San José, Costa Rica en 1960
Es muy difícil
ser
como quien es para mis padres
y mis tías,
como quien es para caminar
por las aceras
con piel de señorita
y de estudiante
que se marchita la tarde
recogiendo la vida
que le dan los textos
y las antologías,
con piel de virgen mansa,
del silencio de tinta
que me exigen las aulas,
sabiendo que mi corazón
se ha quedado en la esquina
rezagado y perdido,
grillo irreverente y harto
que lamen el violento dibujo
de este mundo
hasta desvanecerse y achicarse,
grito de tormenta
pálido y dormido.
Ahora que el amor
es una extraña costumbre,
extinta especie
de la que hablan
documentos antiguos,
y se censura el oficio desusado
de la entrega;
ahora que el vientre
olvidó engendrar hijos,
y el tobillo su gracia
y el pezón su promesa feliz
de miel y esencia;
ahora que la carne se anuda
y se desnuda,
anda y revolotea
sobre la carne buena
sin dejar perfumes, semilla,
batallas victoriosas,
y recogiendo en cambio
redondas cosechas;
ahora que es vedada la ternura,
modalidad perdida de las abuelas,
que extravió la caricia
su avena generosa;
ahora que la piel
de las paredes se palpan
varón y mujer
sin alcanzar el mirto,
la brasa estremecida,
ardo sencillamente,
encinta y embriagada.
Rescato la palabra primera
del útero,
y clásica y extravagante
emprendo la tarea
de despojarme.
Y amo.
Algún día
algún misterioso día húmedo
me volcaré en mí misma para siempre,
y no podrá nadie llamarme
por mi nombre,
porque seré un encierro de paz,
único y eterno.
Algún día húmedo,
con el sello infinito de dos palabras:
no volveré.
Y la vida abierta y dolorosa
bajará rodando por las gradas.
Ábrete sexo
como una flor que accede,
descorre las aldabas de tu ermita,
deja escapar
al nadador transido,
desiste, no retengas
sus frágiles cabriolas,
ábrete con arrojo,
como un balcón que emerge
y ostenta sobre el aire sus geranios.
Desenfunda,
oh poza de penumbra, tu misterio.
No detengas su viaje al navegante.
No importa que su adiós
te hiera como cierzo,
como rayo de hielo que en la pelvis
aloja sus astillas.
Ábrete sexo,
hazte cascada,
olvida tu tristeza.
Deja partir al niño
que vive en tu entresueño.
Abre gallardamente
tus cálidas compuertas
a este copo de mieles,
a este animal que tiembla
como un jirón de viento,
a este fruto rugoso
que va a hundirse en la luz con arrebato,
a buscar como un ciervo con los ojos cerrados
los pezones del aire, los dos senos del día.
Sobre tu frente
los lirios mal heridos.
Si de un racimo terso
como agosto,
al leño duro vas y vienes
¿qué me queda?
Acuno tu vehemencia,
la sosiego,
un pecho y otro doy
a tu embestida. Cristales
me acoracen. ¿Qué me queda?
La luna por almohada
ha de lavarte
la pena calcinada de la nuca.
La hilacha fiera
de la angustia
traza tristes telares,
tiende un ovillo persistente
en tus pupilas.
He de zurcir en tu iris gramos brillantes.
Tanta faena. ¿Qué más yo puedo,
qué dos brazos cruzados,
qué nada que me asista, ni qué nadie? ¿Y así?
Sobre tu frente
estos lirios mal heridos:
pues hierbabuena y mi fe.
¡Bebe el milagro!
El firmamento me convoca. Restriega
su plácida testuz,
su pelusa de argento, su pescuezo
de hielo troquelado
en las lanas calientes
de mi panza de loba.
El universo
restriega su frágil cornamenta
en este globo terráqueo de mi cuerpo.
¿en dónde está mi madre? ¿en un terrón infecto? ¿en un
plato de viento que se pudre? ¿en el hollín crujiente?
¿en un cajón de hierro? ¿en una carabela carcomida? ¿un
animal que ruge en medio de una bala? ¿un fuego de
espinazos? ¿una bestia menuda que se asfixia? ¿debajo
de la tierra está golpeando por salir como un niño del
vientre de su madre? ¿me está mirando? ¿de allí? ¿de
ese ciervo quebrado al borde del camino? ¿y ese trozo
de grito que no atina a abrirse paso por el cuello? ¿es un
rastro de musgo que los rayos liquidan? ¿un recuento
de calcio? ¿un pájaro de escombro?
yo soy mi madre
y mi cuerpo es ahora
su elemento
El firmamento me convoca. Restriega
su plácida testuz,
su pelusa de argento, su pescuezo
de hielo troquelado
en las lanas calientes
de mi panza de loba.
El universo
restriega su frágil cornamenta
en este globo terráqueo de mi cuerpo.
Yo, la marsupial,
la roedora,
la que no tiene tregua,
la que ha juntado ramas,
la que escoge las hierbas con las zarpas heridas,
la que gasta los cobres de su lengua
para fraguar el nido
y está midiendo el viento,
y acapara el lado oculto
de todas las colmenas,
la que atina a mirar los trajes de la luna
y quiere desovar,
la que fue fecundada
con un polen antiguo
y está que la revienta
la gloria de la estirpe,
n la que tan sólo espero un signo de los astros
para tirarme
con un rugido ronco a dar a luz,
yo, la hembra fiera,
la traidora,
la taimada,
la que a la muerte ha echado
a perder
su cacería.
