Friday, November 3, 2006



Ilustración: Goya
Fuente: Internet



Canto de Asrael


(I)

Vuelas, del púlpito a ese espacio transparente. Mira tus labios Asrael: Nacieron del sexo. Loto mágico en los ojos de cisnes salvajes de turquesa. El despertar te vino de ultramar con la sed de los deseos. El vórtice que coincide con la puerta de tu boca.

Navegaste, y tu perro lunar, escurridizo, te siguió con los ojos, rogándole a la muerte, se hizo piedra en tus adorables manos. Hijo de tus manos, Asrael. Sobre su cuerpo escribiste acerca de la ceniza del paraíso, mensajes en botellas, que la oscuridad hoy desempolva silenciosamente para calmar la sed de los recién nacidos.

Ahora lloras Asrael. Con el equinoccio, no habrá noches poéticas en las cortinas del invierno. No te saciaste con la desnudez de las mujeres, sino que tuviste que matarlas. Beberte su sangre, para comprender por qué la carne encierra. No sabes, ser humano entre hambrientas multitudes de dolores que te encuentran solo. . El sudario con que las putas cubren sus vergüenzas al venir la luna, el ano desgarrado de los hermafroditas, la rosa quíntuplo con que se consuelan las viudas. El polvo y tu sufrimiento atestiguan, que tú y yo somos uno, punto y línea en la jaula de la escritura, lágrimas mórficas en las mandíbulas de la concupiscencia.

Vi desprenderse las primeras plumas de tus alas. Lágrimas de alcanfor, hojas de un anunciado otoño, serpiente o eco de los espíritus. Siempre al acecho. Como el pecado, recela del indeciso. Solo yo puedo darte, darte el silencio o la muerte. Asrael, curarte esa llagas de niño torturado, cortar tu cordón umbilical para que seas un rebelde, mi espía detrás de cada litoral de formas.

Peca Asrael, bebe de la ira, entonces, serás el Avan Garden de los malvados.

Peca, Asrael, sal del encierro de tus miedos. Ensúciate hasta tomar partido...


(II)

Mira tus labios, Asrael, nacieron del sexo.
Loto mágico en los ojos salvajes
de los cisnes.

Con el equinoccio, no habrá noches poéticas
tras las cortinas del invierno.

Vuelas del púlpito a ese espacio transparente,
el vórtice que coincide con la puerta de tu boca..

El despertar te vino de ultramar
con la sed de los deseos.

Navegaste, y tu perro lunar te siguió
hasta la orilla suntuosa, escurridizo,
con los ojos rogándole a la muerte.

Se hizo piedra en tus adorables manos,
hijo de tus manos, Asrael.

Sobre su cuerpo escribiste acerca de la ceniza del paraíso,
mensajes en botellas, que, la oscuridad hoy desempolva, silenciosamente, para calmar la sed de los recién nacidos.

No te saciaste con la desnudez de sus mujeres
sino que tuviste que matarlas, beberte su sangre
para comprender por qué la carne encarcela.

Vi desprenderse las primeras plumas de tus alas,
lágrimas de alcanfor, hojas de un anunciado otoño,
serpiente o eco de los espíritus.

Ahora, lloras, Asrael. No sabes ser humano
entre hambrientas multitudes de dolores
que te encuentran solo.

Sólo el polvo y tu sufrimiento atestiguan que tú y yo
somos uno. Punto y línea en la jaula de la escritura,
lágrimas mórficas en las mandíbulas de la lujuria.

Solo yo puedo darte el silencio o la muerte. Asrael,
curarte esa llagas de niño torturado, cortar tu cordón umbilical
para que seas un rebelde, mi espía
detrás de cada litoral de formas.

Como el pecado, recela del indeciso. Peca Asrael,
bebe de la ira, entonces, serás el avan garden de los malvados.

El sudario con que las putas, cubren sus vergüenzas al venir la luna,
el ano desgarrado de los hermafroditas,
la rosa quíntuple con que se consuelan las viudas.

Peca, Asrael. Sal del encierro de tus miedos.
Ensúciate, hasta tomar partido...


(III)


Y se vió en ese instante
una flor gangrenosa que brotó junto a su lápida.

Dispuesta a vivir noche a noche, y morir
día a día, como recuerdo del sexo, prohibido.

El mismo la mojaba con su sangre.
La llamaba en el delirio, la rosa carmesí de los malditos.

En sus huellas, el tiempo sembró herraduras abriéndole
con un cántico de sombra, futuras generaciones..
El, ya cautivo, guardó su disfraz de ángel y
bebiéndose sus sílabas de Narciso,
comió con dionisiaco aire la quietud.

