Tuesday, January 28, 2014

 

  JOSE EMILIO PACHECO (1939-2014) FUE UNO DE LOS GRANDES LIRICOS DEL CONTINENTE

Un poeta que no le dio reposo al fuego

Reconocido en 2009 con el Premio Cervantes, el poeta más importante de México detrás de Octavio Paz falleció el domingo último en su DF natal, a los 74 años, tras tropezarse con unos libros en su cuarto y golpearse la cabeza.

Había hecho de la humildad y el bajo perfil una manera de vivir, una forma desde la cual traducir en versos los secretos más profundos. Ni siquiera se consideraba el mejor poeta de su barrio, decía, porque tenía de vecino a Juan Gelman, su gran amigo. Pero lo mexicanos –y cualquiera que lo haya leído alguna vez– lo amaban. José Emilio Pacheco, el poeta más importante de México detrás de Octavio Paz, falleció el domingo último en la ciudad de México, a los 74 años, tras tropezarse con unos libros en su cuarto y golpearse la cabeza. “Mi padre se murió en la raya como él hubiera querido. Trabajó en los últimos días con el brevario de su amigo Juan Gelman. Se durmió y ya no despertó”, señaló a la prensa Laura Emilia, la hija del ganador del Premio Cervantes en 2009. Autor de más de treinta obras, entre poemarios, ensayos y novelas, Pacheco perteneció a la llamada “generación del ’50” mexicana, junto a Carlos Monsiváis, Sergio Pitol y Juan Vicente Melo, entre otros autores que iluminaron las letras hispanoamericanas.

Novelista, traductor, ensayista, periodista, guionista de cine, Pacheco supo ganarse un lugar entre los grandes de la literatura merced a su peculiar manera de ver el mundo, donde a la simpleza de su prosa le agregaba una fina ironía, de la que él mismo era objeto. Miembro de Honor de la Academia Mexicana de la Lengua, Pacheco recibió los más importantes galardones de habla hispana, como el Premio Xavier Villaurrutia, en 1973; el José Donoso, en 2001; el Octavio Paz, en 2003; el Pablo Neruda, en 2004; el Federico García Lorca, en 2005; así como el Premio Cervantes de Literatura en 2009, y el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, ese mismo año. “Yo lo quería muchísimo. Es una pérdida infinita porque era un gran hombre en el que se unían la literatura con la crítica política y social. Además, él siempre dedicó sus escritos a la gente más valiosa de México”, subrayó Elena Poniatowska, ganadora el año pasado del Cervantes, tras enterarse de la triste muerte del autor de Las batallas del desierto, a causa de un paro cardiorrespiratorio.

Pacheco había nacido en la ciudad de México en 1939, donde luego de una infancia y adolescencia rodeado de libros, estudió derecho y letras en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Si bien la escritura había sido parte central de su vida, recién se dio a conocer en 1958, con La sangre de Medusa, un cuento de 20 páginas que le publicó su amigo Juan José Arreola, en su colección “Cuadernos del Unicornio”. Desde aquella primera publicación, el joven Pacheco no dejó de sorprender con su manera de pensar el mundo en versos, al punto de que el mismísimo Octavio Paz haya señalado alguna vez que “la poesía de José Emilio Pacheco no se inscribe en el mundo de la naturaleza, sino en el de la cultura”. Amante de la poesía (género al que consideraba “el arte absoluto”), Pacheco creó uno de los poemas más emblemáticos de su país, Alta traición, que se convirtió en bandera de los jóvenes mexicanos. “No amo mi patria/ su fulgor abstracto es inasible/ Pero (aunque suene mal) daría la vida/ por diez lugares suyos, cierta gente, puertos, bosques de pinos, fortalezas, una ciudad deshecha, gris, monstruosa, varias figuras de su historia, montañas, y tres o cuatro ríos”, escribió.

Además de poeta, con libros de la talla de El reposo del fuego (1966) y Los trabajos del mar (1984), Pacheco fue novelista, periodista, crítico y traductor de obras como La estrella de madera, de Marcel Schwob, y Cuatro cuartetos, de T. S. Eliot. Entre sus novelas se destacan Morirás lejos (1967), El principio del placer (1972) y Las batallas en el desierto (1981), y los libros de poesía como Miro la tierra (1987), Siglo pasado (2000) y Como la lluvia (2009). A lo largo de su vida también colaboró en la revista Estaciones y en la antología de poesía mexicana Poesía en movimiento, prologada por Octavio Paz; realizó la compilación La Poesía mexicana del siglo XIX y colaboró como periodista en El Heraldo de México, Letras Libres, Plural y Proceso, donde el último domingo publicó sus últimos versos, en homenaje a su amigo Juan Gelman, fallecido semanas atrás.

