Sobre Madera y Polvo,
de Daniel Montoly
Por María Eugenia Caseiro
A pesar de conocer casi toda la obra poética de Daniel Montoly, de su
avidez de nuevos cauces y la necesidad de surcar espacios, no puedo
evitar que aún me sorprendan los quilates de sus imágenes y, aunque
lograse desentrañar la magia detrás de ese poder decir cuanto dice sin
agotarlo para llenar de fuerza la brevedad (tan suyos), no puedo más que
permitir hablar a uno de sus poemas, Madera y Polvo, que aparece
completo al final del presente trabajo, mientras desgrano algunas
consideraciones, pocas si se tienen en cuenta los méritos de este poeta
dominicano.
Enciendo la radio
y en una vieja canción de adolescencia
escucho mi voz
y no puedo desatarme
el melancólico nudo
formado en la garganta.
Montoly revela en este texto limpio, redondo, lleno de aciertos, con
carácter de universalidad, el anhelo que todo poeta tiene para su
poesía, el rapto del lector. Desde la cita de Arribas, hasta el verso
final, el poema se sostiene de sus propio eje vivencial como columna
vertebral, sin adornos, con imágenes clarísimas que de sencillas a bien
construidas, anonadan como sólo puede hacerlo aquello que a pesar de
sernos familiar, nos parece distinto porque ha sido escrito no sólo
impecablemente, con elementos poéticos irrefutables, sino con el
tremendo logro de transmitir el sentimiento. El poema puede verse y
sentirse como si estuviéramos en el teatro o cine y nos robaran de la
butaca para ser parte de la escena.
El tiempo ha hecho de mí un ermitaño
oculto tras el áspero olor
de la madera y el polvo.
Ya el inicio contiene el gusto exquisito del poeta y lo vincula al
tiempo en una mezcla de olor y textura en que convergen la madera y el
polvo y que conducen a la idea de la muerte, cada vez más cercana. Tal
vez una alusión directa a ella; el polvo, ese polvo en que nos vamos
convirtiendo de antemano ante la factura que nos pasa la vida y puede
percibirse en el poema de Daniel; y al ataúd, la madera, esa con que
fabrican nuestro primer mueble, la cuna, y cuyo olor está siempre
presente, especialmente entre aquellos muebles viejos a los que tal vez
ha hecho referencia el estado ermitaño del sujeto lírico: “detrás de…”, o
sea, tapado por, lejos de, fuera de…
Vivo rodeado de mí
por todas partes
Dos versos de simbología y contundencia intra-textual axiomáticas,
pletóricos de una condición de irreversibilidad, de irrevocabilidad, que
puede tener la vejez en su apariencia estético-vivencial-sentimental y
en que se muestra la carencia, el fatalismo cuasi-natural de la
existencia.
El poeta deja que hable el hombre vestido de sí mismo y, ante este hecho, la nitidez de la imagen es cada vez más palpable:
Si me paro frente a la ventana
observo el blanco
refulgente de mis ojos
reflejarse
en los cristales del vecino.
La llaneza de las palabras conforma de solidez la idea, un retrato
tan nítido que traspasa la escritura y se hace tangible, como si la
escena nos perteneciera completamente. Pienso entonces en la frase que
en apariencia nada tiene que ver con la imagen: “ojo por ojo…”, pero,
¿acaso la vida no tiende a ser eso que muestra este hombre al cual el
poeta ha dado potestad para descascararse ante nosotros?, ¿acaso no es
para este hombre la vida un ente que cobra con su energía la permanencia
de la suya y le deja mirándose frente a frente en una especie de espejo
de desolación que ya no se atreve a caer en el precipicio de los
detalles y sólo los ojos, los suyos que refulgen, son capaces de aceptar
el reto de la luz?
El poema es una especie de parada en la zona “terrible” de un tiempo
en que se sabe se ha vivido más de lo que resta por vivir: “y no puedo
desatarme / el melancólico nudo / formado en la garganta”; acertadísima
tríada que encierra una verdad enorme con sencillez aún mayor, pero con
el tremendo valor del golpe de luz sobre la sombra de lo infalible, de
lo humano e inevitable, que es, ha sido y será, padecida por cada
individuo alguna vez, por efímera o tangencial que acontezca en su
recorrido, y deja una marca indeleble de la angustia que provoca esa
cuenta regresiva en soledad.
Pego un grito, y en la alfombra cae
fragmentada, por la depresión,
la escena de ella y yo
tomado de las manos.
Con qué perfección el sentimiento habla, digamos que dibuja, y es
semejante a la representación de una escena que, aunque puede ser la más
común de todas, se apodera del lector con acierto irrefutable. De esta
manera el lector ya no es el lector y el poeta ya no es el poeta, ambos
son parte de una amalgama con tal plasticidad, como se diría para la
pintura, que los envuelve de intimidad ostensible y desecha todo lo
dicho para instalarse en el sentido de lo universal.
El tiempo es el factor que afecta, con su indisoluble mecánica, la
vida del ser humano, el único de todos los seres vivientes que tiene
conocimiento de su vinculación a la existencia…
El tiempo, Torquemada de mi espíritu
me ha quemado con huellas indisolubles,
que en mi círculo vicioso
arden a razón de olvido.
A pesar de la cercanía de términos fónicos como Torquemada y quemado,
la estrofa final me parece contundente y tal vez esta asonancia no deje
de ser un acierto.
MADERA Y POLVO
Daniel Montoly
Ya no me aguanta este cuerpo,
viejo edificio roído.
-Julian Arribas-
El tiempo ha hecho de mí un ermitaño
oculto tras el áspero olor
de la madera y el polvo.
Vivo rodeado de mí
por todas partes.
Si me paro frente a la ventana
observo el blanco
refulgente de mis ojos
reflejarse
en los cristales del vecino.
Enciendo la radio
y en una vieja canción de adolescencia
escucho mi voz
y no puedo desatarme
el melancólico nudo
formado en la garganta.
Pego un grito, y en la alfombra cae
fragmentada, por la depresión,
la escena de ella y yo
tomados de las manos.
El tiempo, Torquemada de mi espíritu
me ha quemado con huellas indisolubles,
que en mi círculo vicioso
arden a razón de olvido.
Daniel Montoly.
Montecristi, República Dominicana, 1968. Estudiante de Derecho en la
Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Ganador del concurso de
poesía de la revista Niedenrgasse y del “Editor’s Choice Award” de The
Internacional Poets Society. Ha publicado La Ritualidad del Círculo y
Papeles robados al más allá. Colabora con diversas publicaciones
literarias y dirige El Wrong Side, blog dedicado a la difusión de la
literatura. hispanoamericana.
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