Monday, November 2, 2009


VOCES DEL SIGLO XXI

CARLOS BARBARITO

(Pergamino, Argentina 1955)





Desde Siempre, Doble: Torbellino...


(A Federico Klemm, en memoria)



Desde siempre, doble: torbellino,
movimiento espiral, helicoide,
dinámica del espacio; peregrino,
partida y regreso al origen,
al centro.
¿Por qué entonces,
esta tarde o noche,
un palo quemado,
alas negras y una red,
hija de lo oscuro y hermana del sueño,
negro que se vuelve verde,
manos que emergen de la tierra?

(26 de noviembre, 2003)




Cármides (ii)


En silencio, con los ojos abiertos,
se sumerge. Sin testigos.
Lejos de los barcos pintados,
de los remos, del Pez
y los peces. Ahora
todo es tiempo, muerde los muros,
los hijos, arroja ceniza
sobre las ciudades.
En el fondo apenas una chispa.
Apenas algunas hojas secas,
un fruto que nadie come
en el aire se pudre.


Joven, deja gotas de sí…


Joven, deja gotas de sí
en cada nudo del viento; el brazo
a través del aire, ¿del otro lado?
Joven, dije, y sin respuesta,
una hoja de cuaderno, sudario;
¿a cuánto de la mandrágora
y a cuánto del útero?
Se alimenta de imagen,
de médula sin encarnar,
de candado, de testigo falso
y juez que lo atiende
desde un estrado de estearina.
No quiere actas, coordenadas,
octógonos, alejandrinos,
precisamente eso, y no otra cosa, le dan.


En vez de menguar, crece…


En vez de menguar, crece.
Qué anida en él. Qué lo nutre y sostiene.
Pienso en un espejo partido,
en un fármaco que no cura,
en una luz que sólo alumbra y no asiste.
Ante él, toda criatura inmóvil,
el ahogo del nadador, el bocado de la sal,
cuanto se zambulle y no reaparece;
hubo un pasado de cuartos secretos,
allí, amante y amada, lejos
uno del otro, pero ambos arqueados y convulsos.
Qué de eso se estira hasta encontrarnos.
Y dónde nos encuentra, cómo,
por qué vía, a través de qué éter, qué silicio.


Jamás vi su rostro, pero lo adivino…


Jamás vi su rostro, pero lo adivino
mientras el agua de la mañana empapa mis ropas
y atravieso vías muertas y vacíos depósitos
hacia la casa. Por eso
que nunca vieron mis ojos humanos
y sin embargo desde siempre conozco,
encuentro firmeza en lo volátil
y alimento donde otros encuentran ayuno.
Así, de lo que va a quemarme
es todavía la víspera, de la vida,
aunque breve, aún es el apogeo;
aún respira en el útero
la que para el mundo yace lejos y perdida.







Hacia el timón...


Hacia el timón
más allá de la bruma, el espacio
donde caben el hombre y su sombra
por fin lleno y saciado de si
y de mundo. O, quizás, hacia
una espuma fugaz
en la superficie,
una olla de carbones encendidos
ante la peste que acecha.
O, tal vez, hacia un leño encendido
antes de que caiga al mar,
el último aceite en la lámpara,
el amor previo a la usura,
el canto de los grillos
en vísperas del Diluvio.


Habrá olvido en la tarde...


Habrá olvido en la tarde
de las redes olvidadas
y los botes quietos.
Un olvido tejido con lana de animal
hallado a la deriva y ciego.
A esa hora se tumbará
el poema, para siempre inconcluso;
no quedará trabajo
que culmine en ventura
ni ventura que impregne
al amor, despojado de si y en fuga.
Este día en el que respiramos
precede a esa tarde, lo anuncia
el reflejo de cada rostro
en el agua turbia
que casi todos suponen
el espejo más perfecto.



En el instante del te quiero...


