Monday, February 4, 2008


Entrevistas: Poesía, viaje y exilio

“La poesía es el ejercicio de desaprender para volver a escribir” • Conversación con el poeta argentino Jorge Boccanera, jurado del Premio Casa 2008


por Maité Hernández-Lorenzo

Pudiera decirse que Jorge Boccanera tiene una relación desafiante con el tiempo. No pudo disfrutar del Premio Casa que obtuviera en 1976 porque apenas se enteró de la noticia, se vio obligado a dejar su país y exiliarse en México y luego en Costa Rica. Quizás si su obra no hubiera llegado tarde y no hubiera tenido que esperar a la siguiente edición, lo hubiera festejado mejor. Veintidós años después de que su libro Contraseña ganara el Premio Casa, la institución lo invita para compartir con amigos el jurado de poesía de la 49 edición.

Los viajes y el exilio han ido tejiendo también la historia de su poesía.

—Es un tema que ha marcado a muchos escritores más allá de la circunstancia política inclusive. El escritor siempre transforma eso, lo sumerge en su hacer, en su imaginario y ha llegado a ser el eje de algunas obras. Por ejemplo, el eje de la obra de Juan Gelman se podría decir que es el exilio, sobre todo los últimos libros. El que no se llama Exilio se llama País que fue será; muchos títulos de él caminan al exilio, no solamente político sino geográfico, continental, puntual, sino los otros exilios, el de la lengua, el del reverso de las cosas.

“En mi caso también es una marca quizá distinta a algunos escritores que el destierro les tocó a otra edad. Yo me exilié a los 23 años. Frente al infortunio que significa ese alejamiento forzado de la patria, está el hecho de una época de aprendizaje, de intercambio fuerte, de dejarse armar por el viaje, por lo diferente, porque el exilio es un viaje, o descubrir cosas desconocidas. Es un viaje que no termina ni siquiera cuando regresas.

“He escrito un libro que se llama Tierra que anda. El exilio de los escritores. Es un mosaico de cartas, de textos de ficción, de testimonios. Me interesa mucho el tema para seguir trabajándolo; ya forma parte también de lo que escribo, de lo que hago.”

Aquí en Cuba el tema del exilio está muy politizado, a pesar de que es mayormente económico y no político. Está politizado tanto por los de aquí como por los de afuera. ¿Cómo ha funcionado esto en el caso argentino?

—La historia argentina es una historia de exilios. Así que el exilio político está en toda nuestra historia, el económico también, y luego el exilio de los que se quedaron: el inxilio. Alguien dijo que el exilio es una dislocadura, estar en un lado y en otro al mismo tiempo, el deseo que anda por otro lado, esta cosa frugal y antitética al mismo tiempo. A mí me gusta la frase «En el exilio se pierden las cosas de la infancia y la infancia de las cosas al mismo tiempo».

“En Argentina es una fantasía constante y casi siempre se tiene más en cuenta lo económico, como si uno viviera solamente de eso.

“Hay que ver todo lo que haces en la vida cotidiana, los afectos, tu historia, son muchos elementos. Alguna gente cuando me pregunta sobre el lugar donde viví quiere saber datos económicos. Son muchos que se van y no aprenden otro idioma, no les gustan lo que se comen, no tienen amigos, y entra una serie de elementos que te dan una imagen de tristeza y nostalgia infinitas.”

En 1976 saliste de Argentina cuando recién te iniciabas en la poesía y habías obtenido el Premio Casa …

—Soy de una generación que apenas asomó la cabeza recibió el golpe, literalmente, del golpe militar. Tal es así que yo estaba mirando un diccionario de autores argentinos nacidos de 1949 para acá, y no soy de hacer estadísticas, pero se notaba una especie de hueco durante los años de la dictadura. La gente o empezó a publicar antes y no vuelve hacerlo hasta hace recientemente, la mayoría, o empieza después sin haberlo hecho antes. Esto no quiere decir que no se escribía, pero hay una generación que al empezar se truncó.

