Tuesday, February 28, 2012


VOCES DEL SIGLO XXI



André Cruchaga.
(Chalatenango, El Salvador 1957)


ESCOMBROS



Matar a un enemigo no es difícil; matar
A un robot es matarse, bien pensado, a sí mismo.
GABRIEL CELAYA


Cada vez este País es menos cierto. El terror y la impunidad
no tienen nombre, tampoco son necesarios los milagros para salir
de estas aguas de alcantarilla.
Sólo la sal depredadora brilla en las axilas; aquí perdió
la dialéctica su propia placenta.
Arde la sangre con sus flechas fantasiosas, el magma del huracán,
el ventarrón mudo de la agonía, el disfraz alumbrando el subsuelo.
No hay lugar seguro para restañar los sueños, ni limpiar
la respiración en medio de oleajes sinuosos;
sólo hay tiempo y espacio para exaltar las Sumas tribulaciones
en este campo soterrado de huesos;
—no hay otro espejo, que el poyetón siniestro del hollín
con sus tapiales oscuros: aquí la cárcel es la ciudad o como si lo fuera,
en el misal de la ceniza, en las aguas del desorden.
(De pronto uno quiere renunciar a este País donde huyen
los pájaros, a esta naturaleza fúnebre del polvo; aquí arde
el aliento de la escoria en cada acera, en las calles desordenadas
de la bisutería, en la fiebre del engaño.
Cada cuchillo procrea lágrimas y futuro: tocamos el filo en cada
zapato; en cada conciencia, el miedo es otra ubre en sigilo.)

Vivimos encerrados en el resuello de las migajas: migajas de todo;
no puedo amar a un País que sólo deja desposarte con la miseria,
con la destrucción del ala,
con la expropiación de la propia conciencia.
A diario servimos la neblina en la mesa: rezamos para alimentarnos
de fantasmas; en el ocaso, la luz se convierte en blasfemia;
en la oscuridad intensa, la boca respira las cruces del día.
en la ley no caben los descalzos, ni el cadáver que construye
a diario el vejamen, ni el castillo pintado de arco iris por los niños,
ni el ojo que puede ver más lejos ciertos laberintos.
(Las falacias nos sirven de sombrilla y los aplausos, de piñata:
hemos caído en los tatuajes del disfraz,
en la pelota dominical de las diversiones. El oficio es sajar la Esperanza,
hasta que la extenuación sea la tierra contundente de la miseria.
No puedo amar a un País que hace del alfabeto un balbuceo,
un circo, una pocilga, un largo callejón de ruinas.)

Detrás de cada cuerpo hay músicas siniestras, entumecidos bosques,
Un País cercenado, entrañas putrefactas, costillas delirantes,
Amaneceres en pozos macabros, bartolinas donde el fuego
No da tregua, muertos cansados de morir en las pezuñas,
Aguas lentas mordidas por el semen de los perros, estiércol que invade
La memoria: todo está aquí en esta locura de País que tenemos,
Menos por supuesto, la alegría firme de la risa, menos la ventana,
Sino el escalofrío que repta por los poros…