En el instante del te quiero,
el borde afilado del papel,
una mínima pero dolorosa
herida en el dedo.
En lo que debiera ser luz espesa,
el fin de toda soledad,
una sangre escasa que confunde y distrae.
¿Qué anhelo cabe en el agua fría?
¿Qué deseo se concentra
en un trozo de algodón, en una toalla?
¿Qué sagrada o profana intensidad
promete el alcohol?



Pound Revisited


Ve libro mío en la mudez nacido,
y abraza a quien se apiadó de solteros y casados,
de la pequeña Aurelia y de las vendedoras de tienda,
y que ahora es una sombra,
una presencia fantasmal que cruza los jardines de Kensington,
los senderos de los sucios, vigorosos herederos de la Tierra.

Abraza a quien un día entregó su vasto corazón a la lluvia
y se quedó para siempre en las aguas del zafiro,
dile que yo también me he unido al vuelo de las golondrinas
y traigo en mi sangre la luz de los abedules y el oro rojo de los arces,
para que cuando llegue la más terrible de las horas
y en mí todo sea cernido y disuelto,
ante los ojos de mis ojos permanezca intacta la Belleza.




Me da miedo despertar


A Raúl Gustavo Aguirre



Me da miedo despertar,
abrir los ojos, sentir que en mí permanecen,
implacables,
los dolores y los recuerdos.
Metáforas, filosofías, pitagóricas ecuaciones
y no poder ni siquiera resolver el alba.

Y no hablemos de mundo. Yo no tengo mundo,
apenas un hueco donde sólo cabe mi esqueleto.
Yo no quiero acabar crucificado al calendario,
atado al mismo invierno, a la misma lámpara.

Qué soledad la de este cuarto,
me da muertes de periódico, y quema
hasta las cenizas el niño que llevo adentro.
Qué desgracia la de este siglo,
la de este cotidiano desayuno de sombra y sangre
del que no quiero probar ni una gota.

Adónde ir, cómo saber entre tanta máquina,
entre tanta música confusa.
A qué viento obedecer, en qué espejo mirarme.
Dolores y recuerdos, tengo miedo.
Puentes y caminos, pájaros idos, caigo, caigo.


He visto...


He visto las máscaras de Ensor y los retratos de Van Eyck
He visto las treinta y nueve tesis que perdieron a Jan Huss
He visto el rostro de Alejandra, amado rostro desaparecido
He visto la Luna de Luciano y la Luna de Wells
He visto el costado abierto de Cristo y la lanza del soldado
He visto el seno desnudo de la Virgen de Fouquet y el fuego que devoró a Santa Juana
He visto el nombre de Byron grabado en la piedra blanca de Westminster Abbey
He visto la rosa de Rilke y la rosa verdadera de Borges
He visto el pan amargo del prisionero y la mano ensangrentada del verdugo
al acabar su tarea
He visto a Romeo y Julieta amarse con el mismo movimiento de las olas en el mar
He visto a María amamantar a Bernardo, en Saint-Vorlés
He visto el río de Heráclito y los tréboles de Amiens
He visto muchas cosas y no he visto nada
Afuera cae la lluvia y sopla el viento
Sobre París brillarán las estrellas
Tengo miedo
No puedo acostumbrarme a vivir con mis fantasmas




Lo supe por tus manos, una noche con sol…


Lo supe por tus manos, una noche con sol:
la raíz del ciclón, del escondido temor de la turba,
del luminoso deseo del pez que nada río abajo;
comprendí, entendí por fin, no
fueron en vano el sudor, el desnudo,
ni en vano fueron el cimiento de la casa,
la ventana hacia los acantilados,
la unión del alcohol y el azufre,
el paso de las horas en papeles y tapices.
Verde y bermejo, preciso
entre el fluir del agua, a salvo
en un amplio golfo,
prolongado sueño que no desmaya,
aceite que en la lámpara no se consume.
Hubo un piano a orillas del mar,
una luz rasante sobre la superficie
que advertía del tenso amén sumergido.
Magia esparcida, dorada
vibración que un niño lee,
con los ojos cerrados, al borde del camino.

Lo supe, ¿por qué lo olvidé?


