Friday, October 30, 2009

Alfonsina Storni, en la blanca espuma del mar


Fue la vida de Alfonsina Storni una búsqueda constante de un orden más justo para las mujeres. Como ha dicho Blas Matamoro: “La mujer, con Alfonsina, deja de ser el fantasma de sí misma y adquiere carne y hueso, buscando en la palpitación corporal su verdad y su libertad”

por Juanita Conejero

Un 25 de octubre del año 1938, en el espigón de la playa de La Perlas, en Mar del Plata, se arroja a sus aguas la poeta argentina Alfonsina Storni. ¿Qué otros poemas iría a buscar? Así en la obra de Félix Luna, convertida en conocida canción latinoamericana e interpretada magistralmente por cantantes como la recién fallecida Mercedes Sosa, Violeta Parra y la cubana Maureen Iznaga, entre otras, se resume el final de una vida de inquietudes y angustias infinitas. La canción allá en el fondo del mar, con la caracola y la soledad, imprimiéndole a la melodía el terrible desenlace del suicidio.

Días antes, la despedida: “Voy a dormir”, poema final escrito al borde del abismo y enviado por la poetisa a La Nación de Buenos Aires, trasciende avatares y delirios, ensombrecido de espeluznantes pretextos: Déjame sola: oyes romper los brotes/te acuna un pie celeste desde arriba/y un pájaro te traza sus compases/para que olvides…Gracias... Ah, un encargo/si él llama nuevamente por teléfono/ le dices, que no insista, que he salido/.

¿Qué íntimos dolores, qué insatisfacciones, qué desamor habrá conducido a esta fatigada creadora a tan drástico final? Quizás la dolencia inevitable que le rasgaba la vida; la muerte meses antes de Horacio Quiroga, amigo y amante; tal vez las demoníacas incomprensiones del medio poético agresor contra el feminismo; los desdenes de un Lugones y un Borges que nunca comprendieron; o a lo mejor el devenir existencial, desde sus primeros años de tormento y desesperación, que jamás la abandonaron.

No es hasta 1963 que son trasladados sus restos para el cementerio de la Chacarita y guardados en el recinto reservado para tumbas de personalidades. Muchos años descansó en la bóveda de una familia amiga, después que fue velado su cuerpo en el Club Argentino de Mujeres, donde el escritor Manuel Ugarte, amigo y socialista, dejó emocionadas palabras, aquel día fatídico de octubre.

Nació Alfonsina un 29 de mayo de 1892 en la Sala Capriasca, un pueblo de montaña en Suiza. Los padres, emigrantes en Argentina, habían regresado a su tierra. Pudo la niña haber nacido en América. De hecho casi lo fue, porque de regreso a Buenos Aires a pocos años de vida y hablando el italiano, aquella niña parecía volver a nacer.

De muy cerca le venía el arte: la madre Paulina, maestra, pintora, soprano, amante del teatro. De muy cerca también la depresión: el padre agobiado de crisis económicas no sabe dónde posar su vuelo, y hasta la niña trabaja cuando la vida se estrecha y parece cerrar el cerco. El padre muere cuando Alfonsina tenía catorce años. Ya a los doce había escrito sus primeros versos. A los 16 se lanza a la aventura de participar en una compañía itinerante de teatro, como actriz. Abandona estos propósitos y se hace maestra.

En 1911, las relaciones con un hombre casado. Después un embarazo que la hace asumir la vida de madre soltera. Tiempos de duro bregar la esperaban. La amistad con Manuel Ugarte y Carolina Muzzilli la ayudan a afianzar posteriormente sus avanzados criterios sociales. Después, el amor libre y la muerte como parte de la vida conforman sus más acendradas convicciones existenciales. Pude esta noche con piedad infinita/ pude amar al primero que acertara a llegar/ /nadie llega. Están solos los floridos senderos/La caricia perdida, rodará, rodará...

Y aquel libro primero, De la inquietud del rosal, que en franca confesión escribió exclusivamente para no morir y sólo tenía veinticuatro años. El rosal en su inquieto modo de florecer va quemando la savia que alimenta su ser /Fijaos en las rosas que caen del rosal/ Tantas son que la planta morirá de este mal!

Nadie se daba por enterado de su poesía. En aquellos años rubendariana por excelencia, cuando la vanguardia avanzaba con recelosos rivales como el propio Leopoldo Lugones, que ni siquiera contestaba sus cartas. A pesar de ello, transita por los senderos poéticos, define su ideología de izquierda, participa en cenáculos literarios con toda su fuerza y canta a los niños masacrados por la Primera Guerra Mundial. Jesús, Jesús, desciende del madero/y ven hasta la tierra, esclavo del martirio/que en los campos se cuaja la sangre y el delirio/De matar, acicate al infeliz obrero/ ¿En dónde estás Jesús? Levántate, ilumina.

Es tan joven y en 1917, recibe ya su primer homenaje público. Colabora en revistas, defiende criterios de género y en 1918 publica su segundo libro El dulce daño, con aquellos versos que recuerdan a Sor Juana y se convierten en clásicos de la poesía de nuestro continente: “Tú me quieres alba”. Tú que el esqueleto/conservas intacto/No sé todavía/Por cuales milagros, Me pretendes blanca/(Dios te lo perdone),/ Me pretendes casta/(Dios te lo perdone/./Me pretendes alba. En octubre también, cuando apenas contaba con veintidós años, recita sus versos en el Cine-Teatro Radium, en la calle Rivadavia y en 1917, su primer homenaje público, a sus veinticinco años.

Los poemarios se van sucediendo. No deja de escribir: Irremediablemente, Languidez, Ocre, Poemas de Amor, Mundo de siete pozos y Mascarilla y trébol, entrelazados con El amo de este mundo, comedia en tres actos, sus Farsas pirotécnicas de 1932 y sus seis piezas de teatro infantil. En 1938 la misma poetisa organiza su Antología y treinta años después de su muerte aparecen editadas sus Poesías completas. En 1998, se publica una selección de sus ensayos y en 1999 otra antología poética.

A lo largo de andar creativo, Alfonsina fue descubriendo nuevos senderos que van desde Ocre hasta Mundo de siete pozos, donde va dejando atrás el tono modernista para dar paso a audaces hallazgos, que iluminan su obra: “la cabeza redonda como dos planetas”, “las catacumbas que inician las orejas”, mientras “la luna caza fantasmas con sus patines húmedos”.

