Con la caída de la ebriedad nocturna,
cualquier fermento de una lágrima
se transforma
en una escalofriante cuchillada del invierno.
Y las luces intermitentes de la angustia
brotan, como besos gangrenosos
de los labios de una mujer murciélago
hecha de la ausencia y de leather.
El hacha teológica embiste sin contemplación
los cuerpos estibadores,
dejando caer sobre sus sexos flácidos
la ira de su perfidia.
De la hondura del ser
sale un meandro amarillento,
y la piel se nubla con lámparas ciegas:
Lenguas de soledad y asco
en el hosco trasiego de un alma casi extinta.
® Daniel Montoly
0 Comments:
Post a Comment
Subscribe to Post Comments [Atom]
<< Home