Elicura Chihuailaf, mensaje en azul para un mundo sin color
Es hoy uno de los mejores poetas de América y quizás sea Elicura Chihuailaf quien haya lanzado el mensaje más completo para hacer de Chile un solo pueblo, reconocido y aceptado en su diversidad
por Ernesto Sierra
En clara referencia a La Araucana, del español Alonso de Ercilla, Andrés Bello llama la atención sobre el hecho que Chile es el único de los pueblos modernos cuya fundación ha sido inmortalizada por un poema épico. Dejando a un lado por el momento el sintagma “pueblos modernos” y otras sutilezas en los términos, el enunciado de Bello no deja lugar a dudas, y abre una línea de pensamiento, que nos permite afirmar que Chile es también el único de nuestros países que cuenta hoy con otro texto fundacional en las bases de su literatura y su cultura modernas.
En un hecho inusitado y sin precedentes, el poeta mapuche Elicura Chihuailaf publicó en octubre de 1999 Recado confidencial a los chilenos, un texto en prosa que revela la cosmogonía, la visión histórica y actual, el sentir y el pensar del pueblo mapuche, confinado en la geografía y el espíritu del Chile moderno.
En 1995 Elicura había publicado el poemario De sueños azules y contrasueños. Vistos en su conjunto, De sueños azules… y Recado confidencial… pueden ser leídos como un solo texto, en el cual se complementan las imágenes del discurso poético y el narrativo.[1]
Si Ercilla, 500 años atrás, inmortalizaba con ojos europeos la conquista —no la fundación— sangrienta del territorio americano donde se asienta el Chile actual, si dejaba testimonio de la guerra desigual entre españoles y araucanos, en nuestros días, Chihuailaf le da voz a sus antepasados, a Lautaro, Caupolicán, Crepino, Colocolo, Tegualda, Glaura…, y a los contemporáneos, dejando testimonio, con ojos nativos, sobre la visión mapuche y sus acontecimientos. Chile cuenta así con dos pilares literarios excepcionales que sustentan su cultura y su historia.
Pero si bien podemos ubicar estos textos en un mismo nivel de significación social e histórica, sería un error hacerlo en el plano literario. Ercilla opta por el poema épico dentro del corpus literario de la Conquista, dominado por el modelo discursivo de la crónica y, en ese sentido asume una tradición: la de la épica clásica, aunque introduzca nuevas características, en función de la inmediatez de los hechos que asume como material literario. De ahí, la división de la obra en partes y cantos, la versificación utilizada o el asumir un código ético y honorífico entre ambos bandos, como si de Héctor y Aquiles se tratase.
Sin embargo, Ercilla presenta un tratamiento novedoso de la épica al asumir los personajes colectivos (españoles y araucanos) y al incluir los personajes femeninos con un destacado protagonismo. En su apego por la veracidad, por el cuidado que pone en el valor testimonial de su texto, en su inclinación natural, Ercilla termina —como reconoce gran parte de la crítica— siendo un conquistador conquistado por el valor de los araucanos y por la exuberante naturaleza americana.
Por su parte Elicura asume una tradición bien diferente de la de Ercilla: la de la oralidad. Los códigos que maneja son válidos y funcionales en la conversación, en la expresión hablada. Y acepta el reto de llevar su mensaje, su “recado”, a mayor número de oídos receptivos construyendo una suerte de “oralitura”. Por eso reconoce primero su condición de “oralitor” y cuando cree necesario explicar el motivo de su texto dice:
¡Nos conocemos tan poco! (…) Es la razón por la que le entrego este recado confidencial, lleno de voces que quizás me “avalen” ante la suspicacia que el peso de la cultura dominante ha puesto sobre nosotros. Recado, porque es un Mensaje verbal (que se hace de Palabra) Confidencial, que se dice en confianza. La paradoja implícita en la coexistencia de nuestras culturas, de nuestros pueblos. (p. 11)
Así revela su mundo, el mundo originario de la tierra chilena. El recado cala hondo en la sumatoria de esas voces que anuncia el poeta. Su libro es pródigo en datos, citas, referencias, que denuncian e ilustran la difícil situación de las comunidades mapuches en el Chile moderno, esa “paradoja implícita” de la que habla. Y junto a esas fuentes, la voz mapuche. Para escribir su recado, Elicura recorrió durante meses las comunidades mapuche de Chile y recogió la memoria y la voz colectiva de su pueblo. Ahí radica un valor fundamental de su discurso: el defender sus ideas asumiendo la tradición y la contemporaneidad.