En su último poemario, Mascarilla y Trébol descubre una descarnada naturaleza, mucha más sobria que la que presentaba en sus primeros textos, una retórica firme invade todos sus misterios.

En 1919 la hacen ciudadana argentina. Habían pasado años de aquel regreso de Suiza buscando el mar desde Génova, ese mar que aun desde muy niña, con un sentido trágico, la hizo estremecer: ¡Oh mar, enorme mar, corazón fiero/ de ritmo desigual, corazón malo./ yo soy más blanda que ese pobre palo/ que se pudre en tus ondas prisionero.

Fue su vida una búsqueda constante de un orden más justo para las mujeres, víctimas perpetuas de la deslealtad de los hombres. De su poema “Hombre pequeñito”, son estos versos: Estuve en tu jaula, hombre pequeñito/hombre pequeñito que jaula me das/Digo pequeñito porque no me entiendes,/ni me entenderás.

Como ha dicho Blas Matamoro: “La mujer, con Alfonsina, deja de ser el fantasma de sí misma y adquiere carne y hueso, buscando en la palpitación corporal su verdad y su libertad”. A veces en mi madre, apuntaron antojos de liberarse, pero se le subió a los ojos una honda amargura, y en la sombra lloró y todo esto mordiente, vencido, mutilado todo esto que se hallaba en su alma encerrado, pienso que sin quererlo, lo he libertado yo.

Desarrolla actividades magisteriales, periodísticas, obtiene premios, estrena su primera obra teatral y es incluida en importantes antologías poéticas. Trabaja incansablemente por crear la Sociedad de Escritores Argentinos y cuando lo logra, es apartada de los cargos de dirección, integrados únicamente por hombres escritores. Viaja a Europa, (España, Francia Suiza) y una segunda vez a España, con su hijo Alejandro. Intercambió con la generación del 27, en la España de aquellos tiempos. Conoció a Federico García Lorca y a Gabriela Mistral, en Buenos Aires.

Años de dura prueba fueron a partir de 1935. Operada con un pronóstico desalentador y bajo una fuerte presión en años sucesivos, los suicidios de Horacio Quiroga, de la hija del escritor, Eglé y el de su enemigo literario, Leopoldo Lugones, conmovieron su espíritu. Débil mujer, pobre mujer que entiende/dolor de siglos conocí al beberlo/oh, el alma mía soportar no puede/ todo su peso.

Y entonces, en enero, una invitación del Ministerio de Instrucción Pública, un Encuentro en Colonia, Uruguay. Las tres voces más destacadas de la poesía femenina de América: Alfonsina, Juana de Ibarbourou y Gabriela, reunidas aquel año de 1938. Sólo faltaba Delmira. De no haber muerto en 1914, allí estuviera. Alfonsina llegó al encuentro, con un singular título para las palabras que iba a pronunciar: “Entre un par de maletas a medio abrir y las manecillas del reloj”.

Mujeres destacadas de principios del siglo XX, en la literatura latinoamericana, mujeres de amor, de misterios y de muerte, reunidas como diría Alfonsina, cuando agrio está el hombre /sobre el mundo/ balanceándose /sobre sus piernas. Aquel encuentro fue el último para la poetisa. Y el mar esperándola, con su mágico rumor en las tristes horas que posteriormente se desgranaron y el poema premonitorio, en un “Adiós”, motivado como ella misma diría, por “el aletazo de la soledad”: ¡Adiós para siempre mis dulzuras todas!/ ¡Adiós mi alegría llena de bondad!/¡Oh las cosas muertas, las cosas marchitas,/las cosas celestes que no vuelven más!



Tomado de La Ventana

Tuesday, October 27, 2009


PEQUEÑA ANTOLOGÍA

OSCAR HAHN
(Chile, 1938)



Selección y compilación del poeta y antólogo chileno, Mario Meléndez.






Tratado de sortilegio

En el jardín había unas magnolias curiosísimas, oye,
unas rosas re-raras, oh,
y había un tremendo olor a incesto, a violetas macho,
y un semen volando de picaflor en picaflor.
Entonces entraron las niñas en el jardín,
llenas de lluvia, de cucarachas blancas,
y la mayonesa se cortó en la cocina
y sus muñecas empezaron a menstruar.
Te pillamos in fraganti limpiándote el polen
de la enagua, el néctar de los senos, ves tú?
Alguien viene en puntas de pie, un rumor de pájaros
pisoteados, un esqueleto naciendo entre organzas,
alguien se acercaba en medio de burlas y fresas
y sus cabellos ondearon en el charco
llenos de canas verdes.
Dime, muerta de risa, a dónde llevas
ese panal de abejas libidinosas.
Y los claveles comenzaron a madurar brilloso
y las gardenias a eyacular coquetamente, muérete,
con sus durezas y blanduras y patas
y sangre amarilla, aj!
No se pare, no se siente, no hable
con la boca llena
de sangre:
que la sangre sueña con dalias
y las dalias empiezan a sangrar
y las palomas abortan cuervos
y claveles encinta
y unas magnolias curiosísimas, oye,
unas rosas re-raras, oh.


A la una mi fortuna a las dos tu reloj

Estuve toda la noche parado frente a tu puerta
esperando que salieran tus sueños

A la una salió una galería de espejos
A las dos salió una alcoba llena de agua
A las tres salió un hotel en llamas
A las cuatro salimos tú y yo haciendo el amor
A las cinco salió un hombre con una pistola
A las seis se oyó un disparo y despertaste

A las siete saliste apurada de tu casa
A las ocho nos encontramos en el Hotel Valdivia
A las nueve nos multiplicamos en los espejos
A las diez nos tendimos en la cama de agua
A las once hicimos el amor hasta el exterminio

Ahora son las doce del día
y tengo entre mis brazos al cuerpo de todos mis delitos



La muerte está sentada a los pies de mi cama

Mi cama está deshecha: sábanas en el suelo
y frazadas dispuestas a levantar el vuelo.
La muerte dice ahora que me va a hacer la cama.
Le suplico que no, que la deje deshecha.
Ella insiste y replica que esta noche es la fecha.
Se acomoda y agrega que esta noche me ama.
Le contesto que cómo voy a ponerle cuernos
a la vida. Contesta que me vaya al infierno.
La muerte está sentada a los pies de mi cama.
Esta muerte empeñosa se calentó conmigo
y quisiera dejarme más chupado que un higo.
Yo trato de espantarla con una enorme rama.
Ahora dice que quiere acostarse a mi lado
sólo para dormir, que no tenga cuidado.
Por respeto me callo que sé su mala fama.
La muerte está sentada a los pies de mi cama.



