Sunday, October 16, 2005

AGUALUNA

Prólogo

Creo que fue Robert Desnos quien sintetizó en dos versos dirigidos a su mujer, Youki, la intensidad misma del amor: “Tanto amé tu sombra, que ya nada me queda de ti.”
Digo esto porque los poemas de Gabriela Delgado necesariamente nos remiten a los poemas del amor.
Son muestras y sueños de una carta entrañable, de textura doméstica y adorable sensibilidad. Acaso, porque su poesía se entreteje de imágenes que hacen posible un replanteo significativo del deseo, la pasión y la realidad, como principio y angustia. Así se nos revela su espíritu, como el de una seductora que es “seducida” por el lenguaje lírico de un libro que es una metáfora en sí, AguaLuna, reducto de la fascinación y del vértigo del diario vivir. He ahí su misterio y su canto. El goce y el dolor. Todo esto, nos asombra y nos convoca, entre luces y sombras, a la música que toda verdadera poesía engendra y al verbo revelador de la forma, como primer paso en la lectura de estos versos que van ramificándose como una partitura del corazón.
De Gabriela Delgado podríamos decir que congrega en el paisaje de este primer libro, una fina percepción que se advierte a flor de piel, demostrando una imprescindible calidad en el momento de articular las palabras.
Su discurso lírico pone al desnudo a una “artista de la palabra” que cristaliza los estilos literarios de su tiempo y como tal, lima de asperezas cualquier deslizamiento en la construcción de su propio lenguaje.
Resplandece su obra, que es comunicada desde lo más íntimo del alma hasta desencadenar en episodios de verdadero canto a la naturaleza, con simplicidad y belleza, poniendo en evidencia un rico universo poético, configurado mediante la energía de dos tipos de material: el psicológico y el espiritual.
No obstante eso, Gabriela Delgado, nos invita, en un pequeño poema, a descifrar sus “Instrucciones para el amor”, como una inaplazable guía de sus otros textos de AguaLuna: “Descreer de la cordura./ Rescatar la memoria y el instinto./En ritmo de cortejo fusionar las mareas./ Ensambladas las manos sin guantes de rutina./. Hurgar con la boca los húmedos secretos/ lamiendo la sal del deseo...”
Tal es así, que los temas de AguaLuna, son variaciones en profundidad de la razón íntima de su canto. En esas peregrinaciones se devela su poesía, ya sea como desciframiento o superposición parcial de las penas ocultas que el alma encierra, como destellos de los presentimientos que van a desembocar necesariamente en el dolor más oculto. Entresacamos algunos versos de “Remitente”, lo que arroja alguna luz de su espíritu al descubierto: “Cobarde y perezosa/ como para mostrarme sin escudo...” donde se anuncia, sin vacilaciones, al exponer más adelante, en descarnado discurso, que protege “el sueño que aún sueña”, para no volverse una sombra, “ni una pagana del amor descreída.”
Es en estos encuentros y desencuentros consigo misma, que Gabriela Delgado, asume el placer y la congoja a un tiempo, como si fuera una página más de esa galería de sensaciones, atribuidas al fuego de la ensoñación o al despropósito del más rendido estupor que rubrica cada fracaso. En ese ánimo, se anuda y desanuda AguaLuna.
Pero también está el orgullo herido que asoma de un corazón expuesto al sacrificio. Todo sentimiento humano está abierto al dolor y al sacrificio por el ser que se ama. En el poema “Ella”, encontramos esa manifiesta realidad que se empecina en no desaparecer como un nuevo dolor en la misma herida: “Aun tratando de engañarte/ mi piel no tendrá su perfume/ a lejanía e imposible.” mostrándose desnuda a esa realidad que entiende pero no olvida: “No quiero ser ella en tus besos,/ ocupar su espacio en el abrazo./ No voy a cobijar tu espejismo./ Es mejor mantener tu sueño alado/ aunque hoy no lo entiendas.”
El merecimiento de haber ganado este primer premio otorgado por la editorial Nuevo Ser, nos abre un horizonte humano sin fronteras; en este sentido es conmovedor leer la primera página con que la escritora abre su poemario.
En “Remitente”, Gabriela Delgado se presenta: “Soy yo, así como lo adivinas y la otra que se escribe gota a gota”, una otredad que mana de un reflejo en el espejo

