Wednesday, May 30, 2007



Obra: Malditos divanes
Álvaro Antón










TECATO

Tu piel de clavo dulce
enloqueció
mis sentidos
al verte recorrer
El Conde
ese sábado...
y fue en tus miradas
color canela
donde cogí
el vicio.
Voy anonadado
por las calles,
adicto,
mirando en tus piernas
las pipas
donde fumarme
El crack
que no encuentro
en tierra
gringa.

Daniel Montoly© 2007

Tuesday, May 29, 2007

VICEVERSA

Tengo un resplandor
a media lengua
y los oídos,
frotándose
como barcazas
en
contra
del espacio.
Tengo
una razón
la que finge
ser luz
justo
cuando duermo.
Y sueño
que no sueño
una razón
que finge
ser luz
a media lengua
cuando
tengo
un
resplandor
y los oídos,
frotándose
como barcazas
en
contra
del espacio.

Daniel Montoly© 2007

Friday, May 25, 2007

Carlos Germán Belli
(Lima, 1927)



Oh Hada Cibernética...

Oh Hada Cibernética
Cuándo harás que los huesos de mis manos
se muevan alegremente
para escribir al fin lo que yo desee
a la hora que me venga en gana
y los encajes de mis órganos secretos
tengan facciones sosegadas
en las últimas horas del día
mientras la sangre circule como un bálsamo a lo largo de mi cuerpo.

©Carlos Germán Belli

De Dentro & Fuera (1960)


Algún día el amor...

Algún día el amor
yo al fin alcanzaré,
tal como es entre mis mayores muertos:
no dentro de los ojos, sino fuera,
invisible, mas perenne,
si de fuego, no de aire.

©Carlos Germán Belli

De ¡Oh Hada Cibernética! (1962)


A part l'adoration de Dieu la
volupté est donc l'act le plus
religieux de la vie

MALCOLM DE CHAZAL

Sí, santos cielos, que arda para siempre
la fuerza del amor en cuerpo y alma,
dando fe que resulta inapagable
la candela de las candelas de reina
que es la tea del ara que está aquí
en el centro del corazón hambriento,
porque ardoroso late
cuando Eva en el umbral apenas surge
encendiendo de súbito
las imberbes o las maduras llamas.

©Carlos Germán Belli


Extractos de ¡Salve, spes! (2000)

Segregación No 1

(a modo de un pintor primitivo culto)


Yo, mamá, mis dos hermanos
y muchos peruanitos
abrimos un hueco hondo, hondo,
donde nos guarecemos,
porque arriba todo tiene dueño,
todo está cerrado con llave,
sellado firmemente,
porque arriba todo tiene reserva:
la sombra del árbol, las flores,
los frutos, el techo, las ruedas,
el agua, los lápices,
y optamos por hundirnos
en el fondo de la tierra,
más abajo que nunca,
lejos, muy lejos de los dueños.

©Carlos Germán Belli

LA CARA DE MIS HIJAS

Este cielo del mundo siempre alto,
antes jamás mirado tan de cerca,
que de repente veo en el redor,
en una y otra de mis ambas hijas,
cuando perdidas ya las esperanzas
que alguna vez al fin brillara acá
una mínima luz del firmamento,
lo oscuro en mil centellas desatando;
que en cambio veo ahora por doquier,
a diario a tutiplén encegueciéndome
todo aquello que ajeno yo creía,
y en paz quedo conmigo y con el mundo
por mirar esa luz inalcanzable,
aunque sea en la cara de mis hijas.

©Carlos Germán Belli

(De En alabanza del bolo alimenticio)


El nudo

Esa increíble infinitud del orbe
No codicio ni un mínimo pedazo,
Mas sí el espacio de tu breve cuerpo
Donde ponerme al fin a buen recaudo,
En el profundo de tus mil entrañas,
Que enteras conservaste para mí.
Al diablo el albedrío de la vida,
Sumo don de los hados celestiales,
Y nada más que estar en ti prefiero
Sujeto a tu carnal y firme lazo,
Que si vas a las últimas estrellas
Contigo ir paso a paso yo también.
Es así el vivir día y noche siempre
Bien atado a ti con el carnal nudo,
Aunque en verdad del todo libremente,
Pues de la tierra al cielo voy vengo.

©Carlos Germán Belli


Amanuense

Ya descuajaringándome, ya hipando
Hasta las cachas de cansado ya,
Inmensos montes todo el día alzando
De acá para acullá de bofes voy,
Fuera cien mil palmos con mi lengua,
Cayéndome a pedazos tal mis padres,
Aunque en verdad yo por mi seso raso,
Y aun por lonjas y levas y mandones,
Que a la zaga me van dejando estable,
Ya a más hasta el gollete no poder,
Al pie de mis hijuelas avergonzado,
Cual un pobre amanuense del Perú.

©Carlos Germán Belli

En qué punto del firmamento...


En qué punto del firmamento o suelo
habitas (interrogo hora tras hora
a las nubes que avanzan por el cielo);

y te busco con el mayor anhelo,
aunque infinita fuera la demora,
por escudriñar todo el cielo y suelo.

Penetro del arcano el denso velo,
aun hurtando los rayos de la aurora,
y en oscuridad dejo por ti el cielo.

Bien vale contratiempos y desvelos
el conocer por fin dónde tú moras,
si en la bóveda arriba o en el suelo.

Y poco importa el riguroso hielo,
ni el fuego del infierno que desdora,
pues mirarte prefigurará el cielo.

Baste con verte cuando duermo o velo,
distante en las antípodas ahora,
que si no te vislumbro acá en el suelo,
seguro se me cerrarán los cielos.

