Wednesday, July 31, 2013

 Éxodos, sueños y autoexilios: Pagando el precio


Por Ramón Velasco Medina



(PRIMERA DE DOS PARTES)



En julio de 1980, presentamos durante tres días consecutivos, la obra de teatro "Salomé", de Oscar Wilde, y al concluir ese ciclo nos reunimos los integrantes del entonces llamado grupo Quetzal, que yo dirigía, y juntos acordamos que una vez que terminado el Agosto Cultural de aquel año, partiríamos a los Estados Unidos.

Para el mes de septiembre de 1980, los integrantes de mi grupo se reunieron en una ciudad de aquel país, y únicamente faltó mi presencia, en razón de que tuve que cruzar la frontera en calidad de indocumentado, o como comúnmente le llaman, de mojado, no sin antes haber sido capturado en cuatro ocasiones por integrantes de la patrulla fronteriza o la border patrol. Ello me generó la oportunidad obligada de conocer en detalle el proceso, los distintos mecanismos, la mentalidad de los polleros, sus argumentos, sus propuestas, sus embrollos y mentiras, y conocí, rutas de ingreso, condiciones del terreno fronterizo, sus climas, así como parte de la flora, y algo de su fauna, así como el trato de los oficiales de inmigración y las condiciones de sus cárceles, pues en cuatro ocasiones fui recluido, y al quinto intento, extremadamente cansado, logré evadir todos los obstáculos, y en condiciones infrahumanas crucé la frontera, e inicié una vida en los Estados Unidos, en calidad de indocumentado. De eso hace ya treinta y tres años.

Preciso lo anterior porque cuando recibí el material que hoy reseño, me di cuenta que justamente habla de experiencias que tienen que ver con aquellos que un día, abandonando todo, se arriesgan a llevar acabo ese paso de la muerte, ese cruce siempre incierto, y en lo personal me permitió rememorar algo que estaba guardado en el disco duro de mi memoria, o en un folder que ya era de color amarillento por el paso de tanto tiempo.

Debo aclarar que en adición, el reseñar esta novela me significó vencer algunos pequeños retos. No de carácter literario o sintáctico, sino más bien paradigmáticos, pues para ello, tuve que romper con esquemas tradicionales de acercamiento con algún libro o escritor, ya que el contacto con el material que hoy es motivo de mi comentario, se suscitó a partir de una de mis colaboraciones periodísticas que semana a semana preparo para EL OCCIDENTAL, donde al final de mi reseña, ensayo, nota o artículo -según sea el caso-, aparece el link de una página web, donde los lectores pueden entrar en contacto con quien esto escribe.

De esta forma, un lector del periódico, me hizo llegar de manera virtual, el libro, el cual confieso en un principio me resistí a leer, porque de entrada y a partir del título, no me motivé lo suficiente. Al tratar de introducirme a su lectura, me dio la impresión y me hizo recordar infinidad de textos que se publican sin mayor reparo, cuidado, cuadratura ni supervisión literaria.

Aún más. En primer lugar, precipitada y anticipadamente lo consideré cursi. Lo segundo: me dio la impresión que era un texto de añoranza al terruño llamado México, de parte de alguien, que luego llamamos paisano, y que por alguna razón tiene que emigrar a los Estados Unidos, por vía de cualquier medio y en condición o estatus que al final resulta indistinto, y tratando de llenar su hueco, su vacío territorial y de identidad, se improvisa como aspirante a escritor.

Sin embargo, el simple hecho de recibirlo, y por un principio de educación y reciprocidad a mi invitación de entrar en contacto con este articulista, y/o por vocación, me sentí obligado, a por lo menos hojear, e ir leyendo aquel texto, aunque fuera entre líneas.

Muy pronto el material me fue conectando con vivencias personales que me hicieron encontrar similitud entre algunos pasajes de esa novela y mi propia historia personal, por lo que entonces, y en automático, lo cursi me quedó a un lado del camino y se fue perdiendo entre las hojas de una novela de poco más de 290 páginas, que leí en dos momentos, en el lapso de unas siete horas, lo cual nos dará una idea, de que la misma, entre otras cualidades, resulta ser muy digerible.

Quien se introduce en su lectura, se adentra en una novela de corte contemporáneo, encuadrada en el género social, que por momentos nos recuerda la realidad de millones de familias, no sólo mexicanas, sino en general latinoamericanas, que ante una permanente crisis se ven obligadas a emigrar por cualquier medio, sin importar los riegos, el estatus, las carencias, enfermedades o retos que luego tienen que enfrentar, en medio de sistemáticos conflictos de identidad, de raza e idiosincrasia.

La novela nos acerca a una investigación de corte etnográfico, que a la vez pudiera encajar en la antropología social, donde a través del muestreo y caso de una familia, al igual que la de millones de mexicanos y latinoamericanos, se aventuran y emprenden una épica odisea, justo en el tránsito ilegal de la frontera que separa a nuestro país del territorio aberrante y equivocadamente llamado norteamericano, pues en términos geográficos México también es parte de Norteamérica.

