Thursday, February 1, 2007


Juan Manuel Roca
Premio de poesíaCasa de las Américas


Mapa del caminante



(Homenaje a André Bretón)


Ha llegado, de nuevo,
el poblador de las estaciones anfibias /del sueño,
el caminante de una babel de espejos.
alguien lo ha visto
hablando con un ladrón de lejanías.
alguien pregunta
de qué sitio viene
llevando en el ojal la noche.
yo ignoro el ensalmo, el sortilegio! de su voz,
pero siento su llamado loco al amor! sin boato
lo mismo en la cama de marfil que en el zaguán del boticario.
ha cruzado parajes de la tierra
donde alguien golpea las maderas
y el miedo de abrir es una aldaba.

©Juan Manuel Roca


Los 5 entierros de Pessoa


Pocas veces ocurre
Que al morir un poeta
Sean necesarios 5 ataúdes.
Como pocas veces ocurre
Que un poeta sea morada
Para que vivan en él,
Para que trabajen a sus anchas
Y duerman cuando quieran,
Sin pagar renta,
Sin amenazas del casero,
Otros 4 poetas.
Al entierro de Pessoa
Fueron con sigilo,
Así como vivieron.
Nunca le objetaron
La estrechez de su vivienda,
Ese raro vivir gabán adentro.
¿Pero no querrían más espacio
Ahora, en la rigidez de las formas?
No se vio a Pessoa en tertulia
Con sus 4 fantasmas cardinales.
No se le vio en grupo
Caminando hacia la tabaquería,
Compartiendo viudeces.
Pessoa y sus compinches.
Y esa forma
De no dejarse ver en los espejos

©Juan Manuel Roca


Relación de los cronófagos

Me rondan los cronofágos, comedores de
tiempo que piden cuentas de mi ocio. Los
cronófagos asedian. Hay que poner cerrojo,
la vieja tranca, el corazón de hierro del
candado. Y aún así se descuelgan por el
patio de ropas queriendo robar un pedazo
de mi aurora.
Los cronófagos —ladrones de tiempo— me
prohiben el opio del poema, me llaman el
Pastor de Espejismos, el Lazarillo de Nadie.
Que el tiempo es oro, dicen, que mi becerro
es de lodo, y no por mi sordera dejan de
rondarme, de rondarme, exacerbados y
tristes, los cronófagos.

©Juan Manuel Roca



La rebelión de los músicos

Para Teresa Gómez

Cuando los músicos se rebelan y
cesan, es triste ver un paisaje de
herrumbrosos trombones. País sin
música es rey sin vestido, hueco,
calcáreo. Los músicos fraguan su
rebelión. Los fabricantes de
duchas intentan agregarle a su
lluvia casera una tonada. Y los
alarifes. Al colocar los ladrillos de
una casa pierden su ritmo, y una
casa sin ritmo puede caerse al
primer temblor.
Se hace más hondo el silencio
que exploran los muertos. Los
directores de orquesta son
sombras de gestos apagados. La
noche es menos noche: violín sin
cuerdas, jazz de ausentes, vals
de adioses.
Los músicos rasgan sus
partituras mientras claman:
–¿Quieren cantantas en sus velorios,
pavanas de difuntos, sonatas en
medio de sus mil y una guerras?
Cuando los músicos decretan
su rebelión se ven en la noche
trincheras de vientos,
empalizadas de pianos,
destrozadas violas
y rotos tambores. Entramos
a un período barroco
del silencio, a un abigarrado
callar.

©Juan Manuel Roca

Fuentes: El Tiempo, www.eltiempo.com
y http://www.poesia.org

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