por Maité Hernández-Lorenzo
Monday, October 14, 2013
Aileen El-Kadi: "negarme a ser encasillada"
Conversación con Aileen El-Kadi, invitada al Coloquio Internacional
Latinos en las Artes y las Letras, que tendrá lugar del 15 al 17 de
octubre en la Casa de las Américas
por Maité Hernández-Lorenzo
por Maité Hernández-Lorenzo
Aileen El-Kadi tiene estampado varias veces en su pasaporte, desde 1993
para ser exactos, el cuño de la migración cubana. En las múltiples rutas
que tejen sus sucesivas travesías, la Isla no se le ha escapado de una
cartografía muy particular, en ocasiones ha sido electiva, en otras
azarosas o forzadas por circunstancias ajenas a su voluntad. Lo cierto
es que un nuevo cuño, actualizado con fecha de octubre y de este año,
aparecerá en las apretadas páginas de su pasaporte ¿americano?,
¿brasileño?, ¿argentino? Eso lo sabremos, aunque no creo que importe
mucho.
En breves días, estará de vuelta a Cuba invitada al Coloquio
Internacional Latinos en las Artes y las Letras, que tendrá lugar del 15
al 17 de octubre en la Casa de las Américas.
El-Kadi es una de las responsables de Sam no es mi tío
(Alfaguara, 2012), antología que visibiliza nuevas voces de latinos en
los Estados Unidos y lo hace desde la honestidad lacerante y raigal de
la crónica. Pero la propia vida de El-Kadi, tal como la vemos en su
texto aparecido en dicho volumen, ofrece razones suficientes para
adentrarnos en la complejidad del fenómeno de la migración, exilio,
desarraigo, nostalgia, identidad, pertenencia, asimilación,
transculturación, y todas las formas en que se expresa esa tensión,
fecunda y crítica, del allá y el aquí, de lo propio y lo ajeno.
La identidad o las identidades sigue siendo una de las problemáticas
que atraviesa la comunidad latina en los Estados Unidos, tan diversa a
la vez. En tu obra, ¿cómo trabajas ante el desafío de "construir" otra
representación de lo latino en Estados Unidos?
―En el prólogo de Sam no es mi tío menciono que deberíamos
comenzar a hablar sobre el fin de las identidades, tal y como han sido
concebidas desde décadas anteriores, para empezar a hablar de
caracterizaciones más flexibles y abiertas. Yo, particularmente,
prefiero hablar de identificaciones. Las identidades van acompañadas de
ideologías y fuertes convicciones dicotómicas, definidas y excluyentes.
Creo que esas identidades acabaron siendo negativas pues crearon ideas y
comportamientos estereotípicos de lo que significa pertenecer a tal o
cual categoría. Ser de izquierda o de derecha, ser gay o heterosexual,
ser religioso o ateo, clasificaciones que las generaciones posteriores
empiezan a cuestionar, rompen esas ‘cajas’ y se despegan los rótulos,
mostrando sus propias complejidades como individuos.
»Cuando alguien dice, por ejemplo “mi identidad es ser mexicano”, ¿qué
cosa estás afirmando? ¿Es lo mismo ser un indígena de Chiapas que parte
de la élite de Monterrey, por ejemplo? ¿Qué une al bracero cubano con
los republicanos cubanos de Miami? El concepto de identidad no permite
la porosidad que da la multiplicidad de discursos. Cuando hablo de
identificaciones, me alejo de esos conceptos acríticos y cerrados que
pretenden definir homogéneamente a los individuos. Opto por la elección
de poder identificarte con una serie de comportamientos y
características sin que las mismas te definan y excluyan de otras.
Apuesto en abrir fronteras, no cerrarlas. Fragmentar lo monolítico. Creo
que Sam no es mi tío intenta justamente romper el estereotipo
del latino que se tiene en Estados Unidos, y ayuda a componer visiones
más heterogéneas».
Mencionaste Sam no es mi tío, de la que eres coautora, junto a
Diego Fonseca. Es una antología particular, no se trata de cuentos o
historias ficcionadas, sino de crónicas, que incluye también un ensayo
sobre el ser latino en los Estados Unidos. Llama la atención la
pluralidad de orígenes de esas voces que se alejan de los centros más
dominantes de esa comunidad: la chicana, la puertorriqueña, la
dominicana o la cubana también. ¿Cómo la concibieron? ¿Tuvieron en
cuenta desmarcarse de estas comunidades? ¿Qué ha reportado esta
selección en términos de visibilidad y de estudios del tema?
