Sunday, January 29, 2012

Presentan los libros ganadores del Premio Casa 2011

Libros y Revistas Como es habitual, un día antes del anuncio de los ganadores del Premio Casa, se presentan los libros que triunfaron en la edición anterior. Este miércoles 25 se realizó, entonces, el lanzamiento de los títulos que se impusieron en el 2011

por Jennifer Veliz Gutiérrez (Estudiante de Periodismo)

La penúltima jornada de la edición 53 del Premio Literario Casa de las Américas fungió como escenario para la presentación de las obras vencedoras en el año recién concluido. En la entrega del 2011 se concursó en cinco géneros, de los cuales quedó desierto el de Ensayo artístico-literario.

Con la conducción por parte de Roberto Zurbano, director del Fondo Editorial Casa, la entrega comenzó por los Premios Especiales. El primero de ellos, la obra Espejos. Una historia casi universal, del escritor uruguayo Eduardo Galeano, había sido presentada el pasado martes 17 por el propio autor. Galeano estuvo encargado además de pronunciar las palabras inaugurales de esta edición.

El Premio de Poesía José Lezama Lima le fue otorgado a Kamau Brathwaite, autor de una antología poética nacida en México y que fue presentada esta tarde por su editora, Ingry González, quien describió la poesía del barbadense como un viaje más allá del esencial “registro de una experiencia”, sino como una “revalorización de símbolos, mitos y ritmos caribeños”.

En su producción poética se vislumbra un estudio de la historia oficial y alternativa, pues según el autor “un artista caribeño no puede comenzar con una teoría, con un modelo; siempre debe partir de su relación con lo que está ahí”. De esta frase se extrajo la sinopsis de la creación artística de Brathwaite en cuanto a su énfasis en las tradiciones, el pensamiento, el arte y la cultura del espacio antillano.

En palabras de la editora, “la antología entrega una densa y variada producción poética que a través de una gradación temática refiere la experiencia del negro”. Al leer Los danzares del tiempo se descubren matrices históricas, artísticas y bíblicas de origen europeo, “que convierten su obra poética en una de las muestras más acabadas del sincretismo cultural”, apuntó Ingry González; al tiempo que comentaba acerca de la importancia de la música en el estilo de escritura poética de Brathwaite.

En la cita no faltó el merecido reconocimiento a la traducción de la obra pues, según la editora, se ajustó a la métrica original y al contenido de los poemas a pesar de la complejidad de los textos. Incitó a la lectura, alegando que la edición bilingüe de la obra resulta de ayuda al lector para introducirse a fondo en el texto original, y disfrutar al unísono de “los aciertos de la traducción”.

Por otra parte, el libro ganador del Premio de Ensayo Ezequiel Martínez Estrada ―Amazonía. El río tiene voces, de la escritora chilena Ana Pizarro― fue puesto al descubierto por la editora cubana Clara Hernández.

“Esta obra despunta por lo sugerente que resulta desde todos los puntos de vista posibles” opinó la presentadora, quien en un primer momento, hizo alusión a la autora como especialista en estudios culturales y latinoamericanos, lo que de alguna manera le permitió construir este libro desde su experiencia personal. La editora aseveró además que gracias a su investigación de todo el material literario producido entre los siglos XVI y XIX, la escritora pudo encausar su recorrido a través del río Amazonas.

El libro cuenta con capítulos reveladores de las experiencias y hallazgos de la autora, pues poco se conoce que la Amazonía tiene espacios devenidos detonantes de la modernidad en toda la región.

La editora certificó que esta producción va más allá de lo que es un libro de ensayos: “puede ser visto como una crónica, un diálogo, un factor económico, humano, físico, ambiental, en una época crucial para la humanidad”. Además, convidó a su lectura con el convencimiento de que “tiene mucho que aportar a todas las personas que de alguna manera están interesadas en la cultura latinoamericana”.

Un texto había quedado por presentar de entre los ganadores del Premio en el año 2010: En víspera de los días sabáticos, de Jennifer Rahim, galardonado con el Premio de Literatura Caribeña en Inglés, tuvo entonces en esta jornada su primer lanzamiento.

Su editor, Carlos Bernal, se refirió a la escritora como “esta trinitaria que tiene la virtud de fundamentar en su poesía la difícil convivencia de múltiples culturas y razas”, al tiempo que describió a la obra como el florecimiento de “nuestro verdadero yo, taponeado por los días y las noches de trabajo agotador; necesario trabajo que aún tiene en el hombre sabor a condena y enajenación”.

A través del término “Sabbat”, según Bernal, Jennifer Rahim construyó un puente entre todas las matrices culturales que la han condicionado, ya sea en el hogar, en la academia, en el dogma y la ciencia, en la religión o el mercado. A la artista le inspira la imagen del Caribe, de Trinidad y Tobago, “donde lo cósmico no es principio de identidad absoluta, sino flujo incesante: un caldero vibrante como tambor”.

La certeza de la frase de Bernal dio paso a la presentación de los cuatro libros merecedores en el año 2011 del Premio Literario Casa de las Américas en sus respectivas categorías, donde el argentino Carlos Enrique Bischoff conquistó el galardón en Testimonio por la obra Su paso, editada por la cubana Ana María Caballero.

