Saturday, November 24, 2012

 Manuel Orestes Nieto: "No me ganó el silencio"

Entrevista a Manuel Orestes Nieto, Premio Ricardo Miró 2012 de poesía por El deslumbrante mar que nos hizo: “Yo creo que Pablo Neruda, Rabindranath Tagore, Walt Whitman no son ‘patitos feos’, son colosales cimas literarias y que penetraron profundamente en la esencia, la realidad, el núcleo de la vida y de su tiempo”

por Egbert lewis
Pintar la realidad con palabras es un oficio en el que Manuel Orestes Nieto es ducho. Algunos estiman que se trata de un don, pero el escritor dimensiona su estatura poética basado en la disciplina, el estudio, las lecturas, su paciencia y su persistencia. No en vano su literatura se ha sostenido en el tiempo.

El deslumbrante mar que nos hizo es el poemario que le mereció el premio Miró y el mismo sirve como telón de “una muy larga excavación temática, que ha girado en torno al ser panameño inmerso en su singular historia”, dice.

Sí, Orestes Nieto ha retratado el ser panameño en toda su magnitud y, a pesar de que su esperanza se mantiene firme, no deja de advertir que el espejismo, la ceguera y la desproporción de ciertos individuos “le está costando demasiado a la sociedad”.

De aquí en adelante, el poeta de las cuatro décadas en el oficio explicará los secretos de "El deslumbrante mar que nos hizo" y desdoblará el intríngulis de ese observar continuo que le ha servido como materia prima para escribir ―como dice él― sobre lo que cree que ve.

¿Qué significado representa este nuevo reconocimiento a su poesía?

―Confirma que la literatura que he producido en casi 45 años se ha sostenido en el tiempo, no me ganó el silencio, no se apagó el fuego donde nace la poesía. El Premio Ricardo Miró, lo he dicho ya algunas veces, lo he ganado en cinco décadas consecutivas desde los setenta hasta ahora, lo cual produce una satisfacción grande e irrepetible.

¿Por qué El deslumbrante mar que nos hizo?

―Porque es aquí, entre dos colosales océanos donde hemos nacido y donde moriremos. En este lugar está todo lo que fuimos y es una delgada tierra que está cosida al mar. Lo que somos es indisoluble del salitre marino, de ser ruta y paso. El libro premiado fija nuestro origen y nuestro discurrir, el mar es la placenta acuosa que nos hizo.

En las dos o tres versiones recientes, ganaron poetas más jóvenes. En ese contexto ¿cómo analiza el premio que este año le tocó recibir? ¿Pueden coexistir poetas y poemas que no son contemporáneos?

―Por supuesto. La medida no es el premio en sí, es la obra que cada poeta va realizando y, por supuesto, que la vida misma indica que coexisten creadores de diversas generaciones y cada uno propone, plasma, escribe en arreglo a sus intereses individuales, a sus adhesiones éticas o estéticas, a lo que concibe como comunicación literaria con los demás. Yo sostengo una muy buena relación con escritores jóvenes que ya están demostrando un notable ascenso cualitativo en la poesía panameña.

¿El deslumbrante mar que nos hizo puede considerarse como la continuidad de alguna obra suya?

―Cierra una muy larga excavación temática, que ha girado en torno al ser panameño inmerso en su singular historia, la memoria, la identidad, la forja de nuestra nación. El mar nos hizo, el mar es el testigo, del mar vinieron desgracias y pasaron de un mar a otro la codicia, la avaricia y la prepotencia. Imperios soberbios ocuparon nuestra casa y nos maltrataron, incluyendo el crimen y el bochorno. Pero aquí estamos y resistimos el embate y el tropel.

¿Cuán vinculados a la realidad actual están los poemas contenidos en este libro?

―Al leer los poemas creo que sentirás que eres parte de esta historia, de esos años vividos, de esos hechos que ocurrieron, de la matriz que nos formó tal como somos: plurales diversos, entremezclados. Es una recapitulación, diría, de pasado y presente, para mirar hacia el porvenir. No recuerdo a secas, pinto con palabras, me desplazo en el tiempo histórico y escribo lo que creo que veo.

¿Cómo fueron surgiendo estos poemas?

―Yo siempre planifico, como quien hace un plano arquitectónico, cada libro o conjunto poético. No son poemas sueltos con un título, son cuerpos poéticos que te dicen o transmiten temáticas precisas. Ya he escrito veintitrés poemarios y no especulo, tengo precisado el universo a escribir, no me arrastra ninguna alucinación, sé que arde y que lacera, que esperanza hay cuando la cantas a quienes nos dieron aliento, país y cielo.

