C. Dolores Escudero
(Madrid, España, 1954)
Samarita.
Verte en la orilla de mi sed
para mi sed cántaro, arroyo
desde los labios a la lengua
a la garganta, para mi sed.
Agua de amor,
amor, para mi sed.
Samarita.
Para mi sed.
Una vez más tu nombre es un eco
interminable.
La piedra onda…….. en el aire
tu mano en onda de piedra
por el eco de tu nombre
por el aire interminable.
El latido de tu nombre
impaciente
en la onda interminable
de la piedra………..en el aire
por el eco tu nombre
interminable.
Clara Janés
Cuando las horas sucedían seguidas
los minutos se alimentaban
directamente del corazón.
A pequeños bocados, como de ardillas,
continuos.
Nada a salvo de ser manjar.
El alimento elegido posee cualidades
de inocencia y pasión.
a mi enemigo
H. Michaux
Anidando en el lugar pantanoso
de eterna niebla,
laguna insana.
A salvo de peligro, de astil
armado con punta de hierro,
utensilio para hacer presa.
reprocharle al otro su propia irrealidad.
J. A. Valente
No acentúes el ocioso cristal
en que se ocupa la locura
es suavidad templada para atrapar
la línea de tu páramo
luz que engalana el píleo del hombre libre
entre hojas blancas, picadura maligna y ostentosa
sin motivo para tanta satisfacción.
hacía una almohada de musgo y la extendía
encima dulcemente.
Marcel Schowb
Los pliegues de tu olor cuando se dora
el vidrio de tu espalda.
Orujo de mi mar.
Cuando no vigila cerrojo
te tomo en agua, acuno la criatura
que alborota tu pecho.
Onza, animalillo ilegal.
Bemol
allegro en mi sexo.
de todas las flores de la tierra.
J. Prévert
Castigo consistente en la forma espontánea, hábil
en esas cosas, aluvión para improvisar
la altura, resquicio para mi amor.
Polvorín estéril y los temblores
de ese actor que interpreta las vainas, envolturas
o valvas para cobijarme en hilera,
como semilla.
P. P. Pasolini
Ahorcaron a los sospechosos a espalda del pueblo
sin más testigo que el perro desdentado.
No abandonaron los jinetes sus monturas.
del brazo de una mujer.
W. Stevens
No mbrada la metáfora
a fin de no ausentarse
de aquella esencia
que de puro abrasar
abrasarse
helaba.
No fue palabra
lo que pudo decirse
por temer no saber alojar
aquella voz
a la que respondemos.
Es decir
a su lado.
En el centro un gesto, una memoria
un hueco cóncavo.
Segregación de resinas.
¡Ay amor,
umbral del cuerpo en el espejo!
Ibn Gabirol
Recibir memoria;
que en tal delectación,
--¡Oh magnífica necesidad!--
Las sombras viven
compañeras de la luz.
Editorial adamaRamada edicciones
Ludir hasta la llama. Madrid
Estuvimos a punto de echarte a llorar. Valencia
Todas mueren a los quince. Valencia
Escultura de Manzano. Zaragoza
www.adamaramada.org
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