Sunday, July 27, 2008


Álvaro Antón


MOVIMIENTO NOCTURNO

Cuando estoy dormido
la ciudad encoge uñas,
hasta el cielo cruje.
Tanto
es el estremecimiento
que acontece
que hasta en sueños veo que la ciudad
no se ha movido de su lugar.

Sólo cuando me despierto
encuentro mi cuerpo de cabeza,
mi cama en la cocina,
mi casa en un monte.
Sólo entonces sé que la ciudad se mueve,
que todo se mueve en la ciudad

hasta yo mismo
con cama y casa,
y todo.

ANSIA


Está por anunciarse,
está por surgir,
está por preguntarse,
está por llegar.

Todos saben que va a suceder.
Nadie sabe cómo ni cuándo.

Está derrumbando las puertas,
está pateando estas palabras,
está en la mano y en el lápiz.

Está dentro de esta página y tiene el rostro de nadie.

Va arrancar a los amantes de la cama.


SAMAR

Sarga de una vena,
Oceanía,
o caña inclinada a la crueldad.

Liquida vena o isla feroz,
no te encuentro en mi hombro,
no estás en el sartal de nervios,
no te veo, Samar,
semejie de mi sexualidad.

Sentido inexplorado,
voy a volcarme en este vaso,
a extenderme como serpigo
para encumbrarte.
Tus llanos son escudos,
llagas y cicatriz a la mitad de mi cuerpo.

Isla o tábano,
embarcado
me despierto para preguntar:
¿en dónde estás?
¿qué música te deletrea?
Cuando llegué al vientre de mi amada,
creí verte debajo de las amapolas,
del destino de los insectos.
Con leve movimiento
de planeta,
de pan,
chupé los pezones y eran un colibrí.
Sólo el humo de tu pie carbonizado
aulló.

Samar,
creí encontrarte en ese instante.
Pero recobré los ojos y no estabas.

En el tintero, la silla, la ventana.
No creo que sólo seas un punto,
un nombre en el mapa,
un lugar de Oceanía,
un pájaro de África.
Te he buscado en las cantinas,
en los restaurantes donde mi apoyo es un número,
perdida vesícula que naufraga.
¿Acaso eres la magia de un viejo chamela,
en una choza entre el copal y el agua regada,
entre la luna negra y los coyotes?
¿Entre cebollas y alacranes
cuando un indio borracho se desploma
y los perros ladran como monedas arrojadas en cántaros?
No,
te he visto y sufro de tus ácidos.
caña inclinada hacia islas feroces,
tus llanos con escudos en mis botones.
Eje de mi impulso,
¿en dónde estás?
Versículos inflamados en las paredes,
tus camisas se derriten,
se alargan como un salmo.

Alzo las manos. Toco las nubes que pasan,
me congratulo de vivir y de vivir desfallezco.
Caigo de bruces cuan larga es mi esperanza.
Me levanto de un brinco,
salto con un pie, canto,
y me pregunto:

¿Samar?
¡Samar, crin, espada, algodón, parto, jacal!
¡Con qué palabra designarte!
¡Con qué pecho estrecharte mudo!


Isla invitada a los cementerios.

No te encuentro en mi perfil asediado.

¿Quién me jala entre tanto terreno?

¿Quién duerme en mi sangre de elefante?

Agosto ha puesto una rodilla en mi pecho.

¿Quién sabe?



CONCENTRACIÓN DE LA CÓLERA


Odio y amo. ¿po qué lo hago?, pregunto acaso.
No sé. Pero siento que es hecho, y me torturo
.

Catulo



A José Revueltas



Hoy me calzo de cólera.

Hoy me visto de viento.

Como bajo luna luz de bengala
que alumbra mi presencia desconcertada
con el grito colgado de los dientes,
atravesado por una bayoneta.
Trastabilleo
hasta chocar con un carro
donde bajan hombres armados
que comeniezan a golpearme.
Bosques enteros son derribados en mi cerebro.
Me descrubro la cara para saber más.
Hoy conozco en carne propia a mi país.
Por eso estoy con esta hacha incrustada en el cráneo,
oliendo y tocando la fatiga que ha hundido el pico
en uno de mis costados.
¿ Qué año es?
El polvo ha entrado en mi garganta a cubetazos.

Para reconocerme tengo que pararme frente a un espejo,
preguntarle a mis amigos si me han visto pasar.
Pero ellos no me responden.
Tampoco pueden hablar.
Sus heridas, igual que las mías,
se abren con un mínimo esfuerzo:
cuando desnucan a un colibrí con los dedos,
cuando desnudan a una muchacha.
No pueden responderme desde la cárcel,
porque el carcelero
les ha roto las costillas a culatazos.

