Saturday, July 1, 2006


Vidas y oficios. Los poemas de la cárcel
Raúl RiveroPenínsula.
Barcelona, 2006. 96 páginas, 15’50 euros







Raúl Rivero. Foto: Ricardo Cases
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Resulta difícil separar y aún valorar la obra poética del cubano Raúl Rivero al margen de su circunstancia. Nacido en 1945, estudió Periodismo en la Facultad de La Habana. Fue corresponsal de la agencia oficial “Prensa Latina” en Moscú entre 1973 y 1976 y, a su regreso a Cuba, dirigió el servicio de ciencia y cultura en dicha agencia. Colaboró, asimismo, en la UNEAC (Unión de Escritores y Artistas de Cuba) como secretario de su presidente, el poeta Nicolás Guillén. En marzo de 1988 dejó de colaborar en “Prensa Latina” y al año siguiente abandonó su cargo en la UNEAC. En 1995 fundó la agencia independiente Cuba Press y en 2001 fue uno de los fundadores de la primera asociación independiente de periodistas de Cuba, al tiempo que creaba talleres para periodistas y contribuía a la publicación de la revista “De Cuba”. En 1991, había firmado la “Carta de los 10” en la que se solicitaba el retorno a la democracia.
El régimen le retiró entonces el permiso para viajar al extranjero y le impidió colaborar en la prensa cubana. El cobro en dólares de sus artículos en el “Nuevo Herald” de Miami y su libro sobre la nueva pintura cubana Ojo pinta le condujeron el 4 de abril de 2003 a un juicio sumario en el que fue condenado a 20 años de prisión, junto a otros 25 periodistas y casi 50 disidentes. Trasladado a la dura prisión de Ciego de Ávila, su esposa Blanca Reyes encabezó una serie de protestas internacionales (le fue concedido el premio de la UNESCO Guillermo Can, dotado con 25.000 dólares) en 2004.
Guillermo Cabrera Infante escribió un difundido artículo sobre su personalidad y su libro Sin pan y sin palabras, aparecido mientras se hallaba en la cárcel y, editado en España en esta misma colección, reúne narraciones en las que combina ficción y denuncia. Las gestiones de Zapatero en el ámbito de la Unión Europea consiguieron su liberación. Llegó a Madrid el 1 de abril de 2005.
Más conocido como periodista que como poeta, el breve prólogo de Vidas y oficios sitúa el origen del libro: “Escribí estos poemas en la cárcel. Casi todos en una celda de castigo donde sólo podía caminar seis pasos. [...] Vidas y oficios tiene una sección de poesía fantasma. Son las palabras que se perdieron. Los trazos, los proyectos de poemas que escondí y después no aparecieron”. El registro temático es amplio. Sin embargo, un núcleo central lo integran poemas amorosos, más interesantes que el extenso “Patria borrosa”, de ecos nerudianos (resulta, sin embargo, excelente el burlesco –a lo Nicanor Parra– que da título al volumen). El amor se transforma en un contenido sentimentalismo en “Foto de estudio”: “Allí nos encontramos desahuciados/ y empezamos a hacer esta otra historia/ que termina como termina todo/ aunque esta vez algún amor se queda/ invisible y en vano en tu retrato”. Aparecen autores cubanos, como Gastón Baquero o Eliseo Diego, a quien dedica un poema; Bryce Echenique e incluso Julia Roberts, que le han de servir como fuente de inspiración. En “Plegaria tardía” (se agradece el sentido del humor que en ocasiones destilan sus versos) pasa a la sátira.
El verso puede describir situaciones cotidianas (en muy contadas ocasiones se alude indirectamente a su situación, ya que sus textos le serían censurados), aunque también interioriza, se sirve de la métrica tradicional, como el soneto, aunque sólo se sirva de la rima en contadas ocasiones, ya que elige con preferencia el verso libre. Poetiza desde la ironía y la memoria, sus desencadenantes. Tal vez resulte exagerada la afirmación de Cabrera Infante que figura en la portada del libro: “Raúl Rivero es el primer poeta cubano vivo”, pero la poesía de este libro merece atención. Deliberadamente el poeta consigue evadirse de la situación en la que fueron escritos y no es escaso mérito. Otra cosa será que el lector logre olvidar las condiciones en las que esta poesía se produce, en la larga tradición que, en España, va de Fray Luis de León a Miguel Hernández. Su poema “Foto con amigos” se cierra con versos no exentos de dramatismo: “Éste es el hueco/ que me toca/ debajo de la tierra/ que amo tanto”.

Joaquín MARCO
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