Elicura es un escritor bilingüe que domina el castellano de manera excelente, maneja fuentes actualizadas, es hombre de amplia cultura y alza su voz con fuerza manejando los mismos argumentos de las culturas que oprimen la suya, aunque con los matices propios de su formación. La gravísima situación de las tierras, las aguas, la deforestación, el despilfarro de recursos, el mal uso de los recursos naturales y otros males de urgente actualidad, son tocados con mano de cirujano para llegar a la esencia del problema:
Estamos frente a un sistema que lleva a la autodestrucción humana; a la destrucción de la vida de las plantas, de los animales, y de los espíritus que gobiernan nuestro espacio sagrado (…) Como mapuche estamos obligados a decir y a demandar ante el mundo capitalista “moderno” que muchas de sus creaciones sirven muy poco a la integridad y felicidad humana. El sistema emergente de la famosa Revolución Industrial nos lleva a profundas contradicciones y actos de lucha donde nuestros valores no están considerados. (p. 100)
En todo momento se refiere con claridad a la relación antinómica entre los mapuche y el estado chileno moderno, conflicto que conoció sus tintes más agudos durante la dictadura de Augusto Pinochet, quien promulgó un grupo de leyes para poner punto final al “problema indígena y al asunto indígena”:
La política del desarraigo y asimilación conocerá un punto extremo tras el Golpe Militar de septiembre de 1973. El régimen militar adoptará el principio por el cual todos los habitantes de Chile son solamente chilenos, negando la identidad de los Pueblos indígenas y reprimiendo violentamente las organizaciones mapuche así como sus dirigentes (asesinatos y desapariciones). (p. 136)
El reflejo de esa situación lo complementa Elicura con la visión de su cultura. Si critica con ímpetu el despilfarro de la llamada civilización occidental, es por la importancia capital que concede su cultura a la tierra, a la relación del hombre con su entorno y la naturaleza, con la familia y las costumbres. Nos invita a conocer su pueblo, pletórico de sabiduría, de una ternura ancestral, de la poesía de los orígenes del hombre:
Aprendo entonces los nombres de las flores y de las plantas. Los insectos cumplen su función. Nada está de más en este mundo. El universo es una dualidad, lo bueno no existe sin lo malo. La tierra no pertenece a la gente. Mapuche significa Gente de la Tierra —me iban diciendo. (p. 19).
Deja vagar en la memoria el recuerdo del abuelo, los padres, los hermanos, las tardes en busca de yerbas para remedios, las noches en la intemperie donde alternaban los largos relatos con los largos silencios en que le revelaban el origen de los mapuche. El conocimiento de la estaciones: Brotes de luna fría (el invierno), Luna del verdor (primavera), Luna de los primeros frutos (fin de la primavera y comienzo del verano), Luna de los frutos abundantes (verano) y Luna de los brotes cenicientos (el otoño).
Pero, advierte el poeta que no vive en un mundo idílico y asume su contemporaneidad, donde se mezclan el campo y la ciudad, la estancia en su comunidad y los viajes, los vasos comunicantes entre un mundo y el otro. En medio, el poeta, el hombre que ama su familia pero que conoce su lugar en el mundo, lo acepta y vive como en estos versos:
Llueve, llovizna, amarillea
el viento en Ámsterdam
Brillan los canales
en las antiguas lámparas
de hierro
y en los puentes levadizos
Creo ver un tulipán azul
un remolino cuyas aspas giran
y despegan
Tenemos deseos de volar:
¡Vamos!, que nada turbe
mis sueños —me digo
Y me dejo llevar por las nubes
hacia lugares desconocidos
por mi corazón (p. 39).
Es el poeta que sueña y navega en las aguas de la creación y el amor:
La poesía no sirve para nada
me dicen (…) La poesía, la poesía
es un gesto, un sueño, el paisaje
tus ojos y mis ojos muchacha
oídos corazón, la misma música
Y no digo más porque nadie
Encontrará
la llave que nadie ha perdido
Y la poesía es el canto de mis
Antepasados
el día de invierno que arde
y apaga
esta melancolía tan personal (p. 59).
Es el lenguaje de la poesía, lenguaje universal, vehículo de comprensión y entendimiento entre los pueblos y así lo demuestra Elicura al revelar la identidad plural de su pueblo y la propia, la individual, al expresar los sentimientos más visibles y los más recónditos.
Es así, combinando el lenguaje directo de la prosa con la polisemia de la imagen poética, que se trasmite el Recado… a los chilenos. Elicura Chihuailaf dice “así hemos sido, así somos y aquí estamos, así tratamos, así nos tratan”. Nos da a conocer el linaje espiritual de su pueblo y la tosca relación con sus coterráneos chilenos. Con voz firme, pero no belicosa marca las diferencias y llama al entendimiento. Su poesía se alza por encima de cualquier clasificación reduccionista. Es hoy uno de los mejores poetas de América y quizás como nadie, sea él quien haya lanzado el mensaje más completo para hacer de Chile un solo pueblo, reconocido y aceptado en su diversidad.
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Nota:
1.- Recado confidencial a los chilenos, LOM Ediciones, Santiago de Chile, 1999. De sueños azules y contrasueños, Editorial Universitaria, Santiago de Chile, 1995. Todas las citas se refieren a las mencionadas ediciones.
Fuente: La Ventana
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