Tuesday, May 31, 2011

Un gran poema caribeño de Aimé Césaire



Dentro del conjunto de títulos del escritor martiniqueño Aimé Césaire, destaca el extraordinario poema Cuaderno de un retorno al país natal, que comenzó a escribir en 1939

por Enrique Saínz

La obra poética de Aimé Césaire, nacido en Basse-Pointre, Martinica, en 1913, y fallecido en la capital de su país en 2008, es la de un clásico de la literatura caribeña. También ha llevado su calidad a altos planos dentro de la poesía en lengua francesa. De rica formación académica, adquirida esencialmente en la École Normale Supérieure de París, pudo, desde muy temprano, entrar en contacto con la gran herencia espiritual francesa y con un considerable número de autores africanos, otro de los elementos fundamentales de su quehacer intelectual. El tercer ingrediente esencial en la conformación de su corpus creador lo hallamos en su propia tierra, en su desgarradora historia de colonia explotada por una gran potencia europea.

Dentro del conjunto de títulos de este singular autor contemporáneo, destaca el breve volumen Cuaderno de un retorno al país natal, que comenzó a escribir en 1939 y fue dado a conocer, ese propio año, en una revista parisina: Volontés. La primera impresión que causa ―al menos a mí― este extenso poema, es la de un abigarrado y elocuente discurso ante la Historia, lamento y exaltación simultáneos por el sufrimiento y la fuerza vital de la raza negra, brutalmente sometida por un régimen empobrecedor y discriminatorio.

Poesía americana y universal, caribeña, lírica y, a un tiempo, con numerosos elementos épicos, sus dilatados versos, que se confunden con la prosa narrativa ―rasgo propio de una modernidad en la que Césaire estaba justamente inmerso―, poseen un aliento extraordinario, de gran fuerza comunicativa, no solo por el mensaje de dolor y de impiedad que hallamos en el centro de estas páginas, sino también por la maestría y la riqueza expresiva con que el autor ha ido elaborando su denuncia. Pero no se trata solo de eso, de una denuncia airada y con sagaces juegos irónicos; es, además, un magnífico ejemplo de alta poesía política, por sus calidades artísticas y la estatura ética que nutre sus imágenes y el relato todo de la historia visible y de la historia oculta.

De gran importancia es el criterio emitido por Benjamin Péret en el prólogo a la edición del poema de 1942, donde ―con total responsabilidad, como de quien sabe de qué está hablando y por qué― dice lo siguiente:
    Tengo el honor de saludar aquí a un gran poeta, el único gran poeta de lengua francesa que ha aparecido en veinte años. Por primera vez resuena una voz tropical en nuestro idioma, no para sazonar una poesía exótica, adorno de mal gusto en un interior mediocre, sino para hacer brillar una poesía auténtica, brotada de troncos podridos de orquídeas y de mariposas eléctricas devorando la carroña; poesía que es el grito salvaje de una naturaleza dominadora, sádica, que se traga a los hombres y a sus máquinas como las flores a los insectos temerarios.
Esa primera afirmación puede asombrarnos, pues abarca no solo a la poesía francesa o hecha por franceses, sino, además, a la poesía de otros países escrita en esa lengua. Por ello, podemos preguntarnos si el prologuista no estará exagerando, teniendo en cuenta que Francia posee una tradición poética de gran jerarquía, por el crecido número de figuras universales, ya establecidas durante siglos, que podemos reconocer en su historia literaria, y por la frecuente aparición de nuevos creadores relevantes, sustentada en la solidez de ese mismo acervo.

Cuando revisamos los nombres y las obras de los poetas de lengua francesa que se dieron a conocer entre los inicios de los años veinte y los finales de la década de 1930, nos percatamos en verdad de que el aserto de Péret no es falso. Los grandes maestros de la centuria pasada (Paul Claudel, Paul Valéry, Saint-John Perse, André Breton, Blaise Cendrars, Philipe Soupolt, Louis Aragon) habían comenzado antes, con la única excepción de René Char, quizás no tan importante para Péret en el momento en que prologa el texto de Césaire.

Justa es asimismo su valoración de Cuaderno de un retorno al país natal en tanto poesía de la mayor autenticidad. Ciertamente, este poema rebosa un entrañable y sustancioso diálogo de su autor con el tema central de su discurso, diálogo que emerge de lo más profundo de la vida del poeta, de sus más genuinas y sinceras emociones, por lo que resulta impensable que estemos ante una parafernalia verbal de pura retórica constructiva para “fabricar” una obra que no pretenda más que dejar una buena impresión de escritor sagaz en quienes se acerquen al mundo verbal de esta narración.

Esta poesía sale, como dice Péret, de la materia descompuesta, de una realidad brutal, violenta, desgarradora, a la que quiere responder con toda la energía de una raza que se reivindica más allá del sufrimiento y desde esa anuladora marginalidad a la que fue sometida durante siglos. Vemos en el lenguaje de Césaire una espontánea manera que le viene exactamente de esa fuerza de los elementos de la naturaleza insular con la que el poeta se identifica en su canto. El contrapeso de los horrores de la Historia lo encuentra el poeta en el mundo igualmente violento, pero sin culpa, de nuestra sobreabundante riqueza primigenia y en la propia estatura de la raza negra, suficiente para redimirse de los atropellos e injusticias. La raza humillada puede emerger desde sí misma, desde su miseria, no obstante haber sido degradada por las oscuras y devastadoras crueldades del colonialismo.

