Sunday, August 10, 2008




HA FALLECIDO EL POETA PALESTINO MAHMUD DARWISH

El poeta palestino Mahmud Darwish falleció ayer en un hospital de Houston, Texas, después de una intervención quirúrgica en el corazón. A Mahmud Darwish se le considera el poeta nacional palestino y una de las voces más prominentes en la poesía árabe. Poeta que combatió con fiereza poética y política la ocupación de su patria por parte del gobierno israelí. Nació en Al Birwa, en La Galilea en 1941.





HOMENAJE PÓSTUMO AL POETA PALESTINO, MAHMUD DARWISH


MAHMUD DARWISH

Traducción del árabe por

María Luisa Prieto


LA ÚLTIMA TARDE EN ESTA TIERRA

La última tarde en esta tierra cortamos nuestros días
de nuestros arbustos y contamos los corazones que nos llevaremos
y los que dejaremos, allí. La última tarde
no nos despedimos de nada, y no encontramos tiempo para nuestro fin.
Todo permanece en su estado, el lugar renueva nuestros sueños
y a sus visitantes. De pronto no somos capaces de ironizar
porque el lugar está preparado para acoger al vacío. Aquí, la última tarde
gozamos de las montañas rodeadas de nubes. Conquista y reconquista
y un tiempo antiguo que entrega a este tiempo nuevo las llaves de nuestras puertas.
Entrad en nuestras casas, conquistadores, y bebed nuestro vino
de nuestra sencilla moaxaja, porque nosotros somos la noche en su medianoche, y no hay
alba portada por un jinete procedente de la última llamada a la oración.
Nuestro té es verde y caliente, bebedlo. Nuestros pistachos son frescos, comedlos,
y las camas son verdes, de madera de cedro, rendíos al sueño
después de este largo asedio, y dormid sobre el plumón de nuestros sueños.
Las sábanas están preparadas, los perfumes colocados en la puerta y los espejos son numerosos.
Entrad para que nosotros salgamos del todo. Dentro de poco buscaremos lo que
fue nuestra Historia en torno a la vuestra en los países lejanos
y al final nos preguntaremos: ¿Al Andalus estuvo
aquí o allí? ¿Sobre la tierra... o en el poema?


LA GOLONDRINA DE LOS TÁRTAROS


A la medida de mis caballos será el cielo.
He soñado con lo que sucederá después del mediodía.
Los tártaros avanzaban por debajo de mí
y del cielo. No soñaban detrás de sus tiendas
alzadas ni conocían el destino de nuestras
cabras a merced del invierno próximo.
A la medida de mis caballos será la tarde.
Los tártaros escondían sus nombres en los
tejados de las aldeas, cual golondrinas,
dormían con placidez entre nuestras espigas
y no soñaban con lo que sucederá después del mediodía,
cuando el cielo vuelva poco a poco
con los suyos por la tarde.

Tenemos un solo sueño: que el viento pase
como amigo y esparza el perfume del café árabe
por las colinas que rodean el verano y los extraños.
Yo soy mi sueño. Cada vez que la tierra se estrecha
la agrando con un ala de golondrina y me agrando.
Yo soy mi sueño. En la muchedumbre me he llenado con el espejo
de mi alma y mis preguntas sobre los astros que
pasan sobre los pies de los que amo.
En mi soledad hay caminos para los peregrinos
hacia la Jerusalén de las palabras,
arrancadas como plumas de las piedras.
¿Cuántos profetas necesita la ciudad para que
retenga el nombre de su padre y se arrepienta:
"He caído sin combatir"?
¿Cuántos cielos se cambiarán en cada pueblo
para que su chal carmesí le complazca?
No nos mires así.
No seas el último mártir.

Temo por mi sueño a la evidencia de la mariposa
y a las manchas de mora en el relincho del caballo.
Temo por él al padre al hijo y a los que pasan por
la costa mediterránea buscando los dioses
y el oro de los precursores.
Temo por mi sueño a mis manos
y a una estrella erguida
sobre mi hombro que espera el canto.

Nosotros, los habitantes de las noches antiguas,
tenemos nuestras costumbres en el ascenso hacia la luna de la rima.
Creemos a nuestros sueños y mentimos a nuestros días.
No estaban todos nuestros días con nosotros
desde la llegada de los tártaros,
y ahora se disponen a partir
olvidando nuestros días detrás de ellos.
Dentro de poco nos posaremos sobre nuestra edad
en los campos y haremos nuestras banderas de
sábanas blancas. Si la bandera es necesaria,
que esté desnuda de símbolos que la arrugan,
y seamos apacibles para que nuestros sueños no vuelen
detrás de la caravana de los extranjeros.

Tenemos un solo sueño: encontrar
el sueño que nos llevaba
como la estrella lleva a sus muertos.


YO TENGO DETRÁS DEL CIELO UN CIELO

Yo tengo detrás del cielo un cielo para regresar, pero
continúo puliendo el metal de este lugar, y vivo
una hora que percibe lo invisible. Sé que el tiempo
no será dos veces mi aliado, y sé que saldré de
mi bandera cual pájaro que no se posa en ningún árbol del jardín.
Saldré de toda mi piel, y de mi lengua
descenderán algunas palabras sobre el amor por
la poesía de Lorca que habitará en mi alcoba
y verá lo que yo he visto de la luna beduina. Saldré del
almendro como algodón sobre la espuma del mar. El extranjero ha pasado
portando setecientos años de caballos. Ha pasado por aquí el extranjero
para que el extranjero pase por allí. Saldré dentro de poco
de los pliegues de mi tiempo como extranjero de Damasco y de Andalucía.
Esta tierra no es mi cielo pero esta tarde es mía,
las llaves me pertenecen, y los alminares y las lámparas, y yo
también me pertenezco. Soy el Adán de los dos paraísos, dos veces perdidos.
Cazadme despacio
y matadme deprisa
bajo mi olivar
con Lorca.