El manso rumor que enciende el fuego en los altares
urge a la voz, pero de ella, nada sale. Está. Ya no le reconoce
como su flauta, ya no es, el elfo de sus fantasías amorosas.


(IV)

Con el veintiún eclipse de la luna sobre el monte,
me beberé tu sangre, Asrael.

En el cráneo de tu madre, porque desoíste mi voz.

Serás el guardián de mi tumba.
El que la cuide de los ladrones, de las hazañas de los pájaros.

Vigila, Asrael,
porque mi tumba es el mundo.

Del brillo cortante de tus ojos haré láminas para escribir.
Sopla y sueña, pero nunca olvides Asrael.

Cierra, ciérrate, ante todos, omite que eras un Dios.
La flor sin macula en el jardín de lo perfecto.

Abomina tu pasado, sé sólo luz, dentro de la luz.

Ínsula. Ceniza de rosa de los laberintos.

Rasga tus uñas con sus sonidos, alcanza el éxtasis,
danzando en el aura obscena de la atmósfera.

Todo a tu alrededor tendrá olor a incienso, a mirra,
señal de que, el fuego está por consumirse.

No te preocupes cuando la serpiente muerda su cola, Asrael,
danza, fornica como un loco, tu copulación diluviará el círculo.

Miras mis ojos,
yo viajaré contigo a fundar iglesias femeninas en la teogonía del falo.

Te daré la visión de las piedras, la raíz
dónde yo he danzado cuando te tuve en mi vientre.

Se pájaro sin tregua, Asrael, copula, que,
en la luxación de la vorágine volverán a tus alas las plumas.

(V)

Nunca sabrás mi nombre. Porque soy tu dios
he vetado en ti, cualquier inclinación por lo divino.

Te quiero hombre, Asrael para que sufras
lo que por ti, yo he sufrido.

Por tu piel correrán ríos de glaucomas,
calles abandonadas por la alquimia del sexo.

Mercaderes de Gomorra traerán
ante ti, sus camellos llenos de oro.

Niñas vírgenes, lavaran tus pies con sándalo,
te ofrendarán sus pechos: flores de cielo con péndulos del paraíso.

Nunca te duermas, como el perro se duerme con la canción del amo. Escribe, escríbelo todo, sobre hielo, cuerpo, fuego o polvo.

Deja que en torno a ti vuelen las mariposas,
nunca te apodere de su vuelo, tan sólo observa, aprende.

Yo, tu dios,
develaré con el amanecer la llave de la ciudad de los selucidas.

Entonces, volaras, volaras
hasta los registros del universo con tu nuevo nombre.

Jamás podrás olvídalo ni arriba, tampoco abajo.
Nadie osará robártelo.

Tu mirada tendrá el sello de la furia
y todo aquel, que entre en contacto contigo se volverá ceniza.

Guarda con recelo las laminas en tus plumas.
En secreto mantuve tu identidad con el mar ahora,
en algún lugar, al oeste verás siempre una lámpara,
esa luz rescatara tu sombra,
entonces, tu risa hechizara a los poetas.
Será el nuevo hallazgo. La fresca ablución contra el hastió
Recipiente donde lavaran su rostro los incrédulos,
los dementes, los enfermos por el mito.

Todos giraran en torno a ti. Serás el nuevo sol
quien degollara su inocencia.

Toma su sangre Asrael, escribe en su aguafuerte
las siete ciudades que te mostré en sueños.

Yo, criatura de tu esfera ígnea danzo,
mientras tu zumo ramifica en mis pensamientos
como el beso de Iscariote, del ofidio.

De las branquias celestes se desprende la saliva
de algún naufrago hitita que con su caballo de rosas cruza las nubes.

Las hormigas lamen el marfil de tus huesos,
huesos del misterio engrana al yo que busca.

Nazco del enfoque de tu vientre
sin censura.

Cuando los conjuros del cristal atraviesan los eclipses del subconsciente,
espero el rapto de tu lengua, sustancia que moldeara la carne, con una línea invertebrada.

Seré el beso menstrual para el cuerpo adolescente.
La daga geométrica que penetra en el vacío
confiriéndole atributos a la forma sinuosa de la gravedad.

Me veras en las piedras, escucharas mis llantos,
runas sonoras con tu caracola.

Cuando observes la luna obnubilarse en su órbita
lee el humo que custodia la calavera
sus caracteres, te revelarán.

Daniel Montoly©

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