("Canciones y otros poemas ".
Editorial Premià, 1982)

©Carlos Germán Belli


POEMA

Papá, mamá,
para que yo, Pocho y Mario
sigamos todo el tiempo en el linaje humano,
cuánto luchasteis vosotros
a pesar de los bajos salarios del Perú,
y tras de tanto tan sólo me digo:
"venid, muerte, para que yo abandone
este linaje humano,
y nunca vuelva a él,
y de entre otros linajes escoja al fin
una faz de risco,
una faz de olmo,
una faz de búho"

©Carlos Germán Belli



ÉL AVISÓ LAS SEÑALES

Yo espero una bengala de aviso
tantas veces he escrito la clave en un papel
la he grabado sobre un grano de arena
con la fuerza del hambre
iluminado por un haz de luz
como cuando cruza un navío delante de los acantilados
o se incendia de repente la carpa del circo
en la noche oscura
cuando arrojan a las tribus antiguas
hacia las alamedas de yacimientos de hulla
y los tigres inclinados al borde de los estanques
electrizan con su piel
los menudos ojos de los peces
es así que yo espero un silbo de aviso
entre arroyos con mimbre
y la opulencia de una hilera de mesas de noche
yo te busco en todos los rincones
con una fogata
para alumbrara los vidrios
y ver las señales mágicas de tu vaho
cuando no te dejan cruzar el umbral del puente de mi río
o no me dejan seguir en los caminos
las líneas secretas de las rocas de tu valle.

©Carlos Germán Belli



LAS COSAS DE LA CASA


He aquí la casa bien oculta
tras las nubes de la celeste bóveda,
preservándola de los fieros cacos
terrenales que alrededor acechan;
y así poder vivir metido en ella
en medio de una tibia paz siquiera,
aferrándose a las calladas cosas
que no dejan de estar a cada rato
acompañando como dulces seres;
porque al paso del día y de la noche
todo aquello que inerte y fiel yace
en las proximidades de uno siempre,
en el templado seno de la casa,
resulta parte de la invisible alma,
ya una sola naturaleza exacta.

©Carlos Germán Belli




Carlos Germán Belli (Lima, 1927)


Fuente: La foto fue tomada de LETRAS 5

Thursday, May 17, 2007

Las palabras y las cosas

«Palabra Girando», Exposición-Homenaje a Oliverio Girondo se inauguró ayer en la Biblioteca Nacional (Buenos Aires) con un show de Fito Páez

por Silvina Friera


“Y se encuentran ritmos al bajar la escalera, poemas tirados en medio de la calle, poemas que uno recoge como quien junta puchos en la vereda.” Lo escribió Oliverio Girondo en su Carta abierta a “La Púa”, incluida como prólogo en la edición de Veinte poemas para ser leídos en el tranvía.
Si el poeta tocó el nervio de los lugares, sacando la realidad de sus moldes con una fuerza de expansión desorbitada, el dramaturgo, director, actor y artista visual Fernando Rubio espanta la letra de los márgenes de las páginas que dejó el poeta y la inscribe en la arquitectura del edificio diseñado por Clorindo Testa.
Y con esta traslación, también toca el nervio vital del edificio y de la gente que lo habita o lo transita, porque casi no hay espacio de la Biblioteca Nacional —escaleras, ventanales, pasillos, ascensores, matafuegos, baños, explanada hasta oficinas— que no esté invadido por versos del autor de En la masmédula.
Palabra Girondo —pintura, palabra, video, instalación sonora, con música compuesta por Fito Páez, quien ayer inauguró la muestra con un recital— es un homenaje que cuestiona cómo se piensan los homenajes a 40 años de la muerte del poeta. ¿Recreando un espíritu? ¿Volcando una serie de especulaciones sobre lo que debiera ser? Las respuestas que ofrece Rubio están lejos del bronce y del mármol. Proponen algo más complejo y vital: que la poesía pueda ser encontrada y descubierta, que atraviese todas las zonas y que, sin pedir permiso, genere un relato vincular.
Quienes no tengan la intención de conocer la obra de Girondo igual se encontrarán con ella si van a la Biblioteca Nacional. Por todas partes, hasta si deciden hacer una escala por los baños. Por empezar, quien manotea el picarporte de la puerta se encontrará con el nombre de Oliverio. O mientras se lava las manos, puede leer un texto de Membretes: “Goya grababa como si entrara a matar”.
Rubio se ríe al recordar lo que sucedió desde que pintó la frase en esos diminutos azulejos que decoran la pared. “El primer día vino una chica de seguridad y me dijo: «Yo borré entrar a matar porque con esto que estuvo pasando en Estados Unidos... no sea cosa que alguien se contagie y nos maten a todos...» Lo volví a escribir y ella lo volvió a borrar. Nosotros seguiremos escribiéndolo y ella seguirá borrándolo”, plantea Rubio, aunque hay carteles que indican: “Por favor, no tocar, Palabra Girondo”.
“La palabra empieza a provocar cosas y me fascina que pase esto”, señala el artista a Página/12.
“Me molesta cómo se piensa al artista muerto y el reconocimiento de mausoleo que se produce con el tiempo”, confiesa Rubio. “Los homenajes suelen cristalizar al poeta y en estos tiempos que vivimos cualquier manifestación, por más grande que sea, dura poco y a los tres minutos se pasa a otro tema. Aunque esto se borre, llueva y la letra se empiece a salir, van a quedar las marcas de su palabra en la arquitectura de la biblioteca.”
Rubio dice que encontró en los baños una manera de hacer circular la obra de Girondo en un espacio cotidiano, aunque poco visible.
No importa si sube o si baja, no bien se cierra la puerta del ascensor, rapidito, podrá leer: “Con la poesía sucede lo mismo que con las mujeres: llega un momento en que la única actitud respetuosa consiste en levantarles la pollera”. Una chica que trabaja en la biblioteca, y que ya se acostumbró a verlo a Rubio pintando versos por todas partes, lo saluda y le dice: “Es muy cierto lo de la pollera, ¿no?”.
Horacio González, director de la Biblioteca Nacional, advierte que leer al poeta es entrar en una clase especial de vértigo. “Podrá decirse que toda poesía implica un descenso implacable a las bases de sentido del lenguaje. Las afecta, las destruye, las revisa, las golpea, las revierte. Pero en Girondo, la poesía intenta ser casi exclusivamente el comentario de esa acción de desastre, con el agregado que las palabras intentan pasar a un orden musical, cósmico”, explica el sociólogo.
“La creencia de que pueden ser sustituidas las palabras por golpes rítmicos y secuencias basadas en onomatopeyas es uno de los más viejos debates sobre la lengua. Girondo puede inclinarse a la sustitución de partes del cuerpo por objetos cotidianos, creando nuevos mundos corporales y objetivos, pequeños monstruos líricos con metáforas de brusquedad tierna, de infantil catastrofismo amoroso. O puede elegir que esos objetos nuevos sean las propias palabras, sometidas a un sinsentido primordial.”
Rubio cuenta que quedó maravillado al volver a leer a Girondo. “Es un poeta de una modernidad absoluta y que yo haya podido hacer esto tiene que ver con esa modernidad. Porque no traje una idea arbitraria para hacerme el loquito. Su poesía invita a esto; por ejemplo los Membretes podrían estar en cualquier lugar, y además contienen una forma literaria, un pensamiento, a diferencia del graffiti.”
Uno de los chicos de seguridad le comentó al artista que una investigadora, cuando vio la explanada y los ventanales de la sala de lectura con las inscripciones, gritó, espantada: “¡Qué le están haciendo a la Biblioteca!”. Rubio reflexiona sobre la reacción de ella y del personal que tuvo que soportar los gritos y las quejas. “El chico me decía que no entendía por qué una mujer tan culta gritaba, que si le hubiera preguntado, él le habría contestado que era la obra de un poeta”, recuerda Rubio.
“Lo interesante es cómo una obra también interfiere en los roles sociales, en el hecho de que el chico de seguridad le podía haber dado una respuesta, que de eso conocía más que la investigadora. Siempre estoy tratando de hurgar en estos aspectos, ver qué sucede con las personas, el impacto que tienen la palabra y la imagen. Habrá espectadores más interesados o no, pero la obra interviene en situaciones inesperadas, y Girondo tenía una mirada sobre esas formas.”
“No podemos, no debemos consentir que el signo de la muerte sea el que consagre y descubra a los grandes hombres como aquí suele suceder muy a menudo. A Oliverio hay que darle en vida la respuesta a su exuberancia, a su fidelidad literaria, a su clarividencia fulminante”, escribió Raúl Gómez de la Serna en 1941, intuyendo la grandeza de un poeta todavía joven, con pocos libros publicados, y lejos aún de la escritura de En la masmédula, considerada por la crítica su obra más lograda.
“En este momento no puedo dejar de pensar a Girondo en relación con este espacio, con la Biblioteca Nacional, hasta que inevitablemente la letra se desarme y se borre”, concluye Rubio.