Escrito con tiza

Uno le dice a Cero que la nada existe
Cero replica que Uno tampoco existe
porque el amor nos da la misma naturaleza
Cero más Uno somos Dos le dice
y se van por el pizarrón tomados de la mano
Dos se besan debajo de los pupitres
Dos son Uno cerca del borrador agazapado
y Uno es Cero mi vida
Detrás de todo gran amor la nada acecha




Ningún lugar está aquí o está ahí

Ningún lugar está aquí o está ahí
Todo lugar es proyectado desde adentro
Todo lugar es superpuesto en el espacio
Ahora estoy echando un lugar para afuera
estoy tratando de ponerlo encima de ahí
encima del espacio donde no estás
a ver si de tanto hacer fuerza si de tanto hacer fuerza
te apareces ahí sonriente otra vez
Aparécete ahí aparécete sin miedo
y desde afuera avanza hacia aquí
y haz harta fuerza harta fuerza
a ver si yo me aparezco otra vez si aparezco otra vez
si reaparecemos los dos tomados de la mano
en el espacio
donde coinciden
todos nuestros lugares



Una noche en el Café Berlioz

Yo he visto su cara en otra parte le dije
cuando entró en el Café Berlioz
Soy de otra dimensión contestó sonriendo
y avanzó hacia el fondo del salón
Ella finge escribir en su mesa de mármol
pero me observa de reojo
Desde mi mesa veo su cuello desnudo
Como un aerolito cruzó mi mente
el rostro de Muriel mi amante muerta
Usted es zurda le dije acercándome
Hacemos la pareja perfecta
Tomé su lápiz y escribí “te amo”
con mi mano derecha en la servilleta
Rey del lugar común respondió sin mirarme
mientras le echaba azúcar al té
Me ha clavado una estaca en el corazón
Me ha lanzado una bala de plata
Me ha ahorcado con una trenza de ajo
Volví confundido a mi mesa
con la cola de diablo entre las piernas
En este punto las sombras de los clientes
pagaron y se fueron del Café Berlioz
Váyanse espíritus les dije furioso
agitando mi paraguas chamuscado
¿Hay alguna Muriel aquí?
gritó la mesera desde el umbral
Cuando ella caminó hacia la puerta
vi que tenía una rosa en la mano
Por favor tráiganme la cuenta
que ya está por salir el sol
La lluvia penetra por los agujeros de mi memoria
Muriel Muriel
¿por qué me has abandonado?



Televidente

Aquí estoy otra vez de vuelta
en mi cuarto de Iowa City
Tomo a sorbos mi plato de sopa Campbell
frente al televisor apagado
La pantalla refleja la imagen
de la cuchara entrando en mi boca
Y soy el aviso comercial de mí mismo
que anuncia nada
a nadie



Visión de Hiroshima

Arrojó sobre la triple ciudad un proyectil
único, cargado con la potencia del universo.
Mamsala Purva
(Texto sánscrito milenario)


Ojo con el ojo numeroso de la bomba
que se desata bajo el hongo vivo.
Con el fulgor del hombre no vidente, ojo y ojo.
Los ancianos huían decapitados por el fuego,
encallaban los ángeles en cuernos sulfúricos
decapitados por el fuego,
se varaban las vírgenes de aureola radiactiva
decapitadas por el fuego.
Todos los niños emigraban decapitados por el cielo.
No el ojo manco, no la piel tullida, no sangre
sobre la calle derretida vimos:
los amantes sorprendidos en la cópula,
petrificados por el magnesium del infierno,
los amantes inmóviles en la vía pública,
y la mujer de Lot
convertida en columna de uranio.
El hospital caliente se va por los desagües,
se va por las letrinas tu corazón helado,
se van a gatas por debajo de las camas,
se van a gatas verdes e incendiadas
que maúllan cenizas.
La vibración de las aguas hace blanquear al cuervo
y ya no puedes olvidar esa piel adherida a los muros
porque derrumbamiento beberás, leche en escombros.
Vimos las cúpulas fosforecer, los ríos
anaranjados pastar, los puentes preñados
parir en medio del silencio.
El color estridente desgarraba
el corazón de sus propios objetos:
el rojo sangre, el rosado leucemia,
el lacre llaga, enloquecidos por la fisión.
El aceite nos arrancaba los dedos de los pies,
las sillas golpeaban las ventanas
flotando en marejadas de ojos,
los edificios licuados se veían chorrear
por troncos de árboles sin cabeza,
y entre las vías lácteas y las cáscaras,
soles o cerdos luminosos
chapotear en las charcas celestes.
Por los peldaños radiactivos suben los pasos,
suben los peces quebrados por el aire fúnebre.
¿Y qué haremos con tanta ceniza?



Adolfo Hitler medita en el problema judío

a los niños de Auschwitz

Toma este matamoscas y extermina a los ángeles,
después con grandes uñas arráncales las alas.
Ya veo sus muñones, ya los veo arrastrarse:
desesperadamente tratan de alzar el vuelo.
Toma este insecticida. Oigo sus toses blancas
prenderse y apagarse. Una puesta de sol
o una puesta de ángeles es lo mismo sin duda
porque la noche ahora levanta su joroba
y ellos se van hundiendo lentamente en el suelo.
Levanta el pie despacio. Así mismo. Tritúralos.
Que les saquen las plumas con agua hirviendo y pongan
esos cuerpos desnudos en las fiambrerías.
Ahora me van pasando sudarios de juguete
y ataúdes con cuerda. Ahora me van pasando
las cruces más pequeñas, para que se entretengan
los infantes difuntos. Pásame el insectario,
los alfileres negros. Toma este matamoscas
y extermina a los ángeles.


