Obra: Álvaro Antón
UNA CANCIÓN PARA ELÍAS SEMOGOVIC
Entré despacio a su habitación. . Estaba despierto. Encendí el radio en su favorita estación, pero me pareció que él no estaba de humor para agradecer el gesto con la sonrisa leve que era usual. No entendía por qué le gustaba tanto esa estación. Tal vez sólo deseaba verme entrar, sentirme cerca. Al salir dejé la puerta entreabierta. Por alguna razón recordé aquel pajarillo hermoso –aunque endeble- que dejé escapar por un descuido en mis años infantiles. Mi padre poesía ahora aquella misma fragilidad…
Fui a la cocina a prepararme un café cargado. Me sentía abrumada, cada vez se tornaba más demandante su atención Aquel día debí levantarme más temprano que de costumbre. Era imperativo asearle y pasar por aquella nauseabunda exhibición de excremento esparcido por su cama y su ropa.
Él fue un hombre fuerte, saludable. Cuando le diagnosticaron alzheimer nos resultó difícil creerlo. ¿Mi padre con esa jodida enfermedad tan cruel? ¿Cómo Dios pudo ser tan injusto con nosotros? Paulatinamente advertimos el cambio. Pasó de ser una persona de mente brillante al limitado comportamiento de un bebe. ¿Cómo pudo ser? ¿Cómo?... Pasé meses sumida en una profunda depresión. En medio de continuas crisis de ansiedad, me negaba a aceptarlo. El peso de la realidad me convenció
Me sentí devastada viéndolo convertido en una pesada carga emocional y física para todos. Poco a poco los otros se fueron marchando dejándonos la responsabilidad a mi madre y a mí. Ella sufrió mucho por su condición. 365 días del año postrado en cama. Entiendo que fuera superior a sus fuerzas. Un día al volver de mi trabajo no los encontré en casa. Alarmada bajé las escaleras para ir en su busca. Una vecina llamó a gritos desde su balcón, me hizo señas indicando que él estaba ahí. Me dio una carta de mi madre: su despedida. A partir de entonces no volvimos a verla. Tampoco yo hablé más de ella. Él, en su mundo, creo que dejó de extrañarla
Con el tiempo fue acentuándose su dependencia hasta volverme prácticamente su esclava. Me entregue por completo a la difícil tarea de cuidarlo. Tuve muchos sentimientos encontrados y hasta le odiaba en secreto por haber destruido mi familia y mi juventud.
Pasadas algunas horas regresé a la recámara: él no estaba, fue cuando –contra todo lo esperado- sentí una angustia mortal. Notifiqué su desaparición a la policía, salí a buscarlo por los hospitales y al no encontrarlo por ningún lado, la impotencia y el sentimiento de culpa se apoderaron de mí, aunque también sentí cierta sensación de alivio que no podía evitar. Una paz que no experimenté en muchos años.
Yo quería recuperar mi libertad, entonces ¿a qué se debía ese infinito dolor me causaba su ausencia? Ignoro cómo justificar mi comportamiento y no intento hacerlo. He sufrido demasiado, creo que traigo el alma enferma de tantas cosas.
Jamás supe con certeza lo que ocurrió. Todo fue tan rápido, así se lo expliqué a la policía. Ellos se portaron impasibles: preguntas, reportes, papeles y al final una condena, que afirman, me merezco.
Hoy es su cumpleaños, tendría 88…le recuerdo con amargura en medio de esta horrible y mugrosa celda. No pasa un día sin que me pregunte: ¿Qué hubiese pasado si Dios no juega de tal manera con nosotros?
©Daniel Montoly
3 Comments:
Muy bueno, ideal para un capitulo de "Mujeres asesinas" o algo similar.
Felices fiestas.
Gabriela Abeal
Gracias Gaby, originalmente era parte de una triología de relatos cortos basados en experiencias de la vida cotidiana de tres personajes, que tienen en común su origen judío, pero no he podido completar el proyecto. El título que me da no está suena mal, salvo lo controversial porque se presta a malos entendidos. Por estos lados se dice, hay que tener cuidado con lo que escribe, porque un texto puede convertirse en tu verdugo.
Espero completar el otro relato pronto para dejarlo que duerman y en el futuro, someterlo a una experiencia de taller, que pueda enriquecerlos algo más.
Abrazos, y que este 2009 sea de paz, justicia y solidaridad creativa.
Daniel
Tremendo relato, que se ajusta a la realidad de tantas familias actuales, que tienen que convivir con un ser humano convertido en vegetal, cuya recuperación es imposible, y que solo con un gran poder económico pueden liberarse de esa horrible dependencia...al final en esta maldita civilización es el dinero quien resuelve estos problemas....tremendo relato...enhorabuena por tu página...un abrazo de azpeitia
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