Tuesday, November 21, 2006

“LA GENERACION PROZAC”

Me despierto. Salgo de casa por un café. Acompañado del fantasma de Oscar Wilde, y la sombra de algunos que en sus delirios sueñan serlo, un día como cualquiera.


Cuando escribo esto, me da lo mismo morir de un tiro en una calle de Sarajevo o durante la cena en un restaurante “sikh”, en la ciudad de Nueva York, a donde en compañía de un ser con ideas sinarquistas, escucho canciones del maestro Nusrat Fateh Alí Khan, como telón de fondo.

Estamos en el año 2006. Eufemismo en que el tiempo en verdad afecta a la población que ha terminado privilegiando su cultivo, convirtiéndolo en su más preciado tesoro, a tal grado, que en las casas de los granjeros pueden encontrarse más relojes que armas de fuego. Algo inusual en los Estados Unidos de Norteamérica.

No pocos supremaciítas blancos, marchan en ciudades de población predominantemente negra, como forma de recordarles a éstos su pasado, y con ello, su ilusión de volver la rueca de la rueda hacia atrás.

La melancolía con que se acude hoy al pasado en primera persona con la nostalgia de una “Belle Époque”, privilegia el consumo de tiempo, que ha hecho de antigüedades y vituallas, algo más que un “capricho para jubilados”. Es una fiebre por engullir con voracidad consumista y fanfarrias militares.

He creído, no ver ni escuchar a un presidente decir que “Dios le ordenó en una revelación -como las de los grandes profetas del Antiguo Testamento, que pasaban los infantes a filo de cuchillo- ir a la guerra contra una pequeña nación gobernada por un tirano”. Pero le vi hacerlo. Y reducir pueblos a caóticos cementerios a donde los vivos, desean estar muertos para escapar de sus diarias pesadillas y los muertos, desean volver –quizá- para patearle el culo a quienes han perturbado su paz.

Acaso puede algún monopolio explicarnos: ¿Por qué el perro de Paris Hilton se alimenta con filete de reses criadas en Centroamérica, mientras un niño nicaragüense o salvadoreño, no tiene ni si quiera una pupusa o un plato de gallopinto para comer?

Pero, si tienen este tema de conversación: “Que la música posee diferentes connotaciones”. Eso, está claro. “La Bohéme de Puccini”, y un Blues, no es lo mismo. Y es que la comparación entre “La Scala de Milán” y “Bar de Memphis”, resulta bastante riesgosa, ¿no creen Ustedes?

A los monopolios los llamo, “señores feudales” porque hablan y critican las dictaduras en otros países pero esconden, en la vacuidad de su retórica, que la única dictadura es la que impone el capital.

El hombre de la post-modernidad, ha sucumbido con vehemencia al consumo de su oferta de “Prozac”. Cientos de personas conforman el grupo que ha desplazado sexo por medicamentos, condenado a la extinción a la especie.

Apunto con el índice, a donde nadie ha apuntado con el meñique siquiera: A los grandes laboratorios fabricantes de drogas, que son suministradas y han causado un brote de violencia no cuantificado.

El consumo –que favorece a los grandes monopolios farmacéuticos- provoca que los ricos contribuyentes en las campañas electorales inviertan airosamente, mientras “la generación Viagra” -así como la de “los ochenta”, que se asocia hoy día a la enfermedad del Sida- multiplicará ganancias de los “dos mil”, que pasarán a la historia conociéndose como “La Generación Prozac”, que paradójicamente, sostiene su imperio con esos recursos.


Daniel Montoly

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