La muerte es una buena maestra

Levántate y anda al hospital me dijo la voz
Soy el fantasma anterior a tu nacimiento
Aún no es tiempo para el otro fantasma
Tu muerte te afectaría profundamente
Jamás podrías recuperarte de tu muerte
Me pusieron en una camilla y me metieron al quirófano
Al otro lado se ve el infinito qué miedo
Tengo un hoyo en el alma
por el cual se me escapa el cuerpo
El médico me abrió la arteria que pasa por la ingle
y empecé a delirar
Aquí en este mar que llaman el inconsciente
hay unas lianas que se te enredan en el cuello
lianas azules lianas rojas lianas incoloras
que se te meten por la boca y no te dejan respirar
Los otros los que estaban conmigo en el agua frígida
rodeados de pedazos de hielo me dijeron:
Somos todos pasajeros del Titanic
El inconsciente es un árbol lleno de pájaros muertos
que se echan a volar cuando uno menos lo espera
Escucho el ruido de serruchos que cortan tablas
de martillos clavando clavos
Viene del astillero de la muerte y no se oye con los oídos
Somos árboles ambulantes en la vía pública
soñando con ser barcos o aspas de molino
pero no leña en la hoguera
donde las llamas bailan y se ríen y contorsionan
como si estuvieran en una orgía las muy cochinas
striptiseras del cabaret de la muerte
El médico me abrió la arteria que pasa por la ingle
Estuvo mucho rato adentro de mi aorta
sacando la nieve con una pala
El camino hacia el corazón está limpio
y mi sangre empezó a fluir
Entraron mi mujer y mis dos hijos pequeños
y me acariciaron las manos llenas de pinchaduras
Soy inmortal les dije al menos por ahora
y caí profundamente dormido
Desperté adentro de una pintura del Bosco
entre tubos y alambres conectados a máquinas
Pero aquí no hubo ni extracción ni piedra ni locura
Solamente un sujeto perfectamente lúcido
Se me acercó un arcángel y me dijo: Soy Tammy
Era más dorada que el sol y estaba atravesada por la luz
Un ave vuela de las cenizas de mi corazón
un ave roja que palpita y canta
La muerte es una buena maestra
cuando te habla al oído y se retira


Gladiolos junto al mar

("Si hija de mi amor mi muerte fuese...", Quevedo)

Gladiolos rojos de sangrantes plumas,
lenguas del campo, llamas olorosas,
de las olas azules, amorosas,
cartas os llegan, pálidas espumas.

Flotan sobre las olas de las brumas,
epístolas de polen numerosas,
donde a las aguas piden por esposas,
gladiolos rojos de sangrantes plumas.

Movidas son las olas por el viento,
y el pie de los gladiolos van besando,
al son de un suave y blando movimiento.

y en cada dulce flor de sangre inerte
la muerte va con piel de sal entrando,
y entrando van las flores en la muerte.


La muerte tiene un diente de oro

La muerte no tiene dientes: se ríe con la encía pelada.
Y cuando muere un rico, la muerte tiene un diente de oro.

Y cuando muere un pobre, no tiene ningún diente
o le crece un diente picado. ¿Cachai, ganso?

La muerte tiene la boca
llena de muelas tristes, de colmillos cariados,
llena de jugo gástrico en lugar de saliva.
Yo tuteo a la muerte.
"Hola, flaca, le digo. ¿Como estai?"
Porque todavía soy un diente de leche.



Sábana de arriba

Me instalé cuidadosamente doblado
entre la ropa blanca del closet

Sacaste las sábanas de tu cama
y me pusiste de sábana de arriba

Te deslizaste debajo de las tapas
y te cubrí centímetro a centímetro

Entonces fuimos barridos por el huracán
y caímos jadeando en el ojo de la tormenta

Ahora yaces bañada en transpiración
con la vista perdida en el cielo raso
y la sábana de arriba aún enredada entre las piernas



¿Y ahora qué?

Y ahora
qué haremos tú y yo
tomados de esa mano
que termina en un cuerpo
que no es el nuestro



A mi bella enemiga

No seas vanidosa amor mío
porque para serte franco
tu belleza no es del otro mundo
Pero tampoco de éste



Sóplame este ojo

Así que estaban tomándose un café
y conversando solamente
sóplame este ojo

y ahora sóplame este otro
para que se me vuelen los dos
y no te vuelva a ver
nunca más



Invocación al lenguaje

Con vos quería hablar, hijo de la grandísima.
Ya me tienes cansado
de tanta esquividad y apartamiento,
con tus significantes y tus significados
y tu látigo húmedo
para tiranizar mi pensamiento.
Ahora te quiero ver, hijo de la grandísima,
porque me marcho al tiro al país de los mudos
y de los sordos y de los sordomudos.
Allí van a arrancarme la lengua de cuajo:
y sus rojas raíces colgantes
serán expuestas adobadas en sal
al azote furibundo del sol.
Con vos quería hablar, hijo de la grandísima.



Misterio gozoso

Pongo la punta de mi lengua golosa en el centro mismo
del misterio gozoso que ocultas entre tus piernas
tostadas por un sol calientísimo el muy cabrón
ayúdame a ser mejor amor mío
limpia mis lacras libérame de todas mis culpas
y arrásame de nuevo con puros pecados
originales, ya?



Cafiche de la muerte

Como carne de cóndores hirvientes,
o de tordos quemados, como cresta,
del rojo al negro se calmó la fiesta,
y en silencio se fueron los clientes.

Se nos vació no más todo el prostíbulo,
se vaciaron las camas y los bares,
y todas las que estábamos de a pares
sollozamos de a una en el vestíbulo.

Por el pasillo viene la señora,
siempre tan maternal, siempre a la hora,
con su taza de té y un trago fuerte.

Para qué te moriste, desgraciado.
Mira mi pobre cuarto desolado,
tipo traidor, cafiche de la muerte.



En una estación del metro

Desventurados los que divisaron
a una muchacha en el Metro
y se enamoraron de golpe
y la siguieron enloquecidos
y la perdieron para siempre entre la multitud
Porque ellos serán condenados
a vagar sin rumbo por la estaciones
y a llorar con las canciones de amor
que los músicos ambulantes entonan en los túneles
Y quizás el amor no es más que eso:
una mujer o un hombre que desciende de un carro
en cualquier estación del Metro
y resplandece unos segundos
y se pierde en la noche sin nombre


A una lavandera de Santiago

Mi prima que vivía de su artesa
se me murió de muerte repentina:
le partieron de un golpe la cabeza
con la culata de una carabina.
Desde el abismo de su cráneo abierto
suben gritos y cantos fraternales,
entran en cada vivo, en cada muerto,
y empiezan a temblar los generales.
La ropa sucia no se lava en casa
cuando la manchan sangres tan enormes
que van de lavatorio en lavatorio.
Un regimiento de manchados pasa.
Y no podrá limpiar sus uniformes
ni el mismo purgador del Purgatorio.