Tomado de Página 12




Thursday, January 23, 2014

Diálogos con Juan Gelman

 LiteraturaEl poeta Jorge Boccanera recuerda a su amigo y reinventor de la lírica, fallecido a los 83 años en México, donde se instaló en 1988 tras el exilio al que lo obligó la dictadura militar que le costó la desaparición de su hijo Marcelo y su nuera María Claudia, y la apropiación de su nieta recuperada, Macarena.

Ahora Juan está en un patio. El mismo patio que se abría cuando entrecerraba los ojos, y se atusaba el bigote; le había quedado grabado desde su niñez; patios en el barrio de Villa Crespo con casorios, mesas de empanada, mucho baile y el mismo bandoneonista de siempre: un empleado de comercio; cuando describía el momento apuntaba un dato afirmando el compromiso: la gente no faltaba.

Tampoco Juan faltó a las muchas citas alrededor de los manteles tendidos por una existencia a fondo: la creación poética, la militancia política, la solidaridad, la amistad, el periodismo, la búsqueda de sus seres queridos víctimas de la dictadura.

Lo conocí en 1975, cuando accedió a conversar con los poetas que formábamos un grupo literario en una pieza que alquilábamos en la calle Suipacha; hacía rato que su voz sobresalía en el panorama local y muchos éramos los que nos sabíamos de memoria poemas de Gotán y Cólera Buey.

Tampoco faltó a esa cita, aunque la Triple A causaba estragos en la militancia y vivía a los saltos: recuerdo una ronda de mate de más de cuatro horas y nuestra ansiedad por darle forma de charla a lo que en realidad se transformó en una tumultuosa entrevista sobre el hecho poético y la coyuntura política.

Al fondo de esa noche cruzada por sirenas policiales, Juan respondía con paciencia nuestras preguntas; algunas en torno a su último libro publicado, Relaciones, que alborotaba el avispero con textos que -y ésta sería una de las marcas de su escritura- inauguraban calles originales y propias.

Nos deslumbraban poemas como el de las seis enfermeras locas de Pickapoon, la persistencia del poeta que pese a todo los reveses “se sienta a la mesa y escribe” y los ojos de la Pulpera de Santa Lucía ahogados en la sangre de los fusilados de Trelew, pero también el modo natural de unir lo que por esos años se discutía en términos de dilema: el agua del experimento formal y el aceite de la crítica social.

El libro llevaba un epígrafe de quien, aún no lo sabíamos, se sumaba a la cadena de sus heterónimos, José Galván: “Hay que hundir las palabras en la realidad hasta hacerlas delirar como ella”, línea que sin duda resumía su poética.

Juan daba un aire de juego a un asunto que trataba con seriedad: sus poetas inventados; sonrió la vez que ingenuamente le pregunté por un poeta chino citado en uno de sus libros; ya conocíamos a John Wendell, Dom Pero y Yamanokuchi Ando, pronto llegarían Galván y Julio Grecco; pero había más.

Por teléfono, cuando llegaba a Buenos Aires, cambiaba la voz y se hacía pasar por un tal “un tal Izpizirri” y en un café me contó la historia: un jockey de La Plata al que no vio correr, había leído el nombre en un diario y le atrajo el sonido con muchas `íes`: "Le imagino una voz finita; al hipódromo fui una sola vez y me aburrí; yo soy un heterónimo de Izpizirri”, contó Gelman.

La conversación con Juan estaba llena de anécdotas, vidas entrelazadas; y en cada juntada en un café volvía a ser el que “hacía esquina” con los amigos en las calles de Villa Crespo; ese espacio sobrevolado por un aire de cachada, sarcasmo, ironía fina donde relampaguea el doble sentido, las locuciones populares, la jerga callejera y el tono confidencial, todo subrayado con guiños y muecas.

La trama dialogante de mucha de su poesía sale de ese barrio: un abanico de gestos porteños que guarda una perplejidad posible de rastrear desde sus versos primeros: “¡Qué cuestión!”, “¡qué asunto raro!”, “quién me manda”, “¡Cómo decir las cosas más simples de la vida!”, “¡Qué cosa seria!”; ese asombro que tras el atisbo del desconcierto, se vuelve reclamo, interpelación.

En Juan esa perplejidad es una toma de conciencia que es vislumbre y corazonada; su modo de interrogar -su poesía tiene la música de las preguntas- es una manera de cuestionar y, en sintonía con las luchas políticas de los años 60/70, una urgencia por resolver los asuntos candentes de la realidad.

Así nos acompañaba Juan a los más jóvenes, sentado en el mismo cordón de la vereda, interesado por nuestra escritura y por la vida de todos los días; con el aliento de un maestro que eludía ese lugar, pero que para nosotros, los del barrio de la poesía, era un “uno más”, con algo más, o sea: un fuera de serie.