A todo lo largo de este testimonio de crudeza inusual, hallamos expresada, de diversas formas, una cólera reivindicadora, pero que no se contamina con odios ni resentimientos infructuosos, como nos dice el poeta en este fragmento, vertido al español por Lydia Cabrera:
    No hagáis de mí este hombre de odio para quien sólo
    abrigo odio
    pues para acantonarme en esta única raza
    conocéis sin embargo mi amor católico
    sabéis que no es el odio a otras razas
    lo que me hace ser el labrador de esta única raza
    lo que quiero
    es por el hambre universal
    es por la sed universal
    declararla libre al fin
    dar de su cerrada intimidad
    la suculencia de sus frutos.
Hay un momento de gran intensidad, en el que los humillados se levantan en un gesto que los eleva hasta colocarlos en su estatura real, en su sitio verdadero junto a los otros hombres y mujeres, en igualdad de condiciones. Veamos este fragmento, ya hacia el final:
    Y ahora estamos de pie mi país y yo, al viento los cabellos, mis manos pequeñas en su puño enrome y la fuerza no está en nosotros, sino por encima de nosotros, en una voz que perfora la noche y el oído con la agudeza de una avispa apocalíptica.
    Y la voz pronuncia que durante siglos Europa nos ha atiborrado de mentiras
    hinchado de pestilencia,
    pues no es cierto que la obra del hombre ha terminado
    que nada tenemos que hacer en el mundo
    que somos parásitos del mundo
    que basta con que marchemos al andar del mundo
    mas la obra del hombre apenas ha comenzado
    y al hombre le queda por conquistar toda prohibición inmovilizada en los
    rincones de su fervor
    y ninguna raza posee el monopolio de la belleza,
    de la inteligencia, de la fuerza
    y hay espacio para todos en el lugar de reunión de la conquista, y ahora sabemos que el sol gira alrededor de nuestra tierra iluminando la parcela que ha fijado nuestra voluntad sola, y que toda estrella caída del cielo a la tierra queda sometida a nuestro poder sin límites.
Percibimos un tono bíblico en esas líneas y cierto sabor whitmaniano en el vigor de las afirmaciones, como en otro fragmento posterior y muy cercano, donde leemos:
    Y ando buscando para mi país, en vez de corazones de dátiles, corazones de hombre que son los que hacen latir la sangre viril para entrar en las ciudades de plata por la gran puerta trapezoidal y mis ojos barren los kilómetros cuadrados de mi tierra paterna y enumero las llagas con cierta alegría y las amontono unas sobre otras como raras especies y la acuñación imprevista de tantas bajezas aumenta siempre mi cuenta.
Al final, el texto va in crescendo en un gesto reivindicador del cual va emergiendo la figura rescatada, ya libre y de pie, situada en la historia concreta de su tierra y en la historia universal en la innegable dimensión de su significado, como una imagen deseada que se sustenta en el profundo humanismo que ha nutrido al poeta, él mismo víctima también de la injusticia. La raigambre política de este poema y, especialmente, su calidad artística ―raíz, entre otras cualidades, de su indiscutible modernidad― lo sitúan en la mejor tradición poética americana y, como ya advirtió Benjamin Péret, de la gran poesía francesa.

El contraste entre las Antillas pisoteadas y degradadas del comienzo del poema con la imagen redimida del final, donde aparecen en su verdadera estatura los hijos de estas tierras, es un logro en la concepción general de la obra. Entre esas dos visiones de la realidad se despliega un poderoso canto a los horrores y miserias de una sociedad y de una raza, con preciosos y conmovedores cuadros de auténtico dolor, como el de este momento:
    Una tarde en un tranvía frente a mí un negro. Era un negro grande como un pongo que pugnaba por hacerse chico en un banco del tranvía. Trataba de despojarse en este banco pringoso del tranvía, de sus piernas gigantescas, de sus manos temblorosas de boxeador hambriento. Y todo le había abandonado, su nariz que parecía una península abandonada en una rada y hasta su misma negrura que se decoloraba bajo la acción incansable de una curtidura en blanco. Y el curtidor era la Miseria. Un murciélago orejudo, repentino: en este rostro las heridas de sus garras habían cicatrizado en islotes de sarna. Era un obrero incansable la Miseria trabajando en algún cuartucho horripilante. Se veía muy bien cómo el pulgar industrioso y malévolo había modelado el bulto de la frente, agujereado la nariz en dos túneles paralelos e inquietantes, alargado desmesuradamente el belfo y, caricaturesca obra maestra, había cepillado, pulido, barnizado, la oreja más diminuta y graciosa de la creación.
Miseria, muerte, degradación, violencia física y moral, sufrimiento, tristeza, humillación, escenas en apariencia irredimibles en medio de una naturaleza espléndida en la que, no obstante la riqueza de su diversidad y su belleza, percibimos el oscuro dolor de esos elementos. Reaparece en distintos momentos del relato poético ese contraste entre las dos realidades, herencia romántica.

En un poeta como José María Heredia, nuestro romántico mayor, el primero en América, hallamos igualmente esa comparación en aquellos célebres versos suyos: “las bellezas del físico mundo / los horrores del mundo moral”, clara referencia a la opresión y la injusticia a que estaba entonces sometida la patria por la metrópoli española.

Similitudes más notables hallamos entre este texto de Césaire y las famosas elegías de Nicolás Guillén, otro poeta antillano de talla universal. Esas semejanzas vienen dadas por la condición racial de ambos, por los contextos históricos y sociales en los que han vivido y escrito, por las ansias de reivindicación social que anima las obras de los dos y, en no menor medida, por su coetaneidad, gracias a la cual, se formaron en la asimilación de múltiples elementos comunes, en tanto herederos de las transformaciones que trajeron las vanguardias artístico-literarias a la concepción de la cultura.