Nabokov


Veo a los que van a llevarlo, agrisado
y ciego, bajo un cielo cuyo peso se duplica
y curva las ramas. Son los mismos
que van a llevarme también a mí,
en una mañana de escarcha,
de mí quedará una manzana en un plato,
que se pudrirá sin ser pelada ni comida.
¿Y él, qué es lo que deja?
¿Un temblor silente, un alerce abstracto?
¿Una mariposa inventada,
huellas de bicicletas sobre la arena,
un nido abandonado, un muro nocturno, un pisapapeles?
Desnudo bajo su traje blanco,
ya no verá nacer una nueva palabra
entre moon y moonbeam;
lo cargan en una carretilla de jardinero,
se lo llevan cuesta abajo,
por un sendero, tumbado sobre hojas secas
y tallos quebrados, más allá de fulgores de nácar,
de erratas, sarcasmos y nogales.



DE OTRA CIENCIA, APENAS EN LOS BORDES
conocida, de un hervor
en aguas de malaria. Llega,
¿o siempre estuvo aquí,
antiguo, acaso ínsito, en cada cosa?
El temor arde, entre escombros,
cerca de la orilla. Del choque
de la sombra y la luz
queda apenas una superficie sucia
en la que cosa alguna se refleja.
En conjuro, cavan pozos,
hacen gestos en la oscuridad,
lamen la herrumbre.
Pero, todos, vistos desde lejos,
desde arriba, exiguas figuras
a las que ninguna sanidad acude
y en ningún fruto, finalmente, se transfiguran.



CERCA DE UN POSTE DE TELÉFONO,
en el barro que dejó la lluvia,
el cadáver de un gato.
Lo veo y pienso en el tiempo,
en el deseo que el amor no consume,
en eso seco que se aferra a una idea
de fertilidad, de descendencia.
Me alejo. Detrás los insectos avanzan,
van a limpiar otra vez el mundo
de lo ahora innecesario y superfluo.



Virginia Woolf, South Hampton Road


Dónde buscar lo que imanta
a hombre y mujer sino en la gota
de agua de lluvia que resbala por el vidrio;
dónde encontrar el arriba y el abajo,
la sanidad o la locura, si cada cosa parece ser máscara:
los pájaros del jardín que hablan griego,
la puerta que se abre para que surja el tigre,
una flor que cae,
el frío seco y el cielo gris,
un perro que se convierte en hombre,
el espíritu orgulloso y burgués,
las mariposas nocturnas
que se posan sobre flores plateadas, en pleno día.
¿Y la muerte? En el vientre,
de pronto, un dolor de parto pero imposible,
cualquier rostro entre los rostros
se revela desnudo y se vuelve atroz;
cómo narrar esa falta de luz,
ese abismo todo gravedad
del que nada ni nadie escapa
y en cuyo centro arden, desfigurados,
espesor, prosa, relámpago.


Un perro piensa luego de leer un verso de Anne Sexton



¿Al final del asunto siempre es la muerte?
Anne, tiene que haber otra conclusión
para este interminable husmear por basurales,
por caminos cubiertos de hojas secas. ¿No la hay?
Tal vez tengas razón. Cada noche
debo yo aullar como lobo
aunque aquí no los haya
y yo jamás haya visto un lobo.
Se hará, entonces, la hora
y deberé enfilar el ladrido para nadie,
en lo oscuro. Ninguno
me oirá, no habrá ni la luz de un fósforo.
Entretanto, dormiré y despertaré,
como todos, y, como todos,
cada mediodía, morderé el hueso antes de tragarlo.
¿Hubo alguna vez un Oído,
una Claridad? ¿Y el paraíso
prometido a los cuadrúpedos,
los grandes árboles
dispuestos a ser eternamente orinados?
Al final, me pregunto,
¿ una rápida visión sin mucho detalle
del fondo y luego, casi de inmediato, nada?
Si es así, qué nos mate la perrera
un instante antes, ahora mismo.


¿Y por qué no entregar el poema..?