En una palabra: este libro nos muestra, en una redimensionada visión, el espectáculo de su universo poético. AguaLuna nos remite a los contrastes y ambivalencias de la vida en una poesía escondida en los rasguños, en busca de un mundo iluminado, donde vive, es vitalidad y es luz emanando de la luz. Y esto es inherentes a todos nosotros, los amantes de la literatura.
La lectura progresiva de AguaLuna nos trasmite a los lectores una visión de la dimensión de su poesía; el silencio la protege e impresiona, dándole lugar y tiempo para reflexionar, aquietarse en silencio y dejarse fluir libremente respetando su espíritu.
La temática de su escritura persigue consolidar ese engranaje ya presentido, auspiciando, ahora sí, una unión de ritmo y concepto.
Es en esa vertiente, donde el texto logra su objetivo inicial: la poesía se convierte en canto, en música, en color, es decir, en la combinación inseparable que da vida a las imágenes.
Definitivamente puede haber comenzado como una reminiscencia del Cantar de los cantares o los Veinte poemas de amor de Neruda. Todo es posible. ¿Qué poesía de contornos confesionales no lo es?
Quizá todavía esté latente en los versos de Gabriela Delgado aquella cita de San Agustín: “la medida del amor es la de no tener medida”.
Pero lo que debemos advertir, más allá de sus precisiones o imprecisiones, es que a lo mejor, detrás de cada palabra, hay un ángel...
Norma Padra


Selección de poemas:

AguaLuna:

A Agustín, reflejo del agua
y a Lucía, luz de la luna


Selección de poemas:


**Fuera de su cauce**

Sangra el agua fuera de su cauce.
El atardecer mece muerte y silencio.
Arrastra esperanza de pájaros idos.
Esfuerzo de tierra y rancho.
Gimen los árboles de inútil sombra.
Se oxidan sus hojas sin savia.
Mar, casi río.
Nada lo detiene. Nada.
Se ahoga la tierra.
La mano, implorante en vano.
Galpón, sueños caídos y mantas.
La noche sepulta los cardos.

(2° premio - Centro de Capitanes de Ultramar y Oficiales de la Marina Mercante - 2001)

**Tarde de invierno**


Se viste de espejo
la soledad de la vereda.
El invierno se refleja
en adoquines
de vieja plata.
Tiñe el andar
de los que simulan
ignorarlo.
Trepa incansablemente
los muros,
borrando colores.
Regresa a tiempos pasados,
de ciudadela y medioevo,
de armaduras y espadas.
No hay cielo,
solo una hoja en blanco.
Baja la niebla.
Ecos del silencio.
En el gris del paisaje
se pierden los pasos.
de la tarde.


**Llegada a Río Grande**

Tengo mi recuerdo desbordado de Sur.
Ojos de hielo que se mezclan con los míos.
En una madrugada arrancada por la fuerza
a la más larga de las noches,
llegamos mis sueños y yo, cargados de poesía.
Paisaje duro y nuevo.
Calles, costas, campos quemados de frío.
Horizonte de mar y barranco. Arenas heladas. Río.
El viento se deshilacha hasta detenerse,
en galas de estaño se proclama el día.
Se pierden las ausencias en la anchura de la tierra
y deambula mi mirada, insaciable,
capturando cada hebra de ese suelo.
Piso con pies de peregrino, con cuidado,
cada camino tatuado en piedras de esfuerzo.
Respiran profundo mis poros, para robarse el momento
y estallar frente al fuego que crepita adormecido,
encallado en la memoria, adentro y afuera.


**Del sur**

Al Museo de la Ciudad de Río Grande


Cicatrices de la historia en el escenario del Sur.
Extintos dueños de la tierra
que vuelven en pedazos del pasado.
Leyendas de desnudo, grasa de foca.
Guanacos y cueros.
Simple vida. Astiles de murta. Flechas de piedra.
Entorno de espejo y hoguera.

Un dios blanco, arrogante, a fuerza de bozal,
quiso cambiar su credo y su lengua.
Desarmó su mundo en rompecabezas.
Para incluir el oro, el petróleo, las ovejas.
Domó su corazón indio
engarzándolo en otra vida
atada de ropa y costumbres nuevas.
Aquellas que matan de a poco.
Esclavitud, despojo y soberbia ajena.
La arcilla los fue moldeando sepulcro,
recuerdo, abandono...

Hoy, algunos que llevan su sangre
o toman la posta de su orgullo,
honran cada rito que recuperan,
cada surco alambrado que liberan.
Para sacarle el arnés a la memoria.
Para que el espíritu de corcel agraviado
vuelva a dejar huella, sin herradura, en la tierra.



