El guardián
Y coincidimos en el terral
el heladero con su carretilla averiada
y yo
que corría tras los pájaros huidos
de la zafra.
También coincidió el sol.
En esa situación cómo negarse a un favor llano:
el heladero me pidió cuidar su efímero hielo.
Oh cuidar lo fugaz bajo el sol…
El hielo empezó a derretirse
bajo mi sombra, tan desesperada
Diluyéndose
dibujaba seres esbeltos y primordiales
que sólo un instante tenían firmeza
de cristal de cuarzo
y enseguida eran formas puras
que se devasta.
No se puede amar lo que tan rápido fuga.
Ama rápido, me dijo el sol.
Y así aprendí, en su ardiente y perverso reino,
a cumplir con la vida:
yo soy el guardián
Tumbado en la cama busco el ángulo, la coincidencia,
el montaje visual que me permita sacar los pies por la
ventana.
De este modo mis pies van a posarse en la pequeña colina de
las amapolas.
Allí permanecen toda la tarde moviéndose acompasadamente
pálidos y delgados.
Recuerdo que no hace mucho entre ellos se repartía
el instinto
que viaja intuyendo las pieles más amables de la tierra,
arena, yerba, polvo, una y otra piedra en medio
y sin extraviarse nunca.
La colina de las amapolas oscurece, recojo mis pies.
En el cielo empiezan las estrellas, numerosas y parpadeantes.
La más brillante y seguramente la más sarcástica
se acerca hasta el filo
"Entre nosotras hay un acertijo, un camino
disimulado, el largo camino de regreso a tu casa,
tienes que encontrarlo posando el pie en la estrella
correcta".
En un hospital se confunden las voces propias y las flotantes.
La estrella ha hablado?
Díganle que mis pies han perdido el instinto
y que el acertijo es muy cruel.
Este olor, su otro
Mi hermana mayor pica perejil
con habilidad que se diría congénita,
y el olor viaja instantáneo a fundirse
con su otro.
Su otro está en una lejana canasta de hierbas de sazón
que bajaba
ahora piedra fósil
suspendida
en el aire de nuestra cocina que se acabó.
El perejil anunciaba a mi padre, Don Harumi,
esperando su sopa frugal.
Gracias de este país:
un japonés que no perdonaba
la ausencia en
Creo que usted adentraba ese secreto en otro más grande
para componer la belleza de su orden casero
que ligaba
familia y usos y trucos de esta tierra.
Los hijos de su antiguo alrededor
hoy somos comensales solos
y diezmados
y comemos la cena del Día de los Difuntos
esparciendo
perejil en la sopa. Ya la yerba sólo es sazón, aroma
sin poder.
Nuestras casas, Don Harumi, están caídas.
Las manos
Mi padre vino desde tan lejos
cruzó los mares,
caminó
y se inventó caminos,
hasta terminar dejándome sólo estas manos
y enterrando las suyas
Digo que bien pueden ser éstas sus manos
encendidas también con la estampa de Utamaro
Sin embargo, la gente repite que son mías
aunque mi padre
multiplicó sus manos
sólo por dos o tres circunstancias de la vida
o porque no quiso que otras manos
pesasen sobre su pecho silenciado.
Pero es bien sencillo comprender
que con estas manos
también enterrarán un poco a mi padre,
a su venida desde tan lejos,
a su ternura que supo modelar sobre mis cabellos
cuando él tenía sus manos para coger cualquier viento,
de cualquier tierra.
Bibliografía
Album de familia (poesía, 1971)
El huso de la palabra (poesía, 1989)
Historia natural (poesía, 1994)
Path through the Canefields (antología, 1997)
Cosas del cuerpo (poesía, 1999)
La memoria del ojo: cien años de presencia japonesa en el Perú (reportaje fotográfico, 1999, en coautoría)
Antígona (teatro).
Nota: Los dactos han sido tomados de:
CASA DE LAS AMÉRICAS
Centro de Investigación Literaria
http://www.casadelasamericas.com
2 Comments:
Deje de ser lo que fui ayer, mañana no se quien estará
De tal manera, el agua contenida
refleja ese alguien
negándose a morir en la turbulencia.
Daniel Montoly
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