El doliente

Pasarán estos días como pasan
todos los días malos de la vida
Amainarán los vientos que te arrasan
Se estancará la sangre de tu herida
El alma errante volverá a su nido
Lo que ayer se perdió será encontrado
El sol será sin mancha concebido
y saldrá nuevamente en tu costado
Y dirás frente al mar: ¿Cómo he podido
anegado sin brújula y perdido
llegar a puerto con las velas rotas?
Y una voz te dirá: ¿Que no lo sabes?
El mismo viento que rompió tus naves
es el que hace volar a las gaviotas

Hueso


Curiosa es la persistencia del hueso
su obstinación en luchar contra el polvo
su resistencia a convertirse en ceniza

La carne es pusilánime
Recurre al bisturí a ungüentos y a otras máscaras
que tan sólo maquillan el rostro de la muerte

Tarde o temprano será polvo la carne
castillo de cenizas barridas por el viento

Un día la picota que excava la tierra
choca con algo duro: no es roca ni diamante

es una tibia un fémur unas cuantas costillas
una mandíbula que alguna vez habló
y ahora vuelve a hablar

Todos los huesos hablan penan acusan
alzan torres contra el olvido
trincheras de blancura que brillan en la noche

El hueso es un héroe de la resistencia


¿Por qué escribe usted?

Porque el fantasma porque ayer porque hoy:
porque mañana porque sí porque no
Porque el principio porque la bestia porque el fin:
porque la bomba porque el medio porque el jardín

Porque góngora porque la tierra porque el sol:
porque san juan porque la luna porque rimbaud
Porque el claro porque la sangre porque el papel:
porque la carne porque la tinta porque la piel

Porque la noche porque me odio porque la luz:
porque el infierno porque el cielo porque tú
Porque casi porque nada porque la sed

porque el amor porque el grito porque no sé
Porque la muerte porque apenas porque más
porque algún día porque todos porque quizás


















Oscar Hahn (Iquique, Chile, 1938). Poeta, ensayista y crítico literario. Estudió Pedagogía en la Universidad de Chile. Fue profesor de Literatura en la Universidad de Arica y posteriormente se radicó en EE.UU. donde se ha dedicado a la docencia, inicialmente en la Universidad de Maryland y actualmente en la Universidad de Iowa. Entre sus libros de poesía figuran: Esta rosa negra, 1961; Agua final, 1967; Arte de morir, 1977; Mal de amor, 1981; Imágenes nucleares, 1983, Flor de enamorados, 1987; Estrellas fijas en un cielo blanco, 1989; Versos robados, 1995; Antología virtual, 1996; Apariciones profanas, 2001; En un abrir y cerrar de ojos, 2006; Archivo expiatorio, 2007. En ensayo ha publicado: El cuento fantástico hispanoamericano en el siglo XIX, 1978; Texto sobre texto, 1984; Vicente Huidobro o el atentado celeste, 1998; Fundadores del cuento fantástico hispanoamericano, 1998; Magias de la escritura, 2001. Obtuvo el Premio Alerce de la Sociedad de Escritores de Chile y el Premio Municipal de Santiago. El 31 de mayo de 2006, el Jurado Calificador integrado por José Manuel Caballero, Luis García, Jesús García, Benjamín Prado, Imma Turbau y Anna María Rodríguez-Arias, le concedió a Hahn el VI Premio Casa de América de Poesía Americana , por su obra En un abrir y cerrar de ojos. Algunos de sus libros han sido traducidos al inglés.

NOTA DEL AUTOR DEL BLOG: Las ilustraciones que acompañan esta selección poética son del artista y poeta vasco, Álvaro Antón. Pueden visitar su página en Yahoo Flickr cliqueando en el enlace que apare más abajo:
http://www.flickr.com/photos/albaralbardez/

Sunday, October 25, 2009

Nuestro Virgilio y el peso de su Isla


La búsqueda ontológica trascendentalista del Grupo Orígenes tuvo en Virgilio Piñera su primer disidente en proyección y lenguaje; su intensidad telúrica respondía a otros presupuestos filosóficos y artísticos • Lo más valioso de los alaridos y risotadas virgilianas fue su eco, la permanencia de su iconografía, pues sus imágenes o expresiones han traspasado los confines del tiempo

por Juan Nicolás Padrón

No hay fórmulas para llegar a la poesía, ni siquiera si se construye un poema correcto o se sigue un “estilo para lavanderas”, como espetó una vez Cabrera Infante sobre la obra poética de Piñera. Tampoco a través de una rica biografía de viajes, cambios de circunstancias, experiencias de vida… o porque el acervo cultural o libresco sobrepasara lecturas comunes, o el poeta fuera muy recordado a causa de su anecdotario singular, audacia en el decir, provocación constante, diferencias sociales, sexuales, religiosas… como ha sido el caso de Virgilio Piñeira, quien escribió a contracorriente de lo aceptado y cultivó diversos géneros literarios refiriéndose a temas de la vida cotidiana de la Isla, sin hacer gala de nada en su estilo duro: una oralidad congénita que lo marcaba para el lenguaje escrito y una teatralidad casi inconsciente que nunca abandonó.

No es necesario abundar en su vida ni en los títulos o atributos de su obra: es conocido y reconocido; basta tener en cuenta una autorreflexión del propio autor como requisito para iniciarse en la exploración de su poética, y especialmente en su principal poema-libro, La isla en peso (1943):

Aprendí que era pobre, que era homosexual y que me gustaba el arte. Lo primero, porque un buen día nos dijeron que no «se había podido conseguir nada para el almuerzo». Lo segundo, porque también un buen día sentí que una oleada de rubor me cruzaba el rostro al descubrir palpitante bajo el pantalón el abultado sexo de uno de mis numerosos tíos. Lo tercero, porque igualmente un buen día escuché a una prima mía muy gorda que apretando convulsionadamente una copa en su mano cantaba el brindis de Travista.

En tiempos de euforia de utopías, Virgilio fue el autor más antiutópico de la literatura cubana. Nada lo hizo cambiar: ni su pertenencia al inicial [Grupo] Orígenes, ni el clima del fin de la Segunda Guerra Mundial, ni el triunfo de la Revolución cubana. Su desgarramiento cotidiano pasó por el absurdo hasta la más completa demolición de todos los valores de la modernidad; de ahí que sostenga una poética de gran fuerza expresiva y lucidez a partir de lo inadmisible o de poner las cosas al revés para situarlas fuera de los contextos habituales en que se desenvolvían y aceptaban temas y lenguajes en los libros publicados de su tiempo.

