
Por estos días, la Casa de las Américas anunció que del 26 al 29 de
noviembre próximo celebrará su oncena Semana de Autor, dedicada al
escritor mexicano Juan Villoro. A propósito de la ocasión, La Ventana, vía email, conversó con el sociólogo de formación, narrador, ensayista y periodista.
Por Susel Gutiérrez Torres
“En términos generales, todos los géneros me parecen incómodos. Por eso los practico. No tendría caso enfrentar un género que no ofreciera desafíos. Lo mejor para un detective es encontrar un obstáculo: eso significa que está en la pista correcta. En la literatura pasa algo similar”.
¿Cuáles son sus expectativas en cuanto a estas jornadas? ¿Qué espera del diálogo e intercambio con sus críticos y del encuentro con los lectores cubanos?
En Cuba se han publicado dos de mis libros, la colección de cuentos Albercas y la novela El disparo de argón. Con motivo de esta semana saldrá una antología de cuentos y crónicas escritos a lo largo de treinta años: Espejo retrovisor. Es un regalo entrar en contacto con lectores de la isla. Mi abuela nació en Progreso, un puerto en la península de Yucatán, y la máxima diversión de su infancia era ver el resplandor que de pronto surgía en el horizonte: ¡las luces de Cuba! Me alegra ir a la isla que para mi abuela era el mayor espectáculo del mundo. En mis dos viajes anteriores a La Habana, he encontrado lectores de primera fila, y admiro a autores de mi generación como Reinaldo Montero, Senel Paz, Arturo Arango y Leonardo Padura, con los que mantengo un diálogo implícito a través de lo que escribo.
Para hacer un poco de historia. ¿Qué le aportó el Taller de Augusto Monterroso? ¿Cómo definió (si lo hizo) su vida literaria?
Su versatilidad demuestra que sabe moverse con tino entre diferentes géneros y registros, pero me parece que pone especial atención en incorporar el humor o la ironía como ingredientes de sus trabajos, aun cuando estos aborden temas tradicionalmente “serios”: violencia, narco, dolor. Si es así, ¿por qué el énfasis?
A partir de la lectura de algunos de sus textos narrativos, puede advertirse cierto gusto por referencias a La Odisea. ¿A qué otros temas, referencias o incluso autores, vuelve constantemente, como un eterno retorno?
¿Cuál de los géneros en los que ha incursionado le ha valido las mayores satisfacciones? Y (es una pregunta distinta), ¿en cuál se siente más cómodo, más libre, más Villoro?
En el plano de las satisfacciones, nada se compara a la literatura infantil. La mayoría de mis lectores tienen menos de 14 años. El libro salvaje, que trata de un libro que se oculta en una biblioteca y no quiere ser leído, ha vendido más que todos mis demás libros juntos. Eso apunta a que mi auténtica edad intelectual es de 13 años, como la del protagonista de ese libro (que, por cierto, es mi tocayo). No me parece mal que así sea. Los niños no leen por esnobismo ni para posar de cultos en una reunión. Las respuestas que he recibido de ellos son de una franqueza total. Muchos ni siquiera reparan en que el libro tiene un autor. A veces hasta olvidan el título. Lo conocen como el libro de la portada roja o del dibujo tal. Cuando sus padres me presentan como "el autor", no siempre les impresiona mi presencia. Lo importante para ellos es el libro. Lo leen con devoción, como si se hubiera escrito a sí mismo. El autor sale sobrando. Un buen baño de humildad. En cuanto a la "comodidad" de ejercer un género determinado, debo decir que me siento más suelto en las crónicas, pero eso también se debe a que es un género que vive de la inmediatez. No puedo darme el lujo de calcificarme ante algo que debo entregar en unas horas. En términos generales, todos los géneros me parecen incómodos. Por eso los practico. No tendría caso enfrentar un género que no ofreciera desafíos. Lo mejor para un detective es encontrar un obstáculo: eso significa que está en la pista correcta. En la literatura pasa algo similar.
En el contexto literario americano actual emergen cada vez más escritores con voces propias y propuestas originales, sin embargo, estos autores no solo carecen muchas veces de lectores en general, ya que parecen ir en disminución, sino que ellos mismos no se leen entre sí. ¿Cómo valora el tema de la “socialización”, llamémoslo así, de la literatura latinoamericana y qué soluciones se vislumbran en el panorama?
En tiempos de Internet, blogs y redes sociales, ¿se muestran estas como las vías de potenciación para la difusión de la literatura latinoamericana?






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