Había hecho
de la humildad y el bajo perfil una manera de vivir, una forma desde la
cual traducir en versos los secretos más profundos. Ni siquiera se
consideraba el mejor poeta de su barrio, decía, porque tenía de vecino a
Juan Gelman, su gran amigo. Pero lo mexicanos –y cualquiera que lo haya
leído alguna vez– lo amaban. José Emilio Pacheco, el poeta más
importante de México detrás de Octavio Paz, falleció el domingo último
en la ciudad de México, a los 74 años, tras tropezarse con unos libros
en su cuarto y golpearse la cabeza. “Mi padre se murió en la raya como
él hubiera querido. Trabajó en los últimos días con el brevario de su
amigo Juan Gelman. Se durmió y ya no despertó”, señaló a la prensa Laura
Emilia, la hija del ganador del Premio Cervantes en 2009. Autor de más
de treinta obras, entre poemarios, ensayos y novelas, Pacheco perteneció
a la llamada “generación del ’50” mexicana, junto a Carlos Monsiváis,
Sergio Pitol y Juan Vicente Melo, entre otros autores que iluminaron las
letras hispanoamericanas.
Novelista, traductor, ensayista, periodista, guionista de cine,
Pacheco supo ganarse un lugar entre los grandes de la literatura merced a
su peculiar manera de ver el mundo, donde a la simpleza de su prosa le
agregaba una fina ironía, de la que él mismo era objeto. Miembro de
Honor de la Academia Mexicana de la Lengua, Pacheco recibió los más
importantes galardones de habla hispana, como el Premio Xavier
Villaurrutia, en 1973; el José Donoso, en 2001; el Octavio Paz, en 2003;
el Pablo Neruda, en 2004; el Federico García Lorca, en 2005; así como
el Premio Cervantes de Literatura en 2009, y el Premio Reina Sofía de
Poesía Iberoamericana, ese mismo año. “Yo lo quería muchísimo. Es una
pérdida infinita porque era un gran hombre en el que se unían la
literatura con la crítica política y social. Además, él siempre dedicó
sus escritos a la gente más valiosa de México”, subrayó Elena
Poniatowska, ganadora el año pasado del Cervantes, tras enterarse de la
triste muerte del autor de Las batallas del desierto, a causa de un paro
cardiorrespiratorio.
Pacheco había nacido en la ciudad de México en 1939, donde luego de
una infancia y adolescencia rodeado de libros, estudió derecho y letras
en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Si bien la
escritura había sido parte central de su vida, recién se dio a conocer
en 1958, con La sangre de Medusa, un cuento de 20 páginas que le publicó
su amigo Juan José Arreola, en su colección “Cuadernos del Unicornio”.
Desde aquella primera publicación, el joven Pacheco no dejó de
sorprender con su manera de pensar el mundo en versos, al punto de que
el mismísimo Octavio Paz haya señalado alguna vez que “la poesía de José
Emilio Pacheco no se inscribe en el mundo de la naturaleza, sino en el
de la cultura”. Amante de la poesía (género al que consideraba “el arte
absoluto”), Pacheco creó uno de los poemas más emblemáticos de su país,
Alta traición, que se convirtió en bandera de los jóvenes mexicanos. “No
amo mi patria/ su fulgor abstracto es inasible/ Pero (aunque suene mal)
daría la vida/ por diez lugares suyos, cierta gente, puertos, bosques
de pinos, fortalezas, una ciudad deshecha, gris, monstruosa, varias
figuras de su historia, montañas, y tres o cuatro ríos”, escribió.
Además de poeta, con libros de la talla de El reposo del fuego
(1966) y Los trabajos del mar (1984), Pacheco fue novelista, periodista,
crítico y traductor de obras como La estrella de madera, de Marcel
Schwob, y Cuatro cuartetos, de T. S. Eliot. Entre sus novelas se
destacan Morirás lejos (1967), El principio del placer (1972) y Las
batallas en el desierto (1981), y los libros de poesía como Miro la
tierra (1987), Siglo pasado (2000) y Como la lluvia (2009). A lo largo
de su vida también colaboró en la revista Estaciones y en la antología
de poesía mexicana Poesía en movimiento, prologada por Octavio Paz;
realizó la compilación La Poesía mexicana del siglo XIX y colaboró como
periodista en El Heraldo de México, Letras Libres, Plural y Proceso,
donde el último domingo publicó sus últimos versos, en homenaje a su
amigo Juan Gelman, fallecido semanas atrás.
Tomado de Página 12
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