Tuesday, September 3, 2013

 VOCES DEL SIGLO XXI
ANTONIA MAESTRE
( San Juan, Puerto Rico)


Un miércoles más



Será un miércoles más para todos ustedes. 
La Tierra rotará, como de costumbre. 
Saldrá el sol, luego la luna.
Pero para mi, exactamente a las ocho de la noche,
bajo la luna, en un café del Viejo San Juan,
un cosquilleo por romper  barreras,
por una liberación escondida ya hace tanto tiempo,
me poeseerá.
Me temo que no podré impedir el deseo indebido. 
Siempre escondido tras una máscara
que uso para disfrazarme de este ser
al que trato de dar la vida verosímil,
que tanto detesto.
Sé que este miércoles la memoria y mi temple me traicionarán. 
Me remontarán a esa entidad que tanto trato de solapar
con hermosos cuerpos viriles que caminan a mi lado.
Este miércoles, esta vida editada que llevo se
revelará en mi contra. 
 

Volveré a desear esos senos,
a pesar de ser rosas con espinas. 
Volveré a oler ese aroma de mujer
que siempre ha despertado mis sentidos. 
Ese delicioso sabor a sirena me llamará
para emerger con furias esos sentimientos
antes sumidos en catacumbas desérticas. 
Este miércoles moriré entre el deseo y el pecado. 
Esa verdad pecaminosa,
que me repito es mentira hasta casi creerlo,
me pegará en la cara
con un espejo de confrontaciones ineludibles. 
Llevo una vida corriendo, huyendo despavoridamente. 
Tratando de escaparme de mi misma. 
En este miércoles,
tan sencillo para todos ustedes,  
la verdad irá pisándome los talones.

Mi fuego sacro


Te miro intensamente a los ojos
mientras tu cuerpo me roza.
Sé que te gusta ver lo que en mi provocas.
Nuestras miradas cruzan palabras
y besas cada uno de mis chakras
hasta llegar y arder en mi fuego sacro.
“¡Te digo que no!”
¡Que no!
Que no te voy a llamar.
Me puedo morir de las ganas,
pero no vas a ganar.
¡Que no! 
En ti no voy a pensar.
Podrá pasar todo el día,
y tus labios no voy a querer besar.
Me moriré de las ganas.
Pero esta vez no me ganas.
¡Te digo que no!
No me voy a imaginar
tus manos recorrer
todo mi cuerpo.
Que me libas como una abeja a su pólen.
¡Que no!
Que no me voy a tocar
mientras pienso en cómo la otra noche
sutilmente me hiciste mojar
mientras me dejabas al borde
de explotar mi corazón.
¡Te juro que no!
“Knock, knock”

El poema secreto

Escribo este poema en secreto
como un monumento
a aquélla eterna semana,
a aquél tiempo eterno.
Cometimos pecados deliciosos.
Nos dimos besos oscuros, prohibidos.
Revivo esa semana en secreto
cada vez que una canción
me remonta a ese espacio
del que sólo tu y yo somos testigos,
y me causa una risa tácita,
o una imprudente carcajada.

El pecado mayor

Sé que mi piel, que hoy es nacarada por la luna,
algún día se pondrá mustia
como las hojas secas de abril. 
Sé que mis senos,
hoy la esperanza de mis hijos,
que hoy provocan la mirada de los hombres,
algún día caerán secos y descansarán sobre mi ya tácita cintura. 
Sé que mi vista, perfecta hoy,
alumbrando las pupilas de mis amantes,
se desintegrará al umbral de unos lentes
y se convertirá en un lejano recuerdo de sus días de encanto. 
Sé que mi mente,
archivo de todos mis sentimientos vividos,
se oscurecerá con olvidos inconscientes. 
Sé que mi corazón,
que hoy late con esperanzas imperantes de vivir,
algún día dirá, “ya no más”,
y cesará de llevar sangre a mi encogido cuerpo insignificante. 
Sé que algún día cometeré el pecado mayor para una mujer: envejeceré…   
“¿Quién toca a las puertas de mi vida?”
 -¿Quién toca a las puertas de mi vida?
-“Es la muerte estremecida”
-¿Ya?-pregunto yo.
-“Es que Dios te escuchó.”
Odio lo que tocas

Me muero de envidia.
Odio esas teclas, las viles cuerdas.
¡Quisiera quebrarlas de un solo estruendo!
Las detesto porque ellas sí pueden sentir
la dulzura apasionada de tus dedos
al tocarlas con el corazón.

