I
Tierra
ganada a las sequedades
II
Acuñar quimeras
como soles muertos
para los ojos fantasmas,
no es tu tarea.
III
Si callas
todavía te oyes tú,
el muy lleno,
que nada vales
(o sólo vales en tu error).
IV
Ella no busca a alguien
y al encontrarlo se marcha.
V
Como nadie responde
lo haces tú.
Pero antes ¡cuántas noches tiene que atravesar tu voz!
humildes noches perdidas en la sequedad de los labios
que al fin aprenden
(aprenden
y siempre están en peligro).
VI
Cuando en verdad callas
otra es la voz
pero ¡qué extraña entonces!
con su velado requerimiento,
su murmullo de noche,
su escasez.
Escándalo de pobreza.
VIII
Por encima del lujo, la belleza, el brillo.
En una austeridad,
en el pudor titubeante,
en la continencia de la insinuación.
Como dibujo que no se puede asir.
pero existe.
Entreoscuro corredor que conduce, muestra y abandona.
XII
Palabras no quiero.
Sólo la luz de la atención.
Paisaje que me reguarda de un olvido necesario.
Palmeras, acacias, sauces a pico.
Sol que hace cantar los techos.
Recuerdo que nunca estuve más unido: más próximo
a mí. Rostro duro de mi amante. Dibujo guardado.
Después, sólo admití situaciones; apenas he inventado
trampas para huir.
Que cada palabra lleve lo que dice.
Que sea como el temblor que la sostiene.
Que se mantenga como un latido.
No he proferir adornada falsedad ni poner tinta dudosa
ni añadir brillo a lo que es.
Esto me obliga a oírme. Pero estamos aquí para decir verdad.
Seamos reales.
Quiero exactitudes aterradoras.
Tiemblo cuando creo que me falsifico. Debo llevar en peso
mis palabras. Me poseen tanto como yo a ellas.
Si no veo bien, dime tú, tú que me conoces, mi mentira,
señálame la impostura, restrégame la estafa. Te lo
agradeceré, en serio. Enloquezco por corresponderme.
Sé mi ojo, espérame en la noche y divísame, escrútame,
sacúdeme.
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