Por último, es importante señalar la aparición de este poema de Césaire en momentos en que en Europa, cuna del colonialismo sufrido en las Antillas, se movían, en acciones bélicas, las devastadoras fuerzas fascistas. Al iniciarse un infernal período de opresión, crímenes, ocupación militar y genocidio, desde una cruenta política racista y de pretensiones hegemónicas de una raza, se alza una obra de extraordinarias calidades artísticas para reivindicar una raza avasallada y, con ella, la dignidad de hombres y mujeres de todas las procedencias y culturas, rasgo capital del humanismo revolucionario de este poeta. A ello se refiere Péret en la presentación del poema para la edición de 1942. Allí nos dice el autor:
    Es maravilloso, entusiasma y reconforta altamente que en este año de 1942 (un año más de miseria y de abyección), cuando todos los poetas y artistas de Europa se ahogan asfixiados bajos los bigotes ―bajo el bigote blanco de Vichy que tan bien sabe encerar las botas; el bigote en agujero de bala de Berchtesgaden, etc.— un poeta haga oír desde América su grito único perforando la opacidad de una noche de bombas y de pelotones de ejecución.
26 de mayo de 2011

Tomado de Cubarte

Tomado de La Ventana

Monday, May 23, 2011

Falleció el poeta Roberto Sosa, premio Casa de las Américas


“Roberto Sosa constituyó uno de los filones líricos más importantes de la poesía vanguardista de América Latina”, señaló la Unión de Escritores y Artistas de Honduras en un comunicado tras el fallecimiento del poeta


Tegucigalpa, 23 may (PL) El poeta hondureño Roberto Sosa, ganador del premio Casa de las Américas 1971, falleció hoy a los ochenta y un años de edad, a causa de un paro cardíaco. El también ensayista y periodista fue autor de unos veinte libros, entre los que se destacan Caligramas (1959), Muros (1966), Mar Interior (1967), Los pobres (1968), Un mundo para todos dividido (1971), Máscara suelta (1994) y El llanto de las cosas (1995).

“Roberto Sosa constituyó uno de los filones líricos más importantes de la poesía vanguardista de América Latina”, señaló la Unión de Escritores y Artistas de Honduras en un comunicado.

El deceso del escritor, quien el pasado 18 de abril cumplió ochenta y un años de edad, ha conmovido a todo el país, ya que es considerado el poeta más importante de Honduras por la relación de su poesía con la problemática nacional.

Nacido en el departamento de Yoro en 1930, el poeta figuró entre los intelectuales más importantes de su país y de toda Centroamérica.

Su poesía fue de corte crítico, aunque eso no lo alejó de lo existencial, lo amoroso o lo político, según dijo en una ocasión.

En una visita a Cuba para participar en la iniciativa Voces contra la guerra nuclear y el Festival Internacional de Poesía de La Habana, Sosa advirtió sobre las consecuencias de una posible guerra liderada por Estados Unidos.

“Supongo que quienes integran el Pentágono no leen poesía, para evitar el riesgo de una conciencia crítica sobre la destrucción global que puede causar el uso indebido de la tecnología”, dijo Sosa en un diálogo con Prensa Latina.

Además del Premio Casa de las Américas en 1971, por su libro Un mundo para todos dividido, el poeta fue distinguido también con el premio Adonais, de España, por su libro Los pobres, y con la Orden de las Artes y las Letras en el Grado de Caballero, del Ministerio de Cultura de Francia. También obtuvo en el Festival de Poesía de La Habana, el premio "Rafael Alberti", entre otros reconocimientos.

Sosa fue miembro fundador del Comité Hondureño de Solidaridad con Cuba que se fundó en Tegucigalpa en la década e los 80.

La obra de Roberto Sosa ha sido traducida al alemán, inglés, francés, ruso y otros idiomas.



Lea aquí el poemario Un mundo para todos dividido, premio Casa de las Américas 1971

Fuente: La Ventana

Wednesday, May 18, 2011

VOCES DEL SIGLO XXI.

GUSTAVO TISOCCO
(Mocoretá -Corrientes, Argentina, 1969)


Para escribir un poema de diez hectáreas.

Para escribir un poema de diez hectáreas
tendré que convocar a todos los peces,
al mago que deambula en las noches,
al aroma de pan horneado,
a la espuma del mar.

Deberé resucitar a los que me dejaron,
retornar barcos encallados en la brisa,
zafiros y esmeraldas,
al niño que soñaba con ser espantapájaros,
al viejo campanario, al andén del pueblo aquel.

Pondré el nombre de mi madre,
los fantasmas de mi gente,
una gota de río, la caricia del sauce.
De la más ínfima hierba la fragancia,
del rompecabezas los enigmas
y de los ojos del ausente las plegarias.

Un poema de diez hectáreas insume tener frío,
dejarse llevar como una veleta,
despertar en el tango que nos desnuda,
ser cometa, buzón, arquero.
Que nos deslumbren los cuentos de sal,
el vuelo del colibrí,
y las estatuas en su jaula.

Que tenemos un país herido no debo olvidar,
que hay abuelas que esperan y
una isla llena de lápidas y voces en la bruma.
Que el Crucificado sigue siendo crucificado,
que se mutilan a diario tantas alas,
que se ríen en el norte de los que pernoctamos aquí en el sur.

Y cuando me falten palabras para las diez hectáreas
acudiré a tu nombre, tus pies de duende,
a tu beso, tu sexo enhiesto,
tu mirada verde, a tus dudas y certezas,
a tu valle encantado,
a tu insomnio, a tu alcohol.

Sólo ahí nacerá el poema,
....................... grito extendido
........................... inmortalidad cierta.

©Gustavo Tisocco



El amor

El amor
se mete
en los huesos.

Moldea,
da forma
a la gloria.

Desde
el cráneo
al astrágalo.

Firme
ennoblecedor
viril.

Efusivo
angelical
pacificador.

Pobre de mí:
soy
invertebrado.


©Gustavo Tisocco



A mi papá

Deja que repose en tu fondo
para rescatar los fabulosos días.

Que tu mirada-cielo
me abrigue de calma,
que retorne el príncipe valiente
del cuento.

Quiero en tu hastío ser agua,
cobijar sobre mi arena tu sombra triste.
Llevar mi rostro de ti
al deambular la tarde.

Déjate acunar hombre de humo,
estaré aquí devolviendo abrazos.

©Gustavo Tisocco



Amo a un hombre pez...

Amo a un hombre pez,
un hombre marino,
acuático como las algas, como la sal.

