Al poeta, Juan Sánchez Lamouth
I
A deshoras, los perros irritados, lanzan
ladridos en contra de las nubes,
o la sombra, que por cualquiera de sus movimientos,
se refleje en el asfalto.
Los vendedores de "pasteles en hojas"
retuercen sus ojos, auspiciosos,
al doblar la esquina
de la teniente "Amado García Guerrero"
con "Duarte."
Alguien, pintó en las paredes
del almacén de Nadar, el turco:
"Esta es tierra de filibusteros y corsarios."
Pero las "chicas" esconden, como alquimistas,
sus patentes de corzo, entre los senos.
El fondo de la escena, huele a orines,
a chicharrón, y a frutas frescas.
Una joven se aproxima, a prisa.
Me observa de arriba, a abajo,
y después de chequear mis zapatos,
dice lacónica: "¡Qué larga noche!
...vamos a echarle un polvo
a esa estrella."
II
Este motel, es un invernadero de chinches.
Manchas de vértigo húmedo
decoran las paredes.
Como óleos abstractos
de Jackson Pollock.
La chica grita.
Se escucha lánguida
su voz, al extenuarse en la indiferencia
del corredor. De la oscuridad
brota un fantasma,
trae llaves entre sus dedos,
demanda pagar la habitación
por adelantado.
Saco dos billetes de 10 dólares,
y los coloco sobre la mesa.
Él sonríe. Dice,
que eso no alcanza
para vestir, y rezar al muerto.
III
Miro por la ventana. Dos bárbaros
en una motocicleta Yamaha,
se detienen frente a la escalera.
Las colillas se apagan,
y las sombras, abandonan el lugar aprisa,
tras escuchar el odioso escándalo
del cinlindraje. Le ruego a la muerte
meter su mano por mí, (aunque honestamente,
no creo que Dios vaya a hacerlo.
Rehúsa el sexo fortuito, -eso entiendo-
por sucio y pecaminoso,
según el dogma católico.)
El nerviosismo me ahoga. Despiertan
sentimientos encontrados: ¿Por qué
me dejé arrastrar, en aguas enrarecidas,
por este río sucio? Vuelvo el rostro.
La joven, abriga su desnudez,
con pedazos de historia húmeda,
arrancada del collage
en su inusitado oficio.
IV
Un señor se desplaza en una vieja bicicleta taiwanesa
a prima oscuridad. Después del apagón,
una joven grita angustiada,
las ociosas manos
de un raffle caribeño
al desembarcar, en sus hombros.
Los buhoneros, a su lado,
indiferentes, recogen los restos del día.
Forman pirámides de vegetales mustios
con que engañar, a sus estómagos.
Al otro lado de la acera,
un grupo de palomos, se meten alas etéreas,
por los sucios hoyos de las narices,
escondidos dentro de pegajosos frascos.
Son las 7:00 PM. El semáforo, en luz verde,
cambia su testimonio, después de morir el sol.
Joseph, "el haitiano", remata funditas de agua
y yaniqueques flácidos, como mantarayas.
Despojos del holocausto, de las moscas, y el polvo.
V
Debajo del elevado, existe otro universo invisible,
con centauros y sirenas, cantando su desnudez,
en las sucias aceras,
y equilibristas, que intentan
darle un "coup d' etat" al hambre,
con fundas de papel, entre los dientes.
Los conchos públicos, son pantomimas
itinerantes del circo. Los carteristas
lo nombran "Agosto",
con noviembre, leyéndole tarot cartesiano
a los bolsillos de transeúntes desquiciados.
Un buhonero, se aprovecha de la noche.
Cuelga condones psicodélicos
en los bordes de las nubes.
Las chicas, mueven sus lenguas bífidas,
y sus musicales caderas caribeñas,
atraen a otras lenguas, ansiosas de morir,
como moscas, en la dialéctica de sus azúcares.
©Daniel Montoly