Saturday, August 28, 2010

RECONDANDO A JOSÉ LEZAMA LIMA





Palabras más lejanas

La mañana suda una palabra,
apesadumbrada desaparece,
correteando dobla la esquina.
Entre silenciosa en la taberna,
todavía allí los cantantes metafísicos de Pulcell,
el eco de la campana adelgaza.
Pondrían las manos sobre su hombro,
Añadirían otras palabras al oído.
jugará a perderse
con las arenas que la bruñen.
Está alegre porque ha venido
a verle su nueva cara, se adormece
en el ahumado rodar de las monedas.
Desaparece como una ardilla,
en la medianoche de la otra esquina
recién apagada.


Discordia


De la contradicción de las contradicciones,
la contradicción de la poesía,
obtener con poco de humo
la respuesta resistente de la piedra
y volver a la transparencia del agua
que busca el caos sereno del océano
dividido entre una continuidad que interroga
y una interrupción que responde,
como un hueco que se llena de larvas
y allí reposa después una langosta.
Sus ojos trazan el carbunclo del círculo,
las mismas langostas con ojos de fanal,
conservando la mitad en el vacío
y la otra arañando en sus tropiezos
el frenesí del fauno comentado.
Contradicción primera: caminar descalzo
sobre las hojas entrecruzadas,
que tapan la madriguera donde el sol
se borra como la cansada espada,
que corta una hoguera recién sembrada.
Contradicción segunda: sembrar en las hogueras.
Última contradicción: entrar
en el espejo que camina hacia nosotros,
donde se encuentran las espaldas,
y en la semejanza empiezan
los ojos sobre los ojos de las hojas,
la contradicción de las contradicciones.



La madre

Vi de nuevo el rostro de mi madre.
Era una noche que parecía haber escindido
la noche del sueño.
La noche avanzaba o se detenía,
cuchilla que cercena o soplo huracanado,
pero el sueño no caminaba hacia su noche.
sentía que todo pesaba hacia arriba,
allí hablabas, susurrabas casi,
para los oídos de un cangrejito,
ya sé, lo sé porque vi su sonrisa
que quería llegar
regalándome ese animalillo,
para verlo caminar con gracia
o profundizarlo en una harina caliente.
La mazorca madura como un diente de niño,
en una gaveta con hormigas plateadas.
El símil de la gaveta como una culebra,
la del tamaño de un brazo, la que viruta
la lengua en su extensión doblada, la de los relojes
viejos, la temible
y risible parlante.
Recorría los filos de la puerta,
para empezar a sentir, tapándome los ojos,
aunque lentamente me inmovilizaba,
que la parte restante pesaba más,
con la ligereza del peso de la lluvia
o las persianas del arpa.
En el patio asistían
la luna completa y los otros meteoros convidados.
Propicio era y mágico el itinerario de su costumbre.
Miraba la puerta,
pero el resto del cuerpo permanecía en lo restado,
como alguien que comienza a hablar,
que vuelve a reírse,
pero como se pasea entre la puerta
y lo otro restante,
Parece que se ha ido, pero entonces vuelve.
Lo restante es Dios tal vez,
menos yo tal vez,
tal vez el respaldo solar
y en él a horcajadas el yo tal vez.
A mi lado el otro cuerpo,
al respirar, mantenía la visión
pegada a la roca de la vaciedad esférica.
Se fue reduciendo
a un metal volante con los bordes
asaltados por la brevedad de las llamas,
a la evaporación de una pequeña
taza de café matinal,
a un cabello.





Ahora penetra

Ahora, se esconde en el río,
las demás son visitables.
Brusca, se quemó en el caserío,
fantasmas lentos, trastrocables.

Tieso, mil perdones, estofado,
penetró sombroso a su rincón.
galón verde, arañado,
al comenzar el bailón.

Guiñado la reina mate,
tuerce el ánade su recado.
Cometa, vajilla de equilibrado,

sonríe el lunar mientras late.
En la polka fue aclamado,
brindando salmón sonrosado.

El alzapaños testigo, escoria
de cobre, vestir de oro.
En la gruta, tren sonoro,
zapatea el arlequín de achicoria.

Hay que ver lo que se pinta
la tejedora morena.
Casaquín de la opereta, linda,
Tatianov con su cruz Lorena.

El farol ya está en camino
cambiando sombras y tragos.
Malhayas de aquel espino,

tijera el verano de halagos.
En la muerte fue aclamado,
brindando el hijo resucitado.

