Wednesday, August 16, 2006

Cinco voces cimeras de La Poesía Ecuatoriana.


Fragmentos.


II

Tu boca, fruta abierta
al besar brinda
perlas en un pocillo
de miel y guindas.
Mujer: antología
de frutas y de nidos,
leída y releída
con mis cinco sentidos.


IV
Tu cuerpo eternamente está bañándose
en la cascada de tu cabellera,
agua lustral que baja
acariciando peñas.
La cascada quisiera ser un águila
pero sus finas alas desfallecen:
agonía de seda
sobre el desierto ardiente de tu espalda.
La cascada quisiera ser un árbol,
toda una selva en llamas
con sus lenguas lamiendo
tu armadura de plata
de joven combatiente victoriosa,
única soberana de la tierra.
Tu cuerpo se consume eternamente
entre las llamas de tu cabellera.


JORGE CARRERA ANDRADE
(Quito, 1903 -1978)



(De los periódicos)


Cuál de los dos murió primero
callando ante la verdad de los cuerpos que dialogan
en esta antigua tragedia anterior a la tragedia antigua,
porque cómo se hace –avisen, habría que decírselo a todos-
para morir juntos sin desclavarse,
interminable hazaña nupcial no repetida
porque desde entonces ya no supimos cómo.
Cuál pudo ver en el otro, espiándole por partes, la agonía,
en qué momento se truncó el arco que describe el deseo
antes de terminar con el vencedor besando agradecido la ingle en despedida
y quedarse así con la pierna detenida para siempre en el viaje a la entrepierna
(lentitud de quienes adueñándose del gozo se adueñaron del tiempo)
por donde pasa el tiempo áspero de las península con sus toallas de arena
cada mañana después de cada noche de ese ensayo general de los actos del acto.
(¿O fue un acto inacabado,
palabra que la muerte detuvo en la primera sílaba,
tantas veces repetida por nosotros hasta ahora y tartamuda,
creyendo cada vez que es una muerte pequeñita,
contentos como quienes bailan esas danzas
cuyo origen ritual han olvidado?)
Amaos por favor, seguid amándoos
vorazmente insatisfechos por los siglos de los siglos de los siglos,
no desatéis la inicial inmemorial amarra
porque qué nos restaría de esta amorosa e insolente estatua,
ni cómo iríamos a comprobar que álguienes se amaron
si de pronto estos huesos polvo fueran,
deshaciéndose en la tardía sacudida del espasmo
cien siglos después de haber comenzado apenas a tocarse con los dedos los labios
y nos quedáramos así sin pruebas
de que existió la eternidad un día.


Jorge Enrique Adoum
(Ecuador, 1926)


ESCARAS

Porque ya eres lo único que gravita en mis días
sangro por tu dolor hora tras hora.
Yo que sufrí desmedro cuando un niño moría
o una flor era rota de su tallo
que padecí en Viet-Nam y en Hiroshima
que acrecenté el despojo de todo cuanto amara
así enferma o insomne tantas veces
bregando con fantasmas interiores
poblando de sonatas y versículos
mi lenta soledad irremediable
cómo no desangrarme piel adentro
con tu llagada imagen que te asemeja a Cristo
mujer inmácula
madre de mis años
cuyos labios resecos
a veces le sonríen a mis lágrimas.


ILEANA ESPINEL
(Guayaquil, 1933)



PAISAJE

Afuera,
un carnicero espía de rodillas
la mueca azul del diablo.
El vientre es un tranvía de puñales.
La calle: un sombrío y anarquista
puente de lágrimas.
Adentro,
la tos ferina.
Y yo que clamo.

ILEANA ESPINEL
(Guayaquil, 1933)



LA AGUJA Y EL CAMELLO


("Es más fácil que un camello pueda atravesar el
ojo de una aguja antes que un rico entre en el reino
de los cielos").