―Efectivamente no son textos de ficción, sino veintitrés crónicas con un
ensayo. Las llamamos crónicas migrantes por apuntar al carácter
migratorio de quienes escriben y, además, justamente por la
maleabilidad, o permeabilidad del género crónica. Hemos apuntado a lo
“plural” en varios aspectos, incluso respecto al género. En Sam… encontramos crónicas periodísticas, testimonios, ficcionalización, hasta el formato del drama teatral.
»Con respecto a los autores de las crónicas en ningún momento hemos,
intencionalmente, marginalizado a ningún país o grupo, en absoluto.
Teníamos una larga lista preparada por los dos, finalmente quedaron
veinticuatro. Conocíamos sus trabajos y considerábamos que estaban en
sincronía con nuestra propuesta: textos filosos, inteligentes, de
jóvenes que permanentemente cuestionaban el statu quo. La
decisión de incluir escritores, académicos y periodistas fue clave para
nosotros pues queríamos más que “crónicas tradicionales” y los cronistas
“de siempre”, apuntábamos a un libro plural y voces heterogéneas de
países como Argentina, Brasil, Perú, Bolivia, Chile… Claramente en el
libro no podían entrar todos, invitamos a muchos reconocidos escritores y
periodistas de América Latina, pero no todas las crónicas fueron
incluidas, no por cuestiones ideológicas sino por razones estéticas.
»Jamás hemos cerrado las puertas de Sam… El hecho de que se
trataran de personas que ya tenían una trayectoria y un trabajo
importante ayudó muchísimo a la promoción y presencia del libro en los
países donde Alfaguara tiene sede».
Hay una fuerte presencia latina en la academia norteamericana que ha
obligado a fundar en muchos de sus predios Departamentos de Español y
Portugués, con programas que promueven, desde la historiografía,
estudios culturales, comparativos, etc., la producción contemporánea de
América Latina y el Caribe. ¿Cuáles serían a tu juicio los principales
retos que conlleva un programa de este tipo ante un lector/espectador
estadounidense? ¿Cuáles sus mayores riesgos frente a esa producción?
―Los Departamentos de español y portugués responden a las políticas de los colleges,
y en gran medida a la de las universidades a que pertenecen. Esto
afecta la producción de los programas de estudio, los profesores que
enseñan allí, los textos seleccionados y el tipo de estudiante. Un
departamento de español en la costa este o en California no
necesariamente tiene mucho en común con un private college de
Indiana o una universidad de Arkansas. Por lo tanto generalizar es
difícil, está en manos de estos profesores “latinos” y la política del
Departamento en trabajar para fomentar miradas y lecturas diversas sobre
las culturas latinoamericanas y sus producciones.
“Travesías”, la crónica que firmas en la página 21 de Sam no es mi tío,
edición Alfaguara, expresa, condensadamente, una genealogía particular:
Argentina, Alemania, Brasil, El Cairo, Austin… Es una hoja de ruta que
va marcando lo que eres, un ser multicultural, especie de ciudadana aleph. La misma, en cambio, que te impide llenar la planilla de Human Resources.
¿Sigue siendo tu documento esa hojita que dejaste en blanco? ¿Cómo
lidias en lo personal y desde el universo de la escritura con ese
dilema?
―Absolutamente. Cada vez más. Solo que ahora no es un dilema, sino una
propuesta tanto en mis clases, charlas, escritos y vida personal. Por un
lado, desde el 11 de septiembre con el ataque a las Torres Gemelas se
ha creado aquí en EE.UU. una paranoia con respecto a ataques terroristas
por parte de musulmanes y se ha intensificado el rechazo y xenofobia al
inmigrante de clase baja, con rasgos no caucásicos. Esa doble
manifestación de xenofobia afecta la sociedad en su totalidad y cada uno
de los niveles de la misma en orden público y privado. El miedo frente
al otro es básicamente ignorancia y desconocimiento, pero supone también
una intensificación de cierto nacionalismo concebido de modo limitado y
excluyente, y basado en una fuerte estereotipificación de lo que es un
árabe, un latino, un chino, un hindú, etc. La hoja en blanco es
básicamente negarme a ser encasillada o fomentar tales encasillamientos.
Tomado de La Ventana
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