EN EL LARGO ÉXODO TE AMO MÁS

En el largo éxodo te amo más. Dentro de poco
cerrarás la ciudad. Yo no tengo corazón en tus manos ni
camino que me lleve. En el largo éxodo te amo más.
El granado de nuestro honor, después de tu pecho, ha perdido su savia. Leves son las palmeras,
las colinas, nuestras calles en el crepúsculo
y la tierra cuando se despide de su tierra. Leves son las palabras
y los cuentos sobre las escaleras de la noche. Pero mi corazón es pesado.
Déjalo allí, aullando en torno a tu casa y llorando los bellos días.
No tengo más patria que ella. Al partir te amo más.
Vacío el alma de las últimas palabras: te amo más.
Al partir, las mariposas guían nuestras almas. Al partir
nos acordamos de un botón de la camisa perdido y olvidamos
la corona de nuestros días. Recordamos el olor del sudor con perfume de melocotón y olvidamos
la danza de los caballos en la noche de bodas. Al partir
nos igualamos al pájaro, nos apiadamos de nuestros días y nos contentamos con poco.
Me basta de ti el puñal dorado que hacía danzar mi corazón moribundo.
Mátame lentamente y diré: te amo más de lo que
dije antes del gran éxodo. Te amo. Nada me causa dolor,
ni el aire ni el agua ni la albahaca en tu mañana ni
el lirio en tu tarde me causa dolor después de este éxodo.


¿QUIÉN SOY YO, SIN EXILIO?

Extraño como el río al borde del río...El agua
me ata a tu nombre. Nada me retorna de mi lejanía
a mi palmera: ni la paz ni la guerra.
Nada me incorpora a los Evangelios.
Nada... nada relumbra desde la costa del flujo
y el reflujo entre el Tigris y el Nilo.
Nada me desembarca de los navíos del faraón.
Nada me porta o me hace portar una idea: ni la nostalgia
ni la promesa. ¿Qué hacer? ¿Qué
hacer sin exilio y sin una larga noche
que escrute el agua?


El agua
me ata
a tu nombre.
Nada me lleva de las mariposas de mi sueño
a mi realidad: ni la tierra ni el fuego. ¿Qué
hacer sin las rosas de Samarcanda? ¿Qué
hacer en un lugar que pule los cantos con sus piedras
lunares? Ambos somos ligeros, como nuestras casas,
en los vientos lejanos. Somos amigos de los seres
extraños entre las nubes... dos restos de
la gravitación de la tierra de identidad. ¿Qué haremos? ¿Qué
haremos sin exilio y sin una larga noche
que escrute el agua?

El agua
me ata
a tu nombre.
No queda de mí más que tú, y no queda de ti
más que yo, un extraño que acaricia el muslo de su extraña. ¡Oh,
extraña! ¿Qué haremos con la tranquilidad que
nos queda y con una siesta entre dos mitos?
Nada nos lleva: ni el camino ni la casa.
¿Este camino ha sido siempre igual,
o nuestros sueños lo han cambiado
tras hallar, entre los mongoles, un caballo
en la colina?
¿Qué haremos?
¿Qué
haremos
sin
exilio?



LA MUERTE DE FÉNIX

En los himnos que cantamos
hay una flauta,
en la flauta que nos habita
un fuego
y en el fuego que encendemos
un Fénix verde.
En su elegía no he distinguido
mi ceniza de tu polvo.

Una nube de lilas basta para ocultarnos la
jaima del pescador.
Camina, pues, sobre las aguas como el Señor.
Ella me ha dicho:
El recuerdo que llevo de ti no está
desierto
y ya no hay enemigos para las rosas que
surgen de los escombros de tu casa.

Un anillo de agua rodeaba la elevada
montaña
y el Tiberíades era el patio trasero del primer
Paraíso.
Le dije: la imagen del universo se ha completado
en unos ojos verdes.
Ella me respondió: Oh, mi príncipe y mi cautivo,
guarda mis vinos en tus jarras.

Los dos extraños que se han consumido en
nosotros son
esos que hace un instante han intentado
matarnos,
los que volverán a sus espadas dentro de poco,
los que nos preguntan: ¿Quiénes sois?
- Dos sombras de lo que fuimos aquí,
dos nombres del trigo que crecen en el pan de
las batallas.

No quiero regresar ahora, como
los Cruzados de mi casa. Soy
todo este silencio entre los dioses y los que
se inventaron un nombre.
Soy la sombra que camina sobre las aguas,
la escena y el testigo,
el adorador y el templo
en la tierra de mi asedio y del tuyo.

Sé mi amado entre dos guerras
en el espejo -dijo ella-.
No quiero regresar ahora a la
fortaleza de mi padre.
Llévame a tu viña y reúneme con
tu madre.
Perfúmame con agua de albahaca, espárceme
sobre la vasija de plata, péiname,
enciérrame en la cárcel de tu nombre, mátame
de amor. Cásate conmigo.
Despósame por los ritos agrarios,
adiéstrame en la flauta y quémame para que
nazca
como el Fénix, de mi fuego y del tuyo.

Una forma semejaba al Fénix llorando
ensangrentado
antes de caer al agua
cerca de la jaima del pescador.

¿De qué sirve mi espera y la tuya?



NOTA DEL BLOG: Tanto la fotografía como los textos poéticos que figuran en este homenaje a Mahmud Darwish han sido tomados de: www.poesiaarabe.com. Las traducciones del árabe al español fueron hechas por María Luisa Prieto

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