Tengo que limitarme a divisarte desde lejos,
a una distancia prudente para no arder.
Para no dejar que se me escapen los gritos
que tengo enjaulados en mi alma.

Respiré profundo antes de acercarme.
No vaya a ser que se me brotara el deseo de probar tu aroma.
Tenías el cabello húmedo del delicioso sudor
que suele salir de tus poros luego de hacerle el amor a un piano.
Me pregunto si te diste cuenta de que mi corazón latía de prisa,
que tuve que marcharme como quién corre despavorida,
ahuyentando a su propio fantasma. 

Ya eso no importa, te vas.
Partes de esta Isla.
Y yo seguiré corriendo en terror,
ahuyentando a mi propia sombra.
Odiando lo que tocas...


Pequeños terremotos


Explora todo mi cuerpo con tus labios.
Muérdeme, que soy tu fruta prohibida.
¡Ay! Sí, tócame ahí.
Me haces sentir un extraño éxtasis:
pequeños terremotos
que me provocan miedo,
que comandan deseo,
que explotan en mis profundidades.

Toda la noche oliendo a ti

Ya llegamos a la cúspide
y agotados, nos abrazamos.
Ya te entregué mi cuerpo,
pero esta sensación aún no ha muerto.
Tus besos han quedado tatuados
por todo mi cuerpo mojado.
Mis labios siguen pidiendo más.
Mi cuerpo sigue temblando.
Cierro los ojos, y aún siento tus caricias.
Y es que tu olor se ha impregnado en mi ser.
He estado toda la noche oliendo a ti.
 


Declaración Femenina

De entre mis piernas brotan chorros de agua
que grita de deseo.
Hay una vulva abierta, como una herida, en cada mujer.
Se cuecen las entrañas palpitantes desde las profundidades
de la Verdad Femenina.
Entre sábanas y sueños,
también mojamos la cama.
Humedad que comanda silencio y pura vergüenza
para ofrecer ara hipócrita a la castidad.
En el pulcro sepulcro de la intimidad solitaria
hay que morderse los labios
y no pedir más.
El alma encerrada en redondos senos
y curvas de guitarra que no puede cantar.
¡Sepan todos que rompo el fino cristal del tabú femenino,
y al tope de mi garganta exclamo que sí quiero más,
que tendré más!
Tengo un clítoris carnoso y a punto de caramelo,
pero sobre todo, para completarme,
tengo un cerebro.


Para sentirte fugitiva

No te ampares en mi celda
cuando te acose la libertad.
Pues, mis barrotes férreos se derretirán.
Ya no vengas a pedirme ser mi cautiva
para cuando escapes, sentirte fugitiva.

"Mi himen se fue volando"
Mi virginidad se ha ido con mi himen. 
Al romperse esa telita de supuesta pureza,
se quebró la burbuja de cristal
en la que guardaba celosamente mi felicidad.
Se ha ido para no regresar. 
Sólo queda una luz solitaria
prendida en el cielo para alumbrar mi desdicha.
Creo que una noche de luna llena
hasta casi alcancé a ver un pedacito de ala,
cuando mi himen,
con mi pureza en brazos,
se alejaba sin un toque de esperanza
para volver a mi corazón.
El puente hacia mi infancia
no es más que un recuerdo
en mi memoria cristalina de sueños intocables
para unas manos tan sucias, como las mías.
Ya no seguiré tocando a tu puerta

Busco excusas para tocarte. 
Añoro terriblemente una pestaña en tu mejilla
para poder acariciar tu rostro,
aunque sea por un breve instante. 
Cruzo las piernas
para que rocen las tuyas bajo la mesa,
aunque sea de casualidad.
Es abrumador que estés tan cerca
y no poder tenerte. 
Mirar profundamente a tus ojos es fatal,
los cierras a mi vista. 
¿Qué puedo hacer para lograr que me sientas? 
Aún a solas, no me atrevo a darte ese beso que tanto soñé. 
Ósculos estremecedores
que se apagan con tu indiferencia injusta.
Hoy que sí, mañana que no… 
No pretendo conquistar tu espíritu libre,
ni arrancarte los bríos. 
De hecho, no pido nada. 
Sólo necesito que sepas de mi presencia,
quizás menguada por las penumbras,
pero existo.
No quiero seguir alimentando mi alma
con paupérrimos roces aquí y allá, 
por mera casualidad inventada. 
La estrechez de tus piernas me frustra. 
Ya no quiero seguir tocando a tu puerta.
"Knock, knock".