Habita en las profundidades oscuras de todos los naufragios,
a veces llora
terriblemente solo allá abajo,
en otras baila en salones transparentes, torrentosos.

Yo amo a ese hombre pez
de cuerpo brillante/filoso,
de un mirar constante/horizontal.
Un hombre que me cuenta eternas leyendas,
que me canta con su voz de espuma
y me abraza como puede.

Yo amo a un hombre pez
y soy hombre terrestre.

Me condena la asfixia.
Lo condena mi aire, mi mundo de pájaros,
mi universo de redes, de anzuelos.

Me mira desde la superficie apenas sumergido
lo miro desde mi oxígeno
al límite extremo del ahogo
y nos besamos apenas un instante,
ínfima eternidad habitando en la apnea.

©Gustavo Tisocco



Consigna

Si insistes
entonces habitaremos
todas las encrucijadas.

Será
en el vendaval
que repartiremos las manos,
que cederemos
los ojos, el reptar.

Si así lo quieres
abriremos la puerta
y será la casa
el único refugio,
la última consigna.

©Gustavo Tisocco

Del libro "Desde todos los costados"



Escrache

El gusano se preocupa por su casa,
de los tomates en la puerta
y los huevos en las paredes.
Lee en su ventana la palabra asesino
y le indigna que le ensucien el cristal.

Él tiene un balcón a la calle,
nietos corriendo en su living,
mira televisión,
lee la Biblia, se acuesta temprano.

El gusano ríe,
mientras niños sin nombres
lloran ausencias.


©Gustavo Tisocco
Del libro "Desde todos los costados"

©Gustavo Tisocco
















Gustavo Tisocco
nació en Mocoretá -Corrientes- el 25 de octubre de 1969.
Tiene publicados seis libros "Sutil", "Entre soles y sombras", "Paisaje de adentro", “Desde todos los costados” , “Pintapoemas” y “Cicatriz”; además tres CD "Huellas", “Intersecciones” y “Corazón de níspero. Participó en diversas antologías en diferentes partes del mundo.
Recibió varios premios donde se destacan PRIMER PREMIO DEL CONGRESO DE MÉDICOS ESCRITORES en el año 2004 y 2006 respectivamente, PREMIO REVELACIÓN A LA CALIDAD LITERARIA en el encuentro “Buenos Aires Poesía-Reunión de voces” llevado a cabo en Buenos y “REVELACIÓN DEL TERCER ENCUENTRO DE POETAS LATINOAMERICANOS” –Villa María, Córdoba- ambos en el año 2007.
Segundo premio del Concurso “María Elvira Juárez” en LETRARTE –Tucumán- Julio del 2010.
Asistió a eventos nacionales e internacionales como poeta invitado.
Su poesía ha sido traducida al portugués, francés, catalán, italiano, inglés y alemán.

Actualmente dirige http://mispoetascontemporaneos.blogspot.com

Su blog personal:

http://poemasdegustavotisocco.blogspot.com
http://videopoemasdegustavotisocco.blogspot.com/


Para comunicarse con el autor poetaypoesia@hotmail.com


Nota del autor del blog: Los trabajos visuales que sirven como ilustración de esta breve muestra poética del poeta argentino, Gustavo Tisocco, son del poeta y artista visual, Gonzalo y pueden visitar su web en: http://www.vbz.es/vbz.htm

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Saturday, May 14, 2011

VOCES DEL SIGLO XXI

Gabriel Peveroni
(Montevideo, 1969).



A LA HORA SEÑALADA

/Al borde de la cama siento el riesgo
hay cigarrillos que se encienden la blusa tu respiración
agitada algo me recuerda/


DETRÁS DE LA ESCENA

/ Tus dedos crispados erizan mi piel de invierno
en la próxima escena el asesino viste de blanco
soy yo y ella espera desnuda impregnada de humo
el último trago el oso de peluche
el play pulsado la foto de marilyn
el cuchillo filoso en escena la ultima
pitada que hace olvidar el libreto olvidar tu respiración
agitada nuevamente me recuerda algo/


ALGUIEN GRITA: ¡CORTEN!

/ Respiro ahora olores exquisitos
de utilería descubro algo la femme entró en el fuego
ya se habían tirado los dados alguien miraba curioso
era el director mis ojos seguían filmando
todo en la escena del juego/



serie titulada “Tres escenas de Hamlet y una moralina”
dedicada a Hamlet Machine de Heiner Müller

I
ofelia vestida de rojo espera
anuda hilos en el telar del palacio
mientras dinamarca tiñe de sangre
al amado asesino de su padre

hamlet vacila
tiene en su puño la espada
habla, habla, sin aliento
hunde el filo en el vientre de su madre

él ya es rey de su comarca
en los lagos helados de la locura

hombre y mujer unidos
en incesto bordado
como dos muñecos

II
lo sé
han pasado varios siglos
y las calles que se inundan de gente
y la revuelta
y el olor penetrante
cosacos, soldados de mao o de lenin, plaza roja
nazis, milicianos, obreros
desnudos
muñecos
desnudos
el mismo hamlet
espectador
hastiado de representaciones en el teatro de la basura
hamlet espectador
golpeado hasta la muerte por los guardianes del cerebro


 III
frío
nieve
hielo
cortan un brazo al muñeco
cortan otro brazo al muñeco
cortan una pierna al muñeco
cortan la otra pierna al muñeco
hamlet resiste, muñeco
los asesinos resisten, muñecos
una caja dentro de otra caja
frío
nieve
hielo
de la heladera saltan chorros de sangre
sangre de ofelia
estallando su reloj
el tambor que llevaba en el pecho
el luto
brazo, brazo. pierna
pierna
cabeza cortada al muñeco
cinco partes cuelgan de la pared
frío
veneno
basura

IV
el pobre tiene hambre
apunta el revólver hacia la multitud
luego a sus victimarios
el pobre, entonces, lleva el revólver
a su sien
antes de apretar el gatillo
el pobre mira:
allá en el río
junto al muro
un tal hamlet juega a los dardos
con un vencido

bang!