“Salí a Perú unos meses después de haberlo obtenido y luego, por tierra, llegué a México. El Premio Casa apenas lo pude celebrar en ese momento, me cayó en medio de desapariciones de compañeros, de secuestros, y llegaban todos esos años de plomo. Pero el Premio me abrió puertas y no fueron puertas para publicar en casas editoriales, o para el reconocimiento, fueron puertas para denunciar, que era lo que necesitaba en ese momento.

“Llegaba a un lugar y me daban entrevistas para la televisión y ahí podía decirlo todo. En el exilio se hizo una gran tarea en ese sentido, de denuncia a la dictadura militar en el plano internacional. No sé si salvó a alguna gente, pero fue algo que los militares resintieron mucho, ellos hablaban de una campaña contra Argentina desde el exilio.

“En México David Viñas, Humberto Costantini, Pedro Orgambide y Alberto Adellach y yo creamos la editorial Tierra de Fuego, allí además de publicar libros también denunciamos. Lo llamativo era que todos éramos argentinos y ganadores del Premio Casa. No digo que a ellos se les abrieron los mismos espacios que a mí, porque eran ya escritores con una obra más consolidada, pero se dio esa casualidad.

“A mí el exilio me marcó mucho. Me hice periodista, sobre todo en México, tuve que hacer aprendizajes rápidos en agencias noticiosas, en radio y diarios. Y como escritor todos los discursos de la literatura en ese viaje me enriquecieron. Eran autores que no solamente no había leído nunca, sino que en ese viaje los fui conociendo. En un momento me di cuenta que había conocido a numerosos escritores de la vanguardia de los años veinte. Conocí a Cardoza y Aragón en México, Coronel Urtrecho en Nicaragua, aquí a José Zacarías Tallet y a Nicolás Guillén. Y también me formé en esa zona ensayística, que es también mía. Me gusta mucho el ensayo, no como académico con formato tesis, sino más libre.

“Creo que abrí mucho los ojos y los oídos en ese momento y todo eso me enriqueció. Por eso he dicho que el exilio para mí fue una desgracia, pero también fue muy importante por haber dialogado tanto, por ejemplo, con Cardoza y Aragón o con Cortázar en Nicaragua. Fueron experiencias muy fuertes.”

A pesar de que Jorge Boccanera ha confesado no sentirse conmovido por los versos de su coterráneo y tocayo, el bien querido Jorge Luis Borges, la poesía de Boccanera, provoca en mí equivalentes sentimientos que los del autor de Cristo en la cruz.

—La poesía es el ejercicio de desaprender para volver a escribir. Si uno la aprende o cree que aprendió, en el sentido de un oficio de certezas, va en contra de la poesía. Es ver por dónde titilan algunas imágenes y cómo uno las puede ir enhebrando. Hay poemas que los rehago y rehago, y los voy trabajando como si fuera una cosa de juguetería. Tiene algo de artesanía, es como si entraran las manos en eso. A mí me gusta mucho lo lúdico de la poesía. No me enamoro de lo que escribo, es algo maleable. Cuando estoy corrigiendo la poesía, la estoy haciendo también. Es un proceso muy difícil de explicar.

“Estoy hecho de cruces de discursos, donde puede entrar un lenguaje coloquial al lado de imágenes que tienen que ver con una textura surrealizante. Algunos críticos lo han dicho.

“Hay que ver entonces cómo funciona esa mezcla, las dosis de lo que puede ser la ironía, lo dramático, a veces quiero dejar una idea más despojada o más limpia.

“Sabría hablar de otros poetas, y hasta un punto. De Eliseo Diego, por ejemplo, el tiempo, la luz. Inclusive a veces hay poemas que me dicen cosas nuevas, matices, a veces me gustan más otras menos. Y mis temas son muy teatrales también. Entran personajes, la Sordomuda, el Domador de leones, el Motociclista, y recorren mi poesía. Creo que la acercan a la historieta.

“La poesía está hecha de cruces, por eso cuando dicen este es un poeta surrealista, aquel conversacional, son rótulos que dejan fuera mucho del acervo de ese poeta.