Tomado de Página/12

Reproducido de: La Ventana

Tuesday, May 15, 2007

EL EMBRUJADO

Ovidio nació ciego pero extraño. Tan pronto se levantaba de la cama le daba por narrar sus sueños, o visiones sobre hechos por suceder. Destacó de otros niños por aquella capacidad sensorial, que sobrepasaba con creces una condición normal psíquica. A medida que crecía, se mostró como superior a un ser ordinario.

Ponía tal énfasis en la descripción de sus sueños - dando detalles de lugares en los que físicamente nunca había estado, y que dada su condición de invidente, de hacerlo, tampoco habría visto - que nadie se atrevía a ponerlas en duda. Escucharlo contar una de sus odiseas, era como ver una película. Varias de sus predicciones se hicieron realidad, dejando una imborrable marca de dolor en su propia familia, como cuándo predijo la muerte de su abuela paterna, que dejó este mundo tres días después. Otra fue cuando les dijo a sus padres, “que la esposa del alcalde iba a acabar con su vida a cuchilladas por un arranque de celos”. Los padres al escucharlo, se aterrorizaron porque si alguien, que no fuera ellos lo escuchaba mencionar una cosa como esa, iban a pensar y decir que tenía “al mismo diablo adentro”.

Su fama se propagó. Por la calle le decían “el embrujado”. Sus padres, Rogelio y Cándida vivían en una zozobra constante, temiendo que en cualquier momento apareciera una turba enfurecida y dispuesta a lincharlo. Fue él quién decidió “que iban a llevarlo a ver un famoso curandero que hacía trabajos espirituales”.
Aquella esperanza los llevó a la zona norte del país, así que harían el viaje “para saber si de verdad estaba poseído por algún espíritu malo”, como temían. Y es que, no querían por nada del mundo, que por cosa de este hijo “sus almas fueran a verse comprometidas con el demonio”.

Se levantaron temprano y caminaron con rumbo al mercado -que no quedaba muy lejos de su casa- para montarse en un camión que fuera al norte. La sorpresa que se llevaron los dejó boquiabiertos, porque al llegar a la propiedad del curandero, Ovidio comenzó a describir paso a paso todas las características del sitio y las físicas del famoso brujo, a quién aún no tenían oportunidad de conocer. Su madre, doña Cándida una mujer entrada en los cuarentas, obediente a Dios y que se caracterizaba por una profunda convicción católica, al escucharlo se llevó ambas manos a la boca. Sus ojos comenzaron a lagrimear y a parpadear con insistencia, como luces de luciérnagas en la época, en que estos parajes se visten de penumbra. No podía creer que su Ovidio, fruto de sus entrañas y al que había traído al mundo, estuviera “poseído por algún espíritu negro”. El sólo hecho de pensar una cosa así le produjo escalofríos, e hizo que comenzaran a erizarse los bellos de sus brazos. El padre de Ovidio, contrario a su mujer, lo escuchaba azorado, envuelto en un manto de curiosidad, por saber la fuente de donde su hijo extraía todas estas extrañas informaciones, que tanto terror y miedo causaron entre sus vecinos.

Agotados de hacer antesala, salieron a caminar por el patio del fondo en la casa del brujo, se detuvieron a mirar unos naranjos florecidos que estaban cundidos por abejas, sobrevolándolos en sus ramas y que en los troncos, estaba lleno de gallinas guareciéndose del intenso calor tropical. Las gallinas lucían mareadas y corrían como drogadas, tropezando con los pies de los visitantes por una extraña e idílica felicidad. Siguieron andando y se acercaron a la jaula, en donde aquel hombre de ocultos saberes, criaba una enorme boa de color gris pardusco. Ahora sabían por qué había tantas gallinas andando por el patio. El joven se acercó hasta la boa, y su madre corrió a agarrarlo, no fuese a pagar su curiosidad con creces. Esa culebra podía tragarse un becerro fácilmente, y mucho más fácil, a un muchacho delgaducho que no llegaba a pesar cien libras.