Del saco donde sumerge
Sócrates la cabezota
y el humo, sí no se embota
la razón, que nos protege.
¡Líbranos de todo mal!
Suficientemente carnal
la abeja de la razón,
ya no vuelve y no protege.
Oh buitre, logistikón,
en tu seguir al que sigue.


Corta la madre del vinagre

Corta la madre del vinagre.
Taja, tajada, taja, sijú.
De la rama al entredós, búho,
tu péndulo raspa el suelo.
Al ras de la inmensa madera
horizontal, raspa, sijú.
Cuelga tu péndulo en el rocío,
búho; raspa, sijú, silva,
almíbar sobre la roca cubierta
de medusas que enrollan el péndulo.
Raspa la arena que ayer manchaba
el péndulo; taja, sijú,
corta la médula del aceite.
El péndulo raspa la madre del vinagre.
Lánzate, búho, tu sombra está en la arena.
Deseas clavarte carnalmente
en tu sombra espesa. Allí estás,
en la médula del aceite.
No te cuelgue del péndulo
que raspa la madre del vinagre.


Pez nocturno

La oscura lucha con el pez concluye;
su boca finge de la noche orilla.
Las escamas enciende, sólo brilla
Aquella plata que de pronto huye.

Hojosa plata la noche reconstruye
sus agallas, caverna de luz amarilla
en coágulos de fango se zambulle.
Frío el ojo del pez nos maravilla.

Un temblor y la mirada extiende
su podredumbre, lo que comprende
ligera aísla de lo que acapara.

Aquel fanal se pierde y se persigue.
La espuma de su sueño no consigue
reconstruir la línea que saltara.


Ahora que estoy


Ahora que estoy, golpeo, no me siento,
rompo de nuevo la armadura hendida,
empiezo falseando mi lamento,
concluyo durmiéndome en la herida,

que no en mí, en la pared, procura el viento,
y no es mi herida, si la luz perdida
procura ironizar el firmamento
o se recuesta en la comenta huida.

Cínico lebrel, gamo biselado,
de la luna soporto la blandura,
no su misterioso río de leche.

Me aduermo, que la sombra fleche
lo que es mi ser y lo que está flechado,
golpe o bostezo, luz o sombra quemadura.


Último deseo


De la fe que de la nada brota
y de la nada que en la fe hace espino,
ileso salto de mágica pelota
que paga en sangre el buen camino.

Y si rebota más, solo nos toca
al desempedrar los bordes del destino
la mágica epidermis que rebota
en el coral de un arenal divino.

En el murmullo de pinos siderales
las nubes a bien medido engaño
del cuerpo, flor del viejo espacio.

Previa al no ser envía sus cristales
a la ciudad de amanecer extraño
y sigue hilando sus nubes muy despacio.

























José María Andrés Fernando Lezama Lima,
conocido sencillamente como José Lezama Lima (La Habana, 19 de diciembre de 1910-íbid, 9 de agosto de 1976) fue un escritor cubano. Aunque fue fundamentalmente poeta y ensayista, su novela Paradiso ha alcanzado una gran repercusión internacional desde su publicación en 1966.


Lezama nació en 1910 en el campamento militar de Columbia, en La Habana, hijo de José María Lezama y Rodda, coronel de artillería e ingeniero, y de Rosa Lima.

En 1920 ingresa en el colegio Mimó, donde concluye sus estudios primarios en 1921. Comienza sus estudios de segunda enseñanza en el Instituto de La Habana, donde se gradúa como Bachiller en Ciencias y Letras en 1928. Un año más tarde iniciará los estudios de Derecho en la Universidad de La Habana.

Su obra culterana está saturada de claves, enigmas, alusiones, parábolas y alegorías que aluden a una realidad secreta, íntima y, al mismo tiempo, ambigua. Desarrolló una erótica de la escritura, anticipándose, de esta manera, a las corrientes europeas de la estilística estructuralista. Sus ensayos son imaginativos, poéticos, abiertos y constituyen una recreación de textos y visiones. Promotor de revistas y cenáculos, supo congregar en torno de sí a poetas de la talla de Gastón Baquero, Cintio Vitier, Eliseo Diego, Virgilio Piñera y Octavio Smith, entre otros. Su amistad con el poeta y sacerdote español Angel Gaztelú, contribuyó a la formación de su mundo espiritual.

