Sunday, September 10, 2006

Selección poética del poeta hondureño, Roberto Sosa



De niño a hombre

Es fácil dejar a un niño
a merced de los pájaros.
Mirarle sin asombro
los ojos de luces indefensas.
Dejarle dando voces entre una multitud.
No entender el idioma
claro de su medialengua.
O decirle a alguien:
es suyo para siempre.
Es fácil,
facilísimo.
Lo difícil
es darle dimensión
de un hombre verdadero.

ARTE ESPACIAL

Llevo conmigo un abatido búho.
En los escombros levanté mi casa.
Dije
mi pensamiento a hombres de imágenes impúdicas.
En la extensión me inclino hecho paisaje, y siento,
vuelta música, la sombra de una amante sepultada.
Dentro de mí se abre el espacio
de un mundo para todos dividido.
Estos versos devuelven lo que ya he recibido:
un mar de fondo,
las curvas del anzuelo,
el coletazo de un pez ahogado en sangre,
los feroces silbidos enterrados, la forma
que adoptó la cuchillada, el terror congelado entre mis dedos.
Comprendo que la rosa no cabe en la escritura.
En una cuerda bailo hasta el amanecer
temiendo –cada instante– la breve melodía de un tropiezo.



La eternidad y un día


A Francisco Salvador

Se hace tarde, cada vez más tarde.
Ni el viento pasa por aquí y hasta la Muerte es parte
del paisaje.

Bajo su estrella fija Tegucigalpa es una ratonera.

Matar podría ahora y en la hora en que ruedan sin amor las palabras.

Solo el dolor llamea
en este instante que dura ya la eternidad
y un día.

¿Qué hacer?
¿Qué hacer?

Alguien que siente y sabe de qué habla
exclama, por mejor decir, musita - hagamos algo pronto,
hermanos míos, por favor muy pronto.


De "El llanto de las cosas"

Los claustros


Nuestros cazadores
—casi nuestros amigos—
nos han enseñado, sin equivocarse jamás,
los diferentes ritmos
que conducen al miedo.

Nos han amaestrado con sutileza.

Hablamos,
leemos y escribimos sobre la claridad.

Admiramos sus sombras
que aparecen de pronto.

Oímos
los sonidos de los cuernos
mezclados
con los ruidos suplicantes del océano.

Sin embargo
sabemos que somos los animales
con guirnaldas de horror en el cuerpo;
los cercenados a sangre fría; los que se han dormido
en un museo de cera
vigilado
por maniquíes de metal violento.

Los pobres


Los pobres son muchos
y por eso
es imposible olvidarlos.

Seguramente
ven
en los amaneceres
múltiples edificios
donde ellos
quisieran habitar con sus hijos.

Pueden
llevar en hombros
el féretro de una estrella.

Pueden
destruir el aire como aves furiosas,
nublar el sol.

Pero desconociendo sus tesoros
entran y salen por espejos de sangre;
caminan y mueren despacio.

Por eso
es imposible olvidarlos.


Recuerdos número 1-2


A Roberto Armijo y Alfonso Quijada Urías

Mi primer recuerdo
parte de un farol a oscuras y se detiene
frente a un grifo público goteando hacia el interior de una calleja muerta.

Mi segundo recuerdo
lo desborda un muerto,
una procesión de muertos violentamente muertos.



Malditos bailarines sin cabeza


Aquellos de nosotros
que siendo hijos y nietos
de honestísimos hombres de campo,
cien veces
negaron sus orígenes
antes y después
del canto de los gallos.
Aquellos de nosotros
que aprendieron de los lobos
las vueltas
sombrías
del aullido y el acecho,
y que a las crueldades adquiridas
agregaron
los refinamientos de la perversidad
extraídos
de las cavidades de los lamentos.
Y aquellos de nosotros
que compartieron (y comparten)
la mesa
y el lecho
con heladas bestias velludas destructoras
de la imagen de la patria, y que mintieron o callaron
a la hora de la verdad, vosotros,
-solamente vosotros, malignos bailarines sin cabeza-
un día valdréis menos que una botella quebrada
arrojada
al fondo de un cráter de la Luna


Esta luz que suscribo


Esto que suscribo
nace
de mis viajes a las inmovilidades del pasado. De la seducción
que me causa la ondulación del fuego
igual
que a los primeros hombres que lo vieron y lo sometieron
a la mansedumbre de una lámpara. De la fuente
en donde la muerte encontró el secreto de su eterna juventud.
De conmoverme
por los cortísimos gritos decapitados
que emiten los animales endebles a medio morir.
Del amor consumado.
desde la misma lástima, me viene.
Del hielo que circula por las oscuridades
que ciertas personas echan por la boca sobre mi nombre. Del centro
del escarnio y de la indignación. Desde la circunstancia
de mi gran compromiso, vive como es posible
esta luz que suscribo.


El aire que nos queda



Sobre las salas y ventanas sombreadas de abandono.
Sobre la huida de la primavera, ayer mismo ahogada
en un vaso de agua.
Sobre la viejísima melancolía (tejida
y destejida largamente) hija
de las grandes traiciones hechas a nuestros padres y abuelos:
estamos solos.

Sobre las sensaciones de vacío bajo los pies.
Sobre los pasadizos inclinados que el miedo y la duda edifican.
Sobre la tierra de nadie de la Historia: estamos solos
sin mundo,

desnudo al rojo vivo el barro que nos cubre, estrecho
en sus dos lados el aire que nos queda todavía.




Nació en 1930, en Yoro, (Departamento de Yoro, Honduras) tiene una distinguida trayectoria poética. Entre sus poemarios más destacados se incluyen Un mundo para todos dividido (1971), Los pobres (1969), Secreto militar (1984) y El llanto de las cosas (1984). En 1995, la Editorial Universitaria Centroamericana (EDUCA) publicó la Antología personal de sus poemas predilectos. Actualmente Sosa reside en Tegucigalpa, donde tiene una participación muy activa en la vida literaria y cultural de Honduras. Esta entrevista fue realizada en abril de 1997 en la casa del autor y revisada con él en la Ciudad de Panamá en marzo de 1998, durante el VI Congreso Internacional de Literatura Centroamericana, y en abril de 1999, en Flagstaff, Arizona, durante una visita que hizo el poeta a la Universidad del Norte de Arizona.

Nota: Los créditos de la fotografía corresponden a:
www.utec.edu.sv/.../vernota.asp?comunicaID=35

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