Y ahora Juan está en un patio, pensando en los amigos de la barra de Villa Crespo -“con un par nos conocemos hace setenta años”-. Subrayaba que había sido milonguero y que tuvo la certeza de que Borges nunca había bailado: “Dijo que era `una manera de caminar`; pero es una manera de conversar: cuerpo a cuerpo”.

En materia de cantantes sus preferencias iban por el lado de Goyeneche, Rivero y Ángel Vargas -“me levantaba a las ocho de la mañana para escucharlo en la radio”- y en materia de orquesta nombraba a Fresedo y Pugliese: “Don Osvaldo no era una orquesta, era un movimiento de masas; la mitad de gente que estaba en la pista no bailaba, iba a escucharlo. Ojo, que me gustaba también Darienzo, tengo que confesarlo, por ese ritmo particular que tenía”.

Nos vimos por última vez en agosto pasado en Buenos Aires en la presentación de su libro Hoy y consciente del fracaso de resumir una poesía tan densa signada por una frondosa inventiva y una conciencia lúcida, antepuse una línea que el poeta Luis Cardoza y Aragón deslizó cuando se le pidió su opinión sobre la obra de Picasso; eludiendo el análisis crítico, dijo: “me lo imagino”.

La frase bien vale para la escritura de Juan por la variedad de registros que propone y su portentosa capacidad de interrogarse, y además le cabe a una existencia inmersa en la lucha política, su entrega, su tenacidad. Todo eso que estuvo presente hasta en sus últimos días, mientras escribía un poema titulado “Verdad/es” y nos decía, se decía: “aguantate el universo desnudo”.

Hablo de un poeta grande que nos daba retazos de vida en pulidas joyas diminutas que ahondaban en el amor, el exilio, la revolución, la memoria, la espesura del vacío; hablo de un hombre que miraba la vida de frente, hablo del compinche con quien anudamos la amistad con abrazos que dicen “hasta luego”.
Tomado de Telam

Tomado de La Ventana.

Wednesday, January 15, 2014


Murió Juan Gelman


El poeta, traductor y periodista argentino había nacido en Buenos Aires el 3 de mayo de 1930. Hijo de emigrantes judíos ucranios, ejerció diversos oficios antes de dedicarse al periodismo.

Por su actividad profesional y política vivió en el exilio entre 1975 y 1988, residiendo alternativamente en Roma, Madrid, Managua, París, Nueva York y México, donde murió. En 1997 ganó el Premio Nacional de Poesía en Argentina; el Juan Rulfo en 2000; en 2004 el Premio Iberoamericano de Poesía Ramón López Velarde; en 2005 los premios Iberoamericano Pablo Neruda y Reina Sofía de Poesía. Columnista de Página/12 desde su primer número, en 2007 ganó el Premio Cervantes.

En su juventud colaboró en el periódico Rojo y negro. Fue uno de los fundadores del grupo de poetas "El pan duro" y fue secretario de redacción de Crisis, director del suplemento cultural de La Opinión y jefe de redacción de Noticias.

De su producción poética se destacan Violín y otras cuestiones, El juego en que andamos, Velorio del solo, Gotán, Sefiní o Cólera Buey, así como Los poemas de Sidney West, Traducciones, Fábulas, Relaciones, Hechos y relaciones o Si tan dulcemente. Escribe Exilio en colaboración con Osvaldo Bayer. Citas y comentarios, Hacia el sur, Composiciones, Carta a mi madre y País que fue será, forman parte de su obra.

El 24 de agosto de 1976 su hijo Marcelo fue secuestrado en Buenos Aires junto con María Claudia García Iruretagoyena. Ella tenía 19 años y estaba embarazada de siete meses. La pareja fue llevada al centro clandestino de detención “Automotores Orletti”, una sede del Plan Cóndor. Los restos de Marcelo fueron encontrados en 1989 por el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF). De María Claudia se supo que fue trasladada por oficiales de la Fuerza Aérea uruguaya al Servicio de Información de Defensa (SID). María Claudia y Macarena estuvieron juntas hasta aproximadamente diciembre de 1976 en esa dependencia de Montevideo. Los represores dejaron el 14 de enero de 1977 a la beba en una cesta en la puerta de la casa de la familia del expolicía Angel Tauriño. Después de años de búsqueda, su abuelo Juan la encontró en los primeros meses de 2000.

Tomado de Pagina 12
 
Tomado de La Ventana.

Monday, January 13, 2014


Comienzan los festejos en Chile por los 100 años de Nicanor Parra


 Literatura Los festejos previstos para el cumpleaños número 100 del reconocido antipoeta chileno Nicanor Parra comenzarán con nueve meses de antelación en su país natal, de la mano de una "Antigala" prevista en la localidad de Las Cruces

"Las Cruces de Parra", así se denominó a la celebración que comenzará este mediodía en la costa del Pacífico, se desarrollará en la playa Las Cadenas de la localidad donde el poeta -nacido el 5 de septiembre de 1914- permanece recluido con poco y nada de contacto con el exterior y sin ofrecer entrevistas.