Participó el 30 de septiembre de 1930 en los movimientos estudiantiles contra la dictadura de Gerardo Machado. Publicó su primer trabajo, el ensayo Tiempo negado, en la revista Grafos, en la que al año siguiente se publica su primer poema titulado Poesía. Fundó en 1937 la revista Verbum y su famoso libro Muerte de Narciso. Durante los siguientes años creó otras tres revistas: Nadie parecía, Espuela de Plata y Orígenes junto a José Rodríguez Feo, una de las publicaciones más importantes de la década del 40, en la que publicó los primeros cinco capítulos de su obra cumbre: Paradiso. El 12 de septiembre de 1964 muere la madre del poeta. Luego éste se casará con su secretaria María Luisa Bautista el 5 de diciembre del mismo año. Sólo salió de Cuba durante dos breves períodos en viajes a México y Jamaica. Un año después ocupa el cargo de investigador y asesor del Instituto de Literatura y Lingüística de la Academia de Ciencias. Es en esa época cuando publica su Antología de la poesía cubana.

Su novela Paradiso, obra cumbre del autor, fue publicada en el año 1966. Considerada por muchos críticos como una de las obras maestras de la narrativa del siglo XX, en ella confluye toda su trayectoria poética de carácter barroco, simbólico e iniciático. Fue publicada en 1970 por la editorial mexicana Era, en una edición revisada por el autor y al cuidado de Julio Cortázar y Carlos Monsiváis.

Paradiso fue calificada por las autoridades cubanas dos años más tarde como "pornográfica" debido al tema de la homosexualidad en su trama y esto sirvió de antesala a la acusación por actividades contrarrevolucionarias en 1971 que le amargó los últimos años de su existencia.

Profundo conocedor de Platón, los poetas órficos, los filósofos gnósticos, Luis de Góngora y las corrientes culteranas y herméticas, devoto del idealismo platónico y ferviente lector de los poetas clásicos, Lezama vivió plenamente entregado a los libros, a la lectura y a la escritura. Se ha dicho de él que fue "un escritor de palabra golosa, henchida de barruntos sobre las más extraordinarias imaginerías. En él, el vocablo se hunde, como inmenso cucharón, en un caldo que contiene todos los saberes y todos los sabores y logra extraer, inimaginablemente entremezclados, bocados que son imágenes, que son poesía. Lezama es un poeta de lo sensual; escritor de una palabra que es deleite, que es placer, que es plenitud." (Rafael Fauquié, Escribir la Extrañeza)

La estética de Lezama es la estética de la intuición y de lo intuitivo: percepción primaria donde se encuentran todas las clarividencias. Por lo que respecta a su poesía, no se alteró especialmente en la forma ni el fondo con la llegada de la Revolución y se mantuvo como una suerte de monumento solitario difícilmente catalogable. Para muchos especialistas, el conjunto su obra representa dentro de la literatura hispanoamericana una ruptura radical con el realismo y la psicología y aporta una alquimia expresiva que no provenía de nadie. Julio Cortázar fue sin duda el primero en advertir la singularidad de su propuesta.

En 1972 recibe el Premio Maldoror de poesía de Madrid y en Italia el premio a la mejor obra hispanoamericana traducida al italiano, por la novela Paradiso.

Falleció el 9 de agosto de 1976 a consecuencia de las complicaciones del asma que padecía desde niño. A pesar de su escasa difusión editorial, la obra de José Lezama Lima sigue trascendiendo más allá del tiempo y las fronteras. Muchos poetas y narradores cubanos, latinoamericanos y españoles posteriores a él siguen admitiendo la influencia significativa que la propuesta de Lezama ha tenido en ellos: el caso más notorio sea quizás el de Severo Sarduy, que postuló su teoría del neo-barroco a partir del barroco de Lezama.

Siendo hermético por instinto y por el exceso expresivo, busca la revelación del misterio de la poesía. Fue un poeta religioso que, como San Juan de la Cruz, hace prevalecer el sentir sobre el decir.

Lezama consiguió devolver a la poesía su esencia, pues en algún momento descendió hasta la inutilidad de la palabra usada y ya desprovista de música. Él estructuró un sistema poético del mundo sin importarle la dificultad que su lectura entrañaba para todos los lectores: quiso explicar el conocimiento del mundo desde la otra orilla, de lo desconocido, de lo otro y en ese recorrido lograr el desvelamiento de un nuevo ser nacido de la oscuridad: la poesía.

José Lezama Lima crea un sistema para explicar el mundo a través de la metáfora y especialmente de la imagen. Su famosa frase lo resume: “la imagen es la realidad del mundo invisible”.

Fuente de la biografía: http://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_Lezama_Lima

NOTA DEL AUTOR DEL BLOG: Los trabajos artísticos que ilustran esta breve selección de la poesía del José Lezama Lima son propiedad del artista español, Gonzalo. Pueden visitar su página web donde podrán disfrutar de una extensa obra visual como también poética. El enlace es: http://www.vbz.es/vbz.htm

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