El padre volvió a la entrada para ver como iba la fila de pacientes, que esperaban la bendición de ser atendidos por el brujo. Se enteró que “quedaban varias personas -según le dijo una señora que se encargaba de repartir los números- y eso que madrugaron”. Habían salido de casa, aún cuando la luna brillaba tanto, que en un momento pareció afectar la virginidad de las niñas de los ojos. Al instante, Rogelio no sabía de dónde o cómo, pero cuando volteó estaba a su lado un hombre de cuerpo enjuto, con el rostro ensimismado por la mansedumbre, que se atravesó en su destino cuando quiso volver al lugar donde doña Cándida y Ovidio lo esperaban, y le dijo:
–Lo estaba esperando desde hace varios años. ¿Adónde está el muchacho? - Don Rogelio no pudo esconder su nerviosismo, y exclamó:
– Allá. - Señalando con el índice, mientras no paraba de balbucear frases incomprensibles. El curandero se quedó observándolo a la cara por un momento, y luego preguntó:
-¿Por qué se ha puesto usted tan descolorido? - Pregunta que no necesitó respuesta. El padre de Ovidio en su desconcierto, no supo qué responder.
– Pues no sé.
- No te preocupe hijo que yo no soy el diablo, y mucho menos uno de sus sirvientes. Ahora dime una cosa... ¿adónde está el muchacho? - El padre, sintiéndose incómodo por la insistencia del brujo, lo llevo al lugar adonde estaba sentado: Una banca de madera bajo la sombra de una mata de palma.

No hizo falta que le mostrara a Ovidio, porque se buscaron los ojos uno al otro, rastreándolos en la brisa como hacen los venados en época de apareamiento. Se tutearon de párpados a párpados -a pesar de la ceguera física de Ovidio- sonrieron, y con una actitud que llenó de asombro a sus padres, Ovidio abrazó al brujo, y recibió respuesta tal, como si se tratara de dos viejos amigos que hacia mucho tiempo que no se veían.

- Este muchacho no tiene ningún problema. Sólo trajo abierto el ojo de la conciencia, y puede ver e interpretar los mensajes que se esconden en los sueños. Un don que no tiene todo el mundo. -Dijo el brujo, mientras el padre de Ovidio se quitó el sombrero. Se podía leer miedo y duda por la forma como se mordió los labios. La total incertidumbre, fue motivada en parte por el aura de superstición que rodeaba a su hijo. La madre interrumpió al curandero para preguntarle:
- ¿Entonces Ovidio no está embrujado como dice la gente?
- Claro que no. Las personas juzgan como “malvado”, todo aquello que desconocen y como no pueden explicarse, ni el por qué de esas cosas desconocidas, terminan atribuyéndoselas a un supuesto ente maligno.
- Entonces, ¿cómo podemos ayudarlo a que sea normal? –Dijo Rogelio.
- Pero sí le acabo de decir que el muchacho no tiene ningún problema. -Reiteró el curandero, que descansaba sus manos en un grueso collar de semillas de zambo. Algo sobresaltado porque sentía, que aquellas palabras lo juzgaban también a él, por su tono sentencioso. - Denle gracias a Dios que los bendijo con un hijo, que puede mirar lo que existe más allá de lo que vemos.
- Seguiremos su consejo. - Respondió el padre de Ovidio, que por dentro, se mostró renuente a aceptarlo. Desilusionado de que Ovidio no iba a ser como los demás. Llegó a pensar en dejar al muchacho abandonado en la propiedad del curandero, pero se abstuvo de decírselo a su mujer por temor a su reacción, pues a pesar de que ya lucía cansada de tener que lidiar con la anormal situación de su hijo, se rehusó con vehemencia a internarlo en un orfanato.

Ovidio, ajeno a lo que discutían parecía estar en las nubes. Sus ojos se aletargaron, cayó sumergido en un profundo trance -como si gozase tras ingerir una infusión de peyote - una cascada de saliva comenzó a caerle del extremo izquierdo de la boca adonde hacía festín un enjambre de moscas, que su padre las espantó de un sombrerazo. Mientras la madre sacó un pañuelo de un bolso rojo y lo limpiaba, Rogelio pensaba “¿porqué Dios mío? ¿Qué hice para merecer un hijo como éste?” El curandero, bajo la excusa de tener que atender a otros enfermos les dijo que se retiraba, y se acercó a darle un efusivo abrazo al nuevo miembro de la manada sagrada, que desde el suelo, sonrió mirándolo a los ojos, como un niño mongólico.

Resignado, Rogelio se echó a su muchacho al hombro con rumbo a la carretera para coger un camión, y volver al pueblo de donde venían. Ahora se sentían abrumados. Con más incertidumbre que cuando llegaron. Porque habrían venido con la esperanza de que la sabiduría de aquel hombre, pudiera librar a su vástago de la demoníaca posesión, pero –ahora- gracias a los consejos de aquel hombre, las cosas se complicaban mucho más, y no sabían qué hacer para resolver la angustiosa situación del hijo.

A un lado de la carretera, cerca de una hondonada cubierta de plantas de maguey y sábila, caminaron esperando a que cualquier vehiculo que pasara con dirección al oeste los recogiera. La carretera no estaba pavimentada, era más bien una trocha llena de hoyos, abierta entre montañas y los llanos de Esterohondo. El tráfico de camiones cargados de víveres y animales con destino al mercado de la ciudad a su paso, formaban nubes de polvo de color rojizo, que terminaron endureciendo los rostros de los pocos pobladores que vivían en esa apartada zona del país. Mientras esperaban, el sol se fue hundiendo detrás de la cadena montañosa que rodeaba todo el oeste, y los vestigios de vida o esperanza, fueron despareciendo con él. Las ranas comenzaron a croar, en una cañada que desembocaba en laguna, y era la fuente de agua potable del poblado. Esa noche el cielo estaba algo borroso, como si fuese a llover, pero el poblado llevaba varios meses sumido en una de las más cruentas sequías, que ya habían matado a gran parte de los animales domésticos.

