1
Las garzas
pasan por ti como las nubes,
aprenderás
de lo que jamás has olvidado
aprender,
cuando ya no vueles.
2
Miras las aguas del arroyuelo
fluir
y sientes con nostalgia
los crujidos
de las piedras
despertar, a la que fuiste,
antes de conocer
a la que
ahora eres.
3
Eras la rosa que ahora florece
de aquellas manos
que
jamás aceptaron el filo
de tus espinas,
o pigmentaron tu color
con sangre.
1
Serás cazado por su voz/ por la sombra
que precede al solsticio/
tu cabeza saludará
los pies de los guerreros/
oscuras manos
cercenarán tu corazón
para saludar con él
al gran eclipse de luna/
año cero./
2
Los sacerdotes
pintaron las nubes con tus cenizas/
los verdugos ya no lucen
túnicas blancas con turquesas
y esmeraldas
en sus tocados/
las piedras lloran/manchas
de sangre, florecen
en la superficie de las cortezas
de los árboles
mudos./
3
Los dioses no escuchan súplicas imprevistas
de seres ordinarios/
la cúspide
de las pirámides del sol/
ahora son altares
en donde impera la ley brutal
de la luna/ los ojos alzan sus pupilas
manchadas por la sangre
al infinito./
Todo lo que entra en contacto
con la rueda de mi destino/ se destruye/
Yo fui uno de esos hombres malditos/
que/ cuando las piedras
lo veían venir/ se enterraban/
para no maldecir su existencia;
uno/ a quien el sol jamás iluminó
los pies,/ a quien la tierra
jamás dejó de rendirle
culto./ Yo soy el hombre
adonde todo empieza y termina/
amo y señor de los fantasmas;
aquel que calma su sed/
bebiendo veneno de serpientes/
o con la sangre de los demonios.
Yo fui uno de esos nacidos
bajo las grises égidas de la luna/
con los aullidos de los lobos./
Yo /el esclavo/ y el maestro
de los cuerpos./ Yo/ el eterno danzante
tercer ojo del círculo./
“La soledad hoy me arropa con un enigma.”
Recorrí todos los mundos/ otros cuerpos/ y otras formas/ hablé con las estrellas,/ me confundí en las noches de luna,/ dancé con esos duendes/ que lo conocen todo/
heme aquí,/ atrapado entre las telarañas de un enigma/ sin saber cómo escapar de su sombra.
Yo soy un paria/ bastardo de la madre/ abandono de la muerte a la misericordia de sí mismo
¿pudo alguien tener mejor destino?
Díganme ¿porqué la muerte se equivocó? ¿Porqué fue a tocar en la puerta equivocada sí estaba sellada por el ángel? Dígame ¿cómo la muerte pudo equivocarse?/ Responda, ahora, que ya no lloran las campanas.
Daniel Montoly©
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