Thursday, August 27, 2015
RECORDAR A ELISEO DIEGO
l día 2 de julio de 2015, el inmenso poeta cubano Eliseo Diego
hubiera cumplido 95 años. Su obra, a la que García Márquez consideró
como una de las más grandes de la literatura hispanoamericana, ha sido,
en mi opinión, un tanto olvidada en los últimos tiempos. Pero su única
hija sobreviviente, la también escritora Josefina de Diego, no está
dispuesta a permitir que el legado de su padre caiga en “las oscuras
manos” de un olvido que sería solamente pasajero, porque la obra de
Eliseo es inmortal.
Modesta y poco dada a las apariciones
públicas, Fefé o Josefina trabaja como una hormiguita silenciosa desde
hace años en el ordenamiento y publicación de la obra de Diego, y ya ha
compilado y prologado algunos pocos volúmenes de sus libros.
Olvidando
ella misma su obra personal (es poeta, narradora, ensayista y
traductora y cuenta en su haber con maravillosos libros para el público
infantil y juvenil y también para adultos), la hija del poeta olvida por
un momento sus lauros y virtudes propias para hablarnos de esa figura
mayor de nuestras letras que fue su progenitor. He aquí, para los
lectores de Cuba Contemporánea, las respuestas que nos
dio a un puñado de preguntas. Sirvan ellas para homenajear al maestro y
para darnos una visión más personal del hombre que formó parte junto a
Lezama Lima, Cintio Vitier, Fina García Marruz y Pepe Rodríguez Feo,
entre otros, del legendario Grupo Orígenes, emblema de la literatura
cubana y componente insoslayable de su historia.
¿Qué recuerdas de tu padre, el escritor, y cuándo comprendiste lo imperecedero de su obra para la literatura cubana?
-¡Imagínate!,
recuerdo muchas cosas, siempre viví con él. Era un hombre tranquilo,
metódico. Lo recuerdo siempre escribiendo o leyendo, escribía hasta la
madrugada, todavía siento en mis oídos el ruidito de su máquina de
escribir cuando sus dedos golpeaban con rapidez y seguridad el pequeño
teclado. Era un gran mecanógrafo, no tenía necesidad de mirar las teclas
cuando estaba escribiendo. Había estudiado mecanografía, lo hizo porque
le importaba mucho que sus poemas y cuentos quedaran perfectamente
colocados en la famosa “página en blanco”.
El contenido en su
poesía era, por supuesto, lo esencial, pero si te fijas en sus poemas,
hay espacios, como los silencios en la música. Eso para él era muy
importante, esa pausa, ese momento detenido, la forma del poema; nada
era gratuito, cada palabra, cada coma, cada punto tenía un sentido para
él. Eres poeta y sabes a lo que me refiero. En su cuaderno Libro de quizás y de quién sabe,
ensayos breves donde quiso revelar algunos de sus “secretos”, habla de
estas cosas. Propuse que se reeditara, hace tres años, para que saliera a
la luz en 2014, en conmemoración del aniversario veinte de su muerte (1
de marzo de 1994), pero no ha podido ser. Sé que hay muchos problemas
con el papel y otros recursos imprescindibles para el correcto
funcionamiento de las imprentas.
Era, también, un hombre muy
sencillo; nosotros tres, sus hijos, sabíamos que escribía mucho. Para
nosotros, ese era uno de sus trabajos, verlo escribir era algo muy
natural. El otro era dar clases. Mi abuela y mi madre también eran
maestras. Recuerdo que en el Pre de la Víbora estudiamos a dos
cuentistas cubanos: uno era Onelio Jorge Cardoso, el otro era papá. Yo
sabía que era escritor pero ya encontrármelo en el plan de estudios me
impresionó un poquito. Lichi, mi hermano gemelo, recordaba que siendo
todavía un niño, un día subió al estudio de papá con un ejemplar de Por los extraños pueblos
y le dijo, sorprendido: “¡Papá, hay otra persona en el mundo que se
llama como nosotros!”. Y contaba mi hermano que nuestro padre le
explicó, un poco avergonzado, que esa persona era él.
No sabría
decirte cuándo comprendí lo imperecedero de su obra para la literatura
cubana, como me preguntas. Con el tiempo, lo he leído y releído muchas
veces, sé que fue un grandísimo escritor. Y sé que en Cuba y en muchos
lugares de este planeta así se le considera.
Háblame de la labor que realizas en la biblioteca de Eliseo.
-A
la muerte de mi padre me dediqué a organizar sus documentos y papeles.
Hace ya mucho que murió y todavía sé que me falta por hacer. No es que
haya dejado tantos documentos, pero es un trabajo que requiere de mucha
concentración, se necesitan materiales, pues hay que tener carpetas,
presillas, papel, archiveros, para organizarlos bien. También necesito,
en muchas ocasiones, escanear documentos, imprimirlos. Habría que
dedicarle todo el tiempo del mundo. Y yo tengo mis traducciones, que es
con lo que me gano la vida.