Tres momentos pueden considerarse en su escritura poética: antes de graduarse de doctor en Filosofía y Letras, cuando todavía el lastre de la “provincia”, las aproximaciones a la literatura francesa y la gravitación lezamiana eran demasiado evidentes, al punto que posteriormente él mismo negaría la existencia de esos años en su creación; su inmersión en la posvanguardia, con más de una década en Buenos Aires y viajes intermitentes a La Habana, incluida la experiencia de los primeros años de la Revolución Cubana en los años 60, cuando define una poética límite descreída hasta el agnosticismo, una literatura conscientemente anticlásica pero de rechazo al vanguardismo experimental, irónicamente iconoclasta, sarcástica por principio, irreverente y provocadora, rebelde y polémica, prosaísta, transgresora y desinhibida como su autor, “absurdo y existencialista a la cubana”; y los últimos poemas, algunos publicados después de su muerte, que descubren el avance hacia una madurez en que el diálogo se vuelve sobre la intimidad y la representación teatral adquiere límites alucinatorios.

La vida entera (Contemporáneos, Ediciones Unión, 1969) fue la selección realizada por el autor de su obra publicada entre 1941 y 1967, porque la anterior, inédita en su gran mayoría, afirmaba haberla perdido o desaparecido, declarándose “poeta ocasional”, aunque sabemos que no es cierto; en este cuaderno se evidencia el interés por “ordenar” la casa antes de “cerrarla”, y ese mismo hecho revela que no se creía la “ocasionalidad” de sus poemas. El propio título indica el completamiento de la visión de su obra poética, pues a los primeros pocos poemas cercanos al origenismo, pero para negarlo, se suman otros “desenfadados, agresivos, espontáneos, donde la realidad ríe a sus anchas”.

La rebelión de Virgilio contra las bases de Orígenes fue temprana; en el primer poema seleccionado, “Las Furias” (1941), parece decirle a Lezama: «Necesito las Furias / ―flor de ira ladrando entre las tumbas. / Cruel Narciso, necesito las Furias desatadas». Esa “oscura cabeza negadora”, como lo calificaría Lezama ―según su hermana Eloísa citada por Antón Arrufat— incorpora otros animalejos a la paradisíaca fauna tropical elegida por Orígenes y comienza a repasar lo que ha sucedido partiendo desde otro campo visual.

“La isla en peso” (1943) fue como el recuento para preguntarse qué pasó: «La maldita circunstancia del agua por todas partes / me obliga a sentarme en la mesa del café. / […] / Una taza de café no puede alejar mi idea fija, / en otro tiempo yo vivía adánicamente. / ¿Qué trajo la metamorfosis?». Esta última pregunta se la han hecho los cubanos desde que comenzaron a existir y sus referentes adánicos han cambiado según la etapa vivida; la respuesta depende del lugar y tiempo en que cada cual se encuentra, porque cada quien “piensa como vive”, siempre.

Nuestro Virgilio en su paseo por la Isla muestra la otra cara de la moneda lezamiana: «negras bailando con vasos de ron en sus cabezas»; «once mulatos fálicos murieron en la orilla de la playa»; «todos se ponen serios cuando el timbal abre la danza»; «las eternas historias de estas tierras paridoras de bufones y cotorras»…

La búsqueda ontológica trascendentalista del Grupo Orígenes tuvo su primer disidente en proyección y lenguaje; su intensidad telúrica respondía a otros presupuestos filosóficos y artísticos: prosaísta y espontáneo, descuidado a veces, con inesperada inspiración, participaba del absurdo y de la irracionalidad con expresiones deudoras de su contexto directo, que respondían a una ambigüedad sarcástica que, aun cuando fuera tomada de la realidad “real”, algunos la han supuesto “surreal”, por lejana o poco entendible para quienes no la tenían cercana a su vista. Virgilio lo sabía: «Si queremos ver claro mi poesía habrá necesariamente que partir de una palabra: lo tumultuoso».

Se separa de Lezama estéticamente cuando se define desde sus primeras publicaciones con seguro estilo y percepción torrencial del caos tumultuoso de la Isla, luego de asimilar la señal hecha por el Magister, defensor desde el principio de que cada cual hallara su propio canon y su perfección.

Era imposible que ciertas expresiones pudieran comprenderse bien en su integralidad, por venir de una estética profundamente sumergida en las calles, desde una cosmovisión irreconciliable con la legitimada por la alta cultura, que partía de una memoria de la patria desconocida o no certificada por la historia de la literatura. Expresiones que se enfatizan como «¡País mío, tan joven, no sabes definir!»; «¡Nadie puede salir, nadie puede salir!»; «¡Hay que tapar! ¡Hay que tapar!», requieren de demasiadas explicaciones adicionales o complementarias para poderse comprender del todo y constituyen en sí mismas la síntesis de una tesis que el poeta nunca pretendió presentar; aunque solo aspiraba a reafirmar o enfatizar una realidad dormida, de alguna manera se convirtieron en denuncias contra la falsedad y el triunfalismo, el patrioterismo y la demagogia.

Para algunos, aquellos gritos resultaban molestos. Otros trataban de embellecer el viaje de Virgilio por su Isla de personajes populares caricaturescos que permanecían invisibles, y que, al exponerlos, pareciera que los inventaba. Un raro conceptismo que se contagiaba con el existencialismo de moda para no ser ni una cosa ni la otra, mostraba la herencia de lo que se llamaba en Europa surrealismo, aclimatado y enriquecido en Hispanoamérica.

Las evaluaciones españolas o hispanizantes de su obra poética, como las de María Zambrano, siempre leyeron un hiperbolismo asociado a lo primigenio, aunque en cualquiera de nuestros pueblos era costumbrismo y tradición. Lo expuesto en ese recorrido nada tenía que ver ni con lo exótico ni con el nativismo, esa invención romántica revisitada por los europeos cuando no entendían qué sucedía con las “rupturas del sistema” realizadas constantemente por el poeta. La “ausencia de canto” fue visiblemente una agresión iconoclasta y consciente del autor como modo expresivo para completar su rebelión, pues su propósito era constatar o refrendar estéticamente lo que estaba sucediendo en las calles ya de manera caótica y destructiva, una Cuba oculta y ahogada por la publicidad ante ojos que no la veían, o no la querían, o no la podían ver.

