Saturday, June 3, 2006

Una mínima y definitiva esperanza:
salvar la poesía

Carlos Martí La Habana
Foto:
Cortesía de Aitana Alberti


Hijo de su circunstancia, José Martí, poeta mayor de las letras hispánicas, a la vez que empeñado y heroico artífice de la “guerra necesaria” por la independencia de Cuba, supo como nadie amalgamar la obra revolucionaria con su condición de escritor.

Por eso dijo iluminadamente: “Verso, nos hablan de un Dios a donde van los difuntos: Verso, o nos condenan juntos, o nos salvamos los dos”.

Pareciera, y lo es, que en este comienzo de milenio los poetas debiéramos afirmar con Martí ese destino inapelable.

Hoy se globaliza el imperio con las armas de la ignorancia, la pseudocultura y la manipulación mediática.

Entonces es hora de mundializar la justicia, la soberanía, el decoro, la cultura y la verdad. Es la hora exacta de mundializar la poesía.

Una forma de especulación en este principio de milenio es afirmar que vivimos en el mejor de los mundos posibles, que la revolución tecnológica y científica todo lo puede lograr per sé clonación humana incluida, que la videopolítica es un show de irresistible atracción y hasta que la era digital es una invención de los norteamericanos, con lo cual ellos, los del Norte, ya tienen reservado un lugar trascendente en el ciberparaíso espacial.

Sin embargo, otra forma bien distinta es razonar que los valores están seriamente amenazados por la decadencia de la postguerra fría, que la tecnología es manipulada macabramente por el mercado para borrar las jerarquías culturales e imponer los fetiches de la subcultura más aberrante, que la política es cada vez menos creíble por ser sus actores nada atractivos ni lúcidos, amén de rehenes de los mercaderes transnacionales y las mafias de toda laya y, en fin, que las autopistas de Internet, se harán más individualizadas, egoístas veredas, por las cuales jamás transitarán generaciones enteras de africanos, asiáticos o latinoamericanos, sin dejar de mencionar a los millones de analfabetos que en todas partes asomarán su ignorancia a las pantallas, como lo hacen ante la página de un libro cualquiera.

Y no todo depende del cristal con que se mira, sino del lugar que se ocupa en esta geografía no tan mundializada, sino cada vez más “macdonalizada”, por usar un término en boga, que incluye en su campo semántico los intereses de las poderosas transnacionales del comercio y la información, principalmente norteamericanas. El hecho es que si bien la modernidad inauguró poderosos procesos de desarrollo, también impuso, gracias al saqueo sin límites, primero de indígenas, luego de esclavos, después de naciones y ahora de continentes enteros, los más avasallantes procesos de subdesarrollo y aniquilación que la historia haya conocido desde que surgiera la más primitiva de las comunidades humanas. La razón, la historia, la sensibilidad más refinada y hasta la civilización, según se nos quiso hacer creer, siempre estuvo de parte de los primeros, los ricos, mientras que la barbarie, la incivilidad, el ocio culpable y al fin la culpa misma de todo, se confinó al segundo grupo, el de los pobres. Hoy sabemos, tanto los que instrumentan ideologías de dominación universal, como los que no se rinden ante las falsas hibridaciones, los que no se dejan manipular por la irracionalidad y el pragmatismo de moda y defienden los valores humanistas, que se trata de una confrontación universal de las ideas.

Puede seguir leyendo en: http://www.lajiribilla.cu/2006/n265_06/265_06.html

0 Comments:

Post a Comment

Subscribe to Post Comments [Atom]

<< Home

Creative Commons License
Esta obra es publicada bajo una licencia Creative Commons.