Barataria, 23.I.2011



EPITAFIOS PARA LA CLARIDAD



Dejo en la memoria, las últimas monedas de las sombras. El arado
astral de las guitarras, la acera de la lengua con sus arduas faenas;
dejo para los arcángeles, esta eternidad incompleta,
el mar menor de los pañuelos, el césped ácido de la saliva,
la tasa quebrada de los olores, las aguas del odio que cerraron
mi horizonte, la suma de todo ello hundiendo mi hálito.
Dejo que el silencio que hable con la espesura del tabanco,
A fin de cuentas he aguantado la coz de tantas bestias:
—la enajenación insaciable, la adusta boca ensayando su entumecida
Sal entre las sombras del guarumo.
Aguardo la noche frente a las ventanas: aquí la muerte crecida
de la Esperanza, el frío de los martillos,
el incendio de los murmullos, las ramas socavadas del camino.
Ya no ando a prisa aunque el ansia me desvele:
la brecha es amarilla, negra, intensa como los grises de la voz.
En el ensueño el olor a los crepúsculos: la ramazón de la lluvia,
los lugares que un día celebraron mi corazón,
el retorno al arbitrio del paisaje, ahora desde lo oscuro de la cueva,
desde el grito exhalado del lamento.
La credulidad dejó de ser una vasija transparente, en donde ahora,
sólo cabe el refugio caído de las miradas.
(Dejo cada soledad en mis libros. Dejo el seno que me prodigo
de albas y puertas, el lecho anunciado de las semillas,
las llaves vegetales del viento en el río blanco de los ojos;
dejo al perro que sacuda sus pulgas con su lengua de sombrilla,
con su parpadeo de ojos contemplativos;
dejo, al margen de las paradojas, las telarañas como obra de arte
dentro de mis poemas extraviados en los poros secos de las paredes;
dejo la risa absurda de los balbuceos, los centelleos
de las arrugas, mi boca precipitada en el desamparo;
dejo que otros gocen de su propia máscara: evoco otros tiempos
de caminante solitario, de curiosos trenes y barcos en mis pupilas;
dejo los huesos ahogados en mi garganta, la alteración
de las esferas, la raíz de la carne empujando la cuchara
de los azúcares fermentados en la respiración, a ratos, inclemente.
Dejo el yagual del pellejo en el fluir de los zapatos,
en el hemistiquio alterado de los semáforos, en la muerte verdadera
que cae en mis ojos, sin otro ahora ni mañana;
dejo la desaparición forzada de mi conciencia, la mortalidad
mutable de mi presente, todos los días cíclicos del trompo
en el polvo dispersado de los exorcismos: lo demás, es el delirio
del zodíaco al momento de ponerme mi mortaja;
dejo pues, la piedra en el poema: la luz desgarrada transcurre
en el pecho; la claridad, sólo fue un lugar común y corriente
donde las moscas saciaron su apetito. Sé que el tránsito
es necesario como ese ritmo consonante del agua en el cántaro.)


Barataria, 11.I.2011

MONÓLOGO EN EL INSOMNIO



Escucho entre mi sangre y oigo el vasto
rumor del mundo,…
JUAN GIL-ALBERT



(Ah, doliente vuelo de querencias despobladas: amargos cauces
del gusano en la sangre, batallas de quemante sollozo,
ser la ceniza en estos fuegos recónditos, sombra del hartazgo,
duradera muerte en mi aliento, ciego apego a la hoguera;
ser el estrecho cauce de la lengua, la cuita dolorosa del sueño,
el alimento fúnebre de la carcoma.
Camino junto al desdén del ansia, junto a la luz doliente
de las cuatro paredes del vuelo: llevo sin merecer esta herida
que me ha nacido de tanto aspirar el desvelo;
en el insomnio toda mi sed se ha vuelto postrera, toda mi sed
ante la ausencia de las palabras; el limo de la lengua gime
dolorido, tierra adentro, donde se oculta la espina.
Me subyugan todas las abejas bajadas del árbol de la noche,
la resequedad plena en mi olfato, la dulzura menguada
a falta de ternura: atravieso los ríos invisibles del olfato,
cada campanazo, amedrenta, este gusano que llevo dentro,
la voz rugosa de las piedras, la porfía del arcano hacia el abandono.
¿En qué sosiego puedo advertir estos arcanos, sin escupitajos,
después de bajar sin compañía a la perennidad,
al centro de mi cuerpo soterrado en los abanicos del crepúsculo?
El follaje de la noche tiene arenas movedizas, ayeres
de hojarasca, equipajes que siempre amarró la sal con nudo ciego,
ternuras que nunca adiviné con mis ojos ciegos.
Cuando miro el sueño que pasa a oscuras junto al olvido,
toda fugacidad se vuelve eterna reverencia en mi aliento;
cuando la brisa llega, cegada por mis quemaduras diarias,
la espina salta del costado, el polvo del letargo se hace cierto.
Ahora me rindo al alado mutismo de mi insomnio:
a oscuras la memoria trasegando silogismos, desatinos doctrinales
de mis pesadillas, faena que vuelve sumisa mi porfía.
A oscuras llego a la sangre sumergida de los pájaros;
es tanto el desvelo, que se vuelven cárcel mis fantasmas.
A oscuras este gemido de la pena, barcos y trenes destrozados,
la claridad enterrada de mis sueños,
esta tortura que hace más grande la herida, prolongada
bufanda del escombro, atroz rincón de mis anhelos.
Casi a la medianoche, no conservo nada de este mundo: se ha ido
toda luz; y aparece, siempre, el afán de la herrumbre,
las Siete Cabritas a cuentagotas, la espiga muerta de la respiración.
Nada es más cierto que la semilla plantada de esta herida;
¡cuánto latido aletargado en los párpados, cuánto frío,
cuánta lengua en derredor de mi hospedaje, dientes oscuros
del alfabeto, mi propio firmamento.
Mi propia sed torva, a oscuras como un grito ensangrentado!)