Un tren no me deja respirar.
Otro no me deja dormir,
desgarra mi piel,
entra por el túnel de mi boca,
se descarrila en mi corazón;
rompe las celdillas de mis pulmones,
atraviesa mi carne,
cae al vacío,
cae a mis pies
que están clavados en la tierra.
Me apeo del tren en el lado norte de la ciudad.
Todavia con olor a campesino,
con el morral al hombro,
voy descubriendo la ciudad,
la ciudad va desnudándose.
Un culatazo me derriba.
Esto es México.
No escribo con palabras.
Las palabra no sirven para nada.
Sólo sirve el odio,
una mano sobre un libro,
una pintura que nombra lo indecible,
una mujer con un libro entre las piernas.

Delante de una copa
sorbo la poesía
recién descubierta
como una estatua de ira.

¿Cuánto ojos
son mis ojos,
cuántas bocas
tienen mi rostro,
cuántas,
qué inumerables
piernas me sostienen?

¿Con qué hoz corta la espiga,
los cabellos de estas palabras,
hasta dejar el papel limpio,
vacío,
cayendo,
sin caer.
En una cámara oscura,
en el espacio sideral?

Hoy viajo en el testuz del aire,
como un pez alado.
Toros despliegan arcoiris y lluvias.
Se embiten uno a otros, mugiendo, enrojeciendo nubes.
Parecen muchachos golpeándose, dándose de lanzazos.
Hoy conozco otra ciudad, que me hace palidecer.
Es como una barra de plata o de hielo
porque se deshace en mis pelos.
Ahora estoy tras las rejas de una prisión,
comiendo una asquerosa comida,
con la colcha llena de chinches.
¿Todavía vamos a besarnos, muchacha?
¿Dónde, amor
voy a acariciarte,
si han quemado tu cama,
clausurado tu cuarto,
derruido el edificio?
No pases la lengua por mi pecho, porque me hieres.
No alcanzo tu cuello.
No puedo moverme.
Siento tu respiración, tus ansias.
Pero tú también estás muerta.
Te me deshaces de tanta fatiga,
al contacto de mi mueca.
Nos arrastramos tratando de alcanzarnos,
pero cuando llegamos al sitio donde nos esperábamos,
ya no hay sitio,
ni cuerpos,
ni amor.
Levanto un brazo, y nada.
Levantas una pierna, y te alejas cojeando.
Nos han engañado.
Ho han envilecido, castrados, ensuciado.
Manco estoy, lejano, ido.
No habito aquí,
sino en otra galaxia,
viajando en la copa de algún planeta.
¿Quién dispara esa ametralladora?
¿Quién conduce ese tanque de guerra?
Corro a cuatro pies,
me trepo a un árbol dando alaridos,
hundo la cabeza en el agua.
Tengo frío, humo, primavera.
Huelo a piedras, a perro, a pintura.
Es mejor cortarse los dedos de las manos
y empuñar un arma con la boca,
los ojos o las orejas.
Es mejor correr sin piernas.
¿De dónde diablos he llegado?
Vallejo, Vallejo,
aún te dan duro con un palo,
la cárcel se ha hundido
junto con tus costillas
no sé a dónde.
El hambre no ha podido martarte.
ni siquiera el suero,
las jeringas,
las sondas,
las transfusiones
podrán revivirte,
hacerte andar como ellos quieren.
Vallejo,
sin embargo,
sin nada,
muerto y olvidado,
tú eres la cólera, la rebelión.

Enterrado estoy, mordiéndome los puños.

Asito a mi funeral en una caja de pino.

¿Escuchas?

Es un tren que silba en la madrugada.

El tren que puede ser caballo, o un cometa, o una hormiga.

¿Qué estoy diciendo?

Escribo sobre mi cadáver,
que dócilmente me sirve de mesa.
mi cadáver llorándome.


Óscar Oliva
Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, 1938



Óscar Oliva, Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, 1938. Fue miembro del grupo de poetas “ La Espiga Amotinada”. Ha ganado varios premios nacionales, entre ellos, el de Poesía Aguascalientes 1971 y el Premio Chiapas de Literatura 1992. su obra poética está recopilada en el volumen Trabajo Ilegal, editado por Ediciones Papeles Privados en 1994.

Nota: La fotografía que acompaña esta selección poética fue tomada de:

http://www.conecultachiapas.gob.mx/

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