¿Y por qué no entregar el poema
a la más olvidada de las criaturas,
a ésa, que vive poco y apenas vuela,
procrea sobre hojas anchas y olorosas?
¿Por qué no ofrecerlo
a las bestias de paso torpe,
las que migran en enormes manadas,
mueren de a montones
y el hielo las sepulta?
¿Por qué no darlo apenas escrito,
con urgencia, sin corregir,
a esos que en el aire,
en bandadas se congregan
y unos con otros se aparean?


Tal vez toda la luz del mundo...


Tal vez toda la luz del mundo
sea sólo el reflejo de un sol entre nubes
contra el cristal oscuro de un cuarto vacío;
quizás el que, en busca de agua,
cava tras la orden del rabdomante
no guarda dentro de sí
más esperanza que aquella que se quita
y pliega su vestido sobre una silla,
y espera cada día la llegada del desconocido
en una casa plantada en el desierto.
¿Y la constante mudanza
de la piel y las plantas,
la hora en que a tientas la beso y la penetro,
el tosco florero vacío
ante la colmada vastedad de la muerte,
el vuelo de la polilla de cuarto en cuarto?
Ahora que la hija del sueño se consume
y un único pájaro canta
desde el borde de una larga rama inclinada,
quema la lágrima y el río
no se convierte en mar ni lo que hablo
en idioma exacto y puro.


Si de otra materia fuéramos. Pero no...


A María García Pérez


Si de otra materia fuéramos. Pero no,
un esmalte al que la menor vibración hace mella;
bajo la fina capa, lengua, sexo y garganta.
Un cincel raspa hacia el primer sueño
la última sílaba, hasta el instante preciso
en que, desnudos y urgidos,
dejamos de ser ángeles, animales.
De otra medida, otro espesor.
En el hielo, en el fuego, en el aire y el suelo.
En riqueza y despojo, hoy y en la víspera.
En lo que abre la llave y en lo que la llave cierra.
Otro dolor y otro goce. Más allá
de las marcas de las azadas,
las huellas de los zapatos,
donde cada acto concluye en beso, en lastimadura.



Carlos Barbarito, nació en Pergamino, Argentina, el 6 de febrero de 1955. Su obra literaria comprende quince libros de poesía y dos de crítica de artes plásticas. Premios y distinciones: • Premio Fundación Alejandro González Gattone. • Premio Fondo Nacional de las Artes. • Premio Dodero de la Fundación Argentina para la Poesía. • Premio Bienal de Crítica de Arte Jorge Feinsilber. • Premio César Tiempo. • Premio Raúl Gustavo Aguirre de SADE. • Mención de Honor Leopoldo Marechal, • Mención de Honor Carlos Alberto Débole. • Gran Premio Libertad. • Premio Francisco López Merino. • Premio Hespérides. • Premio Iparragirre Saria • Mención Plural de México. • Mención honorífica Concurso de Literatura de la Ciudad de Buenos Aires. Figura en: Breve diccionario de autores argentinos desde 1940 .Inventario Relacional de la Poesía en Lengua Española 1951-2000, de Juan Ruiz de Torres y José Javier Márquez Sánchez . • ABC de las artes visuales en la Argentina • Diccionario de autores argentinos .Sus textos sobre arte y literatura y su obra poética están traducidos, en parte, al inglés,al francés, al portugués, al catalán y al holandés.


NOTA: Las ilustraciones son del artista y poeta español, VBZ. Pueden encontrar sus trabajos visuales y excelentes poemas en su página personal en el siguiente enlace:

http://www.vbz.es/vbz.htm

3 Comments:

Anonymous Anonymous said...

Muchas gracias Daniel! Un abrazo desde Argentina!

8:18 AM  
Blogger Daniel J. Montoly said...

This comment has been removed by the author.

7:49 PM  
Blogger Daniel J. Montoly said...

Pero Carlos, si soy yo quien debe darte las gracias por aceptar la invitación, porque es un gran honor poder bridarle a los lectores que no visitan la oportunidad de disfrutar de tu excelente poesía.

Un abrazo.

Daniel

8:35 PM  

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