Don Rogelio y doña Cándida caminaban. No sabían si agradecer o maldecir a Dios. Año tras año la carga emocional se acumulaba, originando conflictos en su matrimonio. Sentían desilusión. Su único hijo no era como los demás muchachos ni lo iba a ser nunca. Ovidio, raíz de la tristeza que ondeaba en los ojos de Rogelio, fue esgrimido para amenazar más de una vez a su mujer, y ella al ser maltratada, comenzó a sufrir problemas de baja estima, responsabilizándose por que “ni siquiera fue capaz de darle un hijo, que fuera motivo de alegraría en su corazón”.

***

Como cada noche Cándida se echó a llorar, maldiciéndose a sí misma por la tragedia. Después de caminar varias horas, se detuvieron cerca de unos peñascos, y se sentaron a esperar a que alguien se parara a recogerlos o de lo contrario, iban a tener que amanecer ahí. A lo lejos se escuchaba ruido de los chivos y perros. Cándida se alejó un poco de ellos para satisfacer una urgente necesidad fisiológica, bajo la mirada de Rogelio que la vio desaparecer detrás de unos arbustos, y aprovechando la situación se incorporo, y se quedó observando a su hijo, que continuaba sentado en los peñascos -luciendo meditabundo como un caballero errante -se agachó a recoger una piedra puntiaguda, que estaba cerca de una plata de mierda de chivo, y se paró frente a él, lo agarró por el cuello con la mano derecha obligándolo a ponerse de cara al suelo, alzó la piedra y enseguida, se escuchó un golpe brusco en la oscuridad, seguido de un ligero grito humano. La sangre se fue apostando en torno a la cabeza machacada del muchacho. Rogelio comenzó a caminar con destino a la cañada, por donde momentos antes había visto a doña Cándida desaparecer entre arbustos. Bajo una ataque de ansiedad, y luciendo como enloquecido, se detuvo por un momento en medio de la oscuridad, a recoger un palo que vio tirado en el suelo, lo recogió y siguió abriéndose paso entre las ramas, Cándida que no se inquietó al verlo venir, porque ni siquiera tuvo tiempo para percibir su intención, la encontró aun aplastada con su ropa interior a medias rodillas, pero al verlo con el palo en la mano, se quedó mirándolo a los ojos. Él se acercó y ella gritó, e hizo un gesto para defenderse colocando sus manos sobre la cabeza, pero comenzó a golpearla de manera inmisericorde, como si estuviese poseído por algún demonio. De nada valieron sus gritos, porque el hombre no paro un instante de golpearla, hasta que finalmente se desvanecieron con la acción cómplice de la brisa, que estaba haciendo esa noche. Los golpes le desfiguraron la cara, tenía roto el cráneo y varias costillas.
Rogelio, arrojó el palo cerca del cuerpo y comenzó a caminar con destino a la carretera, como si fuese uno de los tantos fantasmas que merodeaban en esa zona -según los habitantes.- Caminó hasta que vio a lo lejos las luces de un camión acercarse por al oeste. El conductor como era costumbre, al verlo se detuvo a recogerlo. Subió a la parte trasera del camión, e hizo una señal con su dedo pulgar al conductor para que pusiera en marcha. Nunca más lo volvieron a ver por esa parte del país.

Dicen que se fue a vivir a un poblado cercano de la costa, en donde tenía algunos familiares paternos que lo ayudaron a comenzar una nueva vida. Pasados tres años, se casó con la hija de un hacendado de la zona que había quedado viuda con tres hijos, dos hembras y un varón que lucían saludables, y a sus ojos bastante normales, sin manifestar el extraño comportamiento de su hijo Ovidio, por lo que ahora se sentía feliz y realizado, salvo algunas ocasiones, en que le entraban ataques de pánico y ansiedad. Entonces, desaparecía de la casa por horas, y lo encontraban sentado en los farallones, con la mirada clavada en la profundidad del océano, como huyéndole al pasado. Su mujer que era diez años menor que él, no se atrevía a preguntarle nada, ni en lo referente a su pasado -del que Rogelio reaccionaba en forma airada al ser cuestionado- ni de sus constantes pesadillas, notorias porque la despertaba en medio de la noche cuando, forcejeando con alguien imaginario, lanzaba gritos que aterrorizaban a todos en la casa.

Los nervios y el temor de algo amenazante para sus hijos, la llevaron a ofrecerle “ir a ver a una señora que hacia trabajos espirituales”. Rogelio no la contradijo y le prometió que irían, una vez que la contactara. Al poco rato salió como siempre, con destino a los farallones pero al acercarse la hora de la cena no regresaba, así que ella salió corriendo a buscarlo pensado siempre en lo peor, ante el peso del luto avecinándose de nuevo, pero como nunca encontraron el cuerpo de Rogelio, y ella nunca aceptó su muerte, a la hora de la cena, colocaba su plato en la mesa, ante la mirada de reproche de sus hijos, esperanzada de que “algún día volvería a verlo cruzar la puerta”.


Daniel Montoly®

Thursday, May 10, 2007





Obra: El Pensador
Jonás Muvdi



Tránsito en el agua.


Es la hora del crepúsculo: -sexo ambiguo
entre el día y la noche-
mis amigos –setenta en total-
toman café y charlan.
Las citaciones de versos
se repiten,
el léxico sexual de algunos
se acentúa con los tragos.
El tiempo
se adosa a la pared como musgo,
discurre arrastrando
sus agujas voraces por los rostros.
Yo observo, estoy y no estoy
en los diálogos,
me quedo varias veces en un "dejavu",
con los fosos de Edipo
fraguados en un vacío enorme.
Saco mi lápiz y tomo apuntes,
leo y releo los nombres temporales
de estas almas tránsfugas
aunque quizás no vuelva a verlas nunca
con los ojos de aquel día que antes tuve.