Descubrí

Quice tanto que el amor que veía en tus ojos fuera real,
que lo inventé. 
Tanto deseé que ese corazón que late en tu pecho,
latiera por mi, que así lo creí. 
Deseé tanto que me hicieras el amor,
que eso fue lo que sentí
cuando penetraste mi carne,
y con ella, el alma.
El paraíso que creé entre esas cuatro paredes
se hizo tan real,
que ahora mi infierno también es de verdad. 
Tejí encajes de oro entre mis sueños de alegría. 
Ahora resulta que  no son más que trapos. 
Tu mirada era sólo una más. 
El nuestro, otro sexo más.
El Edén tan sólo cuatro paredes
en un cuarto de alquiler más. 
Descubrí que la luna
no es más que un satélite sin luz propia.



El taco de Carmen
¡Un mundo de color de rosas! Ella cantaba en un escenario amplio alumbrado por luces de todos los colores. Podía escuchar la voz de un público eufórico que gritaba su nombre. Tras bastidores, la esperaba el hombre del sombrero blanco, que tenía olor a hombre de verdad. La asía fuertemente entre sus brazos y mil veces besaba sus labios, y otras mil le decía que la amaba…
Sonó abruptamente el reloj despertador, ya eran las seis de la tarde. Fantasía se despertaba siempre a esa hora. Con el recuerdo del hombre del sombrero blanco y a su olor a hombre de verdad, se levantó de un salto. Se dirigió al baño a lavarse la cara. Al secarse y levantar los ojos estudió cada una de sus arrugas. Casi se le salen las lágrimas de esos ojos, que parecen los de una niña que vió mucho, pero nunca entendió nada.
Fantasía se despojó de su bata blanca para disfrazarse de su nombre. Peinó su cabello largo y alborotado en una moña para que el viento no lo enredase en su rostro. Zapatos de tacón y carmín del color del fuego completaron su disfraz. Fantasía respiró profundamente, susurró una oración a la Virgen, como le enseñaron en su casa, y salió acompañada de su hermana luna.
Pero esa noche era diferente a las demás. El viento de noches anteriores se convirtió en una suave brisa agradable, casi acariciante. Lo coquíes cantaban alegremente, casi al unísono. Y la luna… la luna estaba bella. Hasta casi parecía que la Madre Naturaleza sabía que esa noche Fantasía iba a ser liberada. La luna alumbraba el camino de Fantasía por las angostas calles sanjuaneras. Caminaba muy confiada y aún con el recuerdo del hombre de verdad.
En su dormitar alucinante, se descuidó y caminó debajo de la sombra de un árbol que no dejaba que pasaran los rayos de la luna. Uno de sus tacos se encajó entre dos adoquines. Mientras Fantasía trataba de liberar su pie, se resbaló y cayó al suelo, golpeándose fuertemente la cabeza.
En ese último microscópico milisegundo de aliento en que Fantasía inhaló para gritar de dolor, un rayito de luna logró escurrirse entre las hojas del árbol, y se le metió en las pupilas. Ella sólo sonrió y dijo, “He despertado. Mi nombre es Carmen. Desde ahora en adelante no voy a trabajar aquí. ¡Me voy pá la otra esquina, carajo! ¡Ya me he escocota’o demasiadas veces en ésta por estar pensando en pajaritos preña’os!”. La mujer se levantó, y siguió su camino… 
 
Antonia Maestre Cordero


Antonia Maestre Cordero nació en San Juan, Puerto Rico, en un año que desea mantener en secreto. Estudió en el Colegio Puertorriqueño de Niñas, destacándose en concursos de oratoria, teatro y redacción. Durante ese periodo trabajó profesionalmente como redactora y locutora. Además, sus trabajos fueron publicados en varios libros desde una temprana edad.

Maestre Cordero posee un Barchillerato en Periodismo de la Universidad del Sagrado Corazón. Armada de sus conocimientos se desempeño como Coordinadora de Producción de programas  televisivos “ Nuestra Música” y “ Mi Escuela en la Comunidad”, entre otros. La autora logró producir su propio programa radial exitosamente.

Maestre Cordero se encuentra perfeccionando sus talentos como artista plástica y trabajando en nuevos proyectos.

Nota del autor del blog:  Las obras visuales que lustran esta muestra de poemas de la poeta Antonia Maestre Cordero son del artista Gustave Courbet y provienen de diversas fuentes del Internet.

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