A Gastón Baquero le parecía que «este poeta nos arrastra a la visión de una isla antillana, frutal, vegetal viviente, coruscante, que se instala a una distancia geográfica y topológica muy lejana de la nuestra» y era lógico que Baquero, desde su perspectiva, evaluara así “La isla en peso”, pues Virgilio ofrecía una imagen en la que sobresale el peso de la sociedad de los “miserables” por encima de la naturaleza tropical y de su conciencia mítica; era el caos de una realidad asumida en su antiepicidad, una especie de “subversión”; no hay teleología y predomina el absurdo para que se acepte como razón, noche como luz, algo cercano a la “demencia” según la racionalidad al uso.

No se jerarquiza porque no interesa, y la naturaleza del «perfume de la piña» se intercala con «un vaso de aguardiente a la virgen bárbara»; lo grotesco surge a propósito: «Para ponerme triste me huelo debajo de los brazos»; el arcadismo resulta burlesco y pura caricatura: «plumas de flamencos, espinas de pargo, ramos de albahaca, semillas de aguacate»; el negrismo se torna mordazmente anti-ritual: «Los dulces ñáñigos bajan sus puñales acompasadamente»; el nativismo es más real desde el surrealismo: «Una mano en el tres puede traer todo el siniestro color de los caimitos»; la religiosidad blasfema contra el espectáculo católico: «Todavía puede esta gente salvarse del cielo, / pues al compás de los himnos las doncellas agitan diestramente / los falos de los hombres». Estos gritos fueron una devastadora demolición de lo establecido.

Nuestro Virgilio nos ha conducido por el paraíso en una Isla que tiene cuarto “fambá” y demasiadas historias escondidas, escondrijos que descubre, rincones feos que señala riéndose desde una perspectiva tan trágica y atormentada que al sobrepasarla llega a una ironía tanática adelantada al derrumbe de una modernidad enferma de falsedades.

El feísmo se exhibe no como incapacidad para hacer lo bello, sino como forma diferente de concebir la belleza, un cambio en las reglas estéticas; el miedo se demuestra no como fatalismo, sino como experiencia histórica de despojos, una traumática insularidad vivida por la imposición de las normas. Y la mejor defensa es el sarcasmo en ese modo tan personal de interpretar la identidad cubana, tan visible en la sensibilidad actual, por lo que lo más valioso de los alaridos y risotadas virgilianas fue su eco, la permanencia de su iconografía, pues sus imágenes o expresiones han traspasado los confines del tiempo, y sin afiliarse a las vanguardias experimentales fue un heraldo de neovanguardias que asumieron esa prolongación a partir de la heterodoxia de sus contenidos, con menos literalidad y más sociología, menos pensamiento ontologizante y más cercanía existencial, que no existencialista, para proponer una definitiva ruptura contra los presupuestos esenciales de una modernidad racional en cuyos códigos ya estaba yaciendo la violencia.

El recorrido de Virgilio por los círculos de la Isla iluminó una zona que los constructores de paraísos no quieren o no pueden ver; por eso siempre será un escritor molesto o incómodo para quienes, por soñar con el Edén, están convencidos de que lo están viendo.


Tomado de: La Ventana

Friday, October 23, 2009


VOCES DEL SIGLO XXI

Roxana Crisólogo
(Lima, Perú 1966)




Punks

se abren paso los rostros acuchillados
por los colores del desconcierto
las cubiertas de laca en unos mechones verdes
hacen papel en blanco del más puritano ojo azul
y es el cuerpo de siempre el cuerpo que siempre
se resiste a la doméstica posición de las cosas
al punto de encuentro que borra sus límites
de la palma de una mano
así no puedo confundir ciudades y Londres
con su hermoso subterráneo que es la cola
o la multitud de una ballena
son los días que la neblina expira algodón y aguarrás
una isla que la noche toma por asalto en un simbólico
juego donde ángeles drogadictos azotan debiluchas
guitarras en círculos de persecución que no puedo
atrapar porque no es posible detener el color
ni las horcajadas de humo que el gran reloj dispara
con las horas exactas Sí
ya llevo buena parte de mi vida
haciendo anteojos con mis manos
¿me devolverá la mirada lo que creo
esos paraísos de humo bajo el puente
que los hace salir a flote blindados suicidas
sin armadura?
Son ángeles
como los del catecismo sin casa me dijo él
cupidos como los del velatorio escupitajos parches
velos de enfermera punks sólo eso



El violinista ruso aquel
trabajó todo el día
sin éxito la gitana vendió todo el día
todo el día una cartilla con números de la suerte
parecía emerger
de una enorme falda negra

Los ojos ocultan su perfil en el horizonte
de inmaculados mensajes vacíos
sacuden su cuero cabelludo
de pájaros gritones
sanguíneamente
recorren la ciudad
que un vocerío inanimado
de flores y estupor
ensancha
cada uno tiene un pastor
un campo o prado
un bosque o una jauría vigilante





Kreutsberg


el humo de los fumadores
se hace nudo en las calles
el hierro fundido de las miradas
estancadas en una pantalla de televisor

los parados
se atragantan en una esquina

la mala racha del equipo de fútbol
el pantalón holgado de la lentitud

todo y nada nos apura

he perdido el apetito de tanto ver
rodar la carne sobre su propio eje

los dados confundirse entre
jugadas que desafían a otras

habrá sentido lo mismo la muchacha
que ocupa el pequeño piso
de mi imaginación?

el tiempo entre el disparo
que le voló la sien y la multitud
desangelada que la empezó a rodear

el maquillaje
que resbaló como aguanieve
de sus labios

la muerte
como pretexto
para limpiar el honor



los gritos de las urracas
de pie en el horizonte
siento que la cabaña va a derrumbarse

¿caerán los cocoteros
sobre algún desprevenido bañista?
¿aquel israelí dejará de cantar?

en unas horas debo tomar el tren
que me devolverá a Delhi
dejar el sol
la villa de turistas
los pantalones rayados

volaré sobre un mar
de botellas plásticas
vendedores de incienso
y una geografía
que nos dará de beber
algo
que no nos dejará silenciosos

ellos tomarán sus motos
y sus chicas rubias
arrastrarán el sol bajo sus pies

yo volveré a Delhi
siguiendo el arco iris
de los anuncios de publicidad

acompañaré la fragilidad de los
los rickshaws
que alegremente
aletean en las esquinas

el paso lento de las muchachas
que van a la escuela
como si no supieran a dónde ir


bajo al balneario

a escuchar canciones colombianas
los turistas se han ido a Miami
los delfines pastan en una necesidad compulsiva de comprar

jóvenes cenizos que nada tienen que ver con la suerte
porque aquí los peces son pirañas de otros ojos

una forma particular de tomar el sol
con el miedo entre las piernas

y yo sólo veo sus uñas
entre las hojas de tabaco cubano
que leen la suerte
como si sólo la muerte importara

las viscosidades sin rumbo
que un lagarto de hule hunde en el mar
que el tambor de la luna cubre de hielo
y un aire nórdico de de lo inamovible
vende como postal




El Tiempo Verde Botella...

