¡Se llegó a hablar de un surrealismo negro! “¡Nunca fui surrealista!”, me confió Aimé Césaire con voz casi indignada. Cuando la mirada transforma lo observado en rememoración de los orígenes, en un irresistible desfile de monstruos, en coalescencia de la diversidad y, finalmente, en principio mismo de la fragua de la verdad, lo surreal aparece. Pues nada es más onírico que lo real. Basta con tomar un microscopio, un catalejo, para constatarlo.

En este sentido, Aimé Césaire acaso manifiesta un realismo extremo: el que le devuelve a lo real toda la lucidez de una mirada cuyo suelo es fertilizado por una suma de saberes. Y en su compañía quedamos atrapados en el “el sagrado y vertiginoso resplandor primordial del reinicio de todo”.

Recuerden:

“el plátano da brillo a su sexo violeta”
“el cerro olvidado, que olvida saltar”
“las estrellas más muertas que un balafón reventado”
“La muerte hipa como el agua bajo los cayos”
“las hierbas balancearán para el ganado dulce navío de la esperanza el largo gesto de alcohol de la ola.”
(En Cuaderno de un retorno al país natal).

Y permítaseme añadir que en esa lectura del paisaje, en esa invención poética del paisaje, Césaire es creole.

“el párpado del rompiente de nuevo se cierra”
“fuego, justo fuego del mango nocturno cubierto de abejas”.
“lagartos que engullen el sol”
“el chorro del gran mapú”
“la raza real de los almendros de la esperanza”
“el abrazo de las sanguijuelas fraternas”
“la palma a través de sus dedos se evade como un recuerdo”
“un ramillete de colibríes”
“todo un mayo de cañeros”
“las cecropias ocultan su rostro y sus sueños en el esqueleto de sus manos fosforescentes” “ya basta de transformar los palabras en casabe polvoriento”
“cuando las cuaresmas perseguían por los cerros el insólito rebaño de rubores espléndidos”.

Cuando digo que Césaire es también creole, me refiero al hecho de que sus imágenes se construyen sobre un imaginario creole, como el diamante en la cima de la sortija. Para escribir como él no basta con mantener una determinada intimidad con el paisaje, sino también con esa limadura creole imantada por el metal de las visiones.

Sin embargo, no solo es creole, sino que se abre al soplo de todo el mundo siempre que sirva para su expresión. Occidente, África, países lejanos tienen sus palabras para liberar el lenguaje e instalarlo en el elogio de lo universal.

Pero cuidado. No se trata del antiguo universal celoso, estrecho, excluyente. Se trata de un universal que acoge a todos los pueblos, a todas las pieles, a todas las culturas en el insólito ramillete de una conciliación fraterna. De un universal que hace que el occidente, gran director de orquesta de las cacofonías coloniales, se repiense en tanto que simple componente del gran concierto del mundo. De lo que se desprendieron la primacía de la identidad, las culturas, la cosmogonía, la exigencia de justicia, el gran rechazo a un nazismo que precedió a Hitler, que él transformó en racismo de estado y que aun hoy saca sus envenenados tentáculos filosófico-culturales, que se escabulle por los rincones, por los graneros y las bibliotecas, incluso por los templos de aquellos que se imponen el imposible fardo de la belleza única, de la bondad única, de la moral única. En una palabra: de la civilización única.

Y pobres de nosotros que no vemos que la llamada mundialización no es sino la forma suprema de una colonización tal vez más asesina, pues mata el alma de los pueblos. Cuando todo el mundo se vista con pantalones vaqueros, cuando todos hablen una misma lengua, cuando todo el mundo se ponga pelucas rubias, cuando el mundo entero festeje el Halloween, entones llegará la época de una terrible e inhumana glaciación: la de las culturas muertas, de las diversidades asesinadas. Dicho en otras palabras: ¡el combate nunca termina! Y será una oscura noche sin las espigas luminosas de esa poesía.