La "Antigala" se enmarca en el VI Encuentro Internacional de Poetas e Intelectuales, organizado por el movimiento ChilePoesía que también celebrará los 60 años de los emblemáticos Poemas y antipoemas de esta figura clave de la literatura hispanoamericana y -junto a su hermana Violeta- referente cultural chileno.

Numerosas universidades se sumarán con variadas actividades a la celebración del poemario que, según describió el propio Nicanor, puso fin a una poesía que por 60 años "fue el paraíso del tonto solemne".

En tanto que a la "Antigala" asistirán reconocidas músicas y poetas como María Colores, Lila Díaz Calderón, Lorena Tiraferri Arce, Ana María Falconí y Carmen Berenguer, informó el sitio web www.chile-poesia.cl

Los homenajes a Parra -ganador de los premios Cervantes, Juan Rulfo, Reina Sofía, Pablo Neruda y creador de explosivos poemas breves como "Cuba sí, yanquis también" o "La izquierda y la derecha unidas, jamás serán vencidas"- se multiplicarán por todo Chile en formas variadas.

Estos incluyen la publicación de una esperada biografía con 300 fotos inéditas que darán cuenta del hombre detrás del personaje, a cargo de su nieto Cristóbal `Tololo` Ugarte, anunciada en su cumpleaños 99 -hace un año- por su familia y titulada Parra a la vista.

Las imágenes, parte del día a día del autor de Hojas de Parra, fueron rescatadas por su nieto `Tololo`, informó el sitio chileno de Internet Cooperativa, y "será su madrastra, Sofía Le Foulon, quien edite el libro".

Se trata de un proyecto autorizado por Nicanor que reúne imágenes de su infancia, juventud y adultez junto a familiares, amigos o colegas como Ernesto Sábato y Allen Ginsberg; así como parte sus de estadías en el extranjero.

"Lo más valioso de estas fotos es que permiten conocer al Parra íntimo que quizás él quiso dejar guardado en una maleta, pero que hoy, cuando se acerca a los cien años, sale a la luz", explicó por su parte María Teresa Cárdenas al periódico chileno Mercurio, encargada de los textos del libro.

Enclaustrado en su casa de Las Cruces que mira al Pacífico, Parra tiene "la mente intacta y siempre alerta", contaron sus vecinos al diario La Tercera; se dedica a recopilar frases de niños y figuras populares y gana la calle pocas veces, por ejemplo para dar clases literarias a estudiantes universitarios.

Lo festejos incluyen la inauguración de un centro cultural en San Fabián de Allico, el pueblo natal del autor de "Sermones y prédicas del Cristo de Elqui"; así como la inauguración de una estatua en la Plaza de Armas local, anticipó el diario La Discusión.

El objetivo de estas celebraciones es potenciar la poesía convocando la participación popular mediante la reunión de grandes figuras de la lírica mundial y actividades e intervenciones en espacios públicos, indicó la agencia EFE.

Además matemático y físico, Nicanor creció en un ambiente marcado por el lirismo: su padre, de quien heredó el nombre, era profesor de escuela primaria y músico; y su madre, Rosa Clara Sandoval Navarrete, era una modista y tejedora de origen campesino con aficiones artísticas que disfrutaba cantando folclore.

Su ópera prima fue Cancionero sin nombre, publicada en 1935 y considerada por la crítica tributaria del Romancero gitano de Federico García Lorca; pero fue su experiencia estudiando y dictando clases en Estados Unidos e Inglaterra (entre 1943 y 1951) lo que junto a su disgusto por la poética de Neruda dio origen a su antipoesía.

El único de los Parra con estudios universitarios regresó a Chile ya casado ese año y profundizó en líricas no tradicionales como la poesía mural quebrantahuesos hecha con recortes de diarios, hasta llegar al sistema antipoético que quebró la poética convencional planteando antihéroes, sarcasmos e ironías mediante un léxico y sintaxis que respondían al lenguaje cotidiano.

Parra también es un artista que montó muestras de fuerte impacto como la instalación El pago de Chile, que mostraba en 2006 en el Centro Cultural Palacio de La Moneda a todos los presidentes chilenos ahorcados; asó activista incansable por los derechos humanos que con 96 años no dudó en sumarse a una huelga de hambre mapuche.

Entre su obras se encuentra, además, La cueca larga, Versos de salón, Manifiesto, Canciones rusas, Los vicios del mundo moderno, Los profesores, Artefactos, Cachureos, ecopoemas, guatapiques, últimas prédicas, Chistes pa/r/rá desorientar a la policía/poesía y Páginas en blanco.

Tomado de Télam
 
Tomado de La Ventana.
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