“Estoy muy marcado por los viajes y mi escritura también. Hay mucho lenguaje y locuciones populares procedentes de otros lugares, tengo palabras sonoras, músicos de otros sitios en mi poesía: al trío Matamoros cantando Lágrimas negras, México, sabores, olores y otros temas.
“En Argentina hay una poesía muy urbana, salvo en poetas fuera de Buenos Aires, también muy importantes. El último libro que escribí en el que estuve trabajando doce años y creo que ahora ya está, Palma Real, me permitió jugar mucho. Es la selva. Un lugar entre Costa Rica y Nicaragua, bosque primario de mucha lluvia. Ahí encontré lo que siempre buscaba como escritor, para mí fue ese espacio. Le va a resultar muy raro a la gente un libro donde el protagonista es un bosque que imagina que crece, todos lo creen y todo es imaginación. Y hablan pájaros y animales de amor, de filosofía, pueden escribir un haiku. Y el viaje me condujo a todos esos ámbitos.”

Argentina siempre ha sido el país desde donde se recibe la mayor cantidad de obras en concurso. Este dato ha despertado la curiosidad de muchos…

—A mí también me llamó la atención. Puede tener varias respuestas. Primero, quizás, que hay mayor distribución de las bases del concurso en Argentina que en otros países. Es la respuesta más fácil.

“Otra razón puede ser el respeto que los argentinos sienten por el Premio, aunque pienso que eso es general. Pero en Argentina siempre se ha visto como una distinción muy alta, muy importante. Y también pienso en la relación de los argentinos con Cuba. Igualmente podría pensar en los talleres literarios, pero existen en muchos lados.

“He escuchado también que en México hay muchos premios literarios y la convocatoria impide que los autores participen en más de un certamen. Y quizás en Argentina no haya tantos premios y entonces hay una avidez por participar. Tal es así, que en la revista Nómada (Universidad Nacional de San Martín) lanzamos el premio Olga Orozco y llegaron casi 700 trabajos, es una enormidad cuando se trata de un concurso convocado por una universidad. En estos casos los jóvenes lo ven no solamente como un reconocimiento sino como la posibilidad de publicación.

“En la época en que recibo el Premio formábamos grupos culturales muy fuertes que convocan a músicos, teatristas, a muchos. La composición de esos grupos era importante, por ejemplo, la nuestra era muy simbólica, con cruces interesantes porque nuestra madrina era Olga Orozco, poeta surrealista, y nuestro padrino era Catulo Castillo, uno de los grandes letristas de tango. Esa combinación nos marcó mucho para diversificarnos.

“Me entero de la convocatoria al Premio porque la leo en una revista mexicana, donde decía que había que enviar las obras vía Berna, Suiza. Mi obra llegó tarde esa vez. Y recibí una carta firmada por Haydee Santamaría, que aún conservo, en la que me solicitaba esperar a la siguiente edición del Premio. Y así fue. El Premio me acompañó siempre de una manera especial porque fue también un compromiso para escribir más.”

Reproducido de: LA VENTANA



2 Comments:

Blogger teresa coraspe said...

Daniel, yo siempre reviso tu blog, respondiendo a la nota anterior; es una costumbre, un ritual y me agrada hacerlo. Muy buena entrevista que seleccionaste; es una manera de estar con los ausentes, con los que no conocemos; porque ahora uno se conoce sin conocerse, ¿no te parece un milagro esta locura?. Cuando reviso mi blog, también lo hago con tu sitio; así como el de Marcotrigiano en Ocurre a diario, y ahora con el de PPPsantiesteban que ya tienes el link. Lo demás es el asunto político internacional donde busco información diaria: Esto me obsede. Pero ya...un abrazo grande y un recuerdo, Tere.

8:30 PM  
Blogger Daniel J. Montoly said...

Hola Tere!

Sé que eres una excelente lectora, amante de la buena literatura. Tengo unos días bastantes ocupados por eso casi no dedico tiempo a actualizar el blog, pero ya comienzo a liberarme. Hemos tenido grandes tormentas de nieve y una ola de frío terrible. Eso no ha hecho tener que trabajar extra para mantener la universidad abierta.

Yo en cierta manera soy como tú, cuando tengo la oportunidad de darme una escapadita corro a leer algo o a buscar la prensa internacional para ver va el mundo.

Un abrazo bien fuerte. Daniel

12:52 AM  

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