Daniel Montoly/© 2002

Tuesday, May 8, 2007




LA NEGRA

Obra del artista dominicano, Jonás Muvdi.


DAMAS DE LA BOLITA DEL MUNDO

Los días de carnaval
se confunden en los ojos
con perlas
de prostitutas,
mas en la oscuridad
su sexo
no tiene género.
Y no es sorpresa
encontrarlas
vestidas,
fumándose un triste cigarro
en el Malecón.
Una y otra vez cantan
y ríen a los pies
de las estrellas,
pero nunca
salen del asombro.
Ellas prefieren el anonimato
a pagar impuestos
al César.

Daniel Montoly/© 2007

Sunday, May 6, 2007

No se puede vivir sin la poesía


Mi compromiso histórico ha tratado de ser siempre crítico; toda mi poesía estuvo en esta trayectoria de comprensión crítica de la realidad. Entrevista al poeta cubano César López

por Silvina Friera
A su madre le gustaba escuchar tangos, y él canta el comienzo de Ninguna con su voz finita, quebrada por el murmullo de la gente que recorre el predio de la Rural. “Esta puerta se abrió para tu paso, este piano tembló con tu canción, esta mesa, este espejo y estos cuadros, guardan ecos del eco de tu voz...” Cuando el poeta cubano se entusiasma, cita versos, recuerda frases y canciones, aunque el café que pidió se enfríe.

“La poesía está más viva que nunca y es tan necesaria como la respiración porque no se puede vivir sin ella”, dice César López a Página/12, que inauguró ayer el Segundo Festival Internacional de Poesía en la Feria del Libro. El autor de Segundo libro de la ciudad —prohibido hasta 1988 por incluir un poema en el que denunciaba, en 1970, la existencia de campos de reclusión en La Habana— sabe que la relación de todo creador con el poder político es siempre compleja.

López, que soportó durante quince años el “exilio” interno del silencio hasta que pudo volver a publicar sus libros en la isla, cuenta que afrontó esta circunstancia con “honestidad desgarradora”, pero sin negar que sintió miedo. Y con esa misma honestidad, durante la reciente Feria del Libro de La Habana, sorprendió a los cubanos cuando en el acto de apertura, ante Raúl Castro y el ministro de Cultura Abel Prieto, recordó a varios escritores del exilio, como Reinaldo Arenas, Guillermo Cabrera Infante, José Kozer y Lydia Cabrera, entre otros, quienes tuvieron una relación distante o crítica con la revolución.

“Este encuentro se complementa con lo que está pasando con la poesía en el festival de Medellín, de Bogotá o el de La Habana, para limitarnos sólo a América —opina el poeta—, pero que en una feria del libro se convoque un encuentro de poesía resulta esplendoroso, no solamente porque nos encontramos también poetas de todas partes sino porque queremos que el lector se comunique más con el mundo de la creación poética.”
¿Ahora los lectores se están acercando más a la poesía?
—Desde el siglo XIX, desde la eclosión del modernismo, desde el momento en que los poetas de nuestra América cambian el panorama de la poesía escrita en nuestra lengua, ha habido un devenir progresivo y permanente de la poesía. Pensemos que cuando Rubén Darío se encuentra con José Martí en Nueva York le llama “padre” y Martí le dice a Darío “hijo”. Es decir que ya hay un fundamento, una piedra de la construcción de una poética nuestra, que va a influir inclusive en los poetas de la península. Hay una interrelación entre los poetas y los lectores de poesía en Colombia, México, Chile, Argentina, Perú y Cuba. En los últimos años los que se dedican a la poesía se sienten orgullosos de ser poetas y de ser reconocidos como tales. Antes el poeta era considerado un “comemierda”, que en Cuba es una expresión muy dura, pero ahora los poetas son respetados. Es increíble participar del festival de poesía de Medellín, una ciudad tan difícil, tan violenta, que reúne a miles de personas y a cientos de poetas de todo el mundo. A veces hay diez mil o quince mil espectadores escuchando poesía dicha en los más variados idiomas.
¿Por qué antes los poetas no se sentían orgullosos de su condición?
—Una parte de la sociedad burguesa despreciaba a los poetas y entonces muchos interpretaron el papel de malditos y empezaron a oponerse al sistema que los contradecía, los combatía. Hay que tener cuidado, porque muchas veces el sistema acepta a los poetas para poder maniatarlos y silenciarlos. Pero creo que los escucha, aunque tengan visiones contradictorias en relación con la sociedad, y sobre todo con los gobiernos. La relación de todo creador con el poder político es difícil, aun cuando en un país ha surgido un movimiento de esperanza —estoy pensando en la revolución de Octubre en la antigua Rusia—, el choque con los poetas fue tremendo: fueron perseguidos, muchos se suicidaron, no fueron reconocidos; hombres y mujeres que tuvieron que esperar el paso del tiempo para que fueran aceptados por lo que eran: voces del pueblo. También en España la Guerra Civil comienza y termina con la muerte de poetas; comienza con la de Lorca y termina con la de Miguel Hernández, pasando por la muerte de Machado, cuando cruza la frontera hacia Francia.
¿La poesía le permitía “decir” lo que no podía decir públicamente en los años en que estuvo silenciado en Cuba?
—Como decía el poeta español Luis Cernuda, el compromiso fundamental de un poeta es con la poesía, pero ese compromiso no lo exime de lo que está pasando, de sus circunstancias. El poeta debe estar abierto a todo lo que está pasando en su mundo, en su coyuntura. Borges siempre afirmó que el tema fundamental de la poesía es el tiempo, y el tiempo obliga al creador a estar atento al futuro sin desmerecer lo que el pasado le trae. El filósofo Heidegger hablaba de un futuro “sido”; los poetas están en el presente, enganchados al pasado y a ese concepto heideggeriano del futuro “sido”.
Para mí la poesía quiere decir ponerse al servicio de la creación en el sentido clásico de la palabra. Eso es lo que he intentado hacer en mi país. Si lo he logrado o no, el tiempo dirá la última palabra o no dirá absolutamente nada, que es una forma de opinar. Pero el hecho de que me pusiera al servicio de la poesía no implicó que no pudiera opinar. Mi compromiso histórico ha tratado de ser siempre crítico; toda mi poesía, o todo lo que el lector cree que es mi poesía, estuvo en esta trayectoria de comprensión crítica de la realidad, comprensión que, en su expresión, muchas veces fue prohibida.
No se trata ahora sólo de lo que dije recientemente en la Feria de La Habana; lo que he dicho últimamente lo venía sosteniendo en los textos, en los discursos, en las conferencias, en mi casa. Y no me arrepiento porque, como casi todos mis colegas, intento ser honesto. Martí decía, en una frase que algunos les ha molestado: “Yo soy honrado y tengo miedo”.
¿Sigue habiendo tensiones entre las expresiones “cultas” y “populares” en la poesía latinoamericana?
—La cultura no es solamente la “alta” cultura sino la cultura popular, inclusive la terminología es falsa. En la Argentina se puede ver cómo los grandes poetas asumen el tango y cómo los tangueros asumen a los grandes poetas: “Esta puerta se abrió para tu paso, este piano tembló con tu canción, esta mesa, este espejo y estos cuadros, guardan ecos del eco de tu voz”. Este tango (Ninguna) es un gran texto poético argentino. Así como los argentinos no pueden pensar la poesía sin el tango, en Cuba no podemos pensar la poesía sin Benny Moré, Celia Cruz, Bola de Nieve, pero también sin Nicolás Guillén, Carpentier, Lezama Lima, Piñera, sin la guaracha, sin el son y la rumba.
Todavía tenemos que aprender que la poesía admite muchas posibilidades. Por ejemplo, en la Biblia aparece este versículo: “En la casa de mi padre muchas moradas hay”. Esto quiere decir, como lo expresamos en Cuba, que hay dulces para todos. Debemos promover las más diversas variedades de expresión poética para que, como decía el poeta alemán Hölderlin, dejemos de ser un signo sólo de los indescifrados para ser disfrutadores gozosos, aunque lloremos, del signo poético.
En la Argentina muchos señalan que la obra poética de Borges es menor, comparada con su narrativa. ¿Qué opina?
—Todo lo contrario, Borges es uno de los grandes poetas de la lengua del siglo XX, y está a la altura de Vallejo, de Neruda, de Octavio Paz. Borges es un poeta excelente y hasta me animo a decir que es más poeta que narrador. En una conferencia en México alguien me dijo: “Me extraña que un cubano haya citado tantas veces a Borges”. Y yo le contesté que lo que debería haberle extrañado es que un cubano no hubiera citado tantas veces a Borges. Si Borges no hubiera existido, lo habríamos tenido que inventar.

