El Salvador 1967
Qué escalofriante el infierno del que ama
Macabra
su noble efervescencia de condenado
Enfila alegremente hacia el suplicio
Entrega el corazón lleno de alas
Sus ojos se extraviaron para siempre
contemplando la belleza
de un paraíso
tan solo prometido
Contracorriente
En mi infancia
monté en un río que me pertenecía
Me hacía creer que su aroma de piedra encantada
era como las simples palabras de mi madre
Lo contemplaba adquirir el color de las cosas
que iba resucitando:
una rama con hojas transparentes
la indecible alegría de mis compañeros
o el fresco ángulo errático de mi pie desnudo
Mi río me arrullaba a la hora del sueño
en lugar de mi madre
Hay ocasiones en que despierto
soñando con él
Y agradezco al agua el no haber aprendido a nadar nunca
De esa manera puedo naufragar en paz en la corriente
de mi interminable río perdido
Yo tenía un dolor
Mudó a costumbre
Suele cerrar la puerta a cualquier hora
Juguetea con las canas de la Luna
Hace caer palabras de los árboles
Provoca estruendos en donde solo hay besos
Me lanza desnudo al mundo bajo los agüaceros
Me da de comer del pan que me ha robado
Me besa en la mejilla y jamás dice adiós
De tanto estar conmigo
se me hizo maestro
Qué pena más profunda
que muera como yo
Mi país es el mar
que envenena a sus peces con espuma.
Mi país es el cielo
donde la muerte es gris y acuosa y fría.
Mi país es la tierra
con un bosque de cruz y calavera.
Mi país es montaña
que en lodo y sangre oficia su derrumbe.
Mi país es extraño
pero simple:
Se llama El Salvador y usted dirá.
Yo
que nací de mujer
muero de ella
En mi sarcófago yacen
mi dulcinegro bigote de Charlot
la espada de Quijote que el invierno enmoheció
mis nazarenas sandalias
y el pedernal ensangrentado
que hube de enterrar en el costado de mi corazón
para vaciarme de este amor
que me atorrenta
Abisinia ¿Te suena esa palabra?
(Bella, perfecta, sensual,
capaz de mutilar el corazón con su dulzura).
Infierno ¿Conociste el lugar?
(Ardoroso, ardiente, sin fe, sin religión).
Poesía ¿Escupiste su cara?
(Iluminado. Iluminador.
Fuera del tiempo, lejos de la muerte).
Amor...
Toda mi vida tengo
si querés explicar ese dolor.
Te cobijaron el oro de sus pieles
y el aleteo submarino de sus ángeles.
En la góndola azul de la desilusión
cruzaste, mal marino, El Paraíso.
Poseíste
el aliento agitado de la cruenta inocencia,
la despreocupada sabiduría de la jungla,
el contorno amoroso de los ríos.
Y amaste, impenitente, toda la intensidad
que se te abrió en conjuros y muchachas.
París se te hizo tumba.
La suerte estaba echada.
Te sobreviven el cielo, tu sombrero
y Manao Tupaupau.
para Matilde Elena López,
como un asunto del corazón.
Hoy quisiera recuperar el tiempo perdido:
años, meses, años,
días y momentos.
De haber culminado con éxito mi fuga del hogar
cuando a los once me emboscaron hormonas y edenes
mi nombre no hubiera sido torpemente garabateado en las libretas obituales de amargos policias sin cordón umbilical ni derecho al suicidio,
de pronto sabria conducir un automóvil con mas ingrata maestria que al timon de la vida
y el sinuoso Beethoven hubiese perdido para siempre a un triste amante de sus sonatas
Si a los catorce no se me empotra en el cielo Amílcar cargado de poemas y canciones de protesta
me hubiera quedado sembrando huertos caseros en alguna selva innominada
me hubiese enamorado sin remedio de alguna campesina
de su luz silenciosa,
de su lengua graciosa,
de su miel licenciosa,
de su pelo fragante a cascada florida.
Me hubiese enriquecido con una porqueriza
y respondería ante el nombre de “Violeta Parra”
con bibliografía hortícola o algo semejante.
Yo era buen futbolista. Y hasta me persignaba
a cada pitazo inicial.
Mas la vida es redonda y nos aplasta
dondequiera que vamos, contra quienes estemos,
por la simple razón de ser entre la grama.
Con las muchachas nunca tuve suerte:
desde los diecisiete me envuelven con sus formas
y me hacen preguntarme cosas que nunca supe.
Con ellas lo mejor es el silencio:
silencio al acercarse, al envolverlas,
al amarlas con todos los sentidos.
Mucho silencio para no despertarlas
y más para salir
en puntillas de sus vidas.
Quise ser guerrillero y nunca maté a nadie.
Cada vez que disparé fui yo el único herido.
Soy veterano de una guerra en la que Dios estuvo preso.
Y donde Satanás fue muerto en la primera escaramuza.
El tiempo se acabó. Ya no pretendo
ser inmortal.
El cuerpo pesa
y las mochilas suelen descoserse:
por los agujeros se cuela la esperanza,
se van los libros que quisimos leer, las emociones
que torpemente dejamos al pie de los amates,
la piel de los tambores
que nunca se enredaron con mi piel,
la suavidad
del beso en que murió mi boca.
Tantas veces la muerte perdió al póquer conmigo
¿y cuál fue mi ganancia?: arrastrar mis pasos
sobre los cementerios, engordar con papeles de amor
un baúl extraviado, gritar bajo la lluvia los rencores
al Creador, quien solamente me contestó con truenos ilegibles,
con rayos insensible y con pájaros muertos.
Quise ser más que un hombre
y de escudo me dieron la palabra
y de enemigo todo lo pronunciable.
¡Basta de sustantivos y adjetivos!
Ya no quiero más verbos: ¡Quiero sangre!
¡Sangre en el colibrí, sangre en el río,
sangre verde en la montaña ruda,
sangre azul en el cielo grisoteado,
sangre de luz en la laguna-cloaca,
sangre de ángeles al borde de los niños,
sangre de rojo amor en el demonio,
sangre de inmensidad en los poemas,
sangre de Dios en el pecho del hombre!
Sangre
en el nombre,
sangre
en el hombre:
en el nombre del hombre: ¡quiero sangre!
Y en el nombre del tiempo ya perdido
que ya jamás vendrá
que ya es olvido
queda la bendición del hueco de una manos
que entibien este amor sobreviviente
que trae del poeta lo soñado,
del guerrero su herida siempreardiente,
del sacerdote su consuelo infinito,
del delincuente
su palabrota franca
y del ebrio bufón la sabia ciencia
de protestar por todo con la risa.
De todos modos
la vida
siempre empieza.
Otoniel Guevara
Fuente: Compilado del Internet en los siguientes enlaces:
http://kpuntocoreaspoesia.blogspot.com/ y www.artepoetica.net
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