Tuesday, March 17, 2009

VOCES DEL SIGLO XXI


ROLANDO SÁNCHÉZ MEJÍAS
(Holguín, Cuba, 1959)






JARDÍN ZEN DE KIOTO



Sólo un poco de grava inerte
quizás sirva para explicar
(al fin como metáfora vana)
que la dignidad del mundo consiste
en conservar para sí
cualquier inclemencia de ruina.

El monje
cortésmente inclinado
quizás también explique
con los dibujos del rastrillo
que no existe el ardor,
solamente el limpio espacio
que antecede a la ruina.

Alrededor del jardín
en movimiento nulo
de irrealidad o poesía
pernotan
en un aire civil de turistas y curiosos
sílabas de sutras, pájaros
que estallan sus pechos
contra sonidos de gong. Todo envuelto
en el halo de la historia
como en celofán tardío.

El lugar ha sido cercado:
breves muros y arboledas
contra el mundanal ruido
suspenden la certeza
en teatro de hielo.

La cabeza rapada del monje
conserva la naturaleza de la grava
y de un tiempo circular, levemente
azul: cráneo de papel
o libro muerto,
absorbe el sentido
que pueda venir de afuera.

En la disposición de las grandes piedras
(con esfuerzo
pueden ser vistas
como azarosos dados de dioses
en quietud proverbial)
tampoco hay ardor. Sólo un resto
de cálida confianza
que el sol deposita
en su parodia de retorno sin fin.

La muerte
(siempre de algún modo poderosa)
podría situarnos
abruptamente dentro
y nos daría, tal vez,
la ilusión del ardor.

Igual a un mimo, entonces
trataríamos de concertar
desde el cuerpo acabado
el ninguna parte donde hay ardor alguno
en el corazón secreto
que pudiera brindar el jardín.

Pero hay algo
de helada costumbre
en el jardín
y en el ojo que observa.
Es posible que sea el vacío
(¿por fin el vacío?)
o la ciega intimidad
con que cada cosa responde
a su llamado de muerte.

Y esto desdibuja
con cierta pasión
en los trazos del rastrillos
junto a las pobres huellas del monje,
entre inadvertidas cenizas de cigarros
y otras insignificancias
que a fin de cuentas
en el seno del jardín
parece caídas del cielo.





MARCAS



Han vuelto algunos desterrados, dando tumbos, la ropa raída, los ojos inservibles en un rictus animal.

En las aldeas juegan con metales y balbucean emblemas confusos, añorando los espacios abominables que conocieron.


ANALECTAS


Se trata, siguiendo el consejo de Confucio, de poner orden: primero en ti y luego en tu familia. Nada de esos niños que se suicidan, consecutivos y alegres, colgados de las lámparas. Ni de ese perro que adopta configuraciones ajenas a su perridad, degenerando en zorro o en otra sustancia antipática. Ni de esa mujer—sí, tu esposa—que dispone en tus libros una caprichosa concepción de la Cultura. Por orden en ti. Serena tu corazón.


A PIER PAOLO PASOLINI



Ya habías muerto, mucho antes,
de transhumanamiento o
en desacuerdo
con El Vasto Poder Del Lenguaje,
muerto, es decir: vivo
en la dimensión donde el tiempo
de la muerte
obstruye
el movimiento de la vida.

Y esto lo sabías
frente a un sol meridional:
las manos en los bolsillos,
la certeza dura de tu rostro
y la realeza de otros rostros
modificando el horizonte.

El tiempo olía a cebollas:
un crudo vaivén o deshojarse
de películas absortas, rápidas
y completivas como el muñón que
arma la presta mano médica.

Pero la cebolla ( que es en Realidad!)
desmultiplicaba sus planos. Entonces todo
desde un principio
estuvo signado
para esa fatal ausencia de armonía.

Pero no es sólo esto, no.

Si fuera sólo esto
seria menos complicado y
el advenimiento ( la intervención del ser
o de cualquier otro trasunto como la escritura)
quedaría
por fin
en Completud.

Hay más cosas: bajo
un cielo convexo y frío
(cielo de post-tiempo)
henos allí, avanzando, no ligados
por el Lenguaje, apenas
por el lamento
(la taigá, el lamento culpable de la matria,*
lobos, etc.).

Sí. Mucho menos
de lo que pensabas: la zona
obscura y tibia de la lengua ( que incluye la Lengua)
latiendo oportuna
completamente, el cigote
en la cavidad central del Tiempo,
puro imaginario de terciopelo,
leve y grave
allí, al alcance de la mano, diestra o
siniestra, en el letargo de silencio
todavía interior aunque casi suprahistórico
(como movimiento
de las partículas
de un terrón de azúcar sobre la mesa).

También junto al fuego:
en la dilapidación de cigarros y saliva,
la frente
proyectando
la orilla del mar
un perfil salvaje,
la utopía entre ceja y ceja,
entre muslo y muslo el roce con la luna
y entrevisto
de golpe
el Sentido: la pasión, la fuente
donde manan, una a una, las palabras.
Todo tan metafísico, aún,
para nuestras sólidas esperanzas históricas.**

Pero no es sólo esto. Ni
en el deslizarse
de la muerte
a ras de asfalto
mientras la cámara no tomaba en consideración
los escasos segundos
en que se produjo el vaciamiento,
el segamiento de la vita:
la incompletad plenaria de un pecho
que rechina su corazón
contra el mundo todavía cálido……………

¿Y qué nos sucedía de este lado?
¿También el Suceso?
¿La intervención de la Otra Parte?
¿O sólo el fantasma del Eventum?

Aquí.

Más allá del como.

A la izquierda o.

Absortos

Como si la Historia
de súbito.

ROLANDO SANCHÉZ MEJÍAS


* Hijo mío, yo que fui sólo vida
te he dado el amor de la muerte.
Naciera de la prehistoria la suerte
que por la furia de la masa enfurecida
sacude la cumplida historia.
(Balada de la madre de Stalin, Pier Paolo Psaolini.)


**El hambre, aún, es metafísica. Ayer, en la carnicería, hacíamos colas para el pollo. Esta vez fue un pollo traído de Guerlesquin, cuya novedad eran las gruesas capas de grasa. Los viejos observaban el pollo de Guerlesquin con la suspicacia helada y ávida de quien no incluye a Guerlesquin en la percepción y sí las novedosas capas de grasa del pollo de Guerlesquin. Aunque, de algún modo, ellos sabían (¿sentido común que proporciona la Historia?).

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