Tomado de Página/12
Reproducido de: La Ventana

Friday, May 4, 2007

Marcos Arcaya Pizarro
(La Ligua, Chile, 1979)

Poeta Invitado en El Wrong Side




I
unidos los cuerpos
por mangueras de tripa
era asunto para no sorprenderse
fue razón suficiente
de iniciar ese viaje
el salir a morir en un sitio distinto
volveríamos con alas
como brazos
o acaso portando una forma más linda
TANTOQUEUNPOCOCLAROQUE
entre el crujir de esas lluvias
de ácaros
mientras el incendio descomunal de todo el universo

II
todo edificio terrestre es una máquina
una antipatía por la criatura natural
el relato que articula penas prematuras
por sobre el canto de un soñado bien
yo viendo las cosas en criollo con
cierto aire a dimensión referencial
supe vagar por esas profundas latitudes sin
pisar las líneas trazadas
de lo público
Pero vamos por partes
no se crea que me quejo de lo absurdo en ese viaje
protesto por la noche/por el día
da lo mismo
de aquel sueño que persiste
sueño a veces un relato diminuto
tres veces y media peor que esa torre de motores
donde viajo

III
en el alunizaje fosforeció en lo plomizo un
cardumen de peces
dimos medio a medio oreja adentro
estrellando contra un roquerío sideral
vertical horizontal y
circular/nada importó el doctor Berenstein
a propósito de la ley de alquileres
en esa isla que no es isla sino roca
que nadar no sabe allende el circunnavegar
de los cometas

IV
en nuestra notación de símbolos cuyo sentido ya no se conoce
junto a los restos botánicos del aire
todo balbuceo viaja en ondas como simple vestigio de manzana
sin correspondencia efectiva
nada es nuevo con nosotros y Dios era el mundo
la confusión misma se reduce a nivel del microscopio
ofreciendo su embriaguez de cantos ortopédicos que
nos han dado la forma bella/necesaria
la tenue luz negrusca de las olas
con sus fauces dinosáuricas
que a bien asir la carne metálica del cuerpo se dignan
donde la muerte asoma en los relojes de la atmósfera terrestre

-TENEBROSO Y MUDO COMO ÁRBOL
-SOÑABA Y ESPERABA AÚN CUANDO NO SÉ QUÉ NO SÉ QUÉ
-ARRASTRANDO LA NOCHE
-EN MI REGIO CINTURÓN DE PEZONES HUMANOS

V
lo importante radica en decir
SANGRE SANGRE SANGRE
téngase en cuenta
10-4
como vestido en el baile protege al público ausente
esta imagen en rojo/su corona adjetiva
cada tanto
el sol
sus rojas furias sueltas me han mordido salpicando un poco
nuestras buenas maneras
palabras/balbuceos transmitidos por radio
un tiempo ligero de pedazos
lo ingobernable de la pólvora en su sitio
de las luces del tablero/de planetas
cada engranaje trabajando todo
.................... debidamente etiquetado
y tú descenderás a lo profundo en distintas latitudes

VI
inventarte casualmente sólo intentar eternidad
en la distancia
flotando
sin fechas guiadas/graduadas
por la buena educación promedio
ser tu lugar a manos llenas
sin el sabor de los seres unicelulares pegados
a los dientes
sin palabras tocarte mirarte nadamos lento de ballenas
varamos como medusas
pero en el intento persistimos
ángeles que no sabemos pero
presentimos obstinados
y nos convencemos que no duele
que bajamos directo hacia