**La muerte del bosque**


Se muere de asfalto el bosque
y con el caer de la tarde
suspira su último verde.
Sus ramas se vuelven sombra.
Silueta fantasma.
Sus colores se vuelven ocre.
No habrá luna esta noche.
Se niega a presenciar el desmonte.
No habrá grillos ni búhos.
Se muere el bosque.
El aserrín en el aire
huele a sierras, a hombres.


**Secretos de gato**


Fantasma antiguo
de mirada profunda.
Reflejo de misterio
en su azabache de almendra.
El arco de su lomo
dibuja pereza.
Piruetas jugadas con instinto
de incansable cachorro.
Sigiloso juego de caza,
caricias de acero,
silencio de sombra.
El imán de sus ojos
guarda con recelo
secretos de gato.

(Mención de Honor- Bienal “Rega Molina” – La Plata - 2000)

**En blanco**

Una en mil.
Sombras azules de mí misma.
Rompecabezas de sueño y presagios,
pequeñas piezas del pasado.

Claroscuro del presente,
laberinto apresurado
en pasos superpuestos.
Poco reloj para mi tiempo.

Luces del futuro,
silueta encandilada de rendijas,
soy muchas y una sola.
Se une mi arco iris en el blanco.


**Pasos sobre el agua**


Un camino de preguntas hace mi historia.
Pasos sobre tierra firme, sin dudas.
Otros sobre el agua, luna marina,
donde los porqué, sin respuesta, flotan.
Pasos a la nada que me alejan de mi misma.
Otros sin huellas, sin marcas.
Espiral de ida y vuelta que demora la llegada.
Pasos de surco profundo tallados en afecto.
Cada uno distinto. Todos sangrados.

Sumo. Camino cada día.
A veces el horizonte está tan lejos
que parece que recién comienzo.
Será imposible con lo que me resta
llegar a puerto.
Hay otras donde no camino. Vuelo.
Lo inalcanzable entra en escena
y aquello que hace un minuto estaba tan lejos,
está en mi mano.

**Sin titulo**

Me dibuja un espejo. Contornos inciertos.
Se absorbe mi luna, herida de vacío.
Me diluyo lentamente en la luz de la tarde.
Visión de ciego que arrastra sombras.
Me dejo caer en suspiros vencidos.
Empuja el viento, sensación de nube.
Me permito partir en la cresta de una ola.
Regreso al mar con acunada inconsciencia.
Y es allí, lamiendo sal y soledad,
vistiéndome de infinito y algas,
donde puedo poner mis pedazos
de nuevo juntos.


**Un vaso ebrio**


Pacto con un vaso ebrio de fantasmas
la secreta presencia del recuerdo.
Verdugo en la sombra de mis ojos.
Temporal de ausencias.

Pacto para extraviar mis sentidos,
para que el olvido me arrastre manso.
Lava, fuego, ruina marcando cada trago.
Cuna de inconsciencia.

Pacto con el ebrio fantasma derrotado
para que borre las huellas de estos años,
para que precipite el estallido de un vaso
que ya no sostiene, mi mano.


(2° premio – Aniversario de la UNI – Universidad de Luján - 1999)


**Quien**

Quien, amigo, va a darme su hombro
para llorar el presente y el pasado.
Quien, nodriza, tomará esta orfandad de niño
con el calor de sus manos,
y me prestara sus ojos
para descubrir un mañana.

Quien, pescador, remará a mi lado
corriente en contra,
el espejismo de mis tormentas
y se detendrá en un puerto calmo.

Quien, vigía, va a darse cuenta
que yo también necesito,
inventar atajos,
recorrer laberintos,
hallar el destello de un faro.

Quien, sacerdotisa, honrará mi credo,
predecirá mis sueños,
celebrará la vigilia de un hechizo
y hará del amor una cábala.



**Indicios**

Volver a empezar cada día, sin sol.
Ensimismada, la calle.
Entre paréntesis. En ascuas.
Un hormiguero en la vereda,
ni contraseña, ni cara.
Y la indiferencia de cada paso,
mueca indeleble entre líneas,
tajante el silencio.
El mundo se ha detenido.
Las puertas, cerradas.
Las máscaras propias y ajenas.
Nadie escucha, ve o siente.
Nadie late, sonríe o ama.
Una luna desteñida
ampara la niebla cotidiana.
Me rebela esta anestesia
y la sensación de andar a tientas
sobre un camino de guijarros.




Con la nostalgia como abrigo.
Sin palabras ni poesía,
sin lugar para recuerdos,
ni sueños nuevos.
Comienzo a sentirme rota.