(fragmentos de esta serie fueron publicados en la obra teatral Groenlandia)




paul::
algunas historias son mejores que otras.
así que prefiero concederles una muy simple.
mi historia.
así que.
señores y señoras,
les contaré la historia de un crimen
“ ¿me amas y me amarás siempre?”,
pregunto él, romeo.
y ella, Julieta, respondió: “siempre”.
vivían bien,
como cualquier pareja de aquel tiempo.
entre fiestas y conspiraciones.
más conspiraciones que fiestas.
siempre han un triángulo.
pero como darle nombre
al triángulo del horror.
de marcas familiares.
no te juntes con esa chusma.
le habían dicho a ella.
y ella se juntó con la chusma.
y la chusma se rebeló contra todo
en la gran guerra.
la victoria está cerca.
también la derrota.
y la traición.
el abuelo piamontés, celoso de su hija
y enemigo en todas guerras,
vendió su nombre.
el abuelo se quedó con la julieta
de las trenzas, la descarriada,
y ella se dejó vivir por sus hijos.
se dejó vivir, cómplice del peor pecado.
algunos pueden pensar
que ella también planeó el crimen.
no me interesa saberlo.
no pido exactamente piedad hacia ella.
ni compasión.
y juro que no sé el final de la venganza.
apenas guié a mi hija, a melina,
hasta la puerta de su liberación.
ella puede ver más allá.
aunque no sé hasta dónde puede llegar.
¿y luca?
nada siento por él.
nás que resignación.

(del libro Groenlandia)

melina::
él, mi hermano.
él. mi único hermano.
luca.
él.
estaba allí. frente a mis ojos.
en este mismo lugar. acá.
con mis ropas. mis perfumes. mis
movimientos.
luca.
con otro hombre.
no piensen mal. estaba con el otro,
el viejo de la silla.
el abuelo.
una fiesta con mis ropas, con mis vestidos.
con mis alhajas.
con mis flores.
y mis sueños.
corrí.
no miré más hacia atrás. no quise.
lo dejé ahí. En esa cama.
corrí. corrí. corrí.
él. mi hermano. me llamó.
está la cena pronta, hermanita, dijo.
¿querés probar?, preguntó
luca::
está la cena pronta, hermanita, dijo.
¿querés probar?
melina::
¿tengo que hacerlo?
luca::
nadie es inocente.

(del libro Groenlandia)



MC MORPHINE
(mc morphine)
Está bien. Está bien.
Responderé todas las preguntas.
Una por una.
Aunque sépanlo. Detrás de la máscara,
detrás de todas las máscaras,
no crean que van a encontrar alguna revelación.
Pero si es lo que deseaba el público,
adelante:

MC MORPHINE se saca la peluca. Intenta quitarse el maquillaje.
Trata de hacer funcionar el equipo de audio, pero falla una y otra vez.

Me dijeron: cuando te sienta vacío,
oprime este botón.
¿Y bien?
No funciona.
No parece funcionar.
Está bien.
Estoy solo.
¿Eso es lo que querían?

Prueba una vez más. Salta un visible error.

(voz del locutor)

BIEN. MUY BIEN FANTÁSTICO.
MUY BIEN, MORPHINE.
SOS TODO UNA ESTRELLA.
UNA GRAN ESTRELLA.

Lo interrumpe con visible histeria.

(mc morphine)
¡Una mierda de estrella!
Perdón. Perdón. No quise ponerme así.
Es que.
Perdón.
Hola a todos.
Vaya manera de presentarme.
Debí haberlo hecho en un principio.
¿Lo hice, no? Estoy boba, disculpen.
Me convocaron para. No importa,
es todo un rollo. Muy largo.
Un rapero es como un bufón, me dijeron.
Y yo, que no le hago asco a nada, pensé:
Esta es tu gran oportunidad.
Y ahora estoy vacío.
Sin instrucciones.
Porque esta maldita máquina es la que manda.
Yo soy su esclavo.
En definitiva, el teatro es una forma del conductismo.
La más terrible y patética.
Y si no hay estímulos, si no hay apoyo,
viene el vacío.
La escena que así. Muerta.
No piensen que esto es una improvisación.
No.
Es una escena muerta.
Se cae todo. Desaparece la actuación.

¿Y bien?
Mi personaje es de Virgo, me dijeron.
No tiene tarjeta de crédito y no tiene empleo estable.
Tampoco inestable.
De todas sus amantes piensa:
No estaba loca, simplemente estaba rota.
Piensa eso porque en verdad detesta a las mujeres.
A todas.
Es un misógino.
Un poeta misógino gay que tiene pesadillas.
Con el pasado.
Con otras vidas.
Y yo soy un rapero misógino y gay
que sueña con comprarse una vida.

Prueba una vez más. El aparato de audio sigue sin fucionar.


Un personaje encantador, digamos.
MC Morphine, no. Me refiero al poeta.
Un dandy encantador de rimas robadas y perfumes
alucinógenos .
Un seductor.
Tan decadente como esas poetas
que dice fueron amantes.
Hay una historia patética
qe la que no quiero
olvidarme.
Un momento ya, como
decirlo, de decadencia.

(fragmento del libro mc. morphine)

©Gabriel Peveroni


Gabriel Peveroni (Montevideo, 1969). Escritor y periodista. Tiene dos hijas: Camila y Julieta. Publicaciones estrictamente poéticas: Princesa deseada (Graffiti, 1991), Poemas religiosos (Graffiti, 1993), El bordado eterno (Feria del Libro, 1995), mc Morphine (Artefato, 2006). También publicó en diversas antologías internacionales. Incursiona en el teatro, con las obras estrenadas y publicadas Sarajevo esquina Montevideo (2003), El hueco,(2004), Groenlandia (2005) y Luna Roja (2006). Y en la narrativa, con las novelas La cura (Alfaguara, 1997) y El exilio según Nicolás (2005).