Barataria, 04.VIII.2011




EL OFICIO DE LAS PALABRAS



Ahora decido recrear el cuerpo de la vida
sin que dejen de oírse en el tedio de las tardes
las extrañas palabras de este siglo.
LOURDES GONZÁLEZ


Ninguna palabra deja de ser tal en el círculo de los siglos;
todas son vísceras, cabalgaduras, batallas de cuerpo y lecho.
A veces son esa noche habitada por el búho y los murciélagos,
a veces oscuras como el horizonte que se pierde en la maleza:
—sin duda tienen demasiadas alas para mi sed desnuda:
lunas y universos comestibles.
No hay caminos que prescindan de su aroma,
ni semanas sin escupitajos, ni paredes sin olvidos.
Si bien son innecesarias en la cama, abundan en el mercado,
asomando su boca de orquesta.
Para este mundo de pólvora y sollozos, vale su húmeda cobija,
los pájaros descalzos sobre la hierba,
el mapa azul de la sonrisa con su volcán de azúcar.
Existo y luego las perpetúo en cada página que se derrite
en mis pupilas; descienden a mis manos con su camisa redonda;
hilan los tranvías del humo hasta socavar la tristeza.
—¿cuánto pesaban en la valija de Vallejo,
en el Ciudadano del olvido de Huidobro, en La espada encendida,
de Neruda, en los Mal de amores de Óscar Hahn?
¿Cuánto pesaban en los Diálogos de Platón, o en Sócrates, Heráclito,
En descartes, Goethe, Góngora, Quevedo,
el abismo con rostro de árbol, los discursos ciegos de los objetos,
el hombre arrastrando las palabras imprescindibles,
—las de siempre, sin titubeos, soportando la luz del agua?
Hay palabras comestibles: primero se balbucea la escritura;
Hay palabras que es preciso tirarlas en paracaídas;
Otras habrá que ingerirlas como el aceite de bacalao,
Y otras, no menos importantes, se hornean en el tintero del infinito.
Hay palabras para todos los gustos:
depende un poco de las fragancias que estén en la balanza;
sin duda hay palabras cursi: inodoras e incoloras,
y hay intermedios para evitar los tropezones en ayunas
y la mala digestión.
con mi miopía, me propuse usar las de los pájaros. A ellos les debo
el monólogo con las estrellas, los días de madrugada,
el aire fresco que se amontona en mis grietas.
Descarto las palabras suspicaces por aquello de una indigestión:
a veces sólo son sombra o espejo de mi rostro;
hay momentos que se convierten en exilio de los sueños…

Barataria, 21.XII.2010


SOMBRA MARGINAL



Cada sombra pone su eternidad en el templo de los cirios.
Lo que descubro alrededor del aroma, es la valija de viaje
que los relojes murmuran en el alma;
tengo la costumbre de ver mis ansias en el éter, dentro de la rama
de incienso de nuestros brazos extendidos.
En la ribera del riachuelo de la saliva, los recuerdos corroen
mi memoria, —no tengo escudo para evitar el dolor, sino esta hora
de ojeras en los ojos, este tiempo que engusana la herida;
es como haber enguantado de podredumbre en las raíces del abismo,
es como estar sumergido en los automatismos
propios de la pesadumbre, hacia el mismo sitio de los párpados.

Alrededor anidan brebajes amargos: cascos y herraduras muerden
el aliento, luego la llovizna con adobes sentenciosos,
oscuros minutos en los clavos de la puerta,
hogueras que hacen sangrar el resuello, la lección del espejo,
los difusos jardines en la orfebrería de tantas promesas.
Hay pañuelos en todo este ventarrón fúnebre que sobrevive
a la respiración, por alguna razón el hollín está presente
en los días que caducan, pero también en los días aun no deshojados,
—están aquí, las noches y los días,
aquel espejo de soledad que bebió salmuera de esquirlas,
la sombra marginal que recrea los meridianos terrestres, el aliento
acaso el alma herida en la noche, la sed que libró batallas
en la garganta, la llama del césped mordiendo las enredaderas.