El texto viene acompañado de un texto que escribió el profesor Juan Armando Rojas Joo, Ph. D y catedrático de la Ohio Wesleyan University, y acorde a los tiempos virtuales que vivimos, está fechado en junio del 2013 y publicado coautoralmente por Patricia Gabela y Amilcar Araujo, mexicanos residentes en los Estados Unidos, y a la vez, ambos egresados profesionalmente y con estudios de posgrado en universidades mexicanas. Lo publican bajo el sello editorial de Amazon.com y en una parte de su prólogo se cita:

"Todo pueblo requiere una literatura que le dé existencia, presencia, permanencia, es decir, una historia o canto que le conceda la promesa de un próximo capítulo. No hay historia objetiva, nunca lo habrá, ya que las experiencias y los puntos de vista varían en toda ocasión que merezca la pena explicarse, narrarse. Y no importa el resultado, en toda experiencia se paga un precio. En este caso se trata de una historia, novela, narración o crónica que aborda el tema de la (in)migración, -nuevamente aparecen las variantes del punto de vista- tema que desde los inicios de la literatura siempre ha estado presente: el éxodo, la continua búsqueda por la tierra prometida. Moisés guió a su pueblo a través del desierto, los nahuas también atravesaron zonas áridas al buscar el lugar mitológico donde fundarían su imperio. De modo similar, la travesía en la cual se embarcan miles de mexicanos y centroamericanos para poder encontrar una mejor vida en los Estados Unidos, tiene su inicio, su promesa


El título de esta narración, "Pagando el precio", trabajada en colaboración entre los autores Patricia Gabela y Amílcar Araujo, y bajo la tutela literaria de la premiada narradora Ani Palacios McBride, nos recuerda a los lectores que todo viaje inicia con «los primeros pasos». En esta historia de (in)migración, de modo similar a "La Odisea" de Homero, o al "Infierno" de Dante, el viaje inicia con esos primeros pasos que se dan hacia lo desconocido. Con mucha esperanza, sueños y promesas, se desarrolla el recorrido dentro de una circularidad. En este formato de narración tradicional en el cual se observa la circularidad y, dentro de ésta, aparece el punto más bajo del recorrido, el infierno por el cual deben atravesar los candidatos, los personajes. En "Pagando el precio" de Gabela y Araujo, el punto más bajo ocurre cuando los agarra la migra y los deja en «la perrera», incomunicados y bajo el yugo de un ostracismo. Sin embargo, este inconveniente no se presenta como el punto más conflictivo, ya que pronto, muy pronto, cuando los personajes se dan cuenta que la vida en Estados Unidos no asegura «una mejor vida» y, por el contrario, complica la situación, entonces los personajes desean el regreso, quisieran no vivir bajo el yugo del regreso utópico, ese en donde se sueña volver a encontrar las cosas tal y como se dejaron antes de la partida. En los capítulos «Regresar a México» y «La pesadilla del regreso», los personajes pasan por el punto más bajo de la novela y empiezan a darse cuenta que, el retorno es una añoranza, un espejismo. La novela cierra el círculo precisamente cuestionando si mereció la pena pagar el precio. El lector debe decidir, elaborar sus propias conclusiones, desarrollar su propio cuestionamiento para lograr formar una cultura de este lado del río, todavía más, en estas nuevas historias que día a día escribimos los hispanos, pues ya hemos dejado de ser, de este lado del río, mexicanos, centroamericanos, latinoamericanos.

Toda literatura, se afirmó anteriormente, busca explicar la existencia de un pueblo. En este caso, debemos celebrar el nacimiento de "Pagando el precio" de Patricia Gabela y Amílcar Araujo, puesto que ofrece otra versión, otra perspectiva, a uno de los elementos naturales del ser humano, la movilidad geográfica, el sueño por una mejor vida y la realización del mismo a través de la travesía, aunque el resultado no sea por lo general el esperado. Además sabemos, todos aquellos que hemos recorrido nuestro propio éxodo, que el regreso, si acaso esto es posible, se convierte en el retorno imposible, una utopía, otro sueño del nunca jamás...

Por momentos el lector asocia esta novela con la temática del clásico trabajo literario y sociológico de Oscar Lewis, quien en los años sesenta del siglo XX, escribió lo que después de su segunda edición se convirtió en un boom no sólo literario, sino político, pues incluso aquella publicación provocó que el presidente de la República, Gustavo Díaz Ordaz, removiera de su cargo al entonces Director del Fondo de Cultura Económica, por haber editado un texto que entre otras cosas, hablaba de la pobreza en México, y por considerar que era "un peligro para México" (sic). La obra fue vetada, y al funcionario del FCE, aunque oficialmente no se dijo, en realidad se le dio de baja, "por ser gente de izquierda". El título de la novela era: "Los hijos de Sánchez".

Los personajes de "Pagando el precio", emigraron por razones económicas; yo, lo hice porque al otro lado de aquella frontera se encontraba una compañera de mi grupo de teatro, que por aquel tiempo era mi novia, y la verdad, me fui siguiéndola. Entonces, mi razón, a diferencia de la novela, fue romántica.



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