Si se enterasen mis congéneres
que a mí sin ser camello
me es dado atravesar el ojo de una aguja
y que es un juego fácil.
Si comprendieran
lo que es trocar en hilo la grasa del abdomen,
los gordos pensamientos
y el tumor de los lunes.
Si tan sólo supieran en dónde está el ovillo.
En realidad
si fueran mis congéneres;
si tuvieran los ojos para ver
y no para patear;
si en lugar de espiar con el estómago
comieran simplemente,
llanamente comieran
y siguieran comiendo
y establecieran premios para los más glotones
e inofensivamente así,
sin meter los zapatos en los platos ajenos.
Si mis iguales,
mis diferentes semejantes,
los que funcionan como yo
y sin embargo
más que yo rebuznan.
Si supieran los nudos que me hago
y que buscarle
cinco patas al gato
es como sonreírse sin los dientes.
Si supieran
me digo:
que dos y dos son cinco,
que la línea más corta
no es la recta
y que no queda en pie de los axiomas
ni la aseveración rotunda,
ni Pitágoras.
Si supieran no más
que yo ya no soy
sino un primo lejano
que se quedó aplastado bajo un sueño
y desde entonces
algo como un violín
le está goteando adentro.
Si supieran las cosas que yo escribo
desde este barrio sin desagües
donde nos estancamos todos
y la luna se aborta empantanada.
Si supieran las cosas que no escribo
y las cosas que escondo en las rendijas;
si supieran no más,
os doy por descontado,
no pasaría nada.
Además
qué carajo,
qué reino de los cielos,
qué flor
ni qué camello;
los ricos
mientras más barrigones,
con más facilidad
entran a cualquier hora dondequiera.


EULER GRANDA
(Riobamba, 1935)



LIMPIEZA GENERAL

De un puntapié
acabar con la ventana.
Desde el último piso
tirar el terno nuevo,
el nombre, la lascivia;
despojarme del ansia y los papeles;
arrojar a la calle
las mentiras,
las muelas que me sobran,
los amigos;
botar la basura
la calvicie
y por fin,
sin pagar el arriendo
sin avisar a nadie,
irme
donde me dejen ser
una página en limpio.


EULER GRANDA
(Riobamba, 1935)




INVASION

En perfectas escuadras de belleza
los pájaros invaden la tarde con sus alas.
La cintura del viento
se retuerce
en los brazos fornidos de los árboles
y suspiran las hojas débilmente
por los besos que crujen en las ramas.
Es sábado.
No me hace falta más para sentirme libre
en un mundo de esclavos.

ANA MARÍA IZA
(Quito, 1941)


CARTA A MI MISMA


¿Recuerdas
cuando era el teléfono un pájaro
cantando en el alambre... ?

Nunca creíste
que sólo se trataba de un vil artefacto.

Eras insoportable.
Por eso hasta quisiste un lunes
regalarte.

Tenías la mirada llena de barcos.
Dabas de comer
a los perros del parque
y te sabías de memoria el número
de árboles,
a fuerza de ser viento,
de ser hoja,
de husmear
no sé qué estrella entre las ramas.

Eras
un raro espécimen,
una degeneración futura,
un grifo siempre yéndose,
ya ni sé qué decirte,
eras
algo bastante feo que me gustaba.

Te pregunto,
por preguntarte,
porque sí,
porque llueve
y algún entremetido te ha empujado:
¿Qué harías si te dejara libre,
si de un manotón quitara la montaña ... ?

De ley
irías a refugiarte en la ternura,
a estrellarte en el borde de un retrato.
A escabar en el suelo un sucio anillo
del que nacieron rosas,
lombrices,
telarañas.

Tú,
siempre serás tú.

No habrá abracadabra que te cambie.
No habrá

reencarnación que te libre del lodo de los sueños.
No habrá forma
de librarse de ti
ni estrangulándote.

Oye:
no vayas
a suicidarte.
Me es indispensable tu presencia:
triste,
desafiante.

Terminada en punta
—como una hoja—
detrás de la ventana.


ANA MARÍA IZA
(Quito, 1941)

0 Comments:

Post a Comment

Subscribe to Post Comments [Atom]

<< Home

Creative Commons License
Esta obra es publicada bajo una licencia Creative Commons.