(Mi favorito)

**Quizás**

Entre la cara y la ceca de una moneda
puede encerrarse la vida.
Rueda la rutina por su canto.
Rueda y gira.
Unos venden, otros compran.
Tiempo, amor, fantasías.

Entre la forma y el fondo de una palabra
puede escribirse una historia.
Dos puntas. Un mismo ovillo.
Opuestas verdades
que se citan en una esquina.

Entre el cielo y la tierra de una rayuela
puede pintarse un sueño.
En colores de sol y arco iris.
También pesadillas
en grises de furia y tormenta.

Entre un vos y un yo
pueden suceder muchas cosas.
O quizás nada.
Solo requiere un segundo, dos miradas.
Sucede un pequeño milagro
o quizás nada.


**Cuento**
a Mario Benedetti


Descubro un pequeño hilván de luz
entre las piedras de tu idioma.
Vuelvo a tomar mi curiosa lupa de adolescente
para preguntarme porqué intuyo tanto
del otro lado de tu muro.
Me sorprendo a mí misma
prostituyéndome en tu música.
Un claro de luna despunta mi primera mañana.
Bostezo una sonrisa de día nuevo. Canto.
Sin la voz de tu soprano preferida, pero canto.
Maldice quien intentó morir tantos años.
Renace aquella, que sin saber porqué,
se puso en tus manos.
Será que tus ojos me relevan de ausencias
y cada renglón que escribo,
cada renglón que ocultas,
construyen la palabra mañana.
Sin presagios ni augurios. Una sola promesa:
“ abrir nuestro libro en una página cualquiera
y releernos, cómplices de una historia ya contada.”
No importa cuan largo sea el texto,
cuan profunda la mirada,
vuelvo a encontrarme mujer en tu espejo,
niña en tus versos, extranjera en mi pasado.
Sin la vergüenza de desnudar lo que siento,
o por darme esta tregua de corales en tu almohada.
Hago juego y apuesto a tus palabras:
“ Alicia en el país de las maravillas es un cuento”.
Hay cuentos que merecen ser contados.




**Un día distinto**

Ruedan las lágrimas más allá de mi esfuerzo.
Lloro porque se desborda el alma
mientras el sueño te lleva lejos.
Tu mano se desliza dejando la mía vacía.
Ese hueco que sostengo con fuerza
abarca la sospechosa certeza
de no poder llegar a tu exilio;
mensajes escritos en idioma de silencio,
puertas para las que no tengo llave.
Pero también, las palabras de tu cuerpo
y los destellos que escapan de tus ojos;
enigma falto de cordura, que sí entiendo
porque el azar hace que dibujen,
en un bastidor de tiempo,
las mismas filigranas que los míos.
Ese hueco sujeta las huellas vagabundas
que marcamos pese a que no hay camino
y devuelve con fidelidad de espejo
el nudo que hemos trenzado
para que las nostalgias no crezcan;
el tácito trueque que pactamos cada día,
en ese lugar tuyo y mío,
pequeño jirón de espacio y de tiempo,
donde no caben los grises
y la vida toma, por momentos, forma de caricia.


( 2° premio – Centro Nacional de Escritores – Córdoba – 2001)



Cada tanto en mi vida
tropiezo con la misma piedra.
Postergo mis desgarros,
a cambio de un sueño
sólo obtengo arena.

(1° premio – “Argentina y sus escritores” Editorial Nuevo Ser - 2002)

**Suicidio**

Se encuentran, y no por casualidad, él y ella.
Ambos con un afuera formal y respetable.
Un adentro, por momentos sombrío o amargo.
Ella, un arma de fuego en desuso con óxido en el alma.
Raro estilo, finas cachas, pocos duelos. Casi sin marcas.
Él, coleccionista o curioso desarmador de enigmas.
No ha hallado aún la pieza que le falta.
Unos segundos para evaluarla. La toma en sus manos.
No piensa: -“La llevo”- Acaricia el gatillo.
Tal vez sea posible usarla.
Requiere algunos ajustes, aceite
y una baqueta que pueda limpiarla.
Se inicia entre ellos el largo juego de repararse.
Un vaivén de baqueta y alma
más digno del sexo que de las armas.
Él, en sus sueños, le hace el amor lentamente.
En su eterna vigilia, ella lo acompaña.
Se repite el rito cada día, a un costado del mundo.
Tal vez el coleccionista pueda usar con ella su única bala.


Gabriela Delgado

0 Comments:

Post a Comment

Subscribe to Post Comments [Atom]

<< Home

Creative Commons License
Esta obra es publicada bajo una licencia Creative Commons.