La gesta ante la sombra no caduca: toda ausencia es una sombra
que duerme en el fondo del alma, enjambres de esperma
repiten la leyenda, el galope de siempre del goteo;
el brocal del pecho sostiene la piedra intemporal del rostro,
permea la sal de las fronteras de la claridad, reverberan las jarcias
de la noche con los desechos de la muerte.

Estoy en medio del terror de los caminos, al costado arde la luna
con las semanas sin domingos, con ese quizá que permite
el alfabeto, con el azogue acomodado en los pensamientos;
repentinamente, las ventanas, también se vuelven sombras, siglos
de vacíos en el rostro. He sido, parte de esa hondonada presentida,
parte del gris de los tabancos, —levito así, en la respiración
de las palabras, en las aguas florecidas de la tristeza, en la manía
de las lámparas que queman el paisaje.

Guardo toda la nostalgia en las raíces de los pinos. —Nosotros,
los que atravesamos los puntos cardinales de las piedras,
somos ahora, el íngrimo frescor del paisaje, el desuso de la alcoba,
la naturaleza muerta en el estanque del asombro.

Baratària, 02.I.2012


AQUÍ, EL ROSTRO EN EL AULLIDO



Aquí, el rostro en el aullido, pocas esperanzas y muchos exterminios: sombras como cascos, húmedas telarañas enredadas en las manos, olvidos que el hambre ha ido mordiendo hasta el punto de borrar toda reminiscencia, trinos cuya avidez hace cárcavas, transparencias rotas en el paladar, entrañables litorales donde no se pueden izar barriletes, ni jugar a las canículas del estertor. Junto a estas vértebras de la congoja, sucesión de cuerpos desahuciados en los rieles salados de trenes que hunden las aguas y los fósforos que encienden el rocío. Cerramos los paréntesis sin haber hecho posible tantos invernaderos de panes y peces: le dimos a la demagogia un lugar preeminente y socavamos ojos y pecho y el hervor de los candiles y la dirección exacta de muslos; y sin embargo, la querencia está en el mismo lugar, ¿podrá salvarnos el pozo de los deseos, el delirio del bolsillo, la habitación de siempre, la ventana desde donde se alza el paraguas de las estaciones? De seguro, detrás de esta opresión, hay paisajes que se pueden aprender con el silabario de los poros.

Barataria, 26.XI.2011





ALEGORÍA



De aquel idioma y de mis pasos por la tierra dicha no existe
imagen que esté hoy extinguida.
Los veleros tocan a las puertas
del aire donde persisto.
RAFAEL CADENAS



Saludo las mañanas desde dentro, cuando la guitarra del gallo emerge del patio con puertas y ventanas. Saludo ese blanco de los sueños haciéndose luz, recobrando los aleros del día; salvo la deshora, las faenas encienden los andamios del sabor, —vos y yo, apegados al fogón tibio del pecho, con las palabras necesarias para no curvar la boca, ni el pecho, ni la giba de la noche anterior. Son innumerables los párpados de los aleros; ayer nos hizo callar el luto, hoy crece el viento como una hilera de pájaros, desde los pies hasta las sienes: desde la casa a las aceras nos abriga la rama del pecho, la entraña íntima del aliento con su vívida flama. (Los viajantes siempre guardamos la almohada en la memoria; en la marcha abrimos las manos del entusiasmo, digamos que descubrimos el presente de las lámparas, la obra del apetito a profundidad.) En el fondo, escrutamos las palabras, el precio que tiene la piel para los almácigos, el fieltro de las luciérnagas en la conciencia. Digamos que un día puede hacer la diferencia: hoy todo es posible en los brazos.















