(Ciudad de México, 1956)
Como el paisaje, la piel ensaya
un temblor de agua.
José Emilio Pacheco
Toda la noche vi crecer el fuego
y no pude tocarlo
ni sumarme a su encuentro luminoso.
Toda la noche supe de su danza
de su comercio con el viento
y no quise sumarme a su llegada
ni celebrar su magnífico retorno.
El fuego es la renuncia de las cosas
a su aspecto tenaz, a su dibujo.
Toda la noche vi crecer el fuego
y no conocí su voz
ni apuré su llama.
Y aquí estoy
en este paisaje de cenizas.
La noche traza su ecuación de sombras,
rigurosa y distante geometría.
Otra lenta figura, otro tacto
se cumple entre nosotros,
cifra pasos, calles, nombres,
ciudades que serán nuestras miradas,
dibujando
el arduo desencuentro,
la misma álgebra oscura
que otra repetimos sin saberlo.
Despierto en un país de invisibles pájaros
que tejen un baile entre las ramas
de los árboles vecinos.
Sus voces dan alas a mis horas,
mas sólo encuentro, espiando entre las ramas,
fragmentos dispersos, grietas, huellas
del mundo paralelo en que otras leyes
gobiernan su materia.
En medio de la altura
prendo estas líneas a sus ojos
para que me alcen de la tierra.
A filo de la luz
siempre hacia adentro
debajo del torrente subterráneo
en el espejo cedido por la claridad
fundirse con los sueños
abandonar el día
y en el último latido
viajar perderlo todo
dejar hasta la sombra
mirar las playas sumergidas
las rocas certezas inauditas
a la orilla del mar que nos espera
y volver
con minerales tesoros en las manos
la mirada presa en los prodigios
a iluminar el aire del deseo
en la mañana abierta y nueva.
Recuerdos de luz
en una gota de agua
en la mirada que atesora
la brevedad y la frescura
que derrama mínima
en el día
El día
que repite sus dones intocados
en las miradas jóvenes del agua
Canta el agua y su voz es una plegaria
que repite clara y cercana una pregunta
Una pregunta que dejamos olvidada
esperando la llegada de la lluvia
Soñé que me soñabas,
que tu voz como estela de naufragios
amanecía en mi aliento.
Que era mío el silencio
de cada madrugada cómplice
en tus párpados cerrados,
el secreto
que rindes a tu almohada,
el pensamiento
que traicionas en mis brazos.
De ese sueño sin fin
ya no despiertes:
que el alba nos encuentre suspendidos,
sin voz, sin figura, sin recuerdos,
habitantes
de un sueño en fuga
hacia su propia muerte.
Puntual como la lluvia es el silencio
con que tus ojos observan mis recuerdos.
Nada puedo decir, nada es ya mío
de las antiguas costumbres que los días
dilapidaron sin ti en algún pasado.
Eres el tiempo del trigo y la vendimia,
eres el verde y el oro del verano.
Ya a mis sentidos los tuyos encadenan;
beben mis labios las gotas de esta lluvia
que extiende dulcemente tu memoria
en las oscuras horas que no te conocieron.
Nada en el mundo te alcanza todavía:
son tus labios de sombra,
y tu voz un fantasma.
Has surgido a la luz para mis ojos,
y te aumenta mi sangre,
y te encumbran mis venas.
Ya sin saberlo te acercas a tu forma,
y encenderás la llama
en la incesante noche que te espera.
Y sin saberlo escribirás tu nombre,
tu no nacido nombre, entre mis labios.
La noche inmemorial, pródiga noche
de los pactos oscuros, innombrables,
de las siniestras, ocultas voluntades
que a la mención del día empalidecen;
la noche feraz, la noche cómplice
que despliega su sombra como un manto
sigiloso y ambiguo, torva noche
agazapada en las márgenes del día
anticipando su reino silencioso:
pero la noche débil, turbia espera,
aire que corre en el país de nadie,
tierra del eco, junta de fantasmas:
cántaro negro que en la luz se rompe.
ES EL tiempo sin voz que en sí florece,
un silencio de muros vegetales,
una sed que en su incendio se consume;
es la sangre precisa y concentrada
de la llama voraz de la granada.
El muro del jardín rodea la casa:
en sus grietas y pliegues entreveo
un mundo de pasos que no alteran
el hábito seguro de sus vidas
por mi contemplación ociosa
Patas alas zumbidos y chasquidos
me cercan, mundo animal que habita el muro
como yo la casa:
desconocidos
nos acompañamos
Lo invisible gobierna lo visible:
así en el aire
el ansia de volar se encarna en ave,
así en la noche
el pálido sueño se ilumina
con resplandores ocultos de intenciones
que ausente calla el día.
Pero en secreto las sombras se complacen
en su denuda oscuridad
y las palabras rotas
que abandonas calladas a su suerte
labran en las ficciones de la noche
tu inacabable hastío
y tejen innumerables y afanosas
tu antigua, tu legítima derrota.
Ha publicado traducciones, ensayos y poemas en diversos suplementos literarios y revistas de divulgación cultural, así como traducciones del inglés, francés y portugués En 1998, Breve Fondo Editorial publicó el libro Amor al arte, traducción de una selección de aforismos y textos breves de Gustave Flaubert. Ha sido invitada a diversos congresos y encuentros de escritores tanto en México cono en el extranjero. En la actualidad forma parte del Sistema Nacional de Creadores de Arte del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes.
2 Comments:
Hola, Daniel, excelente poesía la de Blanca Luz, qué nombre...todo ella una belleza junto con sus letras.
Qué buen trabajo el de Mario...
Saludos.
Gabriela.
Querida Gaby:
¿Cómo estás? Espero que te encuentres muy bien. Te ruego me perdone porque no había podido responder tu comentario, pero ahora por cuestiones de trabajo he tenido que replegarme del Internet.
Después de un tiempo sin poder sentarme un momento actualizar el blog, hoy he podido tomarme un momentito para dedicarle tiempo y volver a tomarle el ritmo.
Respecto a Mario, es un gran poeta, pero también un excelente antólogo que ha venido desarrollando una importante labor a favor de la literatura latinoamericana.
Un fuete abrazo.
Daniel
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