-CUANTO PIENSO POR LA TORRE INFINITAMENTE HORRIBLE
-POR EL AIRE EN ESTE SUELO SU CEMENTO NEGRO DE MIS ALAS

VII
en la luna existen palabras muy largas
para cosas pequeñas
como la niña del columpio llamada Francisca
existen palabras cortas para cosas grandes
como esa cordillera de nombre Leibniz
pero existen también palabras cortas
para cosas o animales pequeños
como esos gatos repletando los trenes
y palabras largas para cosas o animales grandes
como decir 3478 kilómetros de diámetro

VIII
el abanico de sueños en la luna
es el más amplio del paisaje
una estética del plagio pequeñito
de bolero
de casitas miserables
de trabajo en el reflejo
réplicas feúchas con número seriado caminando
hacia los acantilados de esos mares de arcilla
se pulsa sangre fingiendo sangre
fresca lanza de guerra
mentido cada ángulo profundo
catástrofe de columnas en la órbita elíptica
todo debido a la imagen ausente
de las aguas
como cuando Dios como cuando Dios
bajo los grandes leprosarios de los astros

IX
cités imaginarios donde mismo siempre desde antes
a la expedición sin nombre nunca nunca
luz y medida de lo humano sus bacterias
ya se sabe/la inmundicia
bajo ella en jirones desamparo verdadero
tierra polvo humo sombra
LO MÁS TRISTE
en la urgencia porno del hundirse blando
tras el choque

X
todos los padres vestidos de soldados
alistaron las coordenadas del cañón horroroso
ese día
SEÑORAS Y SEÑORES
llegó la guerra con sus trompetas sucesivas
los generales de la infelicidad total y de todos
hermoso blanco es la luna dijeron
daremos a luz una efeméride digna de nuestras
horribles ciudades
justificando de sobra los agujeros de obuses que
serán las estrellas
hubo tensión en el resorte y
en el dispositivo de liberación y
el cañón ladró iluminando todas las ventanas y
las astillas lunares aplastaron multitudes y
todo monte y
toda isla cambió de lugar y
lloraron de rodillas ciegos los pueblos
aviones
.............. soldados
.............................cañones
todo fue sangre en la luz esa noche


XI
solía caer en caravanas forradas en insectos carnívoros
donde nuestros bailes fueron toda cosa divina
monedas de cobre siempre decorando cada trigo molido
aunque nunca vientre de mujer supurando
de tanto joder por el pasillo era nebuloso
mis hermanos
aquel tiempo
hartos del mar de su distancia se comprende
cada cósmico engendro los
monodóntidos de por esa roca
dibujando trazos esculpidos con su lechoso diente
Una maniobra el
luto descalzos sobre la tapicería
una nube de polvo/un pañuelo
y fuimos caravana arrastrando al cosmonauta Martínez
pero bien merecido lo tenía por seguir
nuestros juegos
todos devuelta y sin luna quedamos
así abandonados como cama deshecha


Marcos Arcaya Pizarro nace en La Ligua en 1979. Pertenece a Colectivo Lingua Quiltra. Licenciado en Pedagogía en Castellano en la Universidad de Santiago de Chile (2007). Ha participado en diferentes lecturas, entre ellas, JORNADAS ROKHIANAS, NOCHES DE POESIA Y MUSICA DE LAS VII JORNADAS DE LITERATURA LATINOAMERICA ESTUDIANTILES (JALLA-E 2005), LA MISTRALIANA, NOCHES QUILTRAS, VERSEANDO RAICES, MARATÓN DE POESÍA EN LA UC 2006, FERIA DE LAS ARTES USACH 2006, TERCERA FIESTA DEL LIBRO DE SAN BERNARDO (2006), etc. No ha tomado taller de poesía alguno y permanece inédito, salvo textos de diferente tipo en revistas virtuales y en papel, entre estas últimas "Rilttaura" de la Universidad Nacional de Colombia, "Esperando a Godot" de la Universidad de Buenos Aires, "Elefante Rosa" de Espeña, etc.

En enero del 2006 obtuvo Mención Honrosa en el Concurso de Relatos organizado por la Asociación Pro Arte, Ciencia y Cultura Latinoamericanos (Yage) de Austria.
Diciembre 2006 primer lugar concurso de poesía de la Oficina de Extensión y Cultura de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Santiago de Chile.
contacto:
nihil82@hotmail.com
linguaquiltra@yahoo.es


Colectivo Lingua Quiltra
http://colectivolinguaquiltra.blogspot.com/
http://www.mundofotos.net/linguaquiltra/124048
http://www.letras.s5.com/jd021207.htm
http://letras.s5.com/rf040106.htm
Las Letras Latinoamericanas y las peruanas en particular se visten de luto por la sentida pérdida del poeta peruano, José Watanabe (Laredo, Perú, 1946-2007) Premio Casa de Las Américas 2002.
El poeta finalmente sucumbió a la larga y dolorosa agonía del cáncer pulmonar. Desde este espacio nos unimos al duelo que embarga a la comunidad poética peruana y le rendimos homenaje de la mejor manera, con uno de sus poemas.


El anónimo (alguien, antes de Newton)

Desde la cornisa de la montaña
dejo caer suavemente una piedra hacia el precipicio,
una acción ociosa
de cualquiera que se detiene a descansar en este lugar.
Mientras la piedra cae libre y limpia en el aire
siento confusamente que la piedra no cae
sino que baja convocada por la tierra, llamada
por un poder invisible e inevitable.
Mi boca quiere nombrar ese poder, hace aspavientos, balbucea
y no pronuncia nada.
La revelación, el principio,
fue como un pez huidizo que afloró y volvió a sus abismos
y todavía es innombrable.
Yo me contento con haberlo entrevisto.
No tuve el lenguaje y esa falta no me desconsuela.
Algún día otro hombre, subido en esta montaña
o en otra,
dirá más, y con precisión.
Ese hombre, sin saberlo, estará cumpliendo conmigo.


José Watanabe
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