André Cruchaga
. Nació en Nueva Concepción, Chalatenango (El Salvador), en 1957. Tiene una licenciatura en Ciencias de la Educación. Además de profesor de humanidades, ha desempeñado la función de docente en Educación Básica y Superior. Parte de su obra poética ha sido traducida al francés por Danièlle Trottier y Valèrie St-Germain; al Idioma vasco (Euskera), Miren Eukene Lizeaga; al griego, por lia Karavia; al holandés por Michel Krott.; al rumano por Liliana Popescu y Andrei Lagna; al catalán por Pere Bessó. Jurado de Poesía de la XVI Bienal Literaria "José Antonio Ramos Sucre", Venezuela, junio de 2007. Buena parte de su obra se encuentra publicada en diferentes revistas electrónicas y en papel de Argentina, Chile, España, Grecia, Estados Unidos, Canadá, Colombia, México, Perú, Italia, Holanda, Rumania y Cuba. Ha participado en diferentes eventos literarios en su país; así también, ha recibido varias distinciones por su obra literaria. Entre sus libros editados podemos mencionar además: “Alegoría de la palabra” (1992), “Visión de la muerte” (1994), “Enigma del tiempo” (1996); “Roja vigilia” (1997) “Rumor de pájaros” (2002), “Oscuridad sin fecha/Data gabeko iluntasuna” (2006); “Pie en tierra” (2007), “Caminos cerrados”, (México, 2009), “Viajar de la ceniza/ Voyage à travers les cendres”, (El Salvador, 2010); “Sublimació de la nit/ Sublimación de la noche”, (El Salvador, 2010); “Poeta en Barataria”, (La Habana, Cuba, 2010); Balcón del vértigo, (El Salvador, 2011); Blasfèmia del subsòl/Blasfemia del subsuelo, (El Salvador, en prensa), entre otros.


• Antologías:
Novísima poesía salvadoreña. Revista Presencia, año III, No.12, 1991.
Poesía a mano. 1ª. Edición, Editorial Universitaria, Universidad de El Salvador, 1997.
100 escritores salvadoreños. 1ª. Edición, Editorial Clásicos Roxsil, El Salvador, 1997.
Antología de una década. 1ª, edición, Casa de la Cultura de Zacatecoluca, CONCULTURA, El Salvador, 1998.
• Antología "Paseo en verso", Editorial Pasos en la Azotea, Querétaro, México, marzo de 2005.
Canto a un prisionero. (Homenaje a los presos políticos en Turquía. Editorial Poetas Antiimperialistas de América, Ottawa, 2005. ISBN 1-894879-10-4.
IX y X Antología de la Nueva Poesía Hispanoamericana, 1ª. Edición, Editorial Lord Byron, Perú, 2005.
Muestra poética, Revista Baquiana, Anuario V, 2003-2004, Miami, Florida, Estados Unidos, 2004.
Rolando, La vida. Antología poética, San Salvador, El Salvador, julio 2005.
Poemas sueltos (Revista Generación Abierta, Año 15, No.43 Editada por el poeta Luis Raúl Calvo, Buenos Aires, Argentina, 2006.
Mínima Antología (Tres poetas salvadoreños), Revista Poda, No.3 Editada en Venezuela por el poeta Ramón Ordaz, 2006.
III Antología de Poesía, entre Eros y Tánatos. Asociación de Escritores de Mérida Fondo Cultural “Ramón Palomares”, Venezuela, 2006. ISBN: 980-6679-15-6.
• Leyva, José Ángel. [Director-compilador], Revista Alforja No. 43, Revista de Poesía, México, abril de 2007.
• Poumier, María. Poetas por El Salvador, Antología. Editorial Delgado de la Universidad “José Matías Delgado”, El Salvador, 2008.
Los Siete pecados capitales: la lujuria. (Antología preparada por Carlos López). 1ª. Edición, Alforja, México, 2008.
Poemas al viento, (Antología preparada por José Ángel Leyva). 1ª. Edición, La cabra ediciones, Alforja, México, 2008.
• Vargas Méndez, Jorge y J.A.Morasan. Literatura Salvadoreña 1960-2000. Imprenta Criterio, San Salvador, El Salvador, 2008.
• Godoy Durán, Enrique [Compilador]. Breve Antología de Poesía del Mundo. Guatemala, 2009.
Revista AMNIOS, Año 2009, No.1 Editada por el Ministerio de Cultura de Cuba. La revista está dirigida por los poetas Alpidio Alonso y Roberto Manzano, La Habana, Cuba, 2009.
Revista ALKAID, No. 11, Revista multitemática, Valladolid, España, abril de 2011, dirigida por Pilar Iglesias de la Torre.
Mas, José. Antología de poesía erótica. Cátedra, Madrid, 2011.


Nota del autor del blog: Las obras visuals que acompañan esta breve antología poética del poeta salvadoreño, Andre Cruchaga son del artista visual chileno, Roberto Matta. Fueron reproducidas de diversas fuentes del Internet.

1 Comments:

Blogger José Valle Valdés said...

De muy buen decir, amigo, gracias por compartírnoslo.

Abrazo

José Valle
http://eclipses-pichy.blogspot.com

11:34 AM  

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