
un río cristalino en la mañana.
A veces soy tierno y bondadoso.
Me deslizo suavemente
por los valles fértiles,
doy de beber miles de veces
al ganado, a la gente dócil.
Los niños se me acercan de día,
y de noche trémulos amantes
apoyan sus ojos en los míos,
y hunden sus brazos
en la oscura claridad
de mis aguas fantasmales.
Yo soy el río.
Pero a veces soy bravo y fuerte
pero a veces no respeto
ni a la vida ni a la muerte.
¡Al mitin, motocicletas!
¡Lo pequeño, a la derecha!
¡Ceded el paso a los camiones!
¡Los caminos se pusieron en fila india!
Escuchad lo que dicen los caminos
¿Qué dicen?
Nos asfixiamos de tanto viento y polvo,
retorciéndonos en los rieles por estepas hambrientas.
Por dóciles kilómetros sin empedrar,
estamos hartos de arrastrarnos tras los presidiarios.
Queremos saturarnos de asfalto,
ceder bajo el peso del expreso.
¡Levantaos!
¡Basta de dormir
carreteras mecidas por el polvo!
¡Vamoooos!
- Javier no tuvo oportunidad, la vida no le dio la oportunidad de
madurar su poesía, no en el sentido de que la poesía que él escribiera
fuera inmadura, no, sino que él pudo llegar a un sitial más, mucho más
elevado. Javier tiene una poesía muy sencilla, pero a la vez muy honda,
era un trascurrir de vivencias, de pensamientos que los hilvanaba. (Vida y muerte de Javier Heraud)
Se interesó entonces por la actividad política, ingresó al Movimiento Social Progresista, creyó encontrar la opción que buscaba. Viajó a Europa, a Moscú y a China. Se entusiasmó con la construcción de lo que hasta entonces era la experiencia más terrenal de una sociedad nueva.
Mario Vargas Llosa, cuando aún era un escritor con ideales, dijo del poeta:
“Su entusiasmo político estaba acompañado de un enorme entusiasmo literario también. Estaba muy entusiasmado con Bertolt Brecht, con la idea de una literatura que de alguna manera reflejara convicciones políticas nuevas”. (ob. Cit.) Destinos tan opuestos los de ambos. Javier Heraud ascendió en convicciones e ideales y Mario Vargas se hizo un escritor afín al sistema.
- No había salido aún de las filas del Movimiento Social Progresista
porque me quedaba una última esperanza: la de entrar en el cauce de la
verdadera Revolución, aquella que se enraíza en la ciencia y tiene
vigencia universal. Infelizmente ha sucedido todo lo contrario. Ni la
Revolución de la que hablan sus dirigentes es la Revolución Proletaria
ni el Socialismo que pregonan es el Socialismo Científico. Se carece de
una ideología seria y el reformismo campea por doquier” (ob. Cit.)
Decidió ingresar con sus demás compañeros por Bolivia. En plena travesía por el río Madre de Dios fue sorprendido y acribillado. Se ensañaron brutalmente contra él. En ningún momento las fuerzas represivas dejaron de disparar proyectiles cuyo uso estaban prohibidos cuando de seres humanos se trataba.
Heraud asumió ese destino no porque le gustara la violencia, menos por una postura de heroicidad “poética”. No. El poeta se fue convenciendo que frente a una clase dominante, que no le interesaba en absoluto el destino del país ni el bienestar de las mayorías, las gestas guerrilleras eran decisivas para abrir nuevos caminos.
Porque la patria es hermosa
Al poeta se le puede calificar de soñador, de romántico, pero no de ser un vulgar violentista. Además, su decisión de irse al monte estuvo dictada por el amor a los que sufren. Lo dijo de manera muy precisa en este poema que firmó como Rodrigo Machado, su nombre de combate:
Pero voy al combate y a la guerra
por amor a mi patria, a mi Perú,
por amor a mi suelo, a mis paisajes,
por amor a los pobres de mi tierra,
por amor a mi madre, a sus cariños,
por amor a mi padre, a sus durezas,
por amor a hermanos y amigos,
por amor a la vida y a la muerte,
por amor a las cosas de los días,
por amor a los días del otoño,
por amor a los fríos del invierno.