Pleamar
soy, curvatura:
Venus hermosa
saliendo de su baño
con los pechos en punta, negrísimas
sus flores compitiendo
en latitud
con la Pulpa preciosa
de su vientre
redondo como vela,
repleto como el mundo.
Una mujer
presiente el eco de la tierra en sus entrañas.
Agita su pandero, su cúpula de carne.
La están nombrando a voces.
Hay sirenas barrocas que rondan por su cuarto,
un nudillo invisible,
un ariete que empuja y quiere tocar el aire,
salir para mirarla, morder el verbo madre,
asaltarle los pechos,
ser colibrí.
Una mujer
se abalanza a la noche,
viaja en un riel de plata,
no le importa la lluvia ni el fragor del silencio.
El corazón le escuece como un verbo indomable.
Rememora el fermento de esposo que bebiera,
las nueve lunas lánguidas.
Una mujer
ha atravesado el aura de una ciudad que duerme,
la noche de grafito.
Desanuda su claustro, se adentra en sus entrañas.
No espera más.
No vuelve más.
Emite el canto azul de las ballenas.
Está jurando amor
por un desconocido.
Una mujer
celebra
un himeneo de fuego
con la vida.
Entre sus libros sobresalen: Palabras Nuevas, Poemas para un día cualquiera, Poemas abiertos y otros amaneceres en 1980, La estación de fiebre y otros amaneceres en 1983, La muerte y otros efímeros agravios en 1988, Verbo madre en 1995 y Poesía escogida en 2002. Sus poemas destacan por una fuerte dosis de erotismo y por el concepto arraigado de la identidad de género, donde recrea la fuerza primordial de lo femenino en la vida.
Fuente: Textos compilados de varias fuentes del Internet.
6 Comments:
Yo, la hembra fiera: EXPECTACULARRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRR, así simplemente.
Gabriela Abeal
Cada poema es una lección de grandeza, de manejo exquisito de lenguaje, sensaciones, fuerza en movimiento.
Se aprende, Daniel, se aprende en estas lecturas sosegadas.
Trozos de vida son los poemas de Ana Istarú, iris perfectos que renuevan las letras en sus viscerales súplicas. Es maravilloso que la poesía aún pueda escribirse como ella lo hace.
Aquí te dejo un poema mío... quizá no soy tan reconocida... pero cada día me levanto y peleo por esta sobreviviente que cada día lo tiene más difícil: un poema.
Grafitos descalzos
Desnudas en la marmórea noche que pisan las mondas,
achicadas y pávidas, inventando la luz,
pisan el aire, el gran cenador de los vocablos azabache
y gravitan, gravitan como lenguas sin espuma de folio,
gotean la última combinación del puzzle.
Mojadas minúsculas de castillos que revuelven los ojos
parten hacia otras hojas, donde Venus las encuentre
tan diáfanas, tan puras, tan sin cuello roto de melenas.
Cetrería de las cunas verdes, de los sueños frenados
en la urgente caldera de la mujer que se incorpora
y se desviste, cristal rojo, cuando un hombre duerme.
Hola Gaby!!!
Me allegro mucho que te haya gustado esta breve selección de Ana Istarú.
Te confieso que cuando leí sus poemas por primera vez quedé anonadado por la forma magistral como hace uso del lenguaje.
Sin maniqueísmo o apelaciones fuera del contexto de su realidad como mujer. Una poeta sin igual y una de las voces más potente de La Poesía Latinoamericana.
Un abrazo con afectos y cariño. Daniel
Completamente de acuerdo contigo, Rebeca. Eso comprueba algo, que la palabra en sí tiene contenido poético porque si vemos, su poesía no apela a connotaciones esplendorosas o el uso de lenguaje rebuscado.
Es en esencia el lenguaje de la expresión del sentimiento y la emoción de la voz poética.
Me alegra mucho verte por aquí, Rebeca.
Saludos con afectos. Daniel
Querida Ángela:
Ser reconocido no importa, lo importante, es eso que hace cada día; escribir. El reconocimiento llega con la publicación de las obras, pero no se puede publicar si no se tiene algo escrito. Hay quienes han publicado un libro, pero no más, se agotaron, ya no saben cómo volver a encarar la poesía, porque sus metas eran otras.
Yo llevo años escribiendo y rehusándome a publicar, pero llegará su momento cuando los libros vayan sucediéndose uno tras otro. Dice la poeta y cantante, Patty Smith, respondiendo a una pregunta de un periodista acerca de por qué las personas compraban sus libros y sus discos, ella le respondió: “Porque se llevan un pedazo de mí…” tal como tú dice acerca de la poesía de Ana Istarú.
Acerca de tu poema debo decirte que me gusta por el uso del lenguaje zúrrela y fantástico que haces para expresarte. Lo imprimo para leerlo despacio y te voy a escribir para que preparemos algo para el futuro.
Recibe mis saludos con afectos. Daniel
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