Hoy, la rebelión brama en el slang de los jóvenes. Césaire cultivaba otro slang y otro rugido. Pero de todas formas existe cierta continuidad: la de la denuncia y de las insolencias salidas de las cascadas de palabras y de los confetis de chispas, de brasas. Y son las palabras delincuentes de nuestros pueblos cautivos, que se echan la cuerda al cuello cotidianamente. En la escuela, en los supermercados, en los anuncios publicitarios, en todas las imágenes degradantes de ellos mismos. Ha llegado el momento de que en Martinica y en Guadalupe se compren más libros que botellas de champaña y que nos condenemos nosotros mismos a hacer realidad la emergencia del genio de nuestro pueblo.

Esa palabra existía. Le hacía falta un motor, de ahí su ritmo de free-jazz, de tambor convulso, de abundantes síncopas. Mucho se ha hablado del clamor cesariano. Hay que torcerle el cuello a esa sordera. Césaire no está en el grito, sino en el enunciado, en un desmenuzamiento revelador, en la urgencia de un tornado, del caos de un ciclón. Su palabra es un ceremonial, no a la manera de Saint-John Perse, sino que se manifiesta en la exacerbación de un trance rayano en la hipnosis y en la desarticulación de un poseso.

De ahí procede el decirlo todo y, me atrevo a añadir, de decirlo como quiera. Visto de otra manera, un decir nacido del tortuoso surgimiento de frases que estallan como vainas secas, que se retienen al borde del silencio, que se extienden en sorprendentes reptaciones antes de llegar a la palabra obsedida y que obsede. De ella se desprende una energía que se relanza constantemente gracias al motor de las aliteraciones, de las repeticiones, de las yuxtaposiciones de esa poética de la efervescencia, en la que el ritmo se funde con el juego de las metamorfosis y de las espirales. En determinados momentos de sosiego todo se calma súbitamente como el sueño de las charcas. Las palabras se van desmigajando convertidas en diminutos granos de un sofocante dulzor. A salvo del desastre, el decir planea por un instante.

Esta poesía de negro-viejo-chamán, se nutre de imágenes que han venido de todas partes para amotinarse: mitologías grecolatinas, referencias africanas, emociones caribeñas, paisajes diversos. Y nos arrastra la corriente de un inconsciente que, más adelante, se desviste y se revela. Algún día habrá que estudiar el mundo interior de esa desnudez exhibida y, al mismo tiempo, camuflada. Las visiones personales, los pasajes de un film secreto, los cuadros desplomados, las quemaduras de la historia, todo eso condensado y escapado de los furores de un combate abierto entre el ego, el yo y el súper-ego. ¡Tensión y más tensión!

Quisiera concluir estas palabras subrayando cuán fiel a la esperanza se mantiene la poesía de Aimé Césaire a pesar de que resulte tan triste en ocasiones. La esperanza está ahí, manchada por amargas ensoñaciones, envuelta en su concha de cólera, maltrecha por las olas en las que duermen a las víctimas, pero siempre presente. ¡Tierno corazón de la condición humana! Como si se tratara de preservar una pepita de oro para ofrecerla a las generaciones futuras.

Césaire no cree ni en la inercia, ni en el fin del mundo. Se encuentra en un tropiezo épico en el que el ser humano, a pesar de dolorosas pausas, de extravíos patéticos, de peligrosos virajes, se incorpora y acaba poniéndose de pie. ¡De pie, he dicho! Debiéramos escuchar, acorde con su destino, reconciliado con su humanidad, hermano de fraternidades a Aimé Césaire. ¡Padre, sí! ¡Hermano, hermano del mundo!


Faugas, 23 de abril de 2008.

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Discurso pronunciado en ocasión del a apertura del Salón del Libro de Pointe-à- Pitre, el 23 de abril de 2008. Traducción de Rafael Rodríguez.


Tomado de La Ventana
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