Autodefinición: Películas de Godard de los sesenta, lecturas varias de los surrealistas y comprender los desatinos del dandy Roberto de las Carreras provocaron el deseo de la escritura poética. Y salieron varios libros, algunos de poesía y varias obras teatrales y un par de novelas. Todo es parte de lo mismo.


http://www.peveroni.blogspot.com/

Nota del autor del blog: Los trabajos visuales que sirven como ilustración de esta breve muestra poética del poeta uruguayo, Gabriel Peveroni son del poeta y artista visual, Gonzalo y pueden visitar su web en: http://www.vbz.es/vbz.htm

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Tuesday, May 10, 2011

Margo Glantz: “Me preocupa el cuerpo en todos sus contextos”


La notable autora mexicana, de la que se ha publicado recientemente su obra reunida, subraya que su obsesión ha sido siempre “el cuerpo erótico, el cuerpo violentado”. Sus textos, ajenos a toda complacencia estética, desarticulan cualquier frontera genérica

por Silvina Friera

Los “engendros” magistrales de la escritora mexicana, la mujer que se obsesiona con el cuerpo ―los pelos, el pie o los dientes―, desarticulan fronteras genéricas. Su literatura, bellamente fragmentaria, elusiva a la clasificación que fosiliza muchas veces las interpretaciones, obligaría a inventar un género en sí mismo: el género Margo Glantz. Aunque tal vez, una vez permitido el artilugio “teórico”, seguramente ella, una hormiguita viajera que a los ochenta y un años sigue desplazándose de un continente a otro como si tuviera veinte, se las arreglaría para superar esta etiqueta. Para que envejezca tan rápidamente como se la proclama.

En el prólogo a su Obra reunida (Fondo de Cultura Económica), Glantz plantea que hablar sobre su propia escritura es “difícil”. Lejos de la reticencia que supondría esta confesión, la autora de Las genealogías y Saña, entre tantísimos textos, cultiva una oralidad deliciosa, labrada con su excepcional sentido del humor, a la hora de entregarse a repasar su vida y sus libros.

“Una sutil trenza dorada ―para empezar con una metáfora cercana a su poética― recorre los textos que Glantz ha venido escribiendo por lo menos desde los años setenta ―subraya la crítica argentina Celina masón―; podría decirse de ellos que constituyen un texto único aunque no en un sentido próximo al que fue adjudicado tradicionalmente al modelo balzaciano.” Carlos Monsiváis ha dicho que la escritora mexicana “ha creído en el placer inagotable del texto”.

Glantz deslumbra con esa trenza dorada, íntima, profunda y fresca, que se alimenta de sí misma. “No sé si es una escritura fresca, eso depende de la lectura; la reviso tanto que acaba dándome náusea: deja de ser fresca. Es una saturación, en última instancia, que me sorprende a mí misma. Quizá me sorprende que pueda escribir; siempre pensé que iba a escribir pero que iba a dejarlo para más tarde. Empecé a escribir bastante tarde, y sin embargo fue algo completamente natural que no sé si me sorprende todavía”, dice Glantz a Página/12.

¿Por qué postergó tanto la escritura?

―Lo que escribía no funcionaba dentro de las estructuras tradicionales. Un profesor al que le llevaba mis textos me dijo: “Escribes bien, pero todo parece perlas sueltas, falta hilvanarlas”. Me quedé con la idea de que eran cosas muy aisladas que no tenían asidero. Luego me di cuenta de que ese era el sentido de mi escritura, trabajar los fragmentos y darles formas, junto con otros fragmentos que aparentemente no tenían ninguna conexión. Trabajo coleccionando cosas, pequeñísimas a veces, que son obsesiones mías y que aparentemente no tienen ninguna relación. En un momento dado, ese conjunto de pequeñas frases o de pequeños textos que voy escribiendo van teniendo una relación oculta, misteriosa entre sí, que ni yo misma sé exactamente qué es, pero que de última instancia acaba conformando una textualidad.

Las genealogías, publicado en Argentina por Bajo La Luna, fue un libro que se inició como folletín. “Yo tenía una columna en el periódico unomásuno y publiqué un texto sobre un acontecimiento familiar complicado ―recuerda Glantz―. A la gente le interesó mucho, y me pidieron que siguiera escribiendo sobre esos temas. Y decidí que iba a entrevistar a mis padres para hacer pequeños textos y poco a poco se fue organizando un libro. Y mi vida también. Porque me di cuenta de que empezaba a conocer a mis padres, su pasado en Ucrania, en la Unión Soviética, de dónde venían ellos, qué tipo de mundo conocieron que yo desconocía, qué significado tenía que yo hubiera nacido en México”.

En Las genealogías cuenta que a veces su padre corregía la infancia de su madre. ¿Corrigió los recuerdos compartidos, aquellos en los que usted ya era testigo?

―Yo transcribí las grabaciones; era evidente que era necesario reestructurarlas, darles un hilo conductor, porque si no perdían todo sentido; eran textos que necesitaban organizarse para que tuvieran un significado más completo. Muchas veces agregaba cosas que pensaba que ellos pensaban. Así que en ese sentido, quizás corregí la memoria de mis padres.

En ese libro recuerda también el azar que hizo que un barco holandés con sus padres a bordo llegara a México, cuando en realidad el destino final era Estados Unidos. ¿Qué impacto tuvo esta cuestión del azar?

―Ese azar rige todas las migraciones, porque la gente que migra probablemente tenga un destino definido, pero ese destino puede cambiar a lo largo del trayecto. En el caso de mis padres, podrían haber llegado a los Estados Unidos, porque mi padre ―que tenía familia en Filadelfia― recibió dinero para irse con mi madre y dos hermanas de mi padre, para que tomaran un barco rumbo a Filadelfia. En el trayecto, un poquito antes de que iniciaran el viaje, se decretó una ley que ponía una cota para los inmigrantes en Estados Unidos: solo los padres podían entrar. Cuando mis padres tomaron el barco, sabían que se dirigía a América Latina, que pasaría por Cuba y Veracruz (México). Al llegar a Cuba, advirtieron que si les daban diez dólares más podrían llegar a México; entonces el capitán del barco les dio diez dólares y yo nací en México (risas).