Recientemente, usted se refirió a que se estaba torciendo el “alma nacional”. En pocas palabras, ¿qué define usted como el “alma nacional”?

―Que sí, que se está atentando contra nuestra cultura, nuestra memoria, nuestra identidad y que una especie de hecatombe mercantilista, usurera y procaz, desde el poder político, está tratando de instalarse en la cúspide de la pirámide social y no repara en dañar valores, no hay ética, hay envilecimiento y se nos trata como si fuésemos brutos. Y estúpidos no somos. La concepción de su mundo centrada en el acaparamiento voraz, sin límites, se lleva de banda la posibilidad de construir equidad social, no resuelven la tragedia de la pobreza y se quedan regodeándose en su país, no en el país real y de todos. Todo eso es un espejismo, una ceguera, una desproporción que le está costando demasiado a la sociedad.

¿Es posible salvar esa “alma nacional” mediante la poesía?

―La poesía ayuda a vivir, canta a la vida y a la dignidad humana. Acompaña con su canción a los patriotas a no dejarse arrebatar la Patria. Pero es el pueblo mismo el protagonista de salvarse y no perecer; ya sea en manos de imperios desbocados como los que ya padecimos o de alucinantes y engreídos autócratas que, en el fondo y en la forma, desprecian a sus compatriotas.

Pero los poetas siguen siendo como el “patito feo” entre los obreros de las letras, muchos todavía ven ese oficio más idílico que realista

―Yo creo que Pablo Neruda, Rabindranath Tagore, Walt Whitman no son patitos feos, son colosales cimas literarias y que penetraron profundamente en la esencia, la realidad, el núcleo de la vida y de su tiempo. Esa es la verdadera medida de la literatura y la poesía en particular. La poesía es el género sublime de las letras, no el último vagón del tren literario. Hacer poesía es un privilegio y un regalo de los dioses.

«Nada tengo contra la narrativa, afirmo que la poética es un inmenso mar donde navegar y que no tiene límites. Se lee menos poesía, sí, es verdad, pero eso obedece a otras leyes, a resortes del mundo editorial y también a carencias de la educación».

¿Alguna intención de disminuir la intensidad de su producción poética?

―No, por supuesto que no, al contrario, sigo escribiendo año tras año; y a cada libro terminado le sigue otro ya pensado o reflexionado allá en lo profundo de la mente y el corazón. ¿Se quedará seco el pozo de la palabra donde he bebido? Confío en que no y que solo una muerte artera me detendrá.

Su obra también ha sido galardona varias veces internacionalmente. ¿Queda alguna aspiración pendiente?

―Sí, me queda pendiente algo que ya estoy saldando: escribir textos que ya no son versos solamente, tampoco son novelas o cuentos, sino algo así como resultados híbridos, tributarios de los géneros literarios, resultados textuales, polifonías, entremezclas. A ver qué dicen cuando los lean. Estoy en eso ahora, en esos textos ensamblados con varios tonos y formas en bloques únicos de lectura, pero polivalentes, y es muy grato.

Los novelistas parece que están más de moda, ¿alguna posibilidad de recorrer ese camino?

―No sé si los textos que hago ahora serán ensayos novelados o medio novelas intervenidas por la poesía, o prosas poéticas, narraciones casi orales, crónicas con ficciones, malabarismos formales o losas de granito literario. Lo que sí sé es que estoy recorriendo avenidas más anchas y complejas, después de tantos años de escritura.

¿Ha puesto los ojos alguna vez en cualquiera de los grandes premios mundiales o continentales que hay para los escritores? Si es así, ¿cuál ha sido su experiencia?

―Recuerda el Casa de las Américas 1975, un premio continental que logré a los 24 años; y el Premio José Lezama Lima en 2010, casi a los 60, por mi obra reunida hasta el año 2008, es una muy trascendente distinción literaria de escala latinoamericana.

«Lo que te puedo afirmar es lo siguiente: Hago mi obra con disciplina, estudio, lecturas, paciencia y persistencia; trato de tallar un lenguaje propio, y cuando el libro se sella y ya no se toca más debe irse por los caminos en busca del lector, con premios o sin premios. Si se reconocen valores en él, mucho mejor. Si son distinciones internacionales, muy bien. La literatura es, en todo caso, este oficio de luz, orfebrería y misterio. Y eso, te aseguro, es la maravilla».

Tomado de Panamá América

Tomado de La Ventana.
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