Monday, November 22, 2010

Rumor de pez, yin-yang del lenguaje sensorial
de René Rodríguez Soriano


Por Daniel Montoly

Rumor de pez confirma lo que ha dicho Roland Barthes sobre la lectura como placer o el placer de la lectura; cada verso es un inconfundible deleite, un bocado que induce al lector a no querer hacer de lado el libro, sino a seguir las aletas del pez hasta el fondo cognoscitivo de la percepción abstracta de lo poético.



Después de echarme un viaje por la transustanciación de la palabra poética de la mano del Rumor de pez de René Rodríguez Soriano, me he quedado con las imágenes que resurgen de la relectura entre las cejas, porque éste no es el habitual libro de poemas que llega a nuestras manos cualquier día a fundar una aldea de rutina. Por el contrario, como su título lo indica, es un susurro, un rapto, un fluir que emerge de la profundidad del lenguaje para llevarnos con él hasta el fondo del universo poético del autor. Por alguna razón este libro fue merecedor del Premio de Poesía UCE 2008, como reconocimiento a la celebración de la poesía, y con ello al largo recorrido literario de su autor.

Presiento a veces que habito entre las torres | que incierto y sacudido crezco hacia el vacío, | como luz de agua turbia, derramada. Pág. 13

Las entradas a las grutas de Rumor de pez se abren con un sobresalto de inquietud o un cuestionamiento existencial, donde el golpe del pasado repercute como una inquietante tromba que pasa inventario a lo ya perdido; ese compendio de cosas que hicieron partes del lienzo sicológico del sujeto poético. Y que, de alguna manera, transmitían una sensación de orden físico y balance interior. Algo que no debe pasar desapercibido, es el aspecto humano del yo poético que, aunque reconoce el colapso de su visión de mundo, rehúsa culpar o descargar la dolorosa frustración sobre “esos otros”.

Nada | frente a la nada, contra nadie. Nunca. Pág. 13


Y es aquí, lo importante de Rumor de pez; el espíritu humanista que permea en el fondo del poemario, porque normalmente un ser herido tiende, por naturaleza, a emprenderla como un toro contra quien o quienes “son responsables” de su dolor, pero nuestro poeta no cede ante el torbellino de esa fuerza oscura del subconsciente.

Quienes estén algo familiarizados con la cultura oriental, el título mismo bastará para inducirlos a la experiencia sensorial de la belleza natural del paisaje; elemento muy presente en la tradición filosófico-espiritual china y japonesa, donde el pez es un símbolo de riqueza, armonía espiritual y balance entre las dos fuerzas que rigen el universo, como aparece representado en el símbolo del Tao, el yin-yang. Estas dos fuerzas están presentes en Rumor de pez, porque, por un lado, está el aspecto masculino representado por el sujeto del habla y el aspecto femenino, al que se dirige, representando la fuerza opuesta. Pero ambos flujos convergerán en un punto en el espacio para fundirse en una nueva identidad. Porque como señala el verso que subrayo más abajo, la voz tiene conciencia de ser y, en ese reconocimiento, distingue la luz opuesta. Pero reconoce en ella la refulgencia interna, que dará respuesta a su vacío, aunque desde un marco trazado por la distancia, como resultado de la experiencia previa del dolor, que vuelve ahora para cerrar el círculo:

¿A qué has vuelto mujer, distinta luz? Pág. 15


René Rodríguez Soriano es cuentista, narrador, gestor cultural, pero el René que nos revela este Rumor de pez es al poeta, que, sin hacer gala, goza de un distintivo sello de identidad o estilo en el manejo de la fuerza sensorial del lenguaje; independientemente de cualquier apreciación local, la poesía de Rodríguez Soriano es universal, y eso es lo que hace que los lectores se identifiquen con ella, más allá del regionalismo lingüístico o del nacionalismo poético, underground en algunos sectores de la poesía hispanoamericana.

El erotismo, como sujeto, está presente en cada una de las páginas de este libro como la experiencia seductora ejercida por un perfume femenino a la medianoche; mas cabe destacar que el erotismo aquí “es una fuerza que revela la transparencia del símbolo, no el que enseña la miseria física del cuerpo”, como forma de degradar el aspecto femenino, empujado por “las aguas turbias” que, subconscientemente busca perpetuar la patriarcal figura del macho en la sociedad. Rumor de pez confirma lo que ha dicho Roland Barthes sobre la lectura como placer o el placer de la lectura; cada verso es un inconfundible deleite, un bocado que induce al lector a no querer hacer de lado el libro, sino a seguir las aletas del pez hasta el fondo cognoscitivo de la percepción abstracta de lo poético.

El vino sabe a tardes perdidas en tu pelo | y un guiño de tus ojos pernocta en mis recuerdos.
Pág. 58


Cuántas veces nos no hemos sentido atrapados en la sensación del no tiempo, encarcelados por la imagen imborrable de ese amor de adolescencia o por la inquietud de lo que no pudo ser. Rumor de Pez tiene respuesta o al menos nos invita a nadar en un río iluminado por la belleza y la exaltación del valor de lo femenino como ideal de esperanza.


Tomado de Mediaisla

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