“Yo conocí a la familia materna en el año ’81, poquísimo antes de terminar el libro, porque decidí que no podía terminar Las genealogías si no conocía la tierra donde habían nacido mis padres, ver un poco el paisaje, escuchar el idioma, sentir la comida, los olores. Corroboré que las famosas estepas de las que hablaba mi padre, que era poeta, no tenían nada que ver con las estepas que me imaginaba. Yo fui la única que me atreví a ir a la Unión Soviética y conocer a mis primos hermanos”.

Como acostumbra, Glantz evoca ese encuentro con la punta de lanza de su exquisita ironía, que le permite exprimir sonrisas y carcajadas donde abundan las lágrimas.

“Cuando llegué a Odessa, me alojé en un hotel que estaba en la calle Lenin, pero mis primos vivían en la calle Marx. Llegué, toqué el timbre y me abrió la puerta una señora. Yo no hablaba ruso, hablaba muy mal idish, y le dije en español: ‘Mi, Margo Glantz’. Nos besamos, nos abrazamos; me llevó a la casa, que era muy pequeña, muy precaria. Tenía una mesa en la sala y debajo de un vidrio estaban las fotografías de mi hermana mayor y la mía. Somos cuatro hermanas; las dos menores no merecieron tener una vitrina en la casa de mi prima. Pero yo me vi en esa foto, cuando tenía cuatro o cinco años, con la cabeza llena de rulos. Me emocioné mucho; las dos nos pusimos a llorar. Eso fue una unión de lágrimas”.

Ha confesado que es una gran llorona, ¿no?

―Ahora ya no lloro, pero lloré mucho de chica. Mi padre decía que había nacido en un campo de cebollas (risas). Pero luego la vida me endureció.

“A mí nunca me gustó mi nombre ―se lee en Las genealogías―. Abundan las Margaritas en la literatura nacional como lo demostró muy bien Gabriel Zaid: Margarita Gautier, Margarita Ledesma, Margarita está linda la mar... Margarita Glantz, Margarita (...) Tarareo la letra del tango: ‘Ya no sos mi Margarita, ahora te llamás Margó’ (...). Además, cuando me dicen Margarita siento que sigue el regaño, también la lenta y progresiva mutilación de los pétalos, y la monótona letanía de si me quiere mucho, poquito, nada, y vuelta a empezar”.

Glantz vivió su infancia en un barrio pobre de la ciudad de México. Su padre, un poeta en lengua idish, tenía una zapatería. Cuatro hermanas dormían en una única habitación. “Para poder sobrevivir leía muchísimo a Julio Verne o a Alejandro Dumas y escuchaba tangos. Rosita Quiroga, por ejemplo, era mi adoración. Esa canción maravillosa, ‘Negro mío... tarde comprendí tu inmenso amor...’; desde los diez años la llevo en mi corazón”, reconoce la escritora.

El viaje es muy importante tanto en su vida como en su literatura. Alguien que viaja constantemente, ¿cómo compatibiliza ese moverse con escribir, cuando la escritura se supone requiere reposo, quietud, estar en un lugar?

―A veces estoy en mi casa (risas). Tengo una cualidad muy grande y es que cuando viajo, escribo. En mis viajes, todos mis compañeros lo primero que hacen frente a un lugar, no importa cuál sea y en dónde sea, es sacar una cámara. Casi no ven los lugares por sacar fotos. Lo que siempre hago es escribir diarios. Y esos cuadernos de viaje sirven para una escritura más organizada. Trato de transcribir esas anotaciones lo más pronto posible, porque mi caligrafía es tan mala que a veces no entiendo lo que escribo. Otra cosa que ha sido un asidero es la colaboración periódica en los diarios, que me obliga a escribir. Por más que esté en movimiento, me detengo un momento y me dedico una mañana a pasar mis notas. Esto me ha permitido combinar el estatismo con el dinamismo de una manera mucho más coherente.

¿Cómo explicaría esa obsesión que tiene con el cuerpo?

―Siempre he tenido interés por el cuerpo erótico, el cuerpo violentado. He sido profesora en la universidad por más de cincuenta años, y uno de los temas que me ha preocupado es el cuerpo en todos sus contextos: el cuerpo erótico y el cuerpo enfermo, el cuerpo fragmentado. He trabajado mucho a Sor Juana Inés de la Cruz y a las monjas de su entorno. El cuerpo femenino en los conventos es sometido a un intenso trabajo de deconstrucción, de violencia, para que ese cuerpo se convierta en un cuerpo santo, hasta perder todas las características de lo femenino, porque se pierde hasta la menstruación por las flagelaciones. Después de que han acabado con su cuerpo, pueden empezar a ser místicas. Ese tipo de relación entre la mística y la ascética y los ejercicios corporales que las monjas hacían las obligaba a concentrarse en el cuerpo y encarnizarse contra él.

¿Quizá le interesó tanto el cuerpo porque no había sido trabajado literariamente?

―Creo que sí ha sido trabajado, pero el cuerpo femenino era un cuerpo objeto. Trabajé muchos escritores, Flaubert, Balzac, Stendhal, para los cuales el cuerpo femenino era el territorio de la ficción. Cómo se veía ese cuerpo, cómo se atendía, cómo se escribía, cómo se fragmentaba, fue uno de los objetivos principales en mi docencia. Es un tema que me obsesiona profundamente; a medida que fui fragmentando el cuerpo, lo fui destazando en mi propia literatura. Tengo textos en donde el pelo es el protagonista; en otros los senos, los pies. Ahora estoy escribiendo un libro sobre los dientes. ¿Por qué esa obsesión con el cuerpo, con la fragmentación del cuerpo? No lo sé explicar muy bien.