El tiempo verde botella
se hace trizas en las ventanas occidentales
la cascada intensa y el laser del viento benigno
en guantes blancos
dirige la música en un trotar arrítmico
de ratas mentales
Camino a los vendedores de baratijas
en el mercado de frutas
soñar es intenso como un golpe en el corazón
pero no es ésta la ciudad que se desata las trenzas
ni el corcho que mastico insistentemente
sabe al más grato sabor de la niñez
miro al alto y espigado amarillo
como no será nunca el sol en Lima
los chicos en sus bicicletas acarameladas cual globos
volando contra el viento
¿volaré yo también contra el viento
detrás de una idea que se desvanece iridiscente
en el diente de un jabalí?
Se hacen agua los helados las espaldas padecen
arrasadas por jardineros inescrupulosos
la idea es una pelota que se traga el polvo
en el centro efímero de una plaza
y yace el torero despanzurrado en su soledad
los aplausos aturden y litros
de incomprensiones que en la cara de una mesera
explotan
Como yo ella es pálida
y le vienen bien los colores chillones
el flequillo horizontal por donde acusiosos rayos equis
los turcos
entran trepando mayólicas como mentes en blanco
También puedo ser yo misma en la tubería
donde confluye lo que a medias se acepta y embolsa
y envía de mano en mano para hacer las cordiales pases
cada uno sin querer bordea su propio agujero
las veces que irreconciliable
un vendedor casa por casa toca
la rebosada puerta
el panal de moscas zancudas
la turbulencia la opacidad
la ciudad hecha de señales ajenas
ajena a su propia dirección


cabezas gachas
cabezas negras y apuradas
soledad de asfalto como la mía
cabezas peruanas fósiles
emergiendo de costales de baratijas
medias chinas y baterías coreanas
que los rótulos fantasmales de los grandes teatros
convertían en incontenibles llamaradas de gente

pensé que los había dejado reposando
en las barracas eternas de la desmemoria

a las matronas sin trenzas
repartiendo churros a peso devaluado
bajo la luz hosca de los negocios de comida
a los maniquíes sin mirada
vendiendo tarjetas postales para llamar al perú
a los bolivianos encogidos en poltronas de tocuyo
escuchando radio con la indiferencia
de los mismos maniquíes que una cuadra atrás
me invitaban a detenerme en un hueco oscuro
regentado por un judío agazapado
en un mostrador con olor a tela

mientras que desde otra mirada
una muchacha abre un cartapacio
de cuentas y una multitud húmeda
culebreándose entre mis pies
trasforma sus ojos en gracias indiferentes
que devuelvo por sobre el hombro
en un desdeñoso rehacer
ir y venir partir y regresar
sin palabras


Mientras escuchaba a Franz Liszt

-Rapsodia Húngara Nº12 Lima-

lamento haberte encontrado así
entre papeles y pericotes polvo y estantes
viejos abogados se preguntan cuál es tu
problema un conflicto no se resuelve con sonrisas
y los conflictos como esta música desgastan
absorben al espíritu más fiel y no queda más que eso:
música temblando en un rincón sacro de la ciudad
manos sin cuerpo dirigiendo una sinfonía
bajo la tolvanera y ya estás atento
a las indicaciones del semáforo a la mujer
que cubre sus uñas con esmalte y rabia
porque es cara y su belleza se ha diluido una noche
fresca que no pudo más con la felicidad de ese
húngaro loco ni con la aparente frialdad de su
sangre azul para los amigos roja para los habitantes
de Doborjan fogoso como nadie
sin rencores Franz creo que estos contactos nos
aproximan aunque estemos lejos
dos siglos atrás Tú dentro de la radio yo dándole
solución a tus problemas que son tan míos como de
la vecina del panadero del guardián: noble estirpe
barrios oscuros -nada codiciosos- me alarman
Con sus derechos -viles- miles -bocas- espadas
salen de sus bocas No es por indiscreción esta escena
en que tu música ha revolcado a muchas jovencitas
y enamorado con astucia al amor con el entusiasmo
propio de la juventud al amor Cien pies bajo tierra
y todavía marchas indagas Ebrio por estos libros
tristes plagado de tristeza ocultándote en los sonidos
ocultándome al mundo la cosa va y no va
así es Sólo a veces me encuentro contigo y sorprendes
a mi escritorio con tu par de guantes
nuevos blancos
y las personas huyen despavoridas porque no te entienden
porque temen la estridente burla de un viejo músico
autodidacta -viejo caprichoso-
el caos que felizmente ordena
que las desordena Ésa es la costumbre aquí todo lo diferente
es sustituido por un poco de pintura y buenos deseos
sonrisas vagas que reprimen: maquillajes

Yo me refugio en esta música demente
Apasionada.














Roxana Crisólogo
(Lima, Perú 1966) Poeta y activista cultural. Publiqué los poemarios Abajo sobre el cielo (1999), Animal del camino (2001) y Ludy D (2006). Soy coautora de la antología de poesía escrita por mujeres sobre la violencia política en el Perú, Memorias in santas (2007) y de los proyectos de videopoesía Poéticas visuales de la resistencia y Poéticas visuales del exilio (2007 y 2009). Gracias a la beca Álvaro Mutis de poesía me encuentro como escritora residente en Casa Refugio Citlaltépetl en la ciudad de México.

http://www.roxanacrisologo.com/


NOTA: Las ilustraciones son del artista y poeta español, VBZ. Pueden encontrar sus trabajos visuales y excelentes poemas en su página personal en el siguiente enlace:

http://www.vbz.es/vbz.htm
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