El trabajo con su biblioteca lo
inicié en 2013, estuve primero haciendo el inventario completo de sus
libros, uno a uno. En una tabla de Excel reflejé nombre del autor,
título, editorial, fecha de publicación, lugar de ubicación del libro,
estado de conservación y observaciones. En esta casilla anoté datos que
me resultaron de interés, como el nombre del traductor (¡al ser yo
traductora, no podía ignorar esa información!), si estaba dedicado,
cualquier cosa que entendiese fuera relevante, por alguna razón. Mi
padre siempre quiso tener ordenada su biblioteca, fue un trabajo que
emprendió en muchas ocasiones pero nunca pudo terminar.
Estuve
meses haciéndolo, no sé cómo lo terminé. Me enfermé de los ojos, por el
polvo que tenían acumulados; mis articulaciones artríticas
“protestaron”: subía y bajaba la escalera que me servía para llegar a
los estantes más altos con varios libros a la vez, fue un esfuerzo
físico grande. Pero fue un trabajo fascinante porque me encontré muchos
tesoros: dedicatorias de mis padres de la época en que eran novios,
cartas, dedicatorias de sus amigos, postales y marcadores, todos con
alguna historia. Y el propio libro me iba contando cosas… libros del
siglo XIX, libros raros. Fue como un viaje en el tiempo. Ahí, en esa
biblioteca, están todos los temas que interesaron y obsesionaron a mi
padre durante toda su vida: libros de historia, de religión, sus
novelistas y poetas preferidos, sus gustos y preferencias, los clásicos
de la literatura española, “sus amigos” ingleses, sus lecturas de cuando
era niño. Algunos están forrados por él, cuidaba mucho el libro, no
soportaba que se le maltratara. Y también forrando llegó a alcanzar una
gran maestría. Mi madre nos forraba nuestras libretas de la escuela, a
mí me parecía que le quedaban muy bien, pero una vez papá le dijo,
jugando, que estaban pésimamente forradas. Y le dio toda una clase.
Ahora
me encuentro en -digamos- la fase de procesar toda esa información, ya
he escrito tres textos, todos a partir de este trabajo con su
biblioteca. Son unos cuatro mil ejemplares, el 55% corresponde a libros
escritos en español; el resto están en inglés.
Cuéntame de los planes de la Colección del Sur para publicar todos los libros de Eliseo.
-Alex
Pausides, el presidente de la Asociación de Escritores de la UNEAC, que
admira y conoce la obra de mi padre, quiere publicar su poesía
completa, pero libro a libro, no agrupados. Ya en febrero de este año
salió El oscuro esplendor, que fue el tercer poemario de mi
padre, su quinto libro, y era su preferido, lo dijo en muchas
entrevistas. Es un proyecto muy bonito. Ojalá se pueda hacer con otros
escritores.
¿Piensas que tu padre ha gozado de toda la atención y reconocimiento que merece después de su muerte?
-Sé
que mi padre es muy querido y respetado en Cuba y en muchos otros
países de América Latina, también en España, aunque no se le ha
publicado mucho. En el resto de Europa y Estados Unidos se le conoce
poco. Los jóvenes vienen a mi casa, preguntando dónde pueden comprar un
libro de mi padre, y yo acabo regalándoles los pocos ejemplares
repetidos que me quedan.
Cuando estaba preparando la presentación de El oscuro esplendor
me di cuenta de que hacía más de 14 años que no se publicaba aquí un
libro de poesía suyo; sus cuentos se publicaron hace 12 años… Los
escritores viven en sus libros, renacen, “resucitan” con cada lector. Y
no hablo solo por él. Si alguien quiere comprar un libro de, digamos,
Nicolás Guillén, un enorme poeta, no lo encuentra por ningún lado. Así
pasa con muchos de los considerados clásicos de la literatura cubana e
hispanoamericana. En 2014 se cumplieron 20 años de su muerte: solo se
mencionó, muy brevemente, en la televisión. Yo preparé y leí una
conferencia con motivo de la fecha porque no quería que pasara sin que
se recordara tan triste día. Este 2 de julio mi padre hubiera cumplido
95 años. Se recordó en la televisión, en la UNEAC se presentó su
poemario y yo he leído dos conferencias que escribí, justamente, como
homenaje a esta fecha, una en el Centro Dulce María Loynaz y la otra en
la Sala Villena de la UNEAC. La Editorial Vigía, en Matanzas, también lo
recordó en abril pasado.
¿Qué impresiones dejan en ti las obras de Eliseo, y qué es lo que más te interesa de ellas?
-Los
libros y textos de mi padre me dejan una sensación de paz, me
estremecen y conmueven. Aun en esos textos suyos que penetran, con
afilada e implacable agudeza, en los misterios más antiguos y temidos
por el hombre -y que en él eran recurrentes: la muerte, la nada, la
razón de la vida, del ser-, incluso en esos textos tremendos, siento
paz. Quizás sea porque lo conocí y quise mucho y siempre me transmitió
serenidad, autenticidad, transparencia, honestidad, bondad. Todo eso me
lo transmiten, también, sus textos.
Reproducido de: http://laventana.casa.cult.cu/noticias/2015/07/31/recordar-eliseo-diego/
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