¿Cómo fue su ingreso a la Academia de la Lengua Mexicana? ¿Es un ámbito que sigue mirando con cierta desconfianza su literatura?

―Sí, creo que la sigue mirando con desconfianza. Cuando entré a la Academia, al poco tiempo salió Apariciones, un libro erótico en donde la sexualidad está trabajada de una manera muy descarnada, y el presidente de la Academia me dijo: “Margo, ¿por qué escribes esas cosas tan feas, tú que eres una muchacha tan buena?” (risas). Estar en la Academia es un honor, pero también un aburrimiento.

¿Qué es lo que la aburre?

―La Academia es como una morgue. Cuando llegué había una cantidad de gente que se iba muriendo, entonces creía que me iba a morir pronto. No sé si me produce terror o aburrimiento... Aburrimiento por la cantidad de muertos; terror porque voy a ser la próxima (risas). Soy muy poco académica.

Tomado de Página/12

Tomado de La Ventana

Friday, May 6, 2011

ARRANCA LA XIV FERIA INTERNACIONAL
DEL LIBRO DE SANTO DOMINGO.


Feria del Libro será dedicada este año A Mons. Arnaiz y P. José Luis Sáez

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ArnaizLa XIV Feria Internacional del Libro de Santo Domingo será dedicada este año a Mons. Francisco J. Arnaiz y al Padre José Luis Sáez. Al hacer el anuncio, el Ministro de Cultura, José Rafael Lantigua, señaló que ambos sacerdotes fueron seleccionados, tomando en cuenta el hecho de que la Santa Sede será la Invitada de Honor del evento, y que a su vez se conmemorará en el mismo los 500 años de constitución de las diócesis de Santo Domingo y La Vega.
Lantigua dijo que monseñor Arnaiz ¨ha sido por varias décadas una de las columnas intelectuales de la Iglesia Católica, con una importante hoja de vida como prelado de grandes luces, estudioso de los fenómenos sociales y escritor de obras donde se refleja una pluma exquisita y un analista de fuste¨.

Por otra parte, dijo que ¨el padre José Luis Sáez es, hoy por hoy, el escritor católico más importante en la historia eclesial dominicana, autor de obras diversas, tanto en el campo de la investigación histórica como en el estudio de los aportes a la sociedad de importantes figuras de la Iglesia¨.

Indicó además que Sáez es uno de los introductores del análisis cinematográfico en la República Dominicana, ¨algo que merece ser resaltado en momentos en que el Cine se convierte al fin en una industria de gran futuro en nuestro país¨.

Lantigua destacó que ambos sacerdotes pertenecen a la Compañía de Jesús, ¨orden sacerdotal que ha jugado roles importantes en la sociedad dominicana, desde distintos ángulos, por lo que, en alguna medida, el reconocimiento a Mons. Arnaiz y al P. Sáez constituye un homenaje a la congregación fundada por San Ignacio de Loyola¨.

Monseñor Arnaiz, de 86 años, nació en Bilbao, España. Realizó estudios de filosofía, teología y Humanidades Clásicas. Ordenado sacerdote en 1955, laboró en Cuba, y llegó a Santo Domingo en 1961. Trabajó apostólicamente en sus primeros años en el país con sindicalistas, empresarios, campesinos y estudiantes universitarios, fundando el Centro de Investigación y Acción Social (CIAS).

Ha sido rector del Seminario Pontificio Santo Tomás de Aquino, Secretario General de la Conferencia del Episcopado Dominicano y en 1989 fue ordenado Obispo Auxiliar del Arzobispado de Santo Domingo. Antes de establecerse en República Dominicana, hace cincuenta años, laboró y estudió en Salamanca, Santander, La Habana, Puerto Rico y Dublín, Irlanda.

Autor de numerosos libros, entre ellos: “Datos y análisis para la historia”(1981); “Más luces que sombras” (1989); “San Ignacio de Loyola, por dentro” (1991); “Bitácoras, yelmos y cruces”(1992); “Jesús de Nazareth, fisonomía, nombres y títulos”(1996); “Palabras breves y palabras largas”(1999); “San Ignacio de Loyola, maestro de la vida en el espíritu”(2001); y, “La madurez de los pueblos exige tiempo”(2006).

Por su parte, el padre José Luis Sáez, de 74 años, nació en Valencia, España. Desde que era adolescente reside en Santo Domingo, adquiriendo la nacionalidad dominicana en 1967. Realizó estudios de Humanidades en la Universidad de Fordham, New York; de Teología en Woodstock College, de Maryland, Estados Unidos; y de televisión y cine en la Universidad de Columbia.

Sáez fue ordenado sacerdote en 1970, y entre 1967 y 1973 ejerció la crítica de cine en diversos diarios del país y dictó cursos de cine y comunicación social en la Universidad Autónoma de Santo Domingo y en la Universidad Católica Madre y Maestra.

Entre sus obras se cuentan: “Teoría del cine: apuntes sobre el arte de nuestro tiempo”(1974); “Un mártir brotó del Cabo”(1978); “Testigos de la esperanza”(1979); “Historia de un sueño importando: Ensayos sobre el Cine en Santo Domingo”(1982); “La Iglesia y el negro esclavo en Santo Domingo”(1994); “Los hospitales de la ciudad colonial de Santo Domingo” (1996); “Papeles del Padre Fuertes”(1989); “Apuntes para la historia de la cultura dominicana”(1997); “La formación sacerdotal en Santo Domingo, desde el Concilio de Trento a la fundación de la República”(1999); y “El vicario apostólico Santanché” (2009), entre otras. Ha biografiado además a importantes hombres de la Iglesia, como Mons. Ricardo Pittini, Arzobispo Portes; Padre Fantino y Arzobispo Mena, entre otros.

El homenaje que les rendirá el Ministerio de Cultura a ambos sacerdotes, incluirá conversatorios sobre su quehacer literario y aportes a la sociedad dominicana, un pabellón en su honor y la publicación de una selección de sus obras.

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