El autor de este libro tuvo como experiencia vital el haber pasado siete años en las cárceles argentinas al igual que el testimoniante, de ahí el acercamiento entre la producción premiada y su creador, relató Caballero. En Su paso, se ahonda en el día a día de los presos políticos, y la narración opera como homenaje a los que sobrevivieron a la última dictadura argentina y “a todos los que no lo lograron”, añadió su editora.

En la categoría de Literatura brasileña, específicamente en el género de ficción, la novela finalista fue la de Nelson de Oliveira, Polvo: demonios y maldiciones, traducida justamente por uno de los miembros del jurado en aquella ocasión, el poeta y traductor cubano Ricardo Ernesto Pérez.

Con una exhortación a “redimensionar lo latinoamericano a partir de lo universal y los valores del arte y de los signos de este tiempo”, el presentador posicionó a la obra de Oliveira dentro de ese debate contemporáneo, pues esta es “una novela cuyo primer gran valor estriba en la relectura de lo brasileño”. En su obra el relato lineal desaparece, pues se alimenta del mundo cinematográfico, del performance. El traductor clasificó el libro como un relato que nos va atrapando y conmoviendo en su profundo lirismo, que nos puede conducir por un nuevo sendero de la literatura brasileña.

La oportunidad de compartir en vivo con dos de los autores de las obras premiadas, enriqueció la tarde pues desde sus propios hacedores se pudo explorar el mundo interior de las producciones.

“Esta obra, al menos, es diferente a las otras”, expresó Gabriel Santander, autor de La venganza de las chachas. El mexicano comentó acerca de la realidad que se plasma en el texto, construido a partir de un mundo de rencores, vilezas, estupideces y ternura; matizado además con dosis de humor. Una de las enseñanzas que le dejó la escritura de la obra fue la creencia en que detrás del humor hay una plataforma moral muy interesante y profunda que alude, entre otros temas, a la soledad, la incapacidad y la orfandad.

Aunque en la narración aparecen muchos clichés y lugares comunes, Santander aseguró que en su opinión esto no tiene un carácter nocivo en la literatura pues lo importante es ―como está presente en el libro― “la distancia que uno toma de ello”. El autor elude la ambigüedad del término “chacha”, como el referido peyorativamente a las sirvientas. En su intervención en la Sala Che Guevara, expresó su satisfacción con el Premio.

Quizás uno de los libros más esperados, en opinión de Zurbano, fue el de un autor “que está en la cola de la buena suerte”: el holguinero Emerio Medina, autor de La bota sobre el toro muerto, quien confesó que el cuento ha sido su arma y su espada en estos últimos tiempos. El libro recibió el Premio en esa categoría, también en la edición 52 del certamen.

El toro aparece en la narración como un símbolo, entre otro de los tantos que figuran en la idiosincrasia del cubano. Cuenta con trece narraciones que transitan por el código de la muerte, esta entendida como el fin de algo, de una relación; la muerte física o de un sistema social, declaró el escritor.

Al libro lo tejen cuentos rusos, la contemporaneidad cubana, las relaciones entre cubanos y extranjeros, así como sus relaciones personales, la temática del sexo, entre otros temas construidos desde la perspectiva de un autor que reside alejado de los centros urbanos.

Durante la presentación de los libros, Zurbano destacó la labor de los diseñadores Pepe Menéndez, por la ilustración de los Premios Especiales, y Ricardo Rafael Villar, por su trabajo con algunas gráficas pertenecientes a la colección patrimonial de la Casa de las Américas.

En la cita, fue presentado también el Catálogo del Fondo Editorial Casa de las Américas correspondiente a los 50 años transcurridos entre 1960 y 2009. Para su director, se trata de una producción lograda gracias a la colaboración del Fondo Andaluz de Municipios para la Solidaridad Internacional, una edición que “servirá mucho para el trabajo y el conocimiento de la propia Casa”, aseguró Zurbano.

Fuente: La Ventana

Sunday, January 8, 2012

Stone Mountain

“Let the freedom ring from Stone Mountain…”
-I Have a Dream.-
Martin L. King Junior

Sobre las piedras de aquella ciudad amurallada por el eterno frío de sus pobladores, nadie se atrevió a hablar antes, porque temían ser degollados por las fatídicas procesiones de unicornios arios, ó tal vez peor; convertidos en gárgolas suspendidas de los árboles.

Castigo contra los detractores. El miedo, al igual que el silencio, llega un momento que no resiste la fuerza impredecible de soñar, con poder volar, a pesar de llevar cadenas.

Sus muros comenzaron a sufrir de grietas por el extremo en donde la inocencia de los luceros penetraba, las manos dejaron de criminalizar los colores diferentes, y aquellos labios, que antes glorificaron el desprecio como símbolo de orgullo étnico, fueron desapareciendo con la despigmentación de las rocas.

En aquella ciudad amurallada nadie lloró cuando las tres figuras esculpidas sobre la superficie de granito, y con ellas aquel viejo símbolo, erigido como un altar de sacrificios para la exaltación del becerro del odio, se fueron convirtiendo en cenizas de “glorias pasadas”.

Daniel Montoly
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