No sé qué pasará conmigo y mis
hermanos en la lucha,
pero supe vivir y morir como
hombre digno,
queriendo respetar y salvar al que
todo lo sufre,
quiero abrir nuevos soles salvadores.
El final de la historia lo dirán
mis compañeros
arriba, abajo, encima de la historia
y contarán a mis hijos
historias verdaderas,
y para siempre vivirá la esperanza
Pocos como él. Desde los tiempos de la lucha patriótica de Mariano Melgar no se conocía historia parecida. En todos los periodos el oficio de poeta es motivo de sospecha, y el de poeta revolucionario es peligroso. La lista es larga, Edgardo Tello, Otto René Castillo, Roque Daltón, Miguel Hernández, Federico García Lorca, son conocidos entre nosotros, pero hay muchos más.
Javier Heraud es un ejemplo para una juventud que al acerársele lo encuentra puro como un río no contaminado, sólido como “un cedro fuerte y perenne”, tierno “como un trémulo amante”. El poeta es un ejemplo de lo que significa ser joven, no solo desde el ámbito político, sino desde la condición de hijo, hermano, amigo, ciudadano.
Como dijo Pablo Neruda: “Honor a su memoria luminosa. Guardaremos su nombre bien escrito. Bien grabado en lo más alto y en lo más profundo para que siga resplandeciendo. Todos lo verán, todos lo amarán mañana, en la hora de la luz”.
No concluiré esta nota sin decir que Javier Heraud es un ejemplo de pureza y de desprendimiento, de amor y de sacrificio. Sabemos que sus padres sufrieron una enorme y profunda herida. Tuvieron, sin embargo, el enorme orgullo de saberse progenitores de un hijo noble, que los amó en todo instante, que amó a su pueblo siempre.
Los restos mortales del poeta ya no están en Puerto Maldonado, ahora reposan en un lugar que es accesible para que la familia y los amigos visiten a este eterno joven que, además de revolucionario fue poeta, aunque quizás sea más exacto decir que este extraordinario poeta fue, además, un auténtico guerrero.
Y así como sus padres siempre lo sintieron vivo y así como sus hermanos sienten que Javier está con ellos:
Mamá, papá,
he vuelto.
Hermanos,
aquí estoy
como antes,
cantando en
las noches
del invierno,
con mi seco
corazón
de pan y piedra.
Así también los hombres que no han renunciado a los sueños sienten que Javier está vivo y también están vivos sus ideales.
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CARTA DE JAVIER HERAUD A SU MADRE
Nov 62. La Habana. Cuba.
Querida madre:
No sé cuándo podrás leer esta carta. Si la lees quiere decir que algo ha sucedido en la Sierra y que ya no podré saludarte y abrazarte como siempre. ¡Si supieras cuánto te amo!, ¡si supieras que ahora que me dispongo a salir de Cuba para entrar en mi patria y abrir un frente guerrillero pienso más que nunca en ti, en mi padre, en mis hermano tan queridos!
Voy a la guerra por la alegría, por mi patria, por el amor que te tengo, por todo en fin. No me guardes rencor si algo me pasa. Yo hubiese querido vivir para agradecerte lo que has hecho por mí, pero no podría vivir sin servir a mi pueblo y a mi patria. Eso tú bien lo sabes, y tú me criaste honrado y justo, amante de la verdad, de la justicia.
Porque sé que mi patria cambiará, sé que tú también te hallarás dichosa y feliz, en compañía de mi padre amado y de mis hermanos. Y que mi vacío se llenará pronto con la alegría y la esperanza de la patria.
Te besa
Tu hijo
Javier
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• Fuentes consultadas: Conversación con el Ingeniero Jorge Heraud Pérez, Vida y muerte de Javier Heraud, de Cecilia Heraud Pérez (Mosca Azul Editores), Historia del Perú, Edición de Juan Mejía Baca, Poesía de Vladimir Maiakosvski, fotocopia. Ensayo sobre la sociedad Peruana, de de La Puente, Luis, tomado de: http://www